Una época de cambios: regalismo, estrategia, presiones y guerra continua
4-Una época de cambios: regalismo, estrategia, presiones y guerra continua
4.1-.Regalismo y jesuitas: la situación en California tras la expulsión.-
En 1697 el jesuita Salvatierra pasaba a la península de la Baja California iniciando un proceso de colonización a través de la fundación de misiones. Estas se fundamentaban en la idea de la atracción del nativo, pero también se basaban en la autofinanciación, en el desarrollo de una actividad económica que produjera resultados, como lo evidencia la documentación de la época "...la abundancia que da la tierra en vinos, aguardiente, arroz...de cuyo trato logran los misioneros gran abundancia de plata en oja comprando el azogue... (61)". Las implementaciones económicas que se estaban realizando, el desarrollo de la ganadería, la agricultura y la minería estaban dando sus primeros frutos, especialmente tras la aparición de vetas de mineral que si bien no eran muy ricos, sí que proporcionaban una holgada rentabilidad (62), a pesar del fuerte incremento de los precios de los insumos y a la falta de población suficiente (63): "No es fértil en producción de semillas y comestibles, pero abundante en ganados, hay algunas viñas que se hace excelente vino, es riquísima en minas de plata y oro y pesquerías de perlas" (64).
En menos de cincuenta años se crearon 16 misiones que consolidaron la colonización española en la Baja California, impidiendo de este modo la presencia extranjera en una zona muy estratégica para la Corona, aunque no por ello se evitaron los problemas con los nativos. En 1734 los pericúes (65) se alzaron, provocando la muerte de dos misioneros y grandes pérdidas económicas, lo que llevó a la necesidad no sólo de realizar una acción punitiva contra los mismos, que limpiaría un área de 300 leguas, sino también la de reforzar los presidios, especialmente el del cabo San Lucas que a partir de aquel momento quedaría con 30 soldados permanentes.
Bajo el reinado de Carlos III se consolidó el regalismo, una de las fórmulas para fortalecer el Poder de la Monarquía incluso sobre la propia Iglesia. Tras el motín de Esquilache, Campomanes realizó la labor de fiscalizar la fidelidad de los jesuitas a la Corona, y las conclusiones de esas investigaciones fueron las de evidenciar la "deslealtad" que tenían con su rey. Las consecuencias son del todo conocidas, la expulsión de los Jesuitas, la venta en pública subasta de algunos de sus bienes, controlados bajo el nombre de "temporalidades" por los administradores de la Corona en América (66), y sus edificios religiosos, sus misiones traspasadas a otras órdenes. Este fue el caso de las de la Baja California. Junípero Serra acató las órdenes del marqués de Croix pasando a tomar posesión de todas las misiones jesuitas hasta que en 1773 se hicieron cargo de ellas los dominicos. Los franciscanos se quedarían con las del norte, los dominicos se harían cargo de las de sur, no sin antes levantar unos inventarios de los bienes y personas que conformaban las misiones (67). Estos inventarios dejan entrelucir una actividad económica bastante activa: más de 6.000 ovejas, unos 3.000 caballos, una ingente cantidad de ganado vacuno "desperdigado por los cuatro vientos", cada misión disponía de una gran extensión de terrenos "...Que tendrá el distrito de la misión unas cien leguas de longitud y como a 50 de circuito...(68)", el desarrollo del crédito, y sobre todo la existencia de una rica y variada biblioteca que abarcaba amplios temas, desde la "Historia de las Californias", hasta tratados de medicina, agricultura, y sobre todo, hagiografías de la compañía de Jesús.
A partir de ese momento se estaría forjando el salto hacia la Alta California (69), siguiendo instrucciones del visitador José de Gálvez. La situación estratégica del Pacífico obligaba a una extensión de la colonización y a la reestructuración de todo el septentrión mediante la creación de un vasto cinturón defensivo que vino a denominarse "Provincias Internas". De ahí que Junípero Serra avanzase hacia el norte y fundase la misión de San Diego (1769) (70) y Monterrey (1770). La carta del 23 de diciembre de 1774 del Virrey de Nueva España Don Antonio Bucareli y Ursúa, a Don Julián de Arriaga daba aviso que se debía cumplir la Real Orden de 1773, enviando a seis oficiales de Marina con las embarcaciones destinadas a nuevos descubrimientos en las costas de California, especialmente en San Francisco; a los oficiales se les gratificaría según las circunstancias del viaje, especialmente a los tenientes de navío Don Fernando Quirós y Don Miguel Manrique con 500 pesos de renta. Esa expedición fue positiva, al no aparecer ningún extranjero poblando las costas californianas: "...De la exploración de los tres buques del Rey destinados a tal objeto (localización de enclaves extranjeros en California) y mandados la fragata Santiago por el teniente de Navío de Bruno de Hezeta, el paquebote San Carlos por el teniente de fragata D. Juan Manuel de Ayala y la Goleta la Sonora por el oficial de igual grado D. Juan de Bodega y Quadra….la seguridad de que hasta altura de 58 grados no hay ningún establecimiento extrangero, que la costa intermedia hasta Monterrey está poblada por indios bárbaros, que hay diferentes puertos y que puede llamarse famoso al de San Francisco, cuyo plano remito... (71)". En cuanto al puerto de San Francisco sus posibilidades, según los navegantes, eran excelentes "...Sabemos ya que San Francisco es un puerto famoso, sano de tierras fértiles en sus costas y capaz de todo lo que se quiera hacer de el cuando obligue la necesidad tan distante que vemos hoy..(72)"
Esta nueva ampliación se realizaba a tenor de las informaciones sobre la presencia rusa e inglesa en las costas americanas del Pacífico, con las instrucciones apropiadas al caso, entre ellas las de utilizar la fuerza, si era preciso, para desalojar cualquier puesto de otras potencias en California (73). La percepción que, poco a poco, se iba forjando de toda la costa norte era de franca preocupación, y por eso mismo se envió la expedición realizada por Ignacio Arteaga y Juan Francisco de la Bodega al mando de las fragatas "Princesa" y "Favorita", en la cual se alcanzaron los 60º 13’ norte, y en la que tomaron posesión de varias ensenadas, realizando trabajos cartográficos e intentando descubrir los enclaves rusos e ingleses (74).
Gálvez sin duda fue el gran ideólogo de esa nueva ocupación, siguiendo viejos modelos establecidos en otras áreas (Texas, Nuevo México), consolidaba la presencia española mediante la fundación de misiones (que resultaba muy económico) con sus correspondientes presidios. De esta forma la "titularidad legal" sobre una región se completaba con el "dominio efectivo" y, sobre todo, económico.
A la par que se establecían nuevas misiones en el norte también se potenció la presencia hispana mediante la concesión de grandes estancias ganaderas que impulsasen, más si cabe, el desarrollo económico de la zona (75), y de Nueva España por extensión, con la cesión de ciertos privilegios, entre ellos –y especialmente a partir de 1799- los colonos ubicados en "frontera de indios" estuviesen exentos de pagar alcabalas (76). Esta implementación se realizó en dos fases consecutivas, la primera entre 1770 y 1820, bajo dominio español; la segunda, y la más extensa, en el período del Méjico independiente.
Así, entre 1770 y 1810 se crearon grandes ranchos como los que se reflejan en la tabla anexa (77).
Rancho | Titular | Fundación | Extensión Hect. |
San Rafael | José Verdugo | 1784 | 14.400 |
Los Nietos | Manuel Nieto | 1784 | |
San Antonio | Antonio Lugo | 1810 | 11.800 |
Santiago de Santa Ana | Juan Grijalva y José Yorba | 1801 | 30.000 |
Las Pulgas | José Darío Argüello | 1800 | 22.000 |
El Refugio | José Ortega | 1794 | 40 km. de costa |
Las Ánimas | José Castro, Josefa Mariano | 1802 | 10.600 |
San Isidro | Ignacio Ortega | 1810 | 1.784 |
San José Simi | Familia Picó | 1795 | 45.200 |
San Pedro | Juan José Domínguez | 1784 | 19.200 |
Los Feliz | José Vicente Feliz | 1785 | 2.640 |
Buena Vista | José M. Soberanes | 1795 | 3.400 |
Las Vírgenes | Miguel Ortega | 1802 | 7.120 |
El Conejo | José Polanco; I. Rodríguez | 1802 | 19.480 |
Topanga | Bartolomé Tapia | 1802 | 5.320 |
Los Palos Verdes | José Sepúlveda | 1808 | 12.680 |
Ese nuevo impulso económico, de pleno desarrollo de la colonización de California, mediante la combinación de implementaciones regias (misiones, estancias, presidios, puertos...) se articuló sobre componentes de redes familiares muy complejas que abarcaban tres áreas fundamentales: las estancias y minas de la zona rural; los grandes almaceneros de México, Acapulco y Veracruz; y las sedes mercantiles en la península (78). Un ejemplo clásico lo hallamos en Vicente Basadre, que en esa época era secretario del Consulado de Veracruz, el cual solicitó en 1784 –y así fue autorizado- a fomentar la industria de la peletería en las costas californianas. Basadre (79) realizó dos viajes a California, visitando la tierra, efectuando notas y recogiendo unas 1.000 pieles; luego pasó a Manila y de allí a Cantón donde estuvo trece meses analizando el mercado de pieles. Las tres primeras remesas de pieles de California que se enviaron a China los años 87, 88 y 89 rindieron a la Real Hacienda 3.120.000 reales de vellón.
La nueva funcionalidad –que años después explotarían a fondo los rusos en la bahía de la Bodega, al norte de San Francisco (80), se complementaría con una serie de negocios. Así, las pieles se venderían en China, vía galeón de Manila, o se permutarían por azogue –por entonces un 75% más barato-. Lógicamente, la merced se complementaba con un aumento de sueldo y el permiso para ser el primero en embarcar plata hacia España en condiciones favorables. Otro de los factores en el que cabría profundizar para la dinamización económica de California era dotarla de población, de ahí los intentos efectuados en los últimos decenios antes de la independencia para agilizar la presencia de españoles en California. Para ello se desarrollaron bases similares a las practicadas en Texas, a saber, familias de Canarias que se instalaron en las nuevas tierras con unas condiciones fiscales y de dotación de mercedes, herramientas y transporte favorables. Peticiones que realizaba el gobernador de California, Diego de Borica, al virrey "En las islas Canarias abundan las familias pobres y honradas" y que este trasladó a Godoy (81) pues era absolutamente necesario "que se de principio a la población de la Alta California y que me valgue de los medios necesarios para la adquisición de familias pues las de Santo Domingo se han trasladado a Trinidad y Cuba (82) ", y para ello era fundamental que dicha familias fuesen "pobres, de castas limpias, y sanas costumbres, ofreciéndoles la soberana protección del rey". Además, también cabía terminar de reforzar la presencia española con otras misiones, creando una en el río Colorado, otorgada a los dominicos, y otras cinco en la Alta California, que se concedieron a los franciscanos del Colegio de Propaganda Fide de San Fernando. Branciforte explicó, a grandes rasgos, cual era la situación coyuntural en la costa oeste de América del Norte, y los problemas que una alteración del frágil equilibrio podría provocar en el Mar del Sur: "No creo que las naves inglesas del mar del sur ataquen Manila ni las Filipinas, pero un ataque a California la perderíamos y sería imposible recuperarla y los enemigos tendrían una colonia para impedir nuestra navegación a Filipinas (83)".
En este documento ya se explicaba que el lugar idóneo para instalar las nuevas poblaciones era la bahía de San Francisco, de tal forma que con San Blas (84) y Acapulco la defensa quedaba asegurada.
Ciertamente, la colonización en California no se estaba desarrollando en un clima de perfecta colaboración y cooperación entre todos los participantes en el proceso. La dialéctica sobre el trato a los nativos entre religiosos, como el mismo Junípero Serra, soldados y estancieros generaba conflictos que en ocasiones acabaron ante las autoridades virreinales, y en otras en rebeliones nativas. Uno de los factores que más tensión provocó fue la situación de los nativos rebeldes y el trato que deberían tener. Para Serra y los franciscanos los nativos debían pasar por un proceso de aculturización, para facilitar su integración en el modelo hispánico sin presiones militares; los estancieros y mineros, demandaban mano de obra barata; los soldados, en cambio, en ocasiones requerían respuestas más contundentes, y en otras se prestaban a las exigencias de los mineros, pese a las órdenes recibidas de la monarquía. Un gran número de Reales Cedulas emitidas por la Corona estipulaban que se había de impulsar el acrecentamiento de la Real Hacienda y que, de una forma especial, se había de procurar la pacificación, reducción y adoctrinamiento de los indios guachichiles, así como todos aquellos que poblaban la serranía de los reales de minas de San Andrés. Estas órdenes, pero, presentaban contradicciones que impulsaban las rebeliones, entre ellas por ejemplo, que se procurase que los indios chichimecas –por medios suaves- trabajasen en la extracción de sal para las minas, recordándose que no se encomendasen indios y que se les omitiese del pago de tributos durante diez años (85).
4.2-La guerra continua.-
En 1777, y dada la situación de caos y guerra que se vivía en el norte, el virrey de Nueva España nombró comandante general de la gobernación de Chihuahua, uno de los centros mineros, ganaderos y agrícolas más activos, a Hugo O’connor. Su nombramiento vino pues enmarcado en la catástrofe económica y militar que se estaba viviendo (86) y sus órdenes, básicamente, la de controlar las razzias de apaches y comanches en toda la zona norte visto que aquella nueva estructura defensiva prácticamente no servía para nada.
Así pues, frente a esa coyuntura caótica, Hugo O’connor realizó un informe económico, pero también militar, de la situación en Chihuahua "...se continuaba la guerra llevando siempre los apaches casi todo el triunfo, perdiendo el rey muchos caudales...(87)".
Ello provocó que prácticamente toda la zona de la frontera de Nueva Vizcaya estuviera muy despoblada debido a las incursiones nativas. Por eso mismo, y en el ámbito económico, el principal problema venía derivado de las continuas cabalgatas que los apaches realizaban contra las grandes haciendas y estancias ganaderas (88). Según evaluación del propio O’connor las pérdidas hasta ese momento eran sumamente cuantiosas, nada menos que 300.000 cabezas de ganado mayor; 200.000 cabezas de ganado menor; 400.000 caballos y mulas, más las lesiones en el circuito de la plata y en vidas humanas. Así, las minas habían reducido su producción a una tercera parte, situación análoga en muchos reales, tanto de Chihuahua como de Parral o Mapimí, en este último una incursión realizada en agosto de 1771 se cobró la vida de cinco personas y el robo de 300 caballos. Pero los apaches no cargaron únicamente contra las grandes haciendas, lo más preocupante era que también cortaban los caminos y las vías de comunicación, paralizando el comercio y provocando enormes quebrantos económicos. El asalto en las mismas fechas a un atajo de 21 mulas ocasionó la pérdida de 30.000 pesos en mercancías. Más adelante, un ataque a otro convoy que se dirigía a Nuevo México provocó la muerte de 7 personas y el robo de 1.000 caballos. Es decir, en poco menos de un año, desde el 20 de enero de 1771 al 20 de diciembre de 1771 los apaches habían causado la muerte a 140 personas y el robo de más de 7.000 caballos. Si sumamos todos los daños ocurridos desde el inicio de la guerra la cifra resultante es desorbitada: 4.000 muertos entre los ganaderos y pobladores, 12 millones de pesos, más los problemas derivados del desabastecimiento provocado por el miedo.
Como ya hemos citado anteriormente, ese temor influía en la producción minera. Si en los años anteriores a 1771 llegaban desde Chihuahua a la capital una media de 100 barras de plata al año, en 1771 solamente llegaron 8 barras (89).
El problema constante que tenían pues los pobladores y soldados de la frontera en las Provincias Internas con las diferentes naciones indias había crecido exponencialmente con el constante comercio de armas de fuego. Felipe de Rábago realizó averiguaciones sobre el mismo e informó a las autoridades novohispanas sobre ello: "...estaban en el fuerte de los Tahuayos diez franceses con varriles de pólvora, valas y fusiles y que de ellos dieron en cambio de gamuzas, cueros de venado, mulas y caballos... (90)" .
Veamos pues los daños producidos en algunas de estas estancias y ranchos (91).
Titular | Estancia | Pérdidas |
Manuel de San Juan | S. Juan Bautista de las Encinillas | 40.000 reses, caballos |
Padre Navarrete | Agua Nueva | 2.000 reses, caballos y árboles frutales |
Pedro Almoina | Almoina | 14.000 reses, caballos y un molino harinero. |
Ceniza | Ceniza | 2.500 reses y caballos |
Domingo del Valle | Malamoche | 2.500 reses y caballos |
Antonio Castillo | Laguna del Barbero | 14.000 reses, caballos y un obraje |
Juan Andrés Ortega | Gueroche | 1.000 reses y caballos. |
Diego Laerran | Hormigas | 19.000 reses y caballos |
Como vemos, las pérdidas fueron cuantiosas, provocando la ruina completa de todo el ganado mayor y la caballada así como la quema de todas las infraestructuras productivas que acompañaban a los ranchos y haciendas. Un ejemplo claro lo hallamos en la estancia del padre Navarrete que abastecía de maíz, trigo y fruta a toda la provincia y que fue reducida a cenizas.
4.3-La presencia rusa en América y su influencia en California.-
A partir de 1760 desde la Corte de San Petersburgo comenzaron a llegar toda una serie de informaciones sobre los peligros que suponía la expansión que los rusos estaban realizando en el norte de California (92). Situación esta que podía poner en grave peligro toda Nueva España, de ahí las numerosas cartas sobre el tema y el expediente abierto por las autoridades de Madrid sobre la presencia rusa. En 1761 el marqués de Mondejar envió una amplia relación desde San Petersburgo con todos los datos que pudo recoger, inclusive la correspondiente cartografía, sobre los avances de los rusos en Siberia, y en el Pacífico: "Sobre las expediciones rusas desde las costas de Asia hacia América espero formar una relación de todo lo concerniente a este asunto tanto de lo que se ha escrito sobre el tema en lengua rusa como de los distintos académicos con los que mantengo conversación que tratare de tener con disimulo… En 1701 se incorporó la península de Kamchatka al gobierno de Siberia, de estas conquistas han seguido las expediciones de los rusos en el Pacífico porque se han hecho desde los puertos de esa península. El dinamarqués Bering continuó las investigaciones en la costa bajo el reinado de Pedro el Grande. En 1739 una expedición alcanzó Japón. Por lo que respecta al mal que pudiéramos sufrir de estos viajes rusos en nuestra América me parece tan remoto que apenas merece consideración...3 mercaderes han llegado a S. Petersburgo habían partido de Avantsha y desembarcado en unas islas y comerciado con sus habitantes a los que adquirieron un gran número de pieles de zorra negra tan finísimas que aquí se pagaron a 100 rublos la pieza (93)".
Esta nueva coyuntura fue la que obligó a las autoridades novohispanas a enviar a Junípero Serra para que adelantase y ocupase nuevos territorios en el norte. Era aquella una época que las donaciones papales ya no significaban nada e imperaba en América las concepciones surgidas del derecho a la ocupación del "lugar vacío". Se retornaba a la vieja máxima de la época de Felipe II de "conquistar es poblar". El poblamiento era el único argumento válido para defender una ocupación del territorio. De ahí el nuevo impulso colonizador en California. En septiembre de 1761, el marqués de Almodóvar enviaba, desde San Petersburgo, una serie de cartas a Ricardo Wall informándole de las expediciones que los rusos había realizado a las costas de América desde la península de Kamtschatka (94). Poco tiempo después, en 1764, el vizconde de la Herrería notificaba, también desde la capital rusa, al marqués de Grimaldi que una serie de comerciantes rusos habían alcanzado las costas de América y que los frutos de esa aventura se perfilaban como un verdadero peligro. Lo cual repitió de nuevo en el año 1767, recalcando una vez más la gravedad de la situación. En esta misiva cifrada, el vizconde de la Herrería narraba los varios intentos que los rusos habían hecho para desembarcar en América desde Kamtschatka, añadiendo como "...esta noticia ha llegado a la corte y se tiene en gran reserva así como las expediciones que continuaran los descubrimientos…", lo cual no era peligroso en sí, sino por el gran desconocimiento que se tenía del espacio y de la distancia que había desde California hasta las poblaciones rusas. Esta situación era preocupante, pero lo fue más cuando en Rusia se pudo interceptar –y traducir al francés- una carta de la Chancillería del gobierno de Siberia en la que se explicaba que "...situarían un ejército de 25.000 hombres en la península de Kamtschatka junto con un comandante inglés para "proteger la zona...".
Estas noticias impulsaron a que el marqués de Croix advirtiera en 1768 al gobernador de California de las intenciones rusas, ordenándole que realizara investigaciones y tomara las medidas oportunas para evitar cualquier penetración.
Entre 1772 y 1773 el conde de Lacy, embajador en Rusia, envió un buen número de cartas, muchas de ellas cifradas, a Madrid donde se relataban los avances rusos en América, e incluso de posibles tratados de estos con los ingleses, como la carta que envió al marqués de Grimaldi. El 7 de febrero de 1773 el conde de Lacy escribió una carta a la corte hispana en la que mencionó que en 1769 un oficial de la marina rusa, denominado Tschericow, había continuado las exploraciones en la península de Kamtschatka y en América " ...esta nación ha hecho descubrimientos importantísimos por aquella parte y que esta corte espera circunstancias más favorables para aprovecharlas ... (95)".
El 23 de diciembre de 1773 el embajador volvió a escribir a la corte explicando los avances de los rusos en la costa noroeste de América. Propuso que se tomaran las medidas oportunas para saber si aquellas exploraciones seguían y si podían provocar algún tipo de problema a los intereses españoles. Por ello manifestó: "... tengo sobre la mesa el plano impreso en Petersburgo el año 1758 que señala la navegación hecha por dos navíos rusos mandados por el capitán Bering y supone descubierta la costa a la altura de 55 º y 60 º (96)..." . Incluso envió una carta geográfica con referencias a las noticias aportadas por un comerciante ruso sobre los avances en América.
La duda se impuso y se temió que tales descubrimientos no se hubieran realizado en el continente americano ya que desde el cabo San Lucas hasta Monterrey no se habían tenido noticias de barcos de otras potencias. Sin embargo, los inconvenientes de un poblamiento extranjero aconsejaban que España colonizase la zona, no para ampliar la extensión del reino, sino para evitar otros vecinos que no fueran los indios (97). De ahí las rápidas órdenes emitidas y los informes detallados que salieron desde Madrid para las autoridades virreinales de Nueva España con la finalidad de tenerlas plenamente informadas.
Si las informaciones que llegaban eran preocupantes, las que remitió el conde de Lacy en abril de 1773 aún lo fueron más. Al parecer habían llegado informaciones al embajador español que un numeroso ejército ruso, comandado por un general inglés llamado Lloyd, estaba ultimando los preparativos para una invasión de China, y presumiblemente de Japón. Ese mismo mes el conde volvió a remitir a Madrid sendas cartas geográficas de las posesiones rusas en América, detallando las mercancías que exportaban e importaban de esa zona. Al recibirlas en Madrid se remitieron copias al virreinato de Nueva España para que conocieran las ubicaciones concretas (98).
Estos hechos provocaron la necesidad de un reconocimiento a fondo, sugiriéndose la figura del experimentado piloto Juan Pérez. Caso de ser este el elegido debería ponerse en contacto con el general de la flota para recibir las instrucciones correspondientes.
Fruto, en definitiva, de toda esa coyuntura fue la carta de Abbad y Lasierra al rey (99), el autor puso de manifiesto sus intenciones: realizar una obra que aclarara los productos, el comercio, la geografía física y demás noticias de California. También perseguía expresar con claridad las circunstancias de la tierra de una forma absolutamente pragmática. "... En este conocimiento práctico me persuadió no sólo la utilidad sino también la necesidad de formar una obra que fije los nombres, Desmarque los límites con precisión, corrija errores .... dé una relación fiel de los sucesos anteriores y posteriores. .. (100)". La presencia rusa en América, además, fue recogida y estudiada por Abbad en la obra "Descripción histórico y geográfica de la California, sus costes e islas hasta el estrecho de Anián (101)" en la cual escribió que a raíz de tales hechos "...ya no se dudaba de la inmediaciones de la América en la Rusia...". Las razones económicas rusas también fueron narradas por Abbad citando que en 1773 se habían sacado de América más de 300.000 pieles y que sus aduanas ingresaban 25.000 rublos anuales en concepto de tasas de comercio, que se cifraba en más de 300.000.
Ante esta situación desde Madrid se activó una serie de resoluciones que iban a reconfigurar y robustecer la presencia española en América del Norte, llevadas a término desde plataformas e iniciativas diferentes:
1-La colonización de las principales bahías de la Alta California mediante la instalación de misiones y presidios, así como de estancias ganaderas. Esta primera acción la llevó a cabo Junípero Serra y otros religiosos mallorquines surgidos de la escuela misional de Propaganda Fide. La finalidad última era la de evitar que se pudieran instalar otras potencias en los puertos naturales que pusieran en peligro el septentrión novohispano.
2-El constante envío de expediciones marítimas hacia la costa noroeste de América con el fin de delimitar una zona de la que no se tenían cartas geográficas concretas bien diseñadas. Al mismo tiempo estas expediciones habían de realizar las oportunas averiguaciones sobre la ubicación de otras potencias en la región (Pérez, Bodega, Malaspina...), a la par que fijarían establecimientos para bloquear dicha expansión, caso por ejemplo de Nootka.
4.4-El constante peligro inglés.-
Si bien los ingleses se introdujeron en el Pacífico a principios del siglo XVII, desarrollando tempranamente una política que combinaba hábilmente la cooperación con la presión militar y que les facilitó una rápida expansión (en 1615 ya estaban instalados en Japón), no fue hasta el siglo XVIII que el control sobre el Pacífico se convirtió en un hecho trascendental: el completo dominio de todo el mercado indo-pacífico. Esto catapultó nuevos problemas para las posesiones españolas, entre ellas la costa oeste de América (102). Además de esa penetración, cada vez más agresiva, la presencia en la costa este también preocupaba, y el hecho de la independencia de las trece colonias no fue un elemento que sustrajese tensiones al septentrión, más bien al contrario. La población norteamericana percibía el oeste como "tierra de nadie", y las posesiones españolas, débiles y aisladas dentro de un mar indígena, no representaban un problema irresoluble y, por si fuera poco, los ingleses no dejaban de actuar contra determinados puertos o enclaves (103). La presión, por tanto, sobre todo ese vasto territorio era mucha; era una simple cuestión de tiempo que se complicase aún más y, dadas las circunstancias, no se haría esperar mucho (104). Pero los norteamericanos no sólo presionaban a los españoles (105), los primeros que sufrieron esa tremenda política expansionista fueron las diferentes naciones nativas que poblaban el septentrión. Algunas de ellas llegaron a demandar a las autoridades hispanas que les permitieran instalarse en "territorios de España (106)". Efectivamente, treinta y tres naciones, entre ellas los wichitas, solicitaron auxilio al gobernador de Texas para establecerse y huir de las presiones de los colonos norteamericanos. Las situaciones de riesgo eran, cada vez, más preocupantes. En 1792, Santiago Felipe Puglia, profesor de castellano y dueño de una imprenta en Filadelfia (que según las autoridades españolas estaba alentada y era auxiliada por personas del gobierno norteamericano), imprimía una pequeño volumen denominado "Desengaño del hombre", una obra que atacaba la monarquía, fomentaba la idea de igualdad y, en definitiva, intentaba marcar como ejemplo a seguir los que estaba ocurriendo en Francia. Libro muy nocivo, según las autoridades, porque "su contenido es capaz de conmover el espíritu del vulgo (107)". Semejante obra se intentaba introducir en los puertos de la América española, concretamente en Nueva Orleáns y en La Habana. Esto se podría convertir en una situación peligrosa pues en la Louisiana española existían muchos franceses que, además, estaban apoyando a los colonos norteamericanos para iniciar la libre navegación por el Misisipi, otro de los graves problemas que aparecían en el horizonte.
La preocupación de las autoridades hispanas frente a la presencia inglesa en el Pacífico se incrementó notablemente debido a tres factores que podrían alterar el frágil equilibrio conseguido en esa zona remota:
En primer lugar la presencia inglesa en lo que se denominó la "Columbia Británica", al norte de California, en la misma área geográfica ocupada parcialmente por los españoles, la zona conflictiva de Nootka, en lo que fue el estrecho de Juan de Fuca, del cual las diferentes potencias pensaban que podría penetrar en el interior del continente. De aquí surgirían toda una serie de pequeños problemas, derivados principalmente de la respuesta que los españoles realizaron ante determinados barcos británicos (108), las claras y evidentes intenciones de los ingleses de asentarse en tan estratégico lugar (109), las protestas de los mismos (110) y las resoluciones de la Corte Hispana (111). No obstante, la estratégica situación de California había sido estudiada previamente por un Comité Parlamentario Británico (112) para determinar las posibilidades económicas y estratégicas que tenía, y realizar las oportunas intervenciones. Además, toda el área de América del Norte también empezó a interesar a los jóvenes Estados Unidos. Jefferson, por ejemplo, desde 1786 estuvo muy interesado tanto en la Louisiana como en establecer una vía de rápida comunicación con el Pacífico a través del río Missouri. En París conoció a Ledyard a quien propuso viajar hasta San Petersburgo y de allí a Kamtschatka, desde donde alcanzaría Nootka, aunque no pudo pasar de las costas de Siberia. En 1790 y 1792 las presiones norteamericanas sobre el Missouri continuaron. Años más tarde Jefferson volvió a encargar un proyecto al naturalista francés Michaux para "buscar el camino más corto hasta el océano Pacífico (113)".
En segundo lugar la persistente llegada de barcos mercantes ingleses a los puertos de California en demanda de víveres. Efectivamente, al puerto de San Diego había llegado en 1794 un ballenero inglés, la fragata "Resolution", al mando del capitán John Lock. Al no saber como actuar el comandante del presidio, Antonio Gragera, envió una rápida carta -principios de septiembre- al virrey que fue contestada en noviembre, en la que se estipulaba que debía evitarse a toda costa "el reconocimiento de la tierra, o las compras o ventas de cualquier géneros (114)". Tras esta primera "incursión" siguieron otras, como tiempo después sucedería también con la fragata "Fenix" al mando del capitán Moor, dedicada ésta al comercio de pieles. Para no tensar las relaciones se abastecieron de víveres a ambas fragatas, comunicándose ese proceso y esas arribadas al mismo Godoy (115) con un amplio informe del gobernador de California, Diego de Borica, en las que se relataba pormenorizadamente los víveres acarreados a la nave inglesa ""Ventas al Sr. Moor : una gran cantidad de verdura, cinco terneros, seis carneros, cuatro cerdos, y una vaca. Correspondió con piezas de lienzo blanco, rajadillo, pañuelos, una baraja. También hicieron agua y leña (116)".
La fragata inglesa de guerra "Providence" llegó el 4 de junio de 1796 al puerto californiano de Monterrey, comandada por el capitán William Brogton. La fragata contaba con 22 cañones de a 12 montados, 60 hombres de tripulación, un teniente y 20 soldados, y había estado en bahía Botánica, Sándwich, Nootka y Fuca. El gobernador pensaba "que en mucho tiempo no piensa retirarse, les hize saber que no debían navegar a menos de diez leguas de la costa. Se le permitieron comprar algunos víveres que pagó con letras. Entregó además algunos instrumentos náuticos y camisas finas, todo ello por valor de 250 libras, material que le había encargado el difundo Bodega así como dos libros en inglés y el plano de Londres para don Rafael Bachiller, alcalde del crimen ya difunto, dos pares de botas y trece cuadernos en Francés de un periódico sobre las revoluciones en esa nación para el contador de tabacos Ibargoyen. Se comportó muy bien, a excepción del día 18 de su salida que mandó un bote para inspeccionar la boca del río San Antonio (117)". Sin embargo, en el último momento la nave inglesa intentó realizar maniobras para acercarse a la costa con la intención de delimitarla e inspeccionarla, siendo repelida y avisada por algunos disparos de artillería.
Los temores se intentaron paliar enviando una fragata para la protección de la costa con tropas a bordo por temor a que se produjese un desembarco inglés en las costas californianas (118) y más ante los últimos acontecimientos, pues las apariciones de barcos enemigos, desde balleneros a fragatas de guerra, tanto en las mismas costas de California como en el golfo, empezaban a ser constantes.
En tercer lugar preocupó aún más las noticias que estaban llegando, tanto a la Corte como a la capital del virreinato, sobre la posibilidad de una alianza entre rusos e ingleses (119) para proceder a un desembarco y a la ocupación de toda la costa noroeste, no descartando las intenciones de apropiarse de todo el septentrión, incluida la misma Nueva España "El embajador del rey en Viena me avisa que los ingleses han propuesto a los rusos la invasión de California. Al zar le ha parecido bien la idea y ha dado a su ministro en Londres orden para arreglar este asunto. Los rusos tienen en la zona un navío de guerra de 40 cañones y dos fragatas en mal estado y una guarnición de 1.300 hombres (120)".
Azanza, en este aspecto, recordaba que se estaba en guerra con Rusia, la cual había ocupado territorios en la costa este de Asia y, referente a la posible invasión, afirmó que tal cuestión era difícil, pero matizando que "Sé los problemas que conlleva una acción de esta naturaleza pero como esta nación esta en los tiempos de intentarlo todo y han dado de algún tiempo a esta parte muestras por su afán de formar colonias en nuestras costas de California creo exige la prudencia no mirar como impracticable un designio semejante de su parte (121)". Las resoluciones que se debían tomar, según Azanza, eran las de prevenir y adelantarse a posibles problemas "Además, para frustrarlo son muy pocos los medios que están a nuestro arbitrio…..seis fragatas situadas en Acapulco serían a mi entender suficientes para desbaratar las pocas naves que pudieran tener los rusos y la ayuda facilitada por sus amigos ingleses en el Mar del Sur. Cabe impedir más establecimientos rusos en California, y destruir los asentamientos ingleses en Nootka, Galápagos, Sándwich y otras islas del Mar del Sur. (122)" Temores ampliamente difundidos y estudiados en ambos lados del Atlántico (123) con el fin de agilizar una posible defensa, pero también para activar una respuesta diplomática ante la misma Corte de San Petersburgo. Además de esta posible alianza también preocupaba la presencia de corsarios ingleses en el Pacífico, que además realizaban una gran actividad, fruto de la cual habían capturado el galeón de Manila y trasladado el barco y el botín al puerto de Londres. Temores por tanto más que infundados, y más cuando ya en los primeros años del siglo XIX los rusos se instalarían en la bahía de Bodega, al norte de San Francisco, establecimiento que perduraría hasta bien entrados los años treinta del siglo XIX1