Parte II el estado de la cuestión: el turismo en las ciudades históricas

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TURISMO CULTURAL:
¿DE QUÉ HABLAMOS?

Parece haber sido Ibn Battuta, un gran viajero árabe del siglo XIV, el llamado "turista cultural" más antiguo de la historia del que se tiene conocimiento, al recorrer 120.000 km por los países islámicos, habiendo llegado a puntos tan distantes de su patria como Tánger, China y Sumatra "por el gusto de aprender sobre nuevos países y nuevos pueblos"(MALKIN, 1999: 24).

A la larga de los años, esa actividad, realizada en el tiempo de ocio, es decir, en aquel tiempo que se queda al margen de las actividades laborales, se ha desarrollado y ganado dimensiones importantes, especialmente en el siglo pasado, al ampliarse para contingentes cada vez más numerosos y diversos (VIÑALS BLASCO, 2001).

La actividad turística, como acción de desplazamiento con motivación volcada hacia el entretenimiento, descanso, conocimiento, aprendizaje, salud, entre otros, viene ganando matices en función de las exigencias de los actuales consumidores turísticos, diferentemente de los viajeros románticos y exploradores de otras épocas, ya que son, a menudo, más experimentados, más independientes y de estilos de vida diversos (POON, 1993).

A la par de ese crecimiento, cabe, en realidad entender sobre a que nos referimos o, mejor dicho, ¿de que estamos hablando cuando nos referimos a Turismo Cultural, concepto ya bastante difundido pero lleno de controversias y que todavía suscita entendimientos no siempre convergentes?

En lo que respecta al llamado Turismo Cultural, una de las actividades turísticas con mayor crecimiento de la demanda global (ESTEBAN CURIEL, 2007), como fenómeno turístico en alza (7), al consistir en un viaje de motivación esencialmente cultural, sea un viaje de estudios o bien cualquier otra actividad de carácter cultural que se realice durante unas vacaciones o un viaje de negocios (ROBINSON, 1996), reclama conocimientos específicos y una gestión apropiada al contexto en lo cual se desarrolla.

Desde la década de los 70, el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios – ICOMOS, viene haciéndose eco de las preocupaciones decurrentes de esa actividad, en la que el patrimonio cultural es el atractivo principal. Sin embargo, ha pasado de una posición más defensiva – indicada en la Carta de Turismo Cultural de 1976 – hacia una actitud más pro-activa e interactiva entre el patrimonio cultural y el turismo – Carta Internacional de Turismo Cultural de 1999 (8), lo que vale considerar que, entre otros aspectos:

    - el patrimonio cultural es, por excelencia, el atractivo central de esa actividad, insumo indispensable para la promoción de productos turísticos;
    - las acciones de desarrollo turístico de cara al consumo de bienes y servicios culturales deben estar basadas en criterios de sostenibilidad, que permitan su uso y disfrute, difusión e intercambio de conocimiento, manutención y acrecentamiento de valores simbólicos y de su esencia física y condiciones de realización;
    - hay que establecer una gestión creativa para afrontar la complejidad de los diversos ámbitos implicados (TROITIÑO VINUESA, 2005a).

Como señala la editorial del Correo de la UNESCO desde hace casi una década, un "sector económico de peso, el turismo se diversifica y propone cada vez más ‘productos culturales’", que abarca desde "la visita de monumentos al descubrimiento de modos de vida singulares. Este entusiasmo puede contribuir a la restauración del patrimonio y a la supervivencia de las tradiciones. Pero un turismo incontrolado produce el efecto contrario. De ahí el dilema (…): el auge del turismo cultural es muy beneficioso para quienes lo practican y para sus anfitriones, pero un exceso de visitantes termina por degradar la cultura, hasta el punto de hacerle perder todo su atractivo" (UNESCO, 1999: 21).

En efecto, "el turismo pasa por un momento histórico en que, a pesar de ser uno de los sectores de la economía con posibilidades aún ampliadas de crecimiento, se ve en una encrucijada definidora de rumbos bien distintos: o se presenta como una propuesta económica de inclusión social y, así, contribuye para nuevas perspectivas de valorización de la vida, del consumo de productos culturales y de distribución de renta, o, por otro lado, se alía a una economía que excluye parcelas inmensas de la población de la participación en la producción y, de esa manera, opta por una propuesta de consumo de masa que poco se preocupa de la sostenibilidad de la producción económica" (MENESES, 2006: 13).

La OMT, entre otras organizaciones, viene abogando por el desarrollo de acciones sostenibles, que impliquen la mejora de la calidad de vida de los lugares turísticos (9). El turismo debe ser una actividad de dimensión económica que sirva para asegurar las ganancias de los inversores y a la vez generar riqueza para las comunidades anfitrionas, detenedoras del patrimonio cultural objeto de visitación y disfrute turísticos (OMT, 1995, 1999, 2003, 2005; ONU, 2001; UNESCO, 2004, 2006b).

La paradoja se halla en que no resulta tan evidente la relación equilibrada entre el turismo y el desarrollo socioeconómico y medioambiental, claves que sintetizan el desarrollo sostenible (YUNIS, 2004), a las cuales se añade la dimensión cultural, y poder calificarlo como capaz de orientarse a la mitigación de la pobreza y de cambiar los patrones de consumo y producción, asegurando el uso adecuado de los recursos naturales (YUNIS, 2004). A todo ello, súmese el reforzamiento de los trazos culturales de las comunidades involucradas como elemento propulsor de su autoestima y autodeterminación.

Así, ¿qué pensar de una actividad que, a menudo, se desarrolla bajo niveles de difícil precisión, mediante motivaciones no siempre tan evidentes y que genera impactos no siempre identificados y evaluados? Se reconoce que se trata, en definitiva, de una actividad de difícil manejo, ambivalente, con sus pros y contras y que, sin embargo, sigue desarrollándose y se encuentra en franca expansión (10).

El Turismo, en sentido lato, es de por sí, una actividad cultural, de expresión económica y manifiesta un modus vivendi de una determinada sociedad – a nivel individual, de agrupaciones o de grandes contingentes de población – en el aprovechamiento de su tiempo libre, como actividad de ocio. Como la Historia, es una construcción en que ambos [turismo e historia] organizan un sistema de significados para las manifestaciones culturales (MENESES, 2006).

Sin embargo, una de las claves para entender la actividad turística es acotar las características básicas que permiten reconocer la oferta existente, en función de los elementos de identidad que la conforma, y su relación con las tendencias de la demanda, según sus características y variables intrínsecas – expectativas, sueños y deseos –, permitiendo, a su vez, establecer la segmentación del mercado turístico que se hace cada vez más especializado y exigente y atenderlo de modo eficiente y eficaz. Por un lado, reconocer un espacio/objeto como turístico es, en definitiva, elaborar una construcción cultural (MENESES, 2006) y por otro, esa segmentación se establece y se consolida "como una forma de organizar el turismo para fines de planificación, gestión y mercado" (MTUR. BRASIL, 2006e: 05).

Esa segmentación, como concepto, se constituye en parámetro básico para dotar esa actividad de grados de planificación coherentes con la complejidad de la situación y del contexto donde se produce.

De carácter instrumental y con fines estratégicos, la segmentación del mercado turístico puede obedecer a diversas variables, pero deberá tomar en consideración:

 

(i) la segmentación en origen, relacionada con la demanda y por tanto vinculada a las personas, su perfil, procedencia, comportamiento, interés/motivación y expectativas;

(ii) y la segmentación en destino, relacionada con la oferta y por tanto vinculada a los atractivos, su naturaleza material e inmaterial, composición, condición de acceso, uso y disfrute, a su valor simbólico y a los servicios existentes –vinculados y complementarios –, como información y señaléctica turística, transporte, alojamiento, restauración (11), comercio (12), entre otros.

 

Así siendo, se verifica en la bibliografía existente sobre el tema – cartas internacionales, textos institucionales, documentos de expertos –, que ya se encuentra reconocido y consagrado, aunque susceptible de cuestionamiento (13), el Turismo Cultural como un segmento de la actividad turística de estricta motivación cultural y que reside en "un viaje motivado por conocer las costumbres de un país o un lugar y su cultura, que se identifica especialmente con su historia y arte" (TURESPAÑA, 2001: 20) o, en otros términos, que "comprende las actividades turísticas relacionadas a la vivencia del conjunto de elementos significativos del patrimonio histórico y cultural y de los eventos culturales, valorizando y promoviendo los bienes materiales e inmateriales de la cultura"(MTUR. BRASIL, 2006d: 10).

Teniendo en cuenta la segmentación en origen, para muchos, resulta de difícil precisión acotar y conocer, desde la demanda y en el ciclo de consumo turístico (14), el grado de motivación e interés específico que genera la actividad turística y que permita encuadrarla como esencialmente cultural.

Aunque estudios desde la antropología busquen establecer genéricamente las características del turista (BURNS, 2002), varias propuestas de caracterizar el perfil del llamado turista cultural han sido realizadas (GREFFE, 2003; JANSEN-VERBEKE, 1997; FERNÁNDEZ ZAMORA, 2006). Teniendo en cuenta ello, el llamado turista cultural podría ser aquí clasificado, en términos ideales, como (15):

(i) especialistas, determinados o de motivación cultural: eligen con precisión su viaje en función de la oferta cultural; prepara su viaje con conocimiento básico y previo de la oferta cultural elegida; son racionalistas, selectivos y poseen una actitud crítica y exigente ante la oferta cultural consumida; generalistas, incidentales/ ocasionales o de inspiración cultural: eligen de modo superficial y difuso su viaje en función de las ofertas turísticas que se le presentan, con cierta propensión cultural, según estímulos externos sugestivos; prepara su viaje con escaso o ningún conocimiento previo de la oferta cultural existente, pautándose en hitos culturales públicamente reconocidos o en informaciones obtenidas en destino; son influenciables, indiscriminados y poseen una actitud más relajada ante la oferta cultural consumida.

  1. Los que defienden ser productivo y estratégico este esfuerzo de clasificación, consideran que "el turista cultural no es un turista accidental, sino que decide lo que desea visitar" (CAMAREDO IZQUIERDO y GARRIDO SAMANIEGO, 2004: 81) y que responde a unas pautas específicas. Por esta razón, consideran justificable planificar acciones de promoción de destinos volcadas hacia este público. Ello se configura especialmente en el proceso de planificación del producto turístico, ya que corresponde a segmentos de mercados precisos, que deben ser estudiados a priori (CAMAREDO IZQUIERDO y GARRIDO SAMANIEGO, 2004).

Por otro lado, considerando la segmentación en destino, su establecimiento y planificación resultan de más fácil concreción, dada la propia naturaleza de los atractivos existentes, lo que podrá indicar en que sentido puede estar dirigida la experiencia turística decurrente de la visita, en lo que respecta al enriquecimiento personal adquirido, en la vivencia local en los modos autóctonos de vivir, hacer, ser y pensar experimentados y, en el intercambio cultural que puede generar en función del contacto producido entre el visitante y el nativo (BRITO, 2006b).

En este caso, los atractivos son esencialmente los recursos culturales y los elementos que les complementan y les hacen moldura. Aquí los aspectos tangibles e intangibles de esos atractivos son fundamentales para la identificación y constitución de la oferta cultural. Son considerados elementos constituyentes del destino turístico, que se pretenda tenga fuerte contenido cultural.

Así, la cultura es la base del turismo cultural del mismo modo que la naturaleza lo es del ecoturismo, y así por delante. Sin embargo, cabe indicar que el consumo cultural es una realidad que existe con independencia del turista cultural. Por un lado, se basa en las actividades y eventos culturales promovidos – las ofertas culturales – y, por otro, en el patrimonio cultural de la localidad en cuestión, ordenados y estructurados en función de su uso y disfrute – los productos culturales (16).

Sin embargo, cabe destacar que ese patrimonio cultural, entendido como el conjunto de recursos culturales reconocidos por su valor simbólico en tanto que referencia cultural de segmentos sociales de esa localidad, es objeto de consumo tanto de residentes y visitantes, estos últimos caracterizados como excursionistas y turistas (TURESPAÑA, 2001) (17).

Además, cabe hacer hincapié en que no todo patrimonio cultural es producto cultural, de modo a convertirse en recurso turístico (Cf. TROITIÑO VINUESA, 1998, 2000, 2002b). Ello se apoya, desde la perspectiva patrimonial (18), en que no todo patrimonio cultural es plausible de consumo turístico y por lo tanto de convertirse en recurso turístico. En cambio, lo demás, podrá convertirse en producto turístico-cultural, si sus características y condiciones intrínsecas así lo permitieren y si se destina a proporcionar el conocimiento y la fruición estética y sensorial en el ámbito de la visita turística.

Los recursos culturales en cuestión pueden abarcar, de ese modo, tanto los elementos del llamado patrimonio cultural material, como del patrimonio cultural inmaterial. En el patrimonio cultural material, se consideran tanto la arquitectura monumental como vernácula y los demás elementos significativos del espacio donde se localizan, como fuentes, esculturas, farolas, jardines históricos; los museos y sus acervos artísticos; los sitios arqueológicos visitables; el entorno medioambiental, entre otros. En el patrimonio cultural inmaterial, se consideran las formas de expresión, los "saberes", las celebraciones y los lugares vinculados a prácticas socioculturales colectivas (IPHAN, 2006a).

Así, esos recursos culturales susceptibles de transformarse en productos culturales, mediante el tratamiento – interpretación – y planificación orientada a su consumo cultural – uso y disfrute cultural –, podrán, asociados a ofertas culturales y demás servicios turísticos, constituirse en productos turístico-culturales que vía los mecanismos e instrumentos de comunicación y comercialización turística, se concretan en ofertas turístico-culturales. En ello, se plantea la gestión del turismo cultural (TURESPAÑA, 2001, 2002) (19).

Entretanto, sea cual sea la disposición de considerar el Turismo Cultural como un segmento de la actividad turística a tener en cuenta en la formulación de políticas públicas específicas y de actuaciones de agentes privados, y las iniciativas institucionales y empresariales así lo confirman, lo cierto es que esa actividad turística de motivación central de naturaleza cultural se realiza, siempre, en un determinado territorio, nunca difuso. Y, es esa determinada base territorial la clave para su efectivo desarrollo. Si por un lado, el patrimonio cultural es el insumo básico para el Turismo Cultural y el atractivo turístico por excelencia, por su turno, el territorio, en sus respectivas escalas, plantea, a partir de una misma lógica, modos de actuación y formas de gestión asociadas a su correspondiente complejidad. La lógica indicada reside en tener en cuenta, al menos:

 

(i) las condiciones de ubicación de los atractivos, el ambiente circundante y su accesibilidad en función de las vías de comunicación – terrestres: autopistas, carreteras, vías vecinales, avenidas, calles y senderos; marítimas: puertos; y aéreas: aeropuertos;

(ii) la densidad de los atractivos existentes, sus niveles de concentración o dispersión en el espacio, la viabilidad o no de constitución de itinerarios espacialmente racionales, adecuados a la movilidad requerida y posible;

(iii) la naturaleza de esos atractivos, su característica intrínseca y funcionalidad o la que podrá asumir en un marco de gestión integral del territorio (TROITIÑO VINUESA, 2003).

 

De las escalas de territorio, a efectos de la investigación, cabe aludir aquí a las ciudades. Desde la perspectiva de muchos estudiosos, expertos y gestores turísticos, se reconoce las ciudades en si mismas como un atractivo de primer orden y que pueden generar movimientos turísticos expresivos y rentables por la capacidad de distribuir entre los sectores público y privado los costes necesarios para la realización de la actividad turística en su territorio, sea por los servicios que pueden prestar, sea por los recursos culturales de que disponen, sea por la diversificada oferta turística que pueden comercializar junto a la demanda.

Las ciudades son, por excelencia, síntesis de la presencia del patrimonio cultural (BRITO, 1998), por su diversidad y vinculación a determinados hechos históricos o a modus vivendi particularizados que, a menudo, suscitan interés y curiosidad. Esas ciudades, por ese contenido sociocultural relevante para la historia de la sociedad de la cual forman parte, son comúnmente denominadas ciudades históricas (20) y, algunas de ellas, reconocidas por entes oficiales como Patrimoniales en diferentes escalas territoriales: local, regional, nacional y mundial.

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El "Botafumeiro" (un enorme incensario), en el ápice de la Misa de los Peregrinos, en la Catedral de Santiago de Compostela, en Galicia, España.

Foto 09: BLOS, H., 2007.

 

El consumo turístico-cultural de esas ciudades presupone algún nivel de interacción entre ese patrimonio y los visitantes. Las ciudades, en general, son territorios de fácil dominio cognitivo por cualquier visitante, desde que se le ofrezcan algunas claves para su ubicación, movilidad y pervivencia – donde dormir, comer, visitar, comprar, recrear etc. Son, por lo tanto, base territorial primada para el turismo cultural (21).

Sin embargo, hay mucha controversia o aplicación difusa de términos y conceptos en la caracterización de la actividad turística en las ciudades históricas, quedando aquí apenas la preocupación de no fomentar visiones restrictivas de lo que debe ser considerado en el momento de la gestión del turismo cultural en esas localidades. Términos como "Turismo Monumental" o "Turismo Patrimonial" son comúnmente aplicados, aunque no con la misma intensidad que "Turismo Cultural", ya que tiene como atractivo principal el patrimonio histórico centrado básica o exclusivamente en los contenedores monumentales existentes en determinadas localidades. En realidad, al utilizarse esas acepciones de ‘monumental’ y ‘patrimonial’, equivocadamente se toma a la parte por el todo.

Los recursos culturales para la gestión del turismo cultural son muy diversos y presuponen cuidado especial y atención diferenciada según su naturaleza, a fin de que se asegure una gestión sostenible (SWARBROOKE, 2000).

En este sentido, el Turismo Cultural puede ayudar a:

  1. ensalzar la diversidad cultural en contraposición a los procesos de homogeneización derivados de la globalización: el turismo se realiza en función de lo diferente, exótico y curioso; a raíz de ello, la actividad turística puede constituirse en un instrumento de diálogo intercultural y de comprensión entre las culturas (UNESCO, 2006b);
  2. promover la generación de nuevos comportamientos: la difusión de conocimientos y la realización de vivencias interpersonales pueden propiciar cambios de mentalidad hacia el respecto a las diferencias, a las minorías y a las libertades; en síntesis, la actividad turística puede constituirse en un instrumento de desarrollo personal y colectivo (OMT, 1999);
  3. generar oportunidades objetivas para la difusión del patrimonio cultural: la constitución de productos turístico-culturales a partir del patrimonio cultural puede proporcionar cambios de actitud, tanto de residentes cuanto de visitantes, hacia el patrimonio; en definitiva, "‘hacer’ turismo cultural significa, más allá del ocio y entretenimiento, conocimiento, aprendizaje y educación" (MTUR. BRASIL, 2006a: 07) (22)

Por otro lado, como apunta Swarbrook, hay aspectos en la actividad turística que merecen ser tratados previamente de modo que se eviten o reduzcan impactos negativos, a los que denomina de "dimensión no sostenible del turismo cultural", como la sobreexplotación de sitios culturales y localidades, falta de control local, banalización o pérdida de autenticidad y fosilización de las culturas (SWARBROOKE, 2000).

En realidad, como indica García Hernández, se trata de hallar y definir mediante un planeamiento turístico un modelo e intensidad de uso que no altere los valores intrínsecos de los recursos culturales a largo plazo (GARCÍA HERNÁNDEZ, 2001). Los principios de capacidad de acogida turística (23) pautados en las dimensiones física, económica, social y cultural son parámetros a ser aplicados en la gestión turística sostenible de esas áreas, sea en la perspectiva de la planificación de productos turístico-culturales, sea en su gestión, especialmente en lo que respecta al flujo de visitantes.

A raíz de ello, puede ser indicado, en términos generales, que la capacidad de acogida turística (GARCÍA HERNÁNDEZ, 2001; TROITIÑO VINUESA, 2005a):

(i) en la dimensión física: debe tener en cuenta a partir de que momento el medioambiente y los recursos culturales son desde su integridad afectados negativamente;

(ii) en la dimensión económica: debe tener en cuenta los niveles de explotación de la actividad turística y los desajustes funcionales que provoca en el destino, proporcionando el llamado "monocultivo", es decir, una monofuncionalidad urbana de las áreas explotadas, pautada en la profusión en cadena de usos asociados o complementarios a la actividad turística, desequilibrando los aspectos funcionales urbanos que denoten vitalidad, como la multifuncionalidad urbana (BRITO, 2002);

(iii) en la dimensión social: debe tener en cuenta la relación entre residentes y visitantes, su percepción y expresión, que se manifiesta desde una acogida amistosa y hospitalaria hasta una acogida conflictiva, indiferente y agresiva, en función del grado de masificación de la actividad turística en la localidad, provocando una lectura del residente hacia el turista que va de visitante bienvenido al intruso indeseable;

(iv) en la dimensión cultural: debe tener en cuenta el grado de masificación de la actividad turística en función de las estrategias de comercialización de los productos turístico-culturales y de gestiones equivocadas hacia ellos, lo que podrá provocar la banalización de las referencias culturales (24) o de su depreciación, sea por el vaciamiento de sus significados simbólicos o por la deturpación nociva de sus rasgos esenciales.

Así, en lo que respecta a la segmentación en destino, esta suele ser más importante al considerar su tipología – en su caso, las ciudades históricas – y orientarse por procesos de planificación y de gestión de la actividad turística a partir de los condicionantes que los atractivos – el patrimonio cultural – imponen, superando a aquellos que podrían ser tomados en consideración en función de la demanda, es decir, de los turistas en general y de aquellos llamados "culturales", en particular.

De ese modo, se explicita aquí una clave importante para la gestión del turismo cultural como es el centrar la atención en el patrimonio cultural, recurso finito y no renovable.

En el estudio realizado, los documentos de orientación de política, tanto en España como en Brasil, indican la importancia y el cuidado que deben tener los gestores – públicos y privados – en la adopción de medidas, en sus respectivas áreas de actuación – en el momento de fomentar, planificar y promover acciones de desarrollo turístico de fuerte contenido cultural.

De las cuestiones apuntadas y basada en observaciones in locu (25) y entrevistas realizadas con expertos y gestores que actúan directa o indirectamente en la materia, hay algunas que se destacan, entre ellas, las que indican que (TURESPAÑA, 2001, 2002; CET/SETC. ESPAÑA, 2006; MTUR. BRASIL, 2006a, 2006b, 2006d, 2006e):

  • (i) hay una multitud de recursos, en cambio, pocas ofertas: ello resulta de la difusión profusa de recursos culturales y planificación escasa de productos culturales (26);
  • (ii) la realización de inventarios es todavía débil: las bases de datos son incompletas y poco accesibles, no siempre los inventarios son dirigidos a la gestión, sino a la documentación, a menudo con informaciones poco útiles tanto para la gestión de la preservación cultural como para la gestión del turismo cultural;
  • (iii) la promoción debe ganar contornos más estratégicos: se considera fundamental la provisión de información especializada, la diversificación cultural de la oferta y la orientación de destinos de modo temático, con programación con suficiente antelación y dirigida a mercados cada vez más amplios;
  • (iv) hay todavía un bajo nivel de desarrollo de la gestión cultural orientada al consumo cultural: se considera que hay una gran cantidad de bienes culturales no debidamente presentados tanto a residentes como a visitantes – hay escasa información e interpretación del patrimonio cultural y, esta última, cuando disponible, no siempre es adecuada (27) – y los servicios culturales – eventos artísticos, muestras y exposiciones etc. – son, en general, de reducido alcance o de limitada duración, y no siempre enmarcados en un calendario permanente y capaz de generar, de modo efectivo, una marca y su fidelización;
  • (v) el cambio de imagen es un reto: asociado al déficit de puesta en escena de los recursos culturales existentes y a la diversificación de los productos turístico-culturales planificados, se hace indispensable seguir en la transformación de la imagen consagrada, en función de estereotipos que generan comportamientos previsibles y expectativas,a menudo, frustradas para los visitantes (28);
  • (vi) la planificación de productos turístico-culturales no se realiza de modo integrado en su sentido más amplio: hay poca o inexistente evaluación y ordenación en red de los productos turístico-culturales de un determinado territorio/destino, teniendo en cuenta la accesibilidad y acondicionamiento de los recursos culturales existentes, los horarios de visita establecidos, los precios de acceso a ellos y sus formas de comercialización, que por problemas de gestión, especialmente en los casos de itinerarios, rutas y circuitos, se hace de más compleja solución, dada su fragmentación cuando dependen de distintas administraciones;
  • (vii) la intensificación de las acciones de marketing turístico se vuelve una exigencia: se hace necesaria la ampliación de los canales de comercialización, la creciente profesionalización de los agentes turísticos aliada a su sensibilización respecto a ese nicho de mercado cada vez más demandado y especializado y, junto a los agentes patrimoniales, la desmitificación de los aspectos considerados nocivos del marketing del patrimonio cultural en tanto que acciones de imagen del producto cultural donde se valoren su integridad y su autenticidad.

Aunque en niveles de desarrollo distintos, esas observaciones son validas para ambas realidades – tanto en España como en Brasil.

En dichos entornos, los estudios recientes promovidos sobre el turismo, y en especial, sobre el turismo cultural y su desarrollo futuro, de cara a la orientación de políticas en ese sector, indican:

(i) desde España, las siguientes tendencias (CET/SETC. ESPAÑA, 2006: 42):

    • "Progresiva reducción de la duración media de los viajes, a costa de una mayor frecuencia de los mismos.
    • El aumento de las rutas operadas por compañías de bajo coste conectando cada vez destinos más lejanos.
    • El incremento en el número de ciudades que configuren una oferta turística propia como medida dinamizadora de la economía, de modo que la competencia sea cada vez más global".

El documento "Horizonte 2020 del Turismo Español. Documento Base" apunta que "las ciudades españolas han visto clara la importancia de este turismo para el desarrollo económico y social de su municipio. Un claro ejemplo de esta apuesta son la revitalización de los cascos urbanos y el desarrollo de infraestructuras o eventos singulares que atraigan nuevos turistas como por ejemplo: la Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia, el Museo Guggenheim de Bilbao o el Foro Universal de las Culturas de 2004 y los Juegos Olímpicos de 1992 de Barcelona" (CET/SETC. ESPAÑA, 2006: 42). Y aun indica que "en los últimos años se ha vivido en España una consolidación del turismo cultural y de ciudad como segundo producto turístico por detrás del sol y playa. Este éxito en la comercialización se debe a la oferta de recursos culturales con la que España cuenta. Se trata por ejemplo del segundo país del mundo que cuenta con mayor número de conjuntos histórico-artísticos declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad" (CET/SETC. ESPAÑA, 2006: 18) (29).

CUADRO 03

EL PATRIMONIO CONTEMPORÁNEO

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Museo Guggenheim de Bilbao

Hay intervenciones en la actualidad, de naturaleza urbana y arquitectónica, por excelencia, que ya nacen intencionalmente como un "Patrimonio". Son iniciativas concientes, de deseo intenso que materializan civilidades, propias de sociedades en búsqueda de su desarrollo social, político, económico y cultural. Los casos del Museo Guggenheim, en Bilbao y, de la Ciudad de las Artes y de las Ciencias, en Valencia, en España son ejemplos de esa realidad.

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Ciudad de las Artes y de las Ciencias, en Valencia

Fotos 10,11: BRITO, M., 2005; 2006, respectivamente.

En Brasil, se puede considerar el caso del "Plano Piloto" de Brasilia como un hecho patrimonial de por si y que desde 1987 fue reconocido como el primer Patrimonio Cultural de la Humanidad del movimiento moderno en el mundo.

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Vista del Sector Cultural de la "Esplanada dos Ministérios", en Brasilia, con el nuevo museo nacional y la Catedral al fondo, ambos proyectos del arquitecto Oscar Niemeyer.

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Vista parcial del interior del nuevo museo nacional en Brasilia, Brasil.

Fotos 12,13: BRITO, M., 2006.

 

(ii) desde Brasil, los siguientes desafíos (MTUR. BRASIL, 2007a: 39):

    • "La actividad ha avanzado de modo significativo en los últimos años, sin embargo presenta grandes limitaciones en cuanto a su potencial de desarrollo, tanto para el mercado interno como para el mercado internacional;
    • Es fundamental la consolidación de un sistema de informaciones y datos sobre el turismo que incorpore los avances de la tecnología de la información e incentive la investigación;

    La consolidación y la organización de referencias y normas que dispongan sobre el funcionamiento de la actividad constituyen requisitos fundamentales para la cualificación de los productos;

    Esa propuesta de ampliación y diversificación de la oferta turística y de interiorización del turismo en el País tiene uno de sus principales obstáculos en el área del fomento, entendida como la capacidad de inversiones privadas y la disponibilidad y accesibilidad al crédito y a la financiación;

    Otro gran desafío para el crecimiento de la actividad turística en el país, particularmente con relación a la deseada expansión, diversificación y desconcentración de la oferta turística, se refiere a la carencia de infraestructura, de un modo general".

En ese caso, teniendo en cuenta la actividad turística en su conjunto y no particularizada en el segmento del Turismo Cultural, pero que se dirige también hacia él, el documento "Plano Nacional de Turismo. 2007/2010. Uma Viagem de Inclusão" considera que "aquellos que se adapten mejor a las condiciones del mercado y presenten, con mayor competencia, las características geográficas y la singularidad de sus destinos, relativamente al paisaje, cultura, patrimonio y servicios, van a tener más éxito en la consolidación de la actividad" (MTUR. BRASIL, 2007a: 20) (30).

De ese modo, se verifica que la atención a la singularidad de los destinos es una clave para tratar la cuestión, teniendo en cuenta una perspectiva sostenible del desarrollo del turismo cultural urbano, foco del análisis de esta investigación. Además, lo singular suele ser más apreciado y, por lo tanto, foco de mayor interés cuando de la realización de un viaje turístico.

Así, las ciudades históricas juegan una ventaja comparativa en relación a las demás ciudades en el desarrollo del Turismo Cultural por los evidentes contenidos histórico-culturales que poseen. Son, por lo tanto y en general, destinos turísticos potenciales por excelencia, que caben desarrollar y promover.

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El Plan Nacional de Turismo 2007/2010 es una herramienta de actuación gubernamental para el sector que tiene, entre otros aspectos, la función de promover la transversalidad del tema turismo por medio de una acción de integración interministerial, particularmente, donde su interface con otros sectores se hace estratégica como transportes, infraestructura básica, desarrollo regional y preservación del patrimonio cultural y natural. Las rutas turísticas fomentadas deben tener como elemento básico de conformación, el sentido de resgate y preservación de los valores socioculturales y ambientales de las regiones en el país.

Fuente: MTUR. BRASIL, 2007a.

 

Esos destinos turísticos, se tratados dentro de un proceso de estructuración de productos, pautado en el conocimiento producido, en la planificación y en la gestión concertada, podrá no potenciar los riesgos (VALLS, 2006), que generan posturas y visiones adversas a la consideración del turismo como un factor para el desarrollo cultural, basado en la valoración y respecto al patrimonio cultural material e inmaterial y, a la vez, un instrumento para la promoción socioeconómica y el desarrollo urbano de esas ciudades históricas.

Para ello, implementar destinos turísticos de éxito implica en reconocer el objeto sobre lo cual se pretende actuar, establecer estrategias específicas para su desarrollo dentro de unas pautas compatibles con su propia conformación – contenidos histórico-culturales –, así como las medidas necesarias para su adecuación a las exigencias de la actividad turística deseada, cuando así se configure, sea desde la promoción pública sea desde la iniciativa privada (EJARQUE, 2005).

Se pretende, de ese modo, asegurar un turismo sostenible, lo que significa, por tanto, un "turismo justo", desarrollado "sobre la base de un beneficio compartido y equilibrado" (RUIZ PÉREZ, 2004: 11). Para obtener estos resultados, se hace necesaria "la conciliación de intereses en el contexto de un ‘mercado responsable’, donde la necesaria dimensión empresarial y aun industrial se basen en un sentido de la dignidad que suponga (RUIZ PÉREZ, 2004: 11):

    • "la no imposición de un modelo cultural sobre otro;
    • el respecto en las relaciones comerciales y de contacto entre los pueblos;
    • el compromiso de cada uno de los participantes en la relación turística con ésta en su integridad y con el conjunto de sus compromisos;
    • el equilibrio entre las razones económicas, las sociales, las culturales y las humanas".

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Las regiones menos dinámicas, pero con potencial turístico, en la actual política, son consideradas prioritarias en Brasil para estructuración del turismo. Se verifica que en esas regiones, el patrimonio cultural, material e inmaterial, comparece como un recurso estratégico para el desarrollo local e inclusión social. El desarrollo de una nueva mirada hacia la estructuración de productos turísticos que tenga la cultura como premisa está todavía por consolidarse.

Fuente: MTUR. BRASIL., s.f.a, s.f.b.