Las ciudades históricas: ¿por qué hacemos hincapié?

Por tanto, hacer de una ciudad histórica un destino turístico requiere, en primer lugar, superar enfoques restrictivos de la gestión patrimonial, tradicionalmente pautada en aspectos meramente arquitectónicos, lo que ha correspondido con una consolidada y dominante cultura arquitectónica de patrimonio. Además, supone avanzar en las iniciativas en curso para abordar esa gestión patrimonial desde nuevas perspectivas, como son:

CUADRO 08

EL PLAN DE PROTECCIÓN DEL CONJUNTO HISTÓRICO DE CÓRDOBA

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El Plan de Protección – Trecho Alcázar

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El Plan de Protección – Trecho Trinidad (Judería)

En Córdoba, en su Plan Especial de Protección del Conjunto Histórico, aprobado en 2003, se busca no sólo proteger los elementos que constituyen el tejido urbano, sino el medio ambiente urbano en su conjunto. Sus planteamientos inciden en:

- mantener los valores de representatividad que el Conjunto Histórico representa para la ciudad;

- dotar de equipamiento para atender a la población residente, existente y potencial;

- establecer un régimen especial de usos para los monumentos catalogados, que al satisfacer necesidades colectivas, permita un aprovechamiento lucrativo que garantice la conservación y revitalización de esas piezas. Aquí, el uso turístico, sin mención directa, puede ser interpretado, según se establezca, como una vía para atender a ese requisito;

- defender el uso residencial y la compatibilidad de usos como elemento básico de la conservación del Conjunto. Aquí, se pone en evidencia la primacía del uso residencial a los demás usos en esa área de la ciudad. Sin embargo, se apunta la necesidad de compatibilización de otros usos, especialmente se hace presente la preocupación por la terciarización, como la que el Plan detecta en "la zona sur de la Villa por motivos turísticos".

Se da gran importancia a la tipología existente, especialmente en lo que conforma el patio como elemento de identidad del modo de vida urbano cordobés.

Se avanza en el establecimiento de relaciones entre las edificaciones y los usos admisibles, entre otras finalidades, para generar un equilibrio entre las incidencias del turismo con la necesidad de incentivar el uso residencial en el área.

Sin embargo, los gestores locales lo consideran muy restrictivo a la hora de gestionar las acciones, teniendo en cuenta el catálogo de 1.200 edificios en la zona objeto de atención especial. Se verifica que tras el esfuerzo en definir una normativa de protección muy restrictiva, derivada de una realidad en que no se conservaba el Conjunto Histórico, lo más adecuado sería encontrar un punto de equilibrio entre la conservación de determinadas edificaciones en función de tipologías-tipo y la adecuada revitalización funcional del área, asociada a una programación de usos adaptada a la estructura física existente, por lo que, podría dar como resultado una mejor ecuación en la relación conservación/renovación/arruiamiento.

Fuente: AYUNTAMIENTO DE CÓRDOBA/ GERENCIA MUNICIPAL DE URBANISMO, 2003.

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Calleja de las Flores en la Judería, en Córdoba.

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Típico patio cordobés.

Fotos 43, 44: BRITO, M., 2007.

(i) por un lado, pautada en el desarrollo de una cultura urbanística de patrimonio: basada en la planificación y gestión de la preservación del patrimonio cultural en un marco urbanístico, considerando instrumentos de ordenación y gestión urbana como herramientas para asegurar la permanencia y la puesta en valor del patrimonio cultural material:

  • dentro de enfoques urbanísticos que se apoyen en una normativa esencialmente urbanística de cuño preservacionista, periódicamente evaluada, y teniendo en cuenta variables de ocupación en su sentido lato y de intervención en espacios y artefactos históricos;
  • así como de enfoques funcionales urbanos, teniendo en cuenta variables de uso y adecuación de los espacios y artefactos históricos que impliquen acciones que vayan más allá de su mera conservación, tanto espacial como edilicia, para orientar, inducir, fomentar e implementar acciones de rehabilitación urbana (58).
  1. por otro, pautada en el desarrollo de una cultura antropológica de patrimonio, fundamentada en la identificación, documentación y difusión de prácticas, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas que asociados a los instrumentos, objetos, artefactos y lugares, sean reconocidos y valorados como patrimonio cultural inmaterial a partir y en función de los sentidos y significados que posean para los segmentos sociales locales.

Aquí los preceptos de valor patrimonial tienden a ganar nueva dimensión. Los valores culturales consagrados, determinados en función de la raridad de la representación, de la relevancia histórica y del marco urbano que expresa en el contexto de la ciudad, han marcado las pautas de valoración y reconocimiento – especialmente oficiales – de sitios urbanos que han sido patrimonializados. Esas pautas han consistido en (LOPES FILHO, 1990):

  • la condición de constituirse en un objeto raro, representante de una determinada etapa de la cultura que ya no existente;
  • la influencia que determinados factores históricos pueden atribuir al objeto o viceversa
  • las grandes proporciones y la expresión arquitectónica erudita del objeto, así como por su unicidad en contraposición a la repetición de expresiones;
  • el relieve en el contexto urbano donde se ubique por su monumentalidad, grandiosidad y exuberancia plástica.

Dichas pautas siguen siendo fuertes factores de reclamo para engendrar movimientos turísticos en ciudades históricas, donde la notoriedad, unicidad y erudición se constituyen en importantes claves para la promoción y difusión de recursos culturales como productos turísticos.

A su vez, los valores histórico y artístico han determinado la atribución de valor patrimonial a bienes culturales, de sobra valorados desde la perspectiva turística como atractivo, especialmente materializados en conjuntos monumentales – como edificios catedralicios, conventuales, palacios, entre otros – y en los museos de arte, especialmente.

Estos valores son atribuidos, teniendo en cuenta (RAMOS ILLAN y ROLDAN VERDEJO, 1988; BRITO, 1992):

 (i) el valor histórico, de naturaleza extrínseca o proyectada, ya que contiene una relación relevante con: una determinada época, por corresponder a una cultura y período histórico ya extintos, caracterizando el valor de antigüedad;

  • un autor reconocido, por insertarse en el fenómeno de la notoriedad, caracterizando el valor de firma;
  • un acontecimiento o un personaje destacado, por constituirse en escenario de acontecimientos relevantes o por su pertenencia a personajes ilustres, caracterizando el valor evocativo; y por utilizarse en acontecimientos históricos y científicos, caracterizando el valor instrumental;
  • una determinada sociedad, por ser adoptados como símbolo de su formación histórica y social, y por tanto de su identidad cultural, caracterizando el valor simbólico.

(ii) ya el valor artístico, de naturaleza intrínseca, se fundamenta por la calidad de:

    • la concepción y diseño de objeto/manifestación, caracterizando el valor de inspiración y estética;
    • la ejecución de la obra, caracterizando el valor de maestría.

Esas señas de valoración patrimonial son comúnmente encontradas en el abundante material de promoción turística que se pone a disposición de los visitantes, en las oficinas de información turística o en determinados atractivos, en las agencias de turismo o en páginas webs.

 

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Ejemplo de Página Web de Operadora Turística en Brasil, donde se ofrece el producto: "Cidades Históricas Mineiras"

Fuente: CVC , <http://www.cvc.com.br/site/_destinos>

 

Sin embargo, nuevos enfoques, de naturaleza antropológica, cuya perspectiva tiende a englobar cada

 

 

 

 

 

vez más un espectro de bienes de valor cultural variado y diverso, pero no menos importante, vienen, en el marco de señas de autenticidad y de integridad del patrimonio cultural, ocupando espacio y atención acusados, sea en las políticas patrimoniales (59), sea en las iniciativas de desarrollo turístico, ya que, en estas últimas, la emoción, como producto final de la experiencia turística gana dimensiones y contornos no solo importantes sino fundamentales, complementando la visita turística a una ciudad histórica.

 

 

 

En ese caso, se trata de posibilitar que el visitante se acerque a sistemas sociales intactos (GRÖTSCH, 2005), que propicien experiencias innovadoras y de inserción en la vivencia de modos de vida autóctonos, procesos culturales para él exógenos e igualmente estimulantes y atrayentes.

A ello se viene indicando como un valor añadido a productos turístico-culturales ya constituidos o a la planificación de nuevos productos, la componente lúdica, convertida en factor de atracción, encarnada en fiestas tradicionales y conmemoraciones populares. Esa asociación ya se traduce desde hace mucho en los materiales promocionales de diversas ciudades históricas (CALLE VAQUERO, 2002).

Sin embargo, no siempre la promoción de eventos tradicionales viene debidamente correlacionada, dejando de resaltar los nexos existentes entre estos atractivos y el cotidiano de la gente en la actualidad, así como su inserción como herencia y parte del patrimonio cultural resultante de los procesos ocurridos de ocupación del territorio donde se manifiesta.

CUADRO 09

EL XACOBEO

fotoLa Catedral de Santiago de Compostela

Foto 45: BLOS, H., 2007.

En 25 de julio de cada año se celebra el día del Apóstol Santiago, con la realización de ceremonias religiosas que culminan con la Ofrenda Regia Nacional, con la Misa Pontificial y Botafumeiro en la Catedral de Santiago de Compostela. En el ámbito de las celebraciones que abarcan una semana – del 15 al 31 de julio – una serie de actividades festivas se realizan como los fuegos artificiales de las noches de 24 y 31, el Festival Folklórico, el homenaje a las bandas de música, conciertos, teatro etc.

Cuando esta fecha conmemorativa – el día del Apóstol Santiago – cae en domingo, se celebra el Xacobeo – Año Santo Jacobeo. Esta celebración se realiza con una cadencia regular de 6-5-6-11 años, lo que supone que en cada siglo 14 años son considerados años Xacobeos, que es cuando los católicos pueden conseguir la bula jubilar o jubileo, es decir, la indulgencia plena para el perdón de los pecados realizados.

Enmarcadas por el acto de peregrinación que a lo largo de los siglos consolidó el Camino de Santiago, compuesto por varios itinerarios que culminan en Compostela y en su Catedral, donde, según la tradición, se halla el sepulcro del Santo Apóstol, las Fiestas del Apóstol son la celebración mayor de Galicia que sintetizan y centran el sentir gallego.

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Las principales vías del Camino de Santiago

Fuente: TURGALICIA, 2004, 2006, 2007; XUNTA DE GALICIA, XACOBEO, 2006.

Tampoco se trata de indicar o avalar aquí el aprovechamiento indebido o la apropiación liviana de manifestaciones culturales auténticas, pues, a partir de ahí se generan los llamados procesos de banalización del patrimonio cultural, tan evidenciados pero poco explicados desde el consumo turístico, por su transfiguración mediante la pérdida de sentido, de significado y de autenticidad en nombre de su espectacularización, o en otros términos de demasiada tematización.

De otra suerte, los eventos contemporáneos, basados en exposiciones temporales, festivales culturales – música, gastronómicos, ópera, cine, teatro, literatura etc. –, entre otros, planificados para generar hitos culturales de expresión, dentro de un calendario específico, conforman productos culturales que se vuelven ofertas turísticas diferenciadas, dirigidas a conferir una ventaja comparativa en la promoción de esos destinos turísticos, haciéndolos más competitivos.

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Cartel promocional de la Semana Gastronómica Gallega en Santiago de Compostela, evento que busca diversificar la oferta turístico-cultural de la ciudad, basada en las tradiciones culinarias de la región que están basadas especialmente en los mariscos y pescados, un reclamo más para los visitantes y residentes.

Fuente: CEHOSGA, 2007.

Se cree que, cuanto más asociados estén a temáticas relativas a los aspectos culturales inherentes a la historia del lugar, mejor acondicionados y valorados serán dichos eventos, desde la perspectiva tanto de los residentes como de los visitantes, en cuanto instrumentos de reforzamiento de identidades y, por tanto, de valorización de los sistemas culturales antes indicados, que son buscados cada vez más por los visitantes.

 

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Material promocional de las Fiestas de Mayo en Córdoba, periodo durante el cual se realizan romerías, la cata del vino, las cruces de mayo y su concurso popular, la cabalgata de batalla de las flores, la feria de Nuestra Señora de la Salud y el concurso popular de los patios cordobeses.

Fuente: AYUNTAMIENTO DE CÓRDOBA, 2007.

 

En según lugar, hacer de una ciudad histórica un destino turístico requiere superar enfoques convencionales de la gestión turística, comúnmente basada en aspectos meramente económicos del ciclo de vida del destino (VALLS, 2006 (60)), sin tener en cuenta, su capacidad de acogida turística (GARCÍA HERNÁNDEZ, 2001; TROITIÑO VINUESA, 2005a), lo que supone avanzar en las iniciativas en curso de abordar esa gestión turística desde nuevas perspectivas, como son:

 

 

 

 

 

(i) por un lado, basada en la captación de nuevos mercados que inserten las ciudades históricas como destinos turísticos de primera magnitud: hay una indiscriminada profusión de destinos en función de la difusión de recursos culturales como alternativa económica para muchas localidades, especialmente las de interior, frustrando, a menudo, expectativas de los visitantes, cuando a ellas acceden. Esto se debe, todavía, a una mayor promoción de eses recursos, en contraposición a una escasa planificación de los productos turísticos de componente patrimonial en estas localidades, lo que implica considerar que:las ciudades históricas y, más especialmente, las ciudades Patrimonio Cultural de la Humanidad, son destinos turísticos potenciales por excelencia, y cumplen esa función cuando su estructura físico-ambiental y su contexto sociocultural así lo indica y, como consecuencia, sus diversos productos turísticos son ordenados, planificados y estructurados, en base a temáticas centradas en su cultura e historia; las ciudades históricas son potenciales multiproductos turísticos donde pueden realizarse actividades turísticas de diversa índole y de carácter complementario (VALLS, 2006: 56), asociadas, por tanto, a diversos segmentos turísticos, como el turismo idiomático, de salud, de congresos, de compras, entre otros, lo que supone reconocer que a pesar de su fuerte contenido cultural no son territorios exclusivos de la cultura, sino más bien espacios donde la multifuncionalidad urbana debe estar presente en cuanto premisa asociada a su dinámica social, cultural y económica.

 

 

(ii) por otro, la necesidad de ampliar y diversificar la oferta turística, mediante la preparación, presentación e interpretación de las ciudades históricas y de su patrimonio cultural (TROITIÑO VINUESA, 2000a) para constituirse, de hecho, en destinos patrimoniales, implica considerar que:

  • las ciudades históricas no son destinos patrimoniales sólo por contener monumentos que pueden despertar interés de visita o ser visitados fortuitamente, sino, en función de acciones concertadas y gestionadas desde la promoción pública y la iniciativa privada, haciendo prevalecer los contenidos patrimoniales como la razón central en la visita turística y pudiendo sus recursos culturales ser presentados, contemplados y entendidos de manera sencilla, pero no superficial, tanto para los residentes como para los visitantes, trasmitiendo sus contenidos básicos y sus interrelaciones con los demás aspectos de la vida local y de la región donde se ubican como forma de "puesta al día" en tanto que bienes culturales vivos;
  • la constitución de destinos patrimoniales dentro de ese marco, conlleva el desarrollo de una marca potente, basada, por un lado, en la promoción de creativas campañas de marketing del patrimonio cultural – a menudo rechazadas por los preservacionistas – que les atribuyan identidad propia, dotándoles de un carácter diferenciador acorde con los objetivos de singularidad y autenticidad, valorados como principios inalienables de su propia constitución en tanto que posicionamiento e imagen del destino ante otros de la misma categoría (CAMARERO IZQUIERDO y GARRIDO SAMANIEGO, 2004).

Y, por fin, hacer de una ciudad histórica un destino turístico requiere superar enfoques coyunturales de la gestión urbana, a que son sometidos, a menudo, los sitios urbanos patrimoniales en los que se evidencian las potencialidades para su desarrollo turístico. Ello supone avanzar en las iniciativas en curso (57) para abordar esa gestión urbana dentro de nuevas perspectivas, como son:

(i) por un lado, entendiendo que el patrimonio cultural es un recurso finito y no renovable y, además, un activo de las ciudades históricas que implica comprenderlo como "fuente de riqueza y no sólo como de gasto" (TROITIÑO VINUESA, 2003: 135), las intervenciones, propuestas o llevadas a cabo a título del desarrollo turístico, deben insertarse en una lógica urbanística compatible con la estructura físico-ambiental del sitio, teniendo en cuenta que:

  • el sector turístico debe implicarse en procesos estructurantes del desarrollo urbano de la ciudad, en menoscabo de las iniciativas puntuales a favor de acciones integrales;
  • las iniciativas de desarrollo turístico deben asociarse a los procesos de regeneración urbana y, a la larga, de mantenimiento de las condiciones adecuadas de conservación y funcionalidad del área, haciéndolo sostenible;
  • el desarrollo turístico debe favorecer la accesibilidad interna y comunicación externa del sitio, así como la calidad de los servicios añadidos, ya que la actividad turística demanda soportes físicos relacionados con las necesidades de alojamiento, restauración (alimentación), compras, información, movilidad interna y externa, entretenimiento, entre otros;
     
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     (ii) por otro lado, entendiendo que para las ciudades históricas, el turismo ya es una premisa que puede justificar acciones de desarrollo urbano en su término, orientando inversiones, especialmente del sector público, hacia la creación o mejora de las infraestructuras y de determinadas funcionalidades tan necesarias a su pleno desarrollo, debe la conservación del patrimonio cultural estar incluida en las acciones propuestas para el turismo de determinadas áreas de la ciudad, pero, teniendo en cuenta que:

  • no es cierto que sólo mediante acciones de desarrollo y promoción turística se alcance la preservación urbana de áreas patrimoniales, considerada la complejidad del problema, así como la magnitud que suele asumir la intervención en esos cascos antiguos de las ciudades, sino que se trata de una vía asociada a otros campos de la vida urbana que deben conjugarse, en la justa medida, con otras políticas sectoriales en el marco del desarrollo urbano sostenible, como vivienda, servicios públicos, actividades económicas, entre otros, denotando su carácter transversal;
  • en muchos casos, las iniciativas de recuperación de áreas urbanas degradadas, a menudo, ubicadas en zonas centrales de las ciudades y con fuerte contenido patrimonial, se operan en función de otras lógicas de mercado, muchas de ellas, asociadas a la valoración del suelo urbano y sus efectos especulativos que puedan generar ganancias capaces de estimular la inversión privada o, desde la intervención pública, dirimir problemas sociales acuciantes o reconvertir espacios socioeconómicamente degradados, en los cuales el turismo como una función añadida, puede contribuir a la dinamización económica y social de determinadas zonas.

Para muchos especialistas, desde la perspectiva del desarrollo sostenible, en realidades donde todavía no prospera el equilibrio económico y social (61), el turismo sólo ha servido para promover acciones predatorias e inocuas (SANT’ANNA, 2004). Tampoco se puede creer que es posible conservar el patrimonio sin desarrollar apenas el turismo en esas localidades, pensamiento superado en muchos países, cuando desde los años 70 se han intentado poner en marcha grandes iniciativas gubernamentales dentro de esta tónica, teniendo en cuenta la importancia que se ha dado, a partir de entonces, al patrimonio cultural por su valor económico (SANT’ANNA, 2004, 1995 (62)).

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Ouro Preto, una de las ciudades brasileñas donde se llevó a cabo en los años 70 del siglo XX el Programa de Ciudades Históricas – PCH que tenía el turismo como vertiente principal para inversión en el patrimonio cultural de la ciudad.

Foto 49: BRITO, M., 2006.

Es cierto que ese asunto carece de consenso cuando se busca evaluar los aspectos favorables y desfavorables decurrentes de la apropiación turística de esas zonas urbanas, por las funcionalidades que el turismo conlleva. Sus implicaciones urbanísticas, económicas y sociales están enmarcadas en dimensiones múltiples, que van desde la gestión de los flujos turísticos, la planificación urbanística, la protección del patrimonio, la accesibilidad o el medio ambiente urbano (TROITIÑO VINUESA, 2000b).

Rojas, en su estudio sobre la recuperación de áreas centrales, considera que es un objetivo posible promover dicha intervención en esas áreas y que ello depende de (ROJAS, 2004):

(i) la voluntad política de preservar el área, proporcionado niveles elevados de prioridad en las

inversiones públicas y la responsabilidad compartida entre todos los agentes involucrados;

(ii) la capacidad de diseñar y poner en vigor instrumentos de intervención idóneos hacia las actuaciones pretendidas.

En efecto, "la fragilidad de la ciudad histórica y la complejidad del turismo, en cuanto fenómeno transversal que permeabiliza el conjunto de la realidad urbana, explican que no sea nada fácil dotarse de infraestructura de gestión que superen la ya tradicional disociación entre gestión turística, gestión cultural y gestión urbanística" (TROITIÑO VINUESA, 2000a: 93).

Se trata, por tanto, de establecer una triple alianza entre urbanismo/territorio, patrimonio cultural y turismo, engendrando mecanismos e instrumentos de gestión que permitan el desarrollo sostenible en estos tres campos.

A raíz de esa triple alianza, promovida e implementada desde la acción pública hacia los demás sectores, se cree que se podrán sostener los procesos necesarios para hacer de una ciudad histórica un destino patrimonial.

A la par de las tensiones a las que comúnmente se han enfrentado los gestores urbanos, patrimoniales y turísticos, como bien afirma la Recomendación de Hammamet (OMT, 2007: 01), "con una gestión sostenible, el sector [turístico] puede aportar una contribución duradera al desarrollo socioeconómico tanto a escala mundial como local. El sector turístico y sus instituciones están aprendiendo a anticipar los riesgos y a responder rápidamente a las crisis y son cada vez más conscientes de la necesidad de mantener el equilibrio entre la expansión y la capacidad de acogida [de los productos turísticos]. Este aspecto es especialmente importante en el ámbito de los destinos locales, donde los efectos son más intensos, donde los sectores público y privado deben colaborar para dar una respuesta adecuada y donde las opiniones de las comunidades han de tenerse en cuenta en el proceso de adopción de decisiones".