Las ciudades históricas: ¿por qué hacemos hincapié?

Como se ha visto, las ciudades son bases territoriales en las que por excelencia, el turismo se desarrolla y, en el caso del Turismo Cultural, aquellas reconocidas y llamadas ciudades históricas son sitios urbanos especiales y potenciales para su desarrollo.

Es cierto que toda ciudad es histórica, pues está llena de contenido histórico por su propia existencia y trayectoria. Sin embargo, se trata de considerar aquellas que poseen un contenido histórico evidente, que contribuye al conocimiento y entendimiento del proceso civilizador de un determinado pueblo y que, a menudo, se halla valorada tanto por la sociedad cuanto por el Estado, en este último caso, otorgándole un carácter oficial, desde las políticas institucionales en vigor (31).

En Brasil, dichas políticas de reconocimiento, en lo que respecta a las ciudades, se desarrollan a partir de la institución del llamado "tombamento" (32) de bienes culturales, instrumento jurídico discrecional que valora, en el caso, sitios urbanos por su interés público y por su importancia histórica y excepcional valor artístico, etnográfico o paisajístico, los cuales son clasificados como Patrimonio Cultural del país (BRASIL, 1937) (33).

En España, en la legislación vigente, las ciudades son declaradas Patrimonio Histórico del país por la vía del instrumento del BIC – Bien de Interés Cultural – en la categoría de Conjuntos Históricos, figura de protección específica, dada la naturaza del bien, es decir, "la agrupación de bienes inmuebles que forman una unidad de asentamiento, continua o dispersa, condicionada por una estructura física representativa de la evolución de una comunidad humana por ser testimonio de su cultura o constituir un valor de uso y disfrute para la colectividad. Asimismo es Conjunto Histórico cualquier núcleo individualizado de inmuebles comprendidos en una unidad superior de población que reúna esas mismas características y pueda ser claramente delimitado" (ESPAÑA, 1985: art. 15).

Desde la perspectiva operativa, se hace necesario considerar las diversas tipologías de sitios urbanos patrimoniales que pueden suscitar dicho reconocimiento, que a su vez, resultan en acciones de protección y tutela por parte de organismos públicos, en general, especializados y vinculados al área de Cultura.

Estudios producidos en Brasil, en el marco del desarrollo de una cultura urbanística de patrimonio, han llegado a la conclusión de que las siguientes categorías explicitan tipologías de sitios urbanos patrimoniales (BRITO, 2005: 12) (34):

    • "Ciudad Histórica: sitio urbano que comprende al área-sede del municipio;
    • Centro Histórico: sitio urbano ubicado en área central del área-sede del municipio, sea en términos geográficos, sea en términos funcionales e históricos, configurándose en centro tradicional
    • Conjunto Histórico: sitio urbano que se configura en fragmento del tejido urbano del área-sede del municipio o de cualquiera de sus distritos – zonas periféricas – o, también, sitio urbano que contenga monumentos protegidos aisladamente, los cuales configuran un conjunto arquitectónico-urbanístico de interés de preservación, ubicado en el área sede o en los distritos del municipio".

TABLA 01

CARACTERIZACIÓN DEL OBJETO PATRIMONIAL

SITIOS INVESTIGADOS CON BIENES CULTURALES
DECLARADOS PATRIMONIO CULTURAL DE LA HUMANIDAD

Ciudad

Tipología del objeto declarado

Territorialidad

Espacialidad

Estructura Física

En Brasil

Ouro Preto

Sitio Urbano

Espacio Compacto

Ciudad Histórica

En España

Córdoba

Sitio Urbano

Espacio Compacto

Centro Histórico

Granada

Sitio Urbano

Espacio Compacto

Conjuntos Históricos

Santiago de Compostela

Sitio Urbano

Espacio Compacto

Centro Histórico

Toledo

Sitio Urbano

Espacio Compacto

Ciudad Histórica

Sevilla

Sitio Urbano

Espacio Compacto

Conjunto Histórico (Monumentos)

Fuente: elaboración propia.

Dichas tipologías correspondieron a categorías operacionales de cara a la planificación y gestión de esas áreas, denominadas genéricamente "Áreas Urbanas de Interés Patrimonial", las cuales deberían considerar (BRITO, 2005):

(i) las áreas protegidas – declaradas oficialmente, en todos los niveles político-administrativos, como sitios urbanos patrimoniales;

(ii) las áreas de entorno (35)– áreas contiguas a las áreas protegidas, donde el modo de urbanización y la escala de las construcciones pudiesen interferir en la percepción visual del sitio urbano protegido, en su "ambiencia" (36), visibilidad e integración en el paisaje;

(iii) las áreas de influencia – áreas donde el uso del suelo – las funcionalidades urbanas – está directamente articulado con el uso del suelo del área a ser preservada (37).

De ello, se concluye que no se puede pensar en planificación y gestión de esas áreas sin tener en cuenta el contexto territorial en el cual se insertan y, por supuesto, los aspectos socioeconómicos y culturales que comportan. Desde la perspectiva patrimonial, se reconoce que se trata de una clasificación más que necesaria, habida cuenta de que indica las características y la dimensión de esos sitios históricos urbanos y, consecuentemente, subentiende su correspondiente complejidad y la magnitud de las cuestiones a enfrentar de cara a su preservación.

En este sentido, para su planificación y gestión turística la clasificación de esas áreas, en tanto que bases territoriales de recogida de informaciones, categorías de análisis y unidades urbanas de planeamiento, se constituye en una clave importante para su desarrollo, posibilitando identificar, si se trata de un local ideal/atractivo, un local especulativo o un local problemático, donde habría que establecer en función de ello medidas específicas (BRITO, 2005).

En el primer caso, presenta muchas oportunidades significativas y pocas amenazas, proporcionándole condiciones favorables para el desarrollo turístico; en el segundo, presenta a la vez oportunidades y amenazas en niveles equivalentes, lo que va a indicar el sentido de oportunidad y la necesidad de una evaluación detenida; y en el último, las amenazas superan las oportunidades que puedan existir, haciéndolo inviable por las razones que se indiquen en su caso (BRITO, 2005).

Otras acepciones válidas pueden servir para orientar ese proceso de planificación y gestión, cuyos parámetros están, por un lado, orientados por el tamaño y la entidad de los recursos culturales, así considerados, y, por otro, por el grado de puesta en valor de los recursos culturales existentes, así constatados.

A raíz de ello y teniendo en cuenta los casos analizados, se puede considerar que:

(i) En el primer aspecto (38), de connotación más patrimonial, a partir de lo que sostiene Torres Bernier, son categorizadas las siguientes tipologías y consecuencias de la actividad turística en esas áreas (TORRES BERNIER, 2003):

  • grandes metrópolis con espacios monumentales de interés: son las aglomeraciones metropolitanas con cascos antiguos y monumentos de alto interés, donde se producen flujos turísticos diversos, animados por motivaciones que van más allá de las culturales, como negocios, salud y diversión, entre otros. Dada la diversificación funcional existente, por la complejidad e intensidad de las actividades económicas desarrolladas en esas aglomeraciones, la actividad turística se inserta como una más en el contexto urbano, ocupando su "espacio" propio en la multifuncionalidad urbana existente en ese territorio. La investigación no ha tratado de esa realidad específica, aunque se podría considerar el caso de Sevilla bastante próximo a esa situación;

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  • grandes ciudades con enclaves monumentales importantes o eminentemente monumentales: son las aglomeraciones urbanas (39) en las que la presencia de espacios e hitos histórico- monumentales tiene un fuerte peso relativo, lo que implica en que su presencia en el tejido urbano es extensa, traduciéndose en la apropiación del espacio urbano mediante usos y costumbres que son considerados auténticos, es decir, tradicionales. En ese caso, el turismo compite, a menudo con ventaja, con otras actividades económicas y con usos diferentes del suelo urbano. La actividad turística aquí genera presiones por la transformación funcional urbana, conllevando a situaciones de conflicto por sus impactos decurrentes en la disputa por su propio espacio. Se podrían considerar en ese caso, las ciudades de Córdoba y Granada;
  • ciudades intermedias monumentales: son las localidades (40) en las que buena parte de su tejido urbano es monumental, con monumentos de gran valor en su interior, donde la trama histórica a pesar de desempeñar funciones no turísticas, es el turismo la actividad más dinamizadora generando cambios funcionales importantes, haciendo frágiles los espacios patrimoniales y los recursos culturales que los contienen. En ese caso, sin una planificación y gestión adecuadas, la actividad turística gana contornos preocupantes, al condicionar la ciudad entera y su desarrollo, desencadenando fuertes intereses y presiones y niveles serios de vulnerabilidad urbana. Aquí podrían ser destacados los casos de Santiago de Compostela, Toledo y Ouro Preto.;
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  • ciudades intermedias con enclaves monumentales de interés: las (41) localidades  que a lo largo de su trayectoria han perdido su dimensión monumental, en función de procesos de renovación y crecimiento urbanos, pero manteniendo algunos hitos monumentales o espacios de interés cultural que pueden suscitar todavía el desarrollo de la actividad turística, aquí considerada de menor extensión y de limitado protagonismo, exigen esfuerzos importantes para promover las dotaciones necesarias para generar funcionalidades básicas para su desarrollo turístico, lo que supone de hecho reconocer su dudable atracción. No se aplica a ningún de los casos estudiados;
  • hitos monumentales: sitios o zonas aisladas, fuera de la trama urbana, con edificaciones o monumentos que por su importancia pueden generar una actividad turística dirigida y focalizada. La actividad turística en cuestión supone una serie de medidas para soportar su desarrollo, en función de posibles impactos generados, según su naturaleza, estado de conservación, valores simbólicos, uso y ubicación en el territorio – su relación con el entorno inmediato y a las áreas urbanas más cercanas. La actividad turística aquí para hacerse sostenible demanda una mayor diversificación, incluyendo otros recursos culturales y del entorno territorial en la oferta turística, al proporcionar atractivos complementarios para hacerlo viable y descomprimir su acceso al ofrecer alternativas asociadas de visitación. No se aplica a ningún de los casos estudiados.

(ii) En el segundo aspecto (42), de connotación estrictamente turística y vinculada a las capacidades de esas áreas convertirse en productos turístico-culturales – grado de puesta en valor de sus recursos culturales – son caracterizadas por Torres Bernier las siguientes tipologías (TORRES BERNIER, 2003):

  • ciudades potencialmente turísticas: configuradas así en función de su ubicación respecto a los flujos o mercados de demanda turísticos; el escaso interés de sus recursos; la falta de accesibilidad a los mismos; el desconocimiento de su existencia por parte de los visitantes potenciales; y la carencia de su puesta en valor; todo ello genera la falta de explotación turística. No se aplica a ninguno de los casos analizados;
  • ciudades de entidad turística débil: de características semejantes al caso anterior, pero considerando los flujos turísticos existentes, su naturaleza, motivación y características, de cara a posibilitar procesos de planificación para su dinamización y desarrollo. Puede ser considerado el caso de Ouro Preto como próximo a esa realidad;
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Ouro Preto y el movimiento confuso de turistas por el centro de la ciudad. En primer plano, la Iglesia de São Francisco de Assis.

Foto 20: BRITO, M., 2006.

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Hacinamiento en las calles del centro histórico de Santiago de Compostela.

Fotos 21,22: BRITO, M. , 2007

  • ciudades de creciente explotación turística: relacionadas con ofertas turístico-culturales consolidadas que, tras un periodo de estancamiento o incluso de recesión, están conociendo una rápida expansión que sin embargo, tiende a desembocar en situaciones de gran complejidad que ponen en riesgo tanto los recursos culturales como la actividad turística en si misma. Santiago de Compostela y Sevilla parecen acercarse más a ese contexto, aunque con sus matizaciones específicas;

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Detalle de las murallas y de la Puerta del León, entrada principal de visitantes al recinto del Real Alcázar de Sevilla, que está considerado como el Palacio Real en uso más antiguo de Europa.
Según datos del Consorcio de Turismo de Sevilla, el número de visitantes ha vuelto a crecer en 2006, en una trayectoria que venía, desde 2001, perdiendo visitantes, lo que pone en cuestión la atención a la calidad de la visita que debe ser proporcionada por los gestores de los productos turístico-culturales.

Fuente: FUNDACIÓN EL LEGADO ANDALUSÍ, 2006; PATRONATO DEL REAL ALCÁZAR DE SEVILLA, 2005; UNESCO, 2003; CONSORCIO TURISMO DE SEVILLA, 2006.

 
  • ciudades de intensa explotación turística: que llegaron a situaciones que tras un rápido periodo de crecimiento, se hallan en el límite de presión de sus recursos culturales, afectando tanto al correcto funcionamiento de los productos turístico-culturales como al mercado turístico cautivo. Pueden ser consideradas próximas a esa realidad las ciudades de Toledo, Córdoba y Granada.

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La Sinagoga, en la Judería, núcleo de población más primitivo de Córdoba, de estrechas callejas de herencia musulmana, donde la aglomeración de grupos de turistas dificultan cualquier concentración y aprehensión del espacio y su ambiente, pone en riesgo el disfrute y la conservación a la larga del edificio.

Foto 23: BRITO, M., 2007.

Las aproximaciones antes indicadas resultan un ejercicio siempre beneficioso, al servir para conocer, identificar y orientar el proceso de toma de decisiones, sea de gestores públicos sea de empresarios, en cuanto a la oportunidad y al modo de hacer para que las ciudades históricas sean destinos turísticos plenos y obtener de ello las mejores ventajas.

Así, como unidad territorial específica, es decir, un espacio geográfico homogéneo, la ciudad histórica puede ser considerada destino turístico cuando (VALLS, 2006):

 

 

 

(i) se constituya en una unidad básica de gestión, capaz de soportar objetivos de planificación (43);

(ii) posea o llegue a adquirir centralidad desde el punto de vista del interés turístico para su desarrollo adecuado, teniendo en cuenta los niveles de capacidad de acogida correspondientes;

(iii) presente una oferta turística estructurada a servicio de determinadas satisfacciones de los clientes, donde la experiencia de la visita resulte placentera y enriquecedora (44);

(iv) construya una marca que se presente en forma de imagen atractiva que traduzca toda la oferta, facilite su identificación en la sociedad y en los mercados y genere una interacción afectiva/sensitiva entre demanda y oferta;

(v) sea dotado de una función de comercialización conjunta, mediante acciones de publicidad y marketing que juegue con los diversos atractivos existentes en el destino a partir de una perspectiva estratégica y de una acción integrada.

Así, los destinos son la resultante de productos turísticos dispuestos en un determinado territorio (VALLS, 2006), los cuales deben jugar una relación objetiva, de orden temático, asociados a servicios e infraestructuras que propicien su consumo turístico adecuado.

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Entrada a los Palacios Nazaríes (Sala del Mexuar, el antiguo Tribunal Real), en La Alhambra, Granada, hoy por hoy, donde se controla su capacidad de acogida, mediante la gestión de flujos de visitantes. Los estudios previos desarrollados para su manejo indicaron que, en su momento, existía "un relativo consenso entre instituciones, empresarios, vecinos y personas cualificadas del ámbito de la conservación del patrimonio, en considerar excesivo el actual número de visitantes", lo que ha exigido de las autoridades locales responsables de su gestión una posición política en defensa de un mayor control de visitantes y no someter el Conjunto Monumental más de lo que este puede y debe dar"

Fuente: PATRONATO DE LA ALHAMBRA Y GENERALIFE, 1999: 81, 86.
Foto 24: BRITO, M., 2007.

 

ESQUEMA 03 - VISTA PARCIAL DE LA ESTRUCTURA DEL CONJUNTO MONUMENTAL DE LA ALHAMBRA, EN GRANADA

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Fuente: EDILUX, 2002.

 

ESQUEMA 04 - DETALLE DE LOS PALACIOS NAZARÍES, CON LA ÚNICA ENTRADA AL RECINTO, LO QUE FACILITA EL CONTROL DE VISITANTES

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Fuente: EDILUX, 2002.

fotoEl "monocultivo turístico" de algunas zonas centrales de Toledo pone en riesgo la necesaria multifuncionalidad urbana en un área todavía poco poblada.

Foto 25: BLOS, H., 2007.

Sin embargo, no parece suficiente considerar una determinada localidad un destino turístico en sí mismo, sólo en función de los atractivos que posea, sin que no se lleve a cabo ninguna o casi ninguna acción para convertirlos, de hecho, en productos turísticos factibles de consumo mediante visita turística.

Lo que Ejarque denomina "destinos-contenedores" (EJARQUE, 2005) llega a ser en realidad una verdadera trampa para los que buscan, por el interés personal y sin motivación generada en función de reclamos publicitarios, conocer determinados lugares, espontáneamente, sin que se produzca nada que conduzca a esa finalidad. Ello, más bien, pone en riesgo tanto los atractivos existentes como la esencia de la propia visita que la ha motivado, haciéndola potencialmente frustrante y no placentera.

En cambio, el desarrollo de "destinos-productos" (EJARQUE, 2005) (45), parece ser la clave para su sostenibilidad, presuponiendo que ha habido una planificación de la actividad, la provisión de una serie de prestaciones relacionadas directa o indirectamente con ella, así como el fomento de una visita activa, más participativa y no meramente observadora. Hay un dictamen que dice que "el visitante recuerda el diez por cien de lo que oye, el treinta por cien de lo que lee, el cincuenta por cien de lo que ve y el noventa por cien de lo que hace" (CAMARERO IZQUIERDO y GARRIDO SAMANIEGO, 2004: 93). Hay, por lo tanto, que pensar en ello en el momento de la planificación y gestión de destinos turísticos sostenibles.

Calle Vaquero indica que "el hecho de que un monumento o cualquier otro tipo de edificio de valor ambiental no esté acondicionado para la visita pública no significa necesariamente que carezca de funcionalidad turística. En este caso, su aportación al producto turístico ‘ciudad histórica’ estriba en sus dimensiones externas (volumen, fachadas etc.) o más específicamente, como componente externo en la configuración del ambiente histórico o historicista de diferentes sectores urbanos, ambiente que hace de un número reducido de barrios los espacios turísticos por excelencia" (CALLE VAQUERO, 2002: 185), en tanto que escena urbana.

Sin embargo, cabe cuestionar en qué condiciones dichos elementos, integrantes de esa misma escena urbana, deben presentarse, al menos en lo que respecta a sus niveles de conservación, para que sean consumidos en su individualidad y en su conjunto como parte integrante de un paisaje urbano pintoresco, agradable para la contemplación y el esparcimiento, en fin para la deambulación y fruición estético-cultural del visitante, en contraposición a una visita más activa e interactiva con el lugar.

Lo cierto es que la actividad turística, que hace de las ciudades históricas destinos turísticos, promueve, vía concentración espacial de los visitantes y de los usos turísticos asociados, la selectividad espacial del tejido urbano, lo que Ashworth y Tunbridge (46) ha denominado como "ciudad histórico-turística" (CALLE VAQUERO, 2002).

Así, la "ciudad histórico-turística" que, en general, representa y contiene parte de la ciudad histórica, se conforma mediante un juego de relaciones pautadas en tres dimensiones (ASHWORTH, 2003):

 

(i) la primera, de naturaleza espacial, relacionada con el contexto de la propia ciudad de por sí;

(ii) la segunda, de naturaleza cultural, relacionada con las características del patrimonio cultural existente;

(iii) la tercera, de naturaleza comportamental, relacionada con la actividad turística desarrollada en función de las expectativas y motivaciones de los visitantes.

 

Puede ser entendida, por tanto, por el esquema desarrollado a partir de Ashworth como la intersección de los ámbitos "ciudad", "patrimonio cultural" y "turismo".

Este esquema sirve para apuntar algunos axiomas que pueden ayudar a entender aspectos de la funcionalidad turística que necesitan estar presentes en los procesos de gestión urbana y de gestión del patrimonio cultural de esas ciudades por lo que comporta y que no siempre encuentra eco en la planificación de esas materias.

Considerando las entrevistas con expertos y gestores que actúan directa o indirectamente en ese campo se puede expresar lo siguiente:

(i) no toda ciudad histórica es turística o puede convertirse en ciudad histórico-turística:

  • no se puede considerar una panacea conducir las políticas de desarrollo local teniendo en cuenta que esas ciudades sólo tiene esta salida. Hay que evitar el monocultivo, generado si no debidamente planificado, por la presencia excesiva de la actividad turística y consecuentes procesos de ocupación y uso del suelo por el turismo en ciudades con actividad económica débil y dependiente de su entorno territorial;
  • la ciudad histórica en todo su término no dispone de los requerimientos demandados por el desarrollo de la actividad turística, ya que su realización se da de modo concentrado y selectivo en el espacio urbano (47);
  • las estructuras urbanas, arquitectónicas y sociales y el entorno ambiental son condicionantes importantes para llevar a cabo iniciativas de desarrollo turístico en sitios históricos urbanos que, por su fragilidad, podrán llevar a situaciones extremas de ennoblecimiento de determinados espacios – no todos – de la ciudad, por su capacidad de absorber determinadas funciones, incrementando procesos de segregación socioespacial y de intensificación de lo que se podría llamar de dicotomía entre la ciudad turística y el resto de la ciudad;
  • cuando se fomenta a todo coste y a cualquier precio, las ciudades sufren todos los inconvenientes de un turismo mal planeado, a título de reconversión de áreas económicamente deprimidas y estancadas, como justificante en los discursos políticos poco comprometidos con el desarrollo sostenible, hecho que debe ser evitado y combatido;

(ii) el turismo cultural no es actividad exclusiva y estricta a la ciudad:

  • el desarrollo de la actividad turística depende, en esencia, como ya indicado, de las motivaciones e intereses de aquellos que la generan, así como el locus de esa motivación e interés puede estar presente en otros territorios, no urbanos, como las zonas rurales, de montaña, los parques naturales, entre otros, en función de los modos de vida que le son inherentes y del foco de atención buscada por los visitantes;
  • en la ciudad se desarrollan otras actividades enmarcadas en el ámbito del turismo, denominadas genéricamente de turismo urbano (48), asociado a las prestaciones y servicios que las ciudades pueden brindar al visitante, con independencia de su patrimonio cultural y que se halla, hoy por hoy, cada vez más especializado, como por ejemplo, la realización de convenciones, congresos, encuentros profesionales, enseñanza idiomática, compras, tratamientos de salud, ocio vinculado con actividades artísticas – como festivales de cine, teatro y danza –, entretenimiento en general, entre otros;
  • la estrecha vinculación del concepto de turismo cultural al turismo urbano está asociada a la densa carga patrimonial que poseen, en general, las ciudades, particularmente las europeas, donde su expresión es evidente, sin que ello signifique que son estrictamente lo mismo, sino parte de él;
  • la presencia grandilocuente del patrimonio cultural en determinadas ciudades, en función de la monumentalidad de sus construcciones y demás elementos urbanísticos y paisajísticos existentes o del reconocimiento de su valor simbólico, como las ciudades Patrimonio de la Humanidad, presupone para el desarrollo adecuado del turismo cultural, tener en cuenta los recursos existentes, su disposición en el espacio y la relación que puede ser construida entre ellos, nexos que han de permitir establecer, a priori, una lógica para la visita turística como una sugerencia para el visitante, en contraposición a su somera presentación, a menudo, equivocadamente considerada suficiente y un atractivo más del turismo urbano, lo que se constituye en un error cándido de comunicación turística (49).

(iii) el patrimonio cultural como atractivo no se asienta en toda la ciudad, con raras excepciones:

  • el establecimiento de señas de identidad reside en un proceso discrecional, valorado a partir y en función de la atribución de valor otorgado al patrimonio cultural existente y su inclusión en cuanto bien cultural de una determinada colectividad, por tanto, perteneciente a un mercado particular, en cuanto objeto de cultura (50);
  • el patrimonio cultural, como bien cultural, es decir, referencia oficialmente reconocida por el Poder Público, es el testimonio o la manifestación resultante del conjunto de conocimientos humanos de una determinada sociedad en una determinada etapa física y temporal de (51) su cultura , lo que por ese sentido relacionado – significado – engendra espacios urbanos privilegiados y socialmente segmentados en la ciudad (52);
  • la actividad turística pautada en el patrimonio cultural suele focalizarse en un número reducido de elementos, de configuración monumental, en lo que respecta al patrimonio cultural de naturaleza material (53), o de expresión exótica, en lo que respecta al patrimonio cultural de naturaleza inmaterial, para los cuales, su consumo, cuando permitido y posible, corresponde a territorios exclusivos que se perfilan en la ciudad;
  • como atractivo para el desarrollo de la actividad turística, el patrimonio cultural sólo es verdaderamente consumido al comunicar una imagen predeterminada, construida, a menudo, artificialmente, por los gestores turísticos, lo que, sin embargo, no siempre se fundamenta en los valores culturales intrínsecos que ese patrimonio posee, cuya difusión por los gestores patrimoniales es quizás más deseable.

La idea de valor patrimonial, hoy genéricamente más difundida y aceptada por la sociedad en general, carece todavía de mayor precisión. Se hacen necesarias acciones educativas para que tanto residentes como visitantes valoren la importancia tanto de los bienes culturales heredados como de las manifestaciones culturales vivas enraizadas en la sociedad, elementos importantes de su identidad cultural. Se cree que el turismo puede jugar ese papel como fuente de acceso al conocimiento, al intercambio y a la experimentación. Una actividad turística bien conducida puede constituirse como importante herramienta para el desarrollo de acciones de sensibilización y de educación para el patrimonio cultural. Se cree que el turismo cultural se constituye, en ese caso, en una vía donde dichas acciones pueden implementarse satisfactoriamente, aunque haya otras vías de concreción.

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Ejemplos de material producido sobre la ciudad de Córdoba, su patrimonio y personajes, una verdadera invitación al conocimiento y al descubrimiento y a la diversión.

La iniciativa "Los Secretos de Córdoba", por ejemplo, establece un itinerario turístico movilizando a los visitantes y residentes a conocer la ciudad y su historia, en forma de juego que pregunta sobre los museos, monumentos y cultura de la ciudad, ofreciendo al final para el "concursante" un diploma y un recuerdo u obsequio de la ciudad.

Fuente: CONSORCIO TURISMO DE CÓRDOBA, s.f.; MUSEO DE BELLAS ARTES, s.f.; CAJASUR, s.f.

Fotos 26,27: BRITO, M., 2007.

 

Por otro lado, la investigación realizada permite indicar que, debidamente orientado, el turismo se convierte en una importante herramienta para solventar acciones de desarrollo urbano de las ciudades que tomen como marco de referencia su patrimonio cultural y, por tanto, promueva acciones de recuperación y revitalización de áreas urbanas con valor cultural agregado, mediante proyectos de rehabilitación urbana, restauración de monumentos, señalización turístico-cultural del área, iluminación pública de hitos monumentales etc. En ese sentido, es cierto afirmar que el turismo sí puede estar al servicio de la preservación del patrimonio cultural material de las ciudades, al estar insertado en la lógica del consumo de la ciudad histórico-turística. Se verifica que en función de ello, el turismo está sirviendo para argumentar desde la urbanística justificaciones de inversión en áreas de la ciudad histórica que todavía no es turística pero con potencial para serlo, como, por ejemplo, lo que se verifica en Sevilla.

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La indicación de itinerarios turísticos suele apuntar necesidades y posibilidades para inversión, lo que en el caso del Centro Histórico de Sevilla implica su puesta en valor turístico en todo su término, como se verifica en el plano anterior.

Fuente: CONSORCIO TURISMO DE SEVILLA, s.f.b