Del grito al diálogo: la guerra colonial en la literatura portuguesa
La historia contemporánea de Portugal se asienta en una situación política iniciada antes de los años 30 y que alcanza la primera parte de la década de los 70. De este período, el acontecimiento más relevante fue sin duda la guerra colonial en África, que dejó marcas profundas en una sociedad que alimenta como tabú este tema, del cual "mejor ni hablar", puesto que las heridas permanecen abiertas, y no sólo las físicas sino también las morales; el país sigue arrastrando la humillación, pero también una mala conciencia que no pudo aún superar. Después de tantos años de guerra será gracias a la literatura moderna y contemporánea, heredera de una tradición realista (1) y caracterizada por una incesante búsqueda de nuevos caminos en función de los nuevos tiempos y realidades, que la sociedad portuguesa asimilará algún día ese pasado, a través de una exposición, análisis y discusión abierta y actualizada del tema, liberada de prejuicios y que pasará necesariamente por una breve panorámica de la historia de Portugal.
En 1249 Portugal tiene definidas sus fronteras europeas, por lo que en breve se embarcará en la aventura expansionista de los descubrimientos (2), extendiendo el Imperio Portugués por todo el mundo. En 1822 el grito de Ipiranga hace tambalear este sueño, ya que con la independencia de Brasil el reino veía mermadas muchas de sus fuentes de riqueza, además de que perdía por completo su dominio en el continente americano, lo que dio origen a una profunda crisis política, social y económica. Ante la compleja situación política y geográfica de los territorios asiáticos, la metrópoli se ve obligada a transferir su sueño imperialista hacia África. A la misión evangelizadora seguirá la de los emigrantes, dispuestos a "cultivar" esas tierras con la mano de obra nativa (3) y a favorecer los intercambios comerciales con Portugal. Esta expansión demográfica, territorial y económica estimulará el interés de Europa por el continente africano, provocando la erupción de conflictos cada vez más acentuados, originados tanto por los movimientos autóctonos, como también internacionales. Esta situación obligará a la adopción de nuevas estrategias militares y al consecuente refuerzo de las fuerzas militares llegadas de la metrópoli con el objetivo de dominar cualquier movimiento subversivo, con el único objetivo de reafirmar una soberanía imperial que la historia se ha ido encargando de alimentar a partir de una mitología saudosista.
Después del final de la I Guerra Mundial, arrastrada por el temor al poder bolchevique y por una serie de convulsiones políticas, la nación expresa una cierta permisividad hacia la instauración de un gobierno dictatorial, pero es con la llegada de Salazar al poder que Portugal iniciará un camino que irá trillado a lo largo de casi medio siglo; un régimen dictatorial, fascista, que ya no puede conquistar nuevos mundos al mundo pero que sigue alimentando la vieja ambición imperialista. A este propósito afirma João de Melo:
" a distribuição das chamadas terras de ninguém ou terras do fim do mundo, com a consequente fixação dos novos donos, é uma realização natural da nossa vocação expansionista. Atesta também a grandiosidade de um projecto de vida. Sem dúvida, ainda, que significou a descoberta de um caminho ou de um destino muito peculiar. Mas não deixou de fora uma das nossas piores ilusões: o termos querido acreditar na superior virtude dos nossos sonhos imperiais..." (4)
Será justamente esta ilusión que regirá la política salazarista hasta que en 1955, en el momento de su entrada en la ONU, Portugal es instado a informar a la organización de si, contrariamente a lo estipulado por los estatutos de la Organización, Portugal seguía manteniendo alguna colonia. Salazar contesta que NO una vez que, previsor, les había alterado el nombre para llamarlas "Provincias Ultramarinas" (5). Para la ONU la situación era la misma y por lo tanto a estos territorios les debía ser concedida la autonomía. La tensión se mantendrá hasta 1974 pero, mientras tanto, se despierta una conciencia nacionalista mediante la lucha de los movimientos de liberación; en febrero de 1961 se da la revuelta de Luanda y en marzo del mismo año la guerrilla ataca a los colonos de la zona del Congo. El Gobierno de la metrópoli envía entonces los primeros refuerzos militares. El conflicto se propaga y en 1963 se extende a Guinea y, en 1964, a Mozambique. Portugal se ve entonces involucrado en una guerra que exigiría enormes esfuerzos a un país pobre, sin ningún tipo de desarrollo económico, social o cultural, y el hecho de que la guerra llegara a reclamar un 40% de su presupuesto general era algo duro de soportar. Pero el esfuerzo más grande era el humano, puesto que África era el destino de todos los hombres en edad de combatir que dejaban Portugal mal preparados, mal equipados y desconocedores del terreno en que tenían que combatir. Además del elevado número de bajas, la sociedad lusa, profundamente conservadora, se veía huérfana una vez que les eran arrebatados los jefes de familia, y con ellos el sustento de la casa conseguido por el padre o por el hijo mayor. Siendo así, los que tenían la oportunidad "daban el salto" y emigraban a Francia o Alemania.
Ante la obstinación del régimen, empeñado en mantener ese mapa colonialista que correspondía prácticamente a media Europa, esta guerra, abierta en varios frentes a lo largo de tres países, sólo podría terminar mediante dos procesos íntimamente relacionados; o vencían los ejércitos independentistas que apoyarían la caída del régimen, o caería el régimen y, por inercia, vendría la independencia de las colonias, lo que efectivamente sucedió con la revolución del 25 de abril de 1974.
En realidad, la situación se estaba volviendo cada vez más insostenible lo que hacia con que el proceso de agonía del régimen se acentuara debido a la falta de apoyos internacionales, así como nacionales. Ni la anunciada y deseada primavera marcelista (6) había cambiado el país y la sociedad explotada, engañada y burlada, iba adquiriendo la noción de las verdaderas dimensiones del conflicto, pero también de la realidad vivida en África. Citando a Agostinho Neto: o mesmo sistema que oprime e explora o camponês em Portugal é também o que oprime e explora o cidadão angolano".
La sociedad portuguesa era obligada a vivir en la ilusión y en la falsedad mientras la censura intentaba dominar y moldear un canon cultural que impedía conocer la realidad del otro, pero existía una intención paralela de denunciar el dolor, la humillación y las atrocidades cometidas en África, así como una preocupación por dejar impreso en la literatura un retrato fiel de una realidad compleja y diversa, pero auténtica. Al final, invasor e invadido son las dos víctimas de una misma sinrazón por lo que su mensaje literario se debe complementar en función de esa realidad que urge conocer y asumir.
Fueron muchos los autores que desde el principio, luchando contra la corriente institucional y los cánones vigentes, se han empeñado en gritar contra la barbarie y las atrocidades cometidas en nombre de un pueblo sin voz, evadiendo las tácticas de disuasión y de censura del régimen, repudiando las normativas institucionales y arriesgando su propia libertad. El escritor, virtuoso de la palabra, era capaz de burlar el sistema gracias a su astucia e imaginación, frente a la ignorancia o autoritarismo. En la imposibilidad de emprender un estudio más exhaustivo, intentemos ver en qué medida la obra de un limitado grupo de autores nos podrá ayudar a comprender y a asimilar todo ese proceso, por lo que, como si de un escaparate se tratara, dejando por detrás toda una vasta galería, hemos seleccionado la obra de cuatro escritores: Lídia Jorge, Carlos Vale Ferraz, João de Melo y Lobo Antunes.
A estos autores les corresponde perfilar una nueva perspectiva ante la realidad y a la literatura concierne ahora dar cuenta de un trabajo de memoria histórica captada a partir de mundologías propias. Todos los autores aquí presentados conocen profundamente el terreno africano y de los cuatro sólo Lidia Jorge no estuvo en el frente de batalla, lo que otorga una mayor densidad psicológica, pero también histórica y sociológica, a esta literatura.
En A Costa dos Murmúrios, en un escenario de intriga y de misterio, y a través de un estilo narrativo puesto sobre la mirada femenina, la autora dará cuenta de la realidad decadente de una ciudad mozambiqueña, y, de la mano de Eva, repensará la realidad en que vive, ya que a verdade não é o real (...) a verdade deve estar unida e ser infragmentada enquanto o real pode ser (...) disperso e irrelevante (7) . Y es a esta búsqueda de la verdad, y al hallazgo de los fragmentos que construyen la realidad, a lo que asistiremos a lo largo de la novela, lo que puede implicar incluso que los héroes se vuelvan villanos y, en este caso, ¿será que, tomando como ejemplo a Elena, estaremos todos dispuestos a conocer y a aceptar la verdad? Es ésa la gran cuestión; la que dejará de ser retórica para asumir una fuerte carga ontológica en la sociedad portuguesa contemporánea.
Es la profunda conciencia de una realidad histórica que hace que Lobo Antunes sea de los autores en cuya obra África siempre esté presente, volviendo su experiencia individual en un destino colectivo; pero es en Os Cus de Judas que encontramos la presencia más intensa de la guerra, constituyendo sin duda uno de los gritos de denuncia más urgentes contra la situación vivida. Este ejercicio de memoria le mueve en la búsqueda de un interlocutor a quien narrar sus vivencias, sus sentimientos, pero sobre todo a quien transmitir toda la rabia que se siente por una guerra de hipocresía y de injusticias a la que se iba "para tornar-se homem". Lo que su interlocutor (lector) sentado delante de él, escuchará (leerá) será la delación de las vicisitudes de un sistema en que la libertad, individual o colectiva, jamás tendría razón de ser; un sistema en que la guerra se sobrepone al amor y a la vida; y todo esto en nombre de Dios, de la Patria y de la Familia.
João de Melo es uno de los autores que más se ha involucrado en este tema y a quien se debe uno de los trabajos más importantes para el estudio de este período, Os Anos da Guerra (8), pero también la que será posiblemente la novela más importante sobre la guerra colonial portuguesa; Autopsia de um Mar de Ruinas. Un ejemplo perfecto de ese ejercicio de memoria histórica, pero sin limitarse a una mera exposición de los hechos. Aludiendo al título, lo que encontramos aquí es todo un proceso de disección y de análisis a partir de esas vivencias para llegar a una conclusión, y que se refleja en la abundancia de interrogantes sobre una guerra sin lógica. Un talante de lucidez que implica asumir la pluralidad de perspectivas, y que se traduce en el hecho de que en cada capítulo, alternadamente, se dé la voz discursiva a cada una de las partes implicadas en el conflicto; el colonialista y el colonizado, las dos realidades complementarias ya anteriormente referidas, y así dar cuenta del problema en toda su magnitud. Lejos de permanecer a la deriva de las corrientes del saudosismo pasivo de este mar de ruinas en que Portugal viene navegando a lo largo de su historia, lo que se pretende es enterrar los espectros del pasado una vez analizados debidamente y catalogados para emprender un nuevo rumbo.
Nó Cego, de Carlos Vale Feraz, siendo un perfecto complemento de todo lo anteriormente expuesto, insiste en delatar ya una preocupación por representar un cuadro colectivo, aunque diverso; en su obra encontramos un ejercito formado de hombres distintos, pero participes de una misma realidad en la cual, tal como lo denunciaba Lobo Antunes, no se puede integrar ya que será siempre el otro. Al mismo tiempo, también él inscribe la realidad colonial en una tradición renacentista, comparando la llegada de los militares con la de los navegantes de otras eras.
Todo este proceso auto gnoseológico en que nos encontramos reclama una pluralidad que obliga a tener en consideración la voz del otro y solo cuando las palabras instituyan un verdadero diálogo podremos algún día aceptar la realidad. En una muy breve aproximación al panorama africano, empezamos por leer un libro como Luanda y es lógico que nos interroguemos sobre la implicación del texto en el proceso colonial, o por qué motivo la censura lo haya perseguido, pero en seguida nos llega la respuesta a través de las palabras de Luandino Vieira, su autor, al afirmar que: não podemos narrar a mais pequena história de Luanda, nem a mais pequena anedota, que ela não seja forçosamente política. Detrás de un retrato realista de la sociedad siempre se encuentra la denuncia de un sistema político represor y totalitario.
En Pepetela encontramos además el escenario de la guerra, pero tanto en As Aventuras de Ngunga como en Mayombe, obras fundamentales para entender la realidad del conflicto africano, la intriga transcurre paralela a las escenas bélicas ya que el verdadero drama no se agota en el campo de batalla, sino en la realidad existente a su alrededor, en el drama de Ngunga, niño para amar pero hombre para cargar un arma, que tendrá que caminar con su dolor y con la injusticia que le rodea. Pero es en Mayombe que nos damos cuenta de la verdadera función del escritor en todo este proceso: É bom falar, é bom conversar (...) Guardar para si não dá, só quando se é escritor. Aí um tipo põe tudo num papel, na boca dos outros (9) Es evidente que el escritor se encarga siempre de transmitir un mensaje, pero aquí, para conseguir dar cuenta de una realidad plural, hace que cada personaje de su novela asuma la voz del narrador proporcionándonos uno de los retratos más completos de los diversos conflictos que marcaban la realidad africana.
Reiterando nuestros presupuestos iniciales, llegamos a concluir que las dos perspectivas se complementan teniendo en cuenta que ninguna de las literaturas se encierra en una perspectiva individualista, ambas expresan el mismo grito de dolor, y de horror frente a la barbarie y la injusticia vividas, y a las dos les compite establecer ahora el diálogo, pero, además del sufrimiento, del espanto, de la inconformidad, el grito del escritor portugués refleja al mismo tiempo la angustia que representa cargar el peso excesivo de una conciencia atormentada y que necesita liberar. Algo que une estas dos literaturas es aún la capacidad del escritor para ultrapasar los moldes canónicos y reinventar el lenguaje y las técnicas de escritura en función de una nueva subjetividad, proceso en que el lector se verá al final también él involucrado y sin que pueda esquivarse; la realidad retratada también le atañe, siendo todo eso lo que concede a la palabra del escritor toda la legitimidad para que pueda asumir el valor de una vox populi, y nunca de una voz ilustrada.