Introducción
El sudeste dispone de vías que también lo comunican con el centro de la provincia. La ruta nacional 226 que une General Villegas con Mar del Plata, transita entre los kilómetros 0 y el 250, por el sudeste. Nada tiene que ver el paisaje serrano y ondulado con lo que a pocos kilómetros –de aquí- al Este del sudeste, podemos observar en la ruta 2. El cultivo de papas, cereales y oleaginosas principalmente, reemplaza a la ganadería de la pampa deprimida. A ello se suma un paisaje vistoso para el viajero, con cambios de tonos, texturas y relieves serranos. Balcarce, Tandil y Ayacucho (en una suerte de transición paisajística – productiva entre Este y Centro del sudeste) se configuran como las ciudades más importantes. Al Oeste del sudeste hay otros lados, otras partes que se transforman más lejos en centro-sur, centro, o sudoeste de la provincia. Es en el Oeste del sudeste dónde la pampa sigue siendo pampa, pero ondulada y alta, también es pampa baja y sierra. El límite Sur del sistema serrano de Tandilia deja fluir entre lo que resta del continente hasta el océano atlántico al río Quequén Grande –único río en este cuadrante provincial-. El río nace con otro nombre en Tedín Uriburu –localidad rural ubicada en el partido de Benito Juárez- y recorre otras denominaciones y geografías pasando por Benito Juárez, Juan Nepomuceno Fernández, San José, Lobería, Pieres, desaguando finalmente en las costas que llevan los nombres de Quequén y Necochea.
Las rutas provinciales 88, 86, 227 y 55 recorren solitarias y casi abandonadas estos parajes y circunvalan a las ciudades más grandes. En verano, el girasol y la soja alternan entre amarillo y verde los campos que bajan desde las sierras hasta el mar.
Y también hay otros sudestes: el del turismo: entre Mar Chiquita y Necochea pasando por Mar del Plata, Miramar, Mar del Sur y Centinela del Mar; el de la industria y las cargas: en los puertos de Quequén y Mar del Plata; el de la producción agraria: en Balcarce, Otamendi, Coronel Vidal, Lobería, Tandil y Ayacucho; el de la minería: también en Tandil, con sus enormes canteras de calcita, y en Batán, muy cerca de Mar del Plata; el de la frutihorticultura: en Sierra de los Padres, Batán, Laguna de los Padres y el Boquerón y; un sudeste oculto, al margen de las grandes rutas, autopistas y las principales vías de comunicación. Es el sudeste de adentro, un interior que en algunos mapas ya no figura, el de los caminos de tierra o las vías del ferrocarril clausuradas. Es el resto, la pequeña porción que ocupa la mayor parte del territorio. El sudeste rural.
No hablamos de la producción agropecuaria, de los grandes campos de ganadería o agricultura extensiva. No nos referimos a los sectores de ocio, esparcimiento o dedicados al turismo rural. El sudeste que aquí presentamos es el de los viejos carteles oxidados de los caminos de tierra, el de las localidades más pequeñas, aquellas que el Instituto Nacional de Estadística y Censos incluye dentro de lo rural y lo agrupa. Es este un territorio que padece el aislamiento y es casi ignorado por lo central, las capitales y los millones de turistas que todos los años hormiguean a pocos kilómetros en las playas. El sudeste del que hablamos es el de las localidades rurales.
En los partidos de Balcarce y General Alvarado se encuentran ubicadas dos localidades que constituyen nuestro área de estudio: Mechongué y San Agustín. La primera alberga poco más de 1100 habitantes; la segunda supera los 500 habitantes. Hemos tomado estas localidades como herramientas para comenzar a generar una idea extendida como parte de la provincia referente a los problemas sociales y económicos locales, los procesos de atracción y expulsión de la población, las formas de construcción de territorio, identidad, sociedad y localidad, y la participación del Estado.
Lo que sigue es una descripción de problemas, una tenue historia del desarrollo local desde mediados del siglo XX, una observación y participación de este micro-territorio expandido, atravesado por diversas coyunturas políticas, económicas y sociales.