Capítulo III. Relaciones migratorias entre Argentina y las Illes Balears, una tradición de tres siglos
Imaginemos que vamos hacia atrás en el tiempo. Nos situamos en pleno siglo XIX y miramos desde allí a las Illes Balears. Vemos unas tierras muy diferentes a las actuales, vemos una población también muy diferente a la actual. La filoxera proveniente de Francia atacó los cultivos de vid, los períodos de sequía disminuyeron la producción del campo. Entre 1870-1880 aumentó la población de Baleares, pues se entra en la llamada "transición demográfica", debido a la disminución de la mortalidad. También vemos disminución de fuentes de trabajo y el excedente de mano de obra campesina, la falta o decadencia de industrias típicas, los bajos salarios, la división y tenencia de la tierra caracterizada por pequeñas explotaciones de poco rendimiento y por grandes posesiones. También observamos problemas referidos al prolongado servicio militar, el permanente estado de conflicto que presentaba España a fines del siglo XIX y comienzos del XX y que culmina con la Guerra Civil y la situación al finalizar la misma.
Aprovechando estas situaciones de crisis, durante la última mitad del siglo XIX los agentes de inmigración de algunos países americanos reclutaban campesinos de algunas regiones de las Islas, coincidiendo con políticas poblacionistas de sus países.
Todos estos hechos se fueron sucediendo en diferentes períodos y según los espacios sociales de las Islas (57), por ello se fue dando una emigración variable en el tiempo y en el espacio.
América fue receptor en sus diferentes ámbitos de esta población. Justamente una de las causas de elección de estos destinos es la percepción que los isleños tenían del espacio geográfico americano y de su potencialidad debido a la difusión temprana de sus características, por el contacto con Baleares desde su descubrimiento. Entre 1778 y 1820 las naves baleares visitaban los puertos de San Juan (Puerto Rico), La Habana, Montevideo, Buenos Aires, desplegando una intensa actividad comercial, con la significación adicional de haber creado una tradición de contacto, una geografía de relaciones y justamente esos puertos fueron luego los destinos elegidos por los baleares al momento de emigrar.
A la pregunta ¿por qué emigraron?, se puede finalmente responder que fue una reacción a distintas situaciones de crisis que producen una inicial ruptura con el lugar de origen como alternativa, tal vez de un conflicto social combinada a políticas poblacionistas en los ámbitos de destino.
La emigración fue y sigue siendo en la actualidad, una decisión personal-familiar, con toda la carga que lleva el alejamiento del lugar natal y de las personas cercanas. Pero los emigrantes no fueron ni son llevados a ciegas a cualquier sitio, sino que cada uno eligió según el conocimiento que tenía de las regiones de destino por la difusión de las noticias hecha a través de quienes habían emigrado antes. La emigración no es (salvo en situaciones especiales de tragedia ambiental o de conflicto bélico) una acción de desesperados. Es una opción que realiza el individuo entre varias posibilidades, que finalmente se convierte en una elección, movilizados por estrategias de superación social. No migran individuos aislados, sino que están concretamente integrados a redes que enlazan origen y destinos y a todos entre sí.
Las redes de relaciones sociales, integradas por familiares, amigos o vecinos son en sí mismas causa de emigración hasta que las circunstancias dejan de ser desfavorables en el origen, por ejemplo la transformación de la economía balear gracias al desarrollo del turismo; o esas circunstancias dejan de ser favorables en el destino por aparición de crisis económicas o sociales, como fue el caso de la Argentina después de la década de los años 50.
Sigamos mirando hacia atrás en el tiempo…ya hemos visto por qué emigraban los baleares y cómo. Ahora veamos hacia dónde. No resulta sencillo, ya que normalmente no salían de un punto y llegaban a otro. Realizaban recorridos a través de un espacio que llamamos "campo migratorio" (58) y a esos recorridos los denominamos "trayectorias". Resulta muy interesante reconstruir las trayectorias de origen de la migración, cuya fuente principal está en las fuentes orales, en los relatos de los mismos protagonistas o descendientes y de fuentes escritas encontradas en archivos de las Islas.
En pleno siglo XIX, los baleares deseosos de migrar debían ante todo juntar el dinero necesario para pagar el viaje en barco. Muchos menorquines y mallorquines se desplazaban al sur de Francia, para trabajar en la cosecha de la vid y así realizaban la primera acumulación de capital. Los ibicencos, en tanto, solían desplazarse al norte de África, sumándose a los menorquines y mallorquines. Cuando ya tenían el dinero suficiente, elegían un primer destino donde ya tenían un familiar o vecino o amigo emigrado con anterioridad y que le facilitaría la ayuda inicial de alojamiento y la inserción en el mercado laboral. Este apoyo lo obtenían desde sitios muy especiales: Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, Venezuela, Uruguay, Argentina, un poco más tardíamente se incluye México que recibirá la mayor cantidad de migrantes en la etapa del exilio ocasionado por la Guerra Civil española.
Algunos se dirigían a la región caribeña, permanecían allí un tiempo y realizaban otra acumulación de capital. Muchos quedaban definitivamente asentados en esta región, pero otros, que tenían conocimiento de las regiones del Plata (Uruguay y Argentina) y de Chile en la zona andina, en una segunda etapa, migraban hacia estos países. La movilidad era muy grande, pues muchos retornaban a las Islas, en retornos definitivos o temporarios. Cuando eran temporarios, al cabo de algunos meses o de algunos años reemigraban al destino que más les había agradado. Así se produce una circulación muy compleja entre origen y diferentes destinos (campo migratorio). Había trayectorias directas entre las Islas y los países del Plata, también entre estos dos países, pasando alternativamente de Montevideo a Buenos Aires y viceversa. Cabe destacar que Argentina fue el país que acogió mayor cantidad de baleares en este proceso.
También resulta interesante observar los asentamientos en los destinos. Existe una correspondencia entre espacio social de origen en las Islas y "ámbitos sociales complejos" (59) en los destinos, ocasionada por las intensas relaciones sociales familiares y de paisanaje. Así se explica que quienes emigraron de Andratx se instalaron mayoritariamente en Batabanó, Cuba, dedicándose a la pesca de las esponjas; los de Sóller emigraron al sur del Francia y luego a Puerto Rico; los de Valldemossa se instalaron en Montevideo (Uruguay); los de Felanitx, repartidos en varios destinos, se destacan en San Pedro(Argentina); los de Alcudia y Pollenca, también repartidos en varios destinos se destacan en La Plata; los menorquines de Ciutadella en Córdoba (Argentina), en tanto los de Maó en Buenos Aires; los ibicencos en Santa Fe (Argentina) y en La Habana (Cuba) y sería muy extensa la relación de todas las correspondencias (60) entre origen y destinos. A su vez los destinos estaban comunicados entre sí, por lo cual cuando se suscitaba alguna dificultad realizaban trayectorias entre esos destinos, teniendo en cuenta el origen común.
En las ciudades, realizaron tareas relacionadas con el comercio, la construcción, la fabricación de zapatos, entre otras, asentándose en barrios con predominio de la colectividad. En medio de esos barrios surgieron las primeras iniciativas asociativas, como consecuencia de la natural relación social entre ellos. Se reunían para conversar en el "mallorquín" o "menorquín" de las islas, comer ensaïmadas, sobrassadas, beber hierbas, jugar a los naipes (los hombres), hacer randa y punto (las mujeres) (61).
En las zonas rurales, periféricas a las ciudades, se instalaron para trabajar en la horticultura y/o fruticultura, especialidades que llevaban adquiridas en las Islas. Se empleaban primero como jornaleros y luego iban acumulando capital hasta trasformarse en propietarios. Allí también se asentaron en grupos por similitud de origen.
La autora recuerda alguna de sus vivencias, cuando no llegaba a la decena años: "Muy lejos de mí estaba entonces pensar en cadenas y redes migratorias o en espacios sociales, cuando iba de visita con mis abuelos (mo padrí era de Alcudia) a las fincas de los Riera, de los Fluxá, de los Llompart, de los Ginard y de muchos otros paisanos alcudienses y pollencines que vivían en los alrededores de nuestra finca. Yo escuchaba pacientemente su xerra (charla) mallorquina, que podía durar horas, mientras saboreaba la deliciosa ensaïmada que me convidaban. Me parecía natural que en todas las fincas se cultivaran patatas, moniatos, alcachofas, tomates, que en todas hubiera monte de frutales en donde se podían cosechar melocotones (duraznos), prunes (ciruelas) y citrus, especialmente toronges (naranjas)"…
"Los métodos de cultivo eran similares a los utilizados en Mallorca y también los molinos de viento para extraer agua para el riego: "Nuestro molino tenía aspas muy grandes y pintadas en forma combinada de color rojo y blanco, tal como se ven al sobrevolar la Isla de Mallorca."(62)
Todo migrante trata de reproducir en su destino formas sociales, métodos de trabajo, costumbres similares a su origen. El migrante lleva en su mente todo lo vivido en su origen y trata de reproducirlo, a veces con adaptaciones especiales a los diferentes destinos.
Ha sido sorprendente en todos los países y los sitios hacia donde se dirigieron, el tesón y el empeño puesto para progresar y ascender a niveles socioeconómicos superiores. En general eran pageses (campesinos) en su origen, que trataron de imitar en los destinos a la burguesía de sus sitios de procedencia. En todo migrante hay una aspiración de progreso, que generalmente se trasluce económicamente para ellos y que para sus hijos será socialmente superior.
Hasta aquí pareciera que la historia de la migración es una historia de éxitos. Pero no es así, hay éxitos y hay fracasos, también hay simplemente sobrevivientes. La historia de los migrantes no es blanco o negro, está plagada de todos los tonos de grises. A ello hay que agregar el deseo permanente de retorno, que no siempre se cumple. En las migraciones históricas y en las actuales es una constante. Los retornos pueden ser definitivos o temporarios. Regresan por un tiempo a su origen y al no encontrar las condiciones esperadas reemigran. Los baleares realizaron retornos definitivos, también temporarios y muchos no retornaron jamás a las Islas porque no pudieron juntar el dinero para el viaje, otros porque formaron sus familias en los destinos y contrajeron compromisos laborales. Lo que sí está claro que en todos los casos el olvido de las Islas se hizo imposible y transmitieron a hijos y nietos con mucha fuerza la cultura balear, que aún conservan.
Si establecemos una periodización en el proceso emigratorio de las Islas Baleares se identifica una primera etapa durante la segunda mitad del siglo XIX. La segunda etapa se establece al comenzar el siglo XX y hasta 1932, cuando la post-crisis económica mundial frenó los desplazamientos de población. Luego sobreviene la Guerra Civil española, y en la posguerra, (Segunda Guerra Mundial) se inicia la tercera etapa emigratoria que se extiende entre 1945 a 1950. El año 1948 fue el de mayor emigración en las Islas y los principales destinos fueron aquellos países y ciudades que habían recibido baleares en les etapas anteriores, a los cuales se le suma México como país importante de recepción. Las causas de esta nueva emigración eran la extrema pobreza, tal como se desprende de los relatos orales y el miedo a un tercer conflicto mundial.
Estamos ahora en 1955 y somos observadores de un cambio fundamental en las Islas, el ingreso al turismo de masas. Este hecho irá transformando de prisa a esta región, pasando de ser tierras de emigrantes a tierras de inmigrantes.
Mirando hacia atrás en el tiempo y también en esta segunda fase del proceso migratorio se pueden identificar etapas. En la primera, entre 1955 y 1970 las Islas reciben emigrantes peninsulares provenientes de distintos pueblos de Andalucía, de Extremadura, entre otros, que llegaban allí para trabajar en la construcción y en los servicios, tareas ligadas a la actividad turística, contribuyendo al crecimiento de la población de los municipios costeros en donde se desarrolla mayoritariamente esta actividad y en el eje Palma-Alcúdia. Muchos de estos inmigrantes han sido temporales, aprovechando la estacionalidad de la actividad turística, y la posibilidad de acceder a las prestaciones de desocupación en los lugares habituales de residencia en la península.
La crisis del petróleo de 1973 incidió en la disminución de la demanda turística, extendiéndose este hecho aproximadamente hasta 1976, en que nuevamente se recompone la actividad y se continúa con altibajos en las décadas siguientes. Ello supuso una disminución de ingresos de migrantes entre 1973-76 y un aumento a partir de la última fecha hasta la actualidad. Para 1986 había una considerable cantidad de jóvenes, hijos de inmigrantes peninsulares, que habían nacido en Baleares. Aparece entonces una realidad importante desde el punto de vista cultural.
Se comienza a apreciar el surgimiento de un problema que se profundizará con el paso del tiempo, que tiene relación con la recepción de inmigrantes de culturas diferentes, pero que también tienen relación con formas de vida diferentes introducidas por los "migrantes transitorios" que son los turistas. El problema es la búsqueda de una continuidad en la identidad cultural, en la cual se integren las formas de vida del pasado con las actuales. También se ha de conseguir que los inmigrantes que han encontrado y elegido un lugar para vivir en las Islas adquieran los valores culturales de ellas, que vienen de un rico pasado, pero sin olvidar los propios valores de su cultura de origen, que hacen a su identidad y que contribuyen al enriquecimiento mutuo, que es en definitiva el enriquecimiento de toda la sociedad.
También en esta etapa se acrecienta el ingreso de migrantes comunitarios, provenientes en su mayoría de Alemania, Reino Unido, Italia y Francia. En los primeros años era una población mayoritariamente jubilada que buscaba una mayor calidad de vida, pero luego se va incrementando la cantidad de migrantes jóvenes económicamente activos.
Seguimos mirando el pasado reciente y nos encontramos con la segunda etapa inmigratoria en las Islas, al final de la década de 1970 y comienzos de 1980, cuando van llegando inmigrantes del norte de África, especialmente marroquíes y algeríes. También comienzan a llegar latinoamericanos, especialmente ecuatorianos y colombianos. A finales de los años 70 van llegando los primeros argentinos. En la década de 1980 van ingresando senegaleses y nigerianos. Continúa al mismo tiempo el aumento de latinoamericanos. Estos ingresos se profundizan en la década de los años 90, debido a las crisis socioeconómicas que viven estos países. Esta etapa coincide con la disolución de la URSS y se incrementa el ingreso de búlgaros, rumanos, polacos y posteriormente ucranianos y rusos. También ingresan de países asiáticos.
Llegamos, en nuestro recorrido por el tiempo, al cambio de siglo y milenio y encontramos un verdadero crisol de grupos étnicos habitando en las Islas, superando el centenar de colectividades provenientes de todos los continentes.
En los albores del siglo XXI vivimos la realidad de un mundo globalizado, donde las fronteras nacionales se desdibujan frente a redes invisibles de comunicación. La noción de red global se impone en esta fase de la historia, determinando una compresión espacio-temporal que ha producido en las últimas décadas profundos cambios en la sociedad mundial reflejados en una nueva organización de los espacios industriales, del empleo, de los flujos comerciales y de capitales. Sami Naïr expresa que "estos movimientos de población son hoy día producto de la globalización" (63)…En este marco los desplazamientos de población también se hacen más dinámicos, constituyendo un verdadero fenómeno social. Fenómeno que implica pensar una nueva sociedad, una sociedad conformada por múltiples culturas, son ámbitos sociales complejos en los cuales hay una sociedad local con su identidad cultural y múltiples sociedades yuxtapuestas con sus propias culturas de origen.
El desafío le corresponde hoy a las Islas Baleares, tratando de que todas estas culturas convivan en armonía en un espacio común, espacio que van construyendo día a día y que por supuesto contendrá símbolos, signos predominantes de la cultura local, pero también los habrá de las otras culturas que van aportando lo suyo. Ya de ello se aprendió mucho en las pasadas "migraciones masivas" de europeos a todo el continente americano y en particular de los baleares emigrantes a ellos. La tarea no es fácil, la sociedad debe encontrar una bisagra, una articulación para que aquellos que llegan se adapten y adopten la cultura local del lugar elegido para su nueva vida, sin perder la identidad cultural de origen.
La educación cumple, en este sentido, un rol fundamental. El sistema educativo debe diseñarse para acoger la diversidad, para aceptar al otro, pero indefectiblemente debe educar para que el otro, el inmigrante, conozca dónde está, cuál es la historia de su nuevo "lugar" cuáles son los valores de esta sociedad que los recibe y de esta forma lograr una sana convivencia en la interculturalidad. Los argentinos, con su tradición de país inmigrante, pueden aportar su experiencia en las Islas elegidas como "su lugar en el mundo" para vivir.
En este marco encontramos a los inmigrantes argentinos, que como ya se ha expresado comienzan a llegar a las Islas en la década de 1970, continúan en la década de 1980, profundizándose en los años 90, pero el mayor ingreso se produce a partir de la crisis argentina del 2001. Los años 2001, 2002 y 2003 son los que registran mayores ingresos de argentinos a las Islas Baleares.
Observamos entonces este vaivén entre Argentina y las Islas Baleares a lo largo de tres siglos. Vaivén que depende de las condiciones en uno u otro sitio y que ya constituyen toda una tradición. Los baleares en su etapa emigratoria eligieron mayoritariamente a las distintas ciudades de Argentina para vivir. Ahora miles de argentinos, muchos con ascendencia balear, eligen a las Islas en su etapa emigratoria. Esta tradición ya no se puede romper, pues lleva tres siglos y es mucho tiempo. El aquí y el allá están integrados y lo seguirán estando.