Capítulo I. Argentina, de la inmigración de europeos a la emigración de sus descendientes
La inversión de los flujos migratorios en Argentina, en relación a los países europeos, es uno de los fenómenos demográficos más notables de las últimas décadas. Se inicia a partir de 1960 aproximadamente, va creciendo en magnitud lentamente, se agudiza durante las dictaduras militares de 1966 y 1976, constituyendo el denominado "éxodo político". A partir de la década de 1990 se incrementa, con otras características, convirtiéndose a partir de 1999 en el llamado "éxodo económico", aunque las motivaciones superan a los aspectos económicos, como se verá a través del desarrollo del tema.
De esta manera la Argentina "aluvial" (3) que había recibido millones de europeos, especialmente italianos y españoles, contempla atónita cómo los jóvenes, hijos y nietos de quienes habían llegado a sus tierras en busca de un futuro mejor, retornan al suelo de sus antepasados.
1.a) La Argentina inmigratoria
La inmigración constituyó una base fundamental para el crecimiento de la población argentina, y es uno de los factores que contribuyen a explicar los procesos de cambio social, estructura demográfica, distribución espacial de su población y proceso de urbanización.
La afluencia inmigratoria se inicia en el siglo XVI en forma muy lenta y se acelera a partir de la segunda mitad del siglo pasado. El impulso se debió a varios factores de índole interna y externa. La evolución de los medios de transporte, como ser el buque a vapor y la extensión de los ferrocarriles favorecieron los desplazamientos.
La Gran Inmigración es coincidente con el inicio de la etapa de la Organización Nacional y se prolonga hasta 1930, cuando la gran crisis económica mundial frena los movimientos de población, recomponiéndose luego y prolongándose hasta mediados de la década de 1950. En este período de grandes transformaciones que llega hasta 1955, al cual Romero (4) denomina "era aluvial"como se ha expresado, Argentina recibió un cuantioso aporte de europeos, especialmente italianos y españoles. El Censo Nacional de 1895 registra un ingreso de estas nacionalidades que suman alrededor del 70% del total de extranjeros, correspondiéndoles a los españoles un 20%, porcentaje que fue aumentando, según los registros del Censo Nacional de 1914 a un 35%, en tanto que el porcentaje de italianos desciende a 40%.
Siguiendo a Panettieri (5) se pueden distinguir varias etapas. La primera se extiende entre 1857 y 1874. A partir de 1857 se tienen registros de inmigrantes, pero el ingreso se había iniciado antes. Este período se caracterizó por un ingreso lento pero continuo, sólo interrumpido en 1871 por la fiebre amarilla. La crisis mundial de 1873 y las luchas internas en Argentina produjeron una disminución del saldo migratorio.
El segundo período comienza alrededor de 1875, pero recién en 1878 aumentó el número de inmigrantes, cuando se supera la crisis.
La tercera etapa se ubica entre 1881-1889, en la cual el ingreso de extranjeros es continuo y constituye un verdadero aluvión inmigratorio, con un saldo positivo de 824.595.
La cuarta etapa está comprendida entre 1890 y 1903. La crisis de 1890 produjo una declinación y es la primera vez que los emigrantes superan a los que ingresan. Hacia el final de la etapa se va recuperando lentamente el ingreso.
El quinto período se extiende entre 1904-1913, en el cual se recibió el máximo ingreso de extranjeros, con un saldo positivo de 1.538.240 inmigrantes.
El sexto período comienza en 1914, coincidente con el inicio de la Primera Guerra Mundial y se extiende hasta 1920. El exceso de mano de obra provocó desocupación, por lo cual aumentaron los retornos. A ello se suma una disminución en el ingreso de europeos por efectos de la guerra, resultando un saldo negativo.
En el período 1920-1930 se recompone la situación aunque en forma muy lenta por la crisis de posguerra, el aumento del precio de los pasajes y el surgimiento de otros países atractivos. En 1923 hubo una mejoría, declinando en 1924 por problemas económicos del país. En 1927 se produjo un repunte debido a la superación de estas condiciones.
A partir de 1932 hubo una declinación, por efectos de la poscrisis mundial (desatada en 1929), concluyendo la migración masiva en la Argentina.
Entre 1931 y 1947 se desarrolló un período de inmigración, registrándose en algunos años saldos negativos de europeos, pero aumentando el ingreso de migrantes provenientes de países limítrofes.
Entre 1947 y 1957 se reinicia la afluencia de migrantes de ultramar, especialmente constituida por italianos (post Segunda Guerra Mundial), con un máximo entre 1948-1949 y también por españoles (post Guerra Civil Española), declinando definitivamente hacia el final de la década de 1950 debido al cambio de condiciones en el origen y en el destino de los flujos, que cortan definitivamente las redes de relaciones sociales que potencializaban los desplazamientos. Al mismo tiempo se produjo un aumento en el ingreso de migrantes de los países limítrofes y Perú, fenómeno que continúa hasta la actualidad y que se suele denominar como "recambio demográfico o poblacional", es decir, se van los hijos y nietos de los inmigrantes europeos con una formación técnica o profesional e ingresa mano de obra latinoamericana con escasa educación: ... "En promedio, los que se van tienen mayor calificación que los que vienen, eso está claro" (6).
Los hechos enunciados en las distintas etapas fueron determinando cambios importantes en la sociedad argentina, en la distribución de su población, estructura por edad y sexo y proceso de urbanización.
Los inmigrantes estaban espacialmente distribuidos en forma desigual sobre el territorio. Mayoritariamente se asentaron en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos, la Pampa, sur de Córdoba y posteriormente Mendoza.
Alrededor de 1860 se inició el proceso de urbanización que se acentúo con el paso de los años, tal como lo indican los datos de los Censos Nacionales de Población. Este hecho tiene una relación estrecha con la llegada de inmigrantes que se radicaron en las áreas urbanas de Buenos Aires, Rosario, Santa Fe, La Plata, entre otras ciudades, debido a las dificultades que se les presentaron para establecerse en zonas rurales.
La estructura de la población argentina por edad y sexo entre mediados y fines del siglo XIX muestra la influencia de los extranjeros, con un neto predominio de varones. Entre 1869 y 1895 los índices de masculinidad eran de 105,5 y 111,9 respectivamente. El equilibrio se alcanza recién en 1860, iniciándose a partir de entonces el descenso que aún continúa. Predominaba el inmigrante varón y soltero. Recién cuando éste encontraba una ocupación estable y progresaba económicamente formaba su familia, trayendo a sus esposas, o casándose con las novias que habían dejado en sus pueblos o con las hijas de sus paisanos, guardando formas endogámicas acentuadas (casamientos entre miembros de la misma colectividad). Algunos, haciendo uso de prácticas exogámicas, se casaron con mujeres de otras nacionalidades o nativas. En este último caso se presenta una situación que vale aclarar. Las mujeres, que habían nacido en Argentina, eran hijas de padres de alguna colectividad de inmigrante a la cual también pertenecía el contrayente, por lo cual en apariencia eran casamientos exogámicos, pero en la realidad era una "endogamia encubierta". Resultan un buen ejemplo los datos de la Memoria de la Dirección de Inmigración correspondiente a 1909, dirigida por Juan A. Alsina, que registra para ese año el ingreso de:
143.374 varones adultos
49.753 mujeres adultas
21.119 niños
16.838 niñas
En total suman 231.084 inmigrantes, correspondiendo el 62% de varones adultos; casi 22% de mujeres adultas y casi 17% entre niños y niñas. Estas cifras absolutas y los porcentajes sobre el total de ingreso para 1909 muestra que para esa fecha el ingreso de mujeres y niños era ya un hecho interesante, que se fue acrecentando posteriormente. Además muestra a los dos grandes ausentes en los estudios migratorios hasta hace pocos años: las mujeres y los niños.
También se puede apreciar un notable incremento de la población en edad activa, predominando el sexo masculino entre 20 y 40 años. Al respecto Panettieri (7) expresa: "El censo de 1914 señala un considerable aumento de extranjeros en la población del país en el grupo de los varones de más de 20 años de edad: los extranjeros (1.550.000) superaban a los argentinos (950.000). Esta diferencia se acentuaba en la ciudad de Buenos Aires donde por cada argentino nativo mayor de 20 años, había aproximadamente tres extranjeros que también superaban dicha edad".
Gino Germani (8) consideró que la población masculina adulta del Litoral fue mayoritariamente extranjera durante 50 años (1880-1930), calculando que en Buenos Aires había cuatro varones extranjeros por cada argentino.
Los inmigrantes modificaron los porcentajes de ocupados en las distintas ramas de la actividad, disminuyendo entre 1895 y 1914 la cantidad de ocupados en el sector primario y aumentando en el sector secundario y terciario. Es decisiva su participación en la industria y en el comercio, como así también en transporte y servicio doméstico.
Ello demuestra las dificultades que encontraron para incorporarse a la actividad agropecuaria debido a que la estructura de la propiedad de la tierra ya estaba determinada antes del período de inmigración masiva. El Estado Nacional había utilizado inadecuadamente la tierra pública y por lo tanto quedó fuera del mercado de tierras, fundamentalmente en la Región Pampeana, la más apropiada del territorio para esta actividad, y justamente en el momento en que el país respondía al modelo agroexportador. De allí que la mayor parte de los inmigrantes se asentaron en las áreas urbanas ocupándose fundamentalmente en la rama terciaria, ya que el país tampoco ofrecía una evolución adecuada en la industria. De todos modos hubo asentamiento de inmigrantes en las zonas rurales, hecho que luego se analizará aplicándolo al caso de la migración balear (9), pero el asentamiento en áreas urbanas fue el predominante.
Para los inmigrantes cualquier trabajo era bueno. El objetivo era progresar económicamente y socialmente. Así se desempeñaron como vendedores ambulantes, dependientes de comercio, artesanos, camareros, lavacopas. En base a la capacidad de ahorro y con mucho sacrificio, que les permitió una acumulación de capital, muchos de ellos pasaron a ser propietarios de sus viviendas, de comercios y de talleres que en algunos casos llegaron a constituir prósperas industrias, como el caso de los zapateros de origen balear con sus talleres de calzado instalados en el barrio de Boedo en Buenos Aires.
En el ámbito rural fueron sucesivamente jornaleros, arrendatarios y propietarios, ciclo que cumplían- según la colectividad – en un promedio de diez años. Muchos inmigrantes jamás pudieron acceder a la propiedad de la tierra y abandonaron las áreas rurales engrosando la población de las áreas urbanas. Otros continuaron en la pobreza sin poder regresar a sus espacios de origen, en tanto que muchos retornaron a sus países, definitivamente o temporalmente.
Los hijos de quienes progresaron económicamente se educaron, llegando muchos de ellos a ser profesionales universitarios que accedieron posteriormente a la dirigencia política de la Argentina.
El predominio de inmigrantes en las ciudades- especialmente Buenos Aires, Santa Fe, Rosario, Córdoba, La Plata y otras ciudades del interior- influyó para determinar una urbanización creciente, llegando el país a contar para 1910 con 50% de población urbana
Como datos ilustrativos de este fenómeno de asentamiento en ciudades podemos mencionar a la ciudad de Buenos Aires que entre el Censo de 1895 y el de 1914 los extranjeros representaban el 50% de su población. En tanto La Plata, ciudad fundada en 1882 para cumplir la función de capital de la provincia de Buenos Aires registró en el Censo de Población del Partido de La Plata de 1884 un 78,1% de extranjeros y en la planta urbana 71,6%. Debieron pasar once años hasta que los argentinos (55%) superaran a los extranjeros, de acuerdo a los datos del Censo Nacional de 1895 y ello se logra debido al nacimiento de los hijos de los inmigrantes que son incorporados como población argentina. En otras ciudades, con porcentajes que varían entre 50 y 30%, también se repite el fenómeno del predominio de población extranjera sobre la argentina (10).
Este hecho generó enormes dificultades para la disposición de viviendas. El valor de las propiedades aumentó y también creció el precio de los alquileres. Ello determinó que en viejas casonas habitaran varias familias, cada una ocupando una habitación y compartiendo, entre todas, un baño y una cocina dando origen al llamado "conventillo". Si bien en algunos de ellos se podían encontrar inmigrantes de distintas nacionalidades y colectividades, lo más común era que estuvieran ocupados por familias de una misma colectividad, y más aún, provenientes de un mismo espacio social. Se ha podido observar esta característica en estudios realizados sobre la colectividad balear en áreas urbanas de Buenos Aires y La Plata, demostrando la fortaleza de las redes sociales que sustentaban los desplazamientos. En el barrio porteño de Boedo (11) se han llegado a contabilizar hasta 15 varones viviendo en una misma casa, lo cual supone un número mucho mayor de personas si se considera que parte de ellos vivían con sus mujeres y niños.
En 1880 había 1770 conventillos en Buenos Aires, con 24.023 habitaciones que alojaban a 51.915 personas. El Censo Municipal de 1883 contabilizó 1868, con 25.465 habitaciones y 64.156 personas.
Buenos Aires, la ciudad capital, era la que ofrecía las mejores oportunidades económicas, especialmente para las actividades de servicio, construcción y producción, por lo cual la mayoría de los inmigrantes se asentaron allí. Para el caso de los inmigrantes baleares, que puede ser representativo del resto de las colectividades, debemos considerar que el 25% del total de baleares registrados en la Guía de residentes baleares en la Argentina de José Garcías Moll de 1929 vivían en la ciudad de Buenos Aires, predominantemente en el barrio de Boedo.
Se hace necesario revisar sintéticamente la política inmigratoria aplicada a partir de 1853, fecha en la que entra en vigencia la Constitución Nacional. Pero ya desde 1850 el gobierno argentino recurrió al sistema de contratación organizado por agencias y estimulado por las compañías navieras de los países donde actuaban. También actuaban los cónsules argentinos que promovían la contratación de pobladores rurales - especialmente de países del Mediterráneo- realizando promesas vanas, que constituían un poderoso incentivo emigratorio para estos trabajadores que vivían pobremente debido a la explotación a la que eran sometidos por los latifundistas, al descenso de la productividad agrícola, a la acción de plagas, a la excesiva subdivisión de la tierra y a la presión demográfica entre otras causas.
Los agentes actuaban "por cuenta de armadores marítimos o actuando ellos mismos como tales; a nombre de gobiernos extranjeros u operando al servicio de contratistas privados se dedicaban a explotar en su provecho los desplazamientos transoceánicos" (12). Al respecto Panettieri (13) expresa: ... "con tales procedimientos no resulta extraño que la campaña emprendida para reclutar emigrantes se convirtiera en un negocio donde el afán de lucro conducía a las formas más degradantes del tráfico"...
Resulta interesante el estudio realizado por Joan Buades (14) en el cual destaca la actividad de los agentes de emigración y de las compañías navieras en el éxodo de la población rural mallorquina, en especial de algunos municipios en el año 1889, aunque estas acciones en realidad habían comenzado mucho antes en otras regiones españolas e italianas. Para esa fecha ya estaban funcionando las redes de relaciones sociales como causa de emigración, pues aunque en forma más lenta, los baleares iban ingresando a la Argentina desde 1860 aproximadamente. Un claro ejemplo lo encontramos, entre muchos otros, con: el farmacéutico Guillem Salom i Sureda que llegó a San Pedro en 1868; el periodista y editor Bartolomé Victory Suárez a Buenos Aires en 1857; el fotógrafo Lorenzo Juan Bennazar a Buenos Aires alrededor de 1860 y que se estableció definitivamente en San Pedro en 1872, cuando en esta localidad ya había una nutrida colonia mallorquina procedente de Felanitx.
La política inmigratoria argentina, como se verá, posibilitó los desplazamientos. Los agentes evidentemente alentaban, pero ya existían redes de información que animaban, pese a las advertencias negativas de la prensa local mallorquina, a aprovechar las facilidades que se ofrecían para los desplazamientos que, aunque se sabía que eran penosos, prometían un futuro mejor que lamentablemente no siempre fue posible.
La propaganda de los agentes y los pasajes subsidiados fueron estrategias utilizadas por los emigrantes para concretar el desplazamiento hacia zonas de Argentina y de Chile que ellos conocían por las noticias recibidas de quienes habían migrado con anterioridad.
La política de pasajes subsidiados fue aplicada por el gobierno argentino en la década 1880-90. La crisis económica de 1890 determinó la finalización de este sistema y comenzó la etapa de una inmigración espontánea marcada totalmente por el funcionamiento de las redes de relaciones sociales (15).
La Ley de Inmigración y Colonización del 19 de octubre de 1876 (Ley Avellaneda) intentó sistematizar la política inmigratoria. Constaba de dos partes: la primera relativa a la inmigración, con diez capítulos y la segunda a la colonización con siete. Entre otros aspectos se destaca la determinación de la estructura, funciones y atribuciones del Departamento General de Inmigración que controlaría toda la actividad relacionada con la inmigración y de él dependerían todas las comisiones instaladas en las ciudades capitales de provincia y puertos de desembarque.
El artículo 12 del capítulo V calificaba al inmigrante según su profesión y establecía las ventajas de las que gozaría al ingresar al país, entre las cuales merecen destacarse el derecho a ser alojado y mantenido por el Estado durante los cinco días subsiguientes a su desembarco; además se hacía cargo del traslado a cualquier lugar del país que eligiese como residencia y la Oficina de Trabajo le ofrecía colocación según la actividad a la cual quisiera dedicarse, aunque muchos ya venían con un trabajo conseguido a través de sus redes de relaciones sociales.
En el período caracterizado por la inmigración masiva (1870-1930) se legisla en forma conjunta sobre inmigración y colonización, completando la protección que la Constitución Nacional ya había consagrado a los habitantes extranjeros que quisieran habitar el suelo argentino, tal como se expresa en el Preámbulo de la misma, ratificándose en los artículos que a continuación se reproducen:
Art. 20- "Los extranjeros gozan en el territorio de la Nación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden ejercer su industria, comercio y profesión; poseer bienes raíces, comprarlos o enajenarlos; navegar los ríos y costas; ejercer libremente su culto; testar y casarse conforme a las leyes. No están obligados a admitir la ciudadanía, ni pagar contribuciones forzosas extraordinarias. Obtienen nacionalización residiendo dos años continuos en la Nación; pero la autoridad puede acortar este término a favor del que lo solicite, alegando y probando servicios a la República".
Art. 25- "El Gobierno federal fomentará la inmigración europea, y no podrá restringir, limitar ni gravar con impuesto alguno la entrada en territorio argentino de los extranjeros que traigan por objeto labrar la tierra, mejorar las industrias, e introducir y enseñar las ciencias y las artes".
Art. 67, inc.16- "Proveer lo conducente a la prosperidad del país, al adelanto y bienestar de todas las provincias, y al progreso de la ilustración dictando planes de instrucción general y universitaria, y promoviendo la industria, la inmigración, la construcción de ferrocarriles"...
Se dictaron las leyes 25, 761, 817, 2.472 que promovieron el ingreso de trabajadores europeos para transformar la Región Pampeana en agrícola, aunque no se logra que el inmigrante pueda acceder a la propiedad de la tierra por las causas enumeradas en párrafos precedentes, prevaleciendo los arrendatarios, medieros y peones. Ya se expresó que estos trabajadores fueron abandonando las zonas rurales y convergiendo en las grandes ciudades del litoral, donde se produjo un gran cambio en el mercado de trabajo, en la fisonomía urbana, en la educación, participación política, actividad sindical, entre otras, pues incorporaron a los nuevos ámbitos costumbres, creencias, ideologías que habían formado su personalidad durante su vida en sus espacios de origen.
Durante el período 1870-1929 (16)..."coexisten dos imágenes del extranjero: el civilizador y el subversivo" reflejadas en la política migratoria y en las normas que se implementaban, como la Ley 4.144 del 22 de noviembre de 1902 llamada Ley de Residencia, que descubre la imagen del inmigrante sospechoso e indeseable, autorizando al Gobierno a expulsar del país a cualquier extranjero que "comprometa la seguridad nacional o perturbe el orden público" e impedir el ingreso de quienes no tuvieran antecedentes satisfactorios. En 1923 se incorpora un reglamento que introducía severas medidas de control (17) que fueron un antecedente de políticas más limitativas implementadas en años subsiguientes.
En el período 1930-1946 la política migratoria se vuelve más restrictiva en el plano normativo.
A partir de 1946 se implementa una política de selección y encauzamiento de la inmigración. Pero se flexibilizan algunas cláusulas, especialmente en la reforma de la Constitución Nacional de 1949, en la cual se hace referencia a "fomentar la inmigración europea" (art. 17), además de garantizarles derechos civiles y políticos.
En el período que está comprendido entre 1955 y 1960, fechas en las cuales se frena completamente el ingreso de europeos debido al cambio de situación en origen y destino de los flujos, hay situaciones dispares según los gobiernos fueran militares o democráticos. Son importantes los decretos dictados por el Presidente Arturo Frondizi en 1958 que establecía una amnistía que permitía la legalización de extranjeros y sanciona una ley que deroga la Ley de Residencia 4.144, posibilitando el regreso al país de los extranjeros que habían sido expulsados por motivos gremiales o políticos.
Los gobiernos militares implementaron un estricto control en la entrada de extranjeros, que mayoritariamente provenían de países vecinos y de Perú, dictándose normas que se corresponden a una política inmigratoria restrictiva. De todas maneras, aún en la última reforma de la Constitución Nacional en 1994 se mantiene el párrafo del Preámbulo que ofrece el suelo argentino a todos los hombres del mundo que quieran habitarlo, y se sigue manteniendo el artículo 20 y sorpresivamente el 25, que se refiere al fomento de la "inmigración europea".
En este punto de la situación cabe reflexionar que es una verdadera paradoja que se siga considerando legalmente el ingreso de europeos, cuando la realidad muestra la inversión de esos flujos desde varias décadas atrás.
1.b Argentina emigratoria. La inversión del proceso migratorio en Argentina
Desde 1930 se inicia en la Argentina una etapa de transformaciones económicas, demográficas, sociales y políticas, con alternancia, de gobiernos militares y civiles, donde se advierte un cambio en la composición y el volumen migratorio. Se tratará, en este apartado, de vincular esos cambios a nivel de la estructura política y social con el movimiento migratorio. Este autor califica al período entre 1955 y 1973 como un cuadro muy complejo que produjo una sacudida tremenda que conmovió a todos. Hay que destacar que no fue solamente una "sacudida" política, sino también, profundamente social y cultural.
En este contexto se debe recordar además que los movimientos migratorios, tanto los europeos como los de los países vecinos y las migraciones internas, habían ido cambiando las características del país, afectando especialmente sus niveles de urbanización y la conformación de sus clases sociales, con la consolidación de una clase media, creciente en número y de gran heterogeneidad, puesta de manifiesto por Gino Germani en sus estudios sobre estructura social de la Argentina y movilidad social, con efectos muy importantes en la vida del país, ya mencionados.
Se suceden, en este complejo marco, como ya se expresó, la alternancia de gobiernos militares y civiles que convierten a la Argentina en un "país inestable" (18), inestabilidad que culmina con el golpe militar del 24 de marzo de 1976 que dio origen a una dictadura violenta. Se instaura, entonces, la Junta Militar que gobernó hasta fines de 1983. Son los años del "autodenominado proceso... que provoca con su intervención un verdadero salto cualitativo en la crisis del Estado" (19). Pero sobre todo se inicia un proceso de profunda transformación social y política que tiene consecuencias hasta la actualidad. Según Sidicaro: ..."la dictadura se propuso desarticular el intervencionismo económico y restablecer la libertad de mercado"...que "iba más allá de la economía y buscaba la reestructuración general de la sociedad, de la política y de la cultura." (20)
Se pone de manifiesto la desorganización estatal de los años de la dictadura, que multiplicó las actividades especulativas y la consolidación de lo que Weber denomina el "capitalismo aventurero" (21) . Sidicaro distingue entre: 1) actores socioeconómicos, más beneficiados y visibles, a los que llama "grupos económicos concentrados" formados por el capital financiero nacional e internacional, con excelentes oportunidades para obtener ganancias. 2) un amplio número de minoristas involucrados en negocios financieros. Se introduce también un nuevo e importante actor socioeconómico: los acreedores internacionales. Se debe recordar como hecho fundamental que la deuda externa fue multiplicada entre cinco y siete veces (según distintos especialistas en el tema), incorporando poderosos interlocutores como son el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial "que comenzaron a participar en la política doméstica". Los préstamos se convierten así en relaciones de poder, muy bien definidas por Max Weber (22). Este aumento de la deuda externa significó para la Argentina su ingreso al proceso de globalización financiera, permaneciendo en situación de aislamiento en otros planos.
En 1982 aflora a la superficie la poderosa crisis de endeudamiento, como consecuencia de la derrota en la Guerra de Malvinas, el aislamiento internacional, la falta de crédito, la indiferencia de los organismos que rigen los destinos del mundo, el sistema bancario interno en quiebra y las empresas más significativas del país en situación de convocatoria de acreedores. La apertura al ingreso de importaciones sin límites dejó a la industria nacional, que no podía competir, en estado calamitoso. La deuda externa, que había pasado desde 1974 a 1982 de 6.000 a 35.000 millones de dólares, eran fondos que habían salido del país sin generar una capacidad productiva interna.
América del Sur inicia en la década de 1980 su ingreso al sistema democrático. Pero en general estas democracias de "primera generación" (23) heredaron enormes pesos, traducidos en gravísimos problemas de índole económica, social y cultural. En Argentina, la situación de depresión económica, descripta, posterior a la Guerra de Malvinas, empuja a llamar a elecciones a fin de encaminar al país hacia un gobierno constitucional. Así llega para la Argentina 1984, con la presidencia de Raúl Alfonsín, frente a un pueblo que lo recibe con esperanzada alegría y él es un presidente convencido de que puede sacar el país adelante, creyendo tener el remedio para todos los males a partir de la recuperada democracia. Pasada la luna de miel, el gobierno de Alfonsín debe afrontar insurrecciones de algunos sectores del Ejército y catorce huelgas encabezadas por dirigentes peronistas, entre otros males. Al respecto expresa Cheresky (24): ..."Los años 80 constituyeron un período de transición puesto que en ese lapso, y en particular bajo el gobierno de Alfonsín, persistió un cuestionamiento del orden democrático proveniente de dos fuentes principales: por una parte de la corporación militar, que resistió subordinarse definitivamente a la ley común y por parte del sindicalismo, que asumió un rol de oposición política que cuestionaba la legitimidad de orden institucional"... En febrero de 1989 se produjo un golpe de mercado cuando los principales grupos económicos le quitan el apoyo al Presidente, retirando sus depósitos de los bancos, retienen divisas producidas por las exportaciones y demoran el pago de sus impuestos. Los salarios no alcanzaban a cubrir las necesidades ni de quince días del mes debido a la hiperinflación. Se producen saqueos en diversas ciudades del país, se organizaron grupos vinculados a diversos sectores, que los incentivaban, y el gobierno radical, ante esta situación, se ve completamente desbordado. En este clima completamente enrarecido se realizan las elecciones nacionales del 14 de mayo y gana Carlos Saúl Menem, del partido Justicialista, con la promesa de una "revolución productiva" y "salariazo". La alternancia de un gobierno democrático a otro, pese a las dificultades enunciadas, fue un factor decisivo y positivo en la institucionalización política. Hay una reelección de Menen y posteriormente gana el gobierno la Alianza entre el Radicalismo y Frente Amplio. Esta sucesión de gobiernos democráticos no lograron estabilizar las problemáticas económicas sociales y desembocan finalmente en la crisis del año 2001.
"El colapso argentino en 2001 es uno de los más recientes fracasos de los últimos años. Dada la alta tasa de desempleo durante casi siete años, lo asombroso no es que los ciudadanos se amotinaran sino que sufrieran en silencio durante tanto tiempo" (25)... La crisis se precipita por la falta de acceso a nuevos préstamos. Ha llegado evidentemente el fin del "modelo" y tal cómo lo expresa Sidicaro (26)"es un hito ante el cual cabe preguntarse sobre el desenvolvimiento de las relaciones de dominación que lo originaron y lo agotaron". En tanto, haciendo referencia al escenario ciudadano, Cheresky (27) expresa que: "La ciudadanía permanece en estado hipotético, es decir, como una posibilidad si se la entiende como una fuente activa de promoción de identidades políticas, puesto que esta posibilidad puede quedar reducida a un ejercicio potencial o efectivo de derechos políticos mínimos".
Esta crisis de la Argentina es sumamente compleja, ya que no pasa solamente por el aspecto económico, aunque éste sea a primera vista el que más sobresale, sino que fundamentalmente es una crisis política, social y cultural, de tal magnitud como jamás ha vivido el país en toda su historia (28).
Como síntesis de lo expresado debe destacarse que la recuperación de la democracia en Argentina a fines de 1983 debió enfrentarse a dos problemas fundamentales. Por un lado, lograr la normalización institucional, tarea para nada sencilla después de casi una década de dictadura militar.
Por otra parte, el contexto internacional estaba consolidando el proceso globalizador, del cual Argentina había permanecido al margen (excepto su acceso a la globalización financiera), debido a la situación de aislamiento en todos los planos, sometida por los militares. De acuerdo a estas circunstancias, Argentina debió pasar, en una década, del autoritarismo a la democracia y de una economía dirigida a una economía regida por las leyes del mercado y, como si ello fuera poco, insertarse en el complejo contexto mundial.
Todos los aspectos enunciados generaron en el plano social resultados muy costosos, que Rofman y Romero (29) resumen en tres procesos: 1) el explosivo crecimiento del desempleo y el subempleo estructural; 2) las tendencias cada vez más desalentadoras en las condiciones de vida de la población; 3) una distribución del ingreso con un perfil de creciente regresividad. Se destaca, además el aumento del número de habitantes bajo la línea de pobreza, llegando al año 2002 a cifras realmente escandalosas, y el incremento de pérdida de empleos estables de los trabajadores, ya sea de empresas privadas, privatizadas o de entes estatales que respondieron a la política de "achicamiento" del Estado. Se produce una "polarización social" entre los más ricos y los más pobres (se observa la vigencia de dos países: uno rico y minoritario y otro pobre, altamente subdesarrollado y mayoritario). Hay una disminución de la hasta entonces importante clase media argentina, muchos de los cuales comienzan a integrar el sector de los llamados "nuevos pobres". Desaparecen numerosas empresas, especialmente PYMES, comercios (hasta aquellos tradicionales, de muchas décadas de existencia, de tradición familiar). También se producen impactos sobre el territorio, modificando características regionales tradicionales, aunque no en forma fundamental, pero, tal como lo destaca Rofman (30) (Op. Cit. Pág. 324), refiriéndose a la región Centro-Litoral, "redujo el peso de la región más desarrollada del país".
En cuanto a las migraciones, éstas cobran nuevas características. Se producen desde zonas deprimidas a capitales de provincia. En las ciudades se marcan los contrastes entre áreas degradadas: villas, y al mismo tiempo áreas con signos de riqueza, con símbolos como los "shopping " en el comercio y los "country" como áreas residenciales de lujo. La nueva configuración social en el proceso de las migraciones muestra en principio, como muy evidente, una significativa "exclusión social" que es una de las causas generadoras de las migraciones, especialmente de la empobrecida clase media, que opta por buscar nuevos horizontes en aquellos países de origen de sus padres y abuelos: Italia y España; en Estados Unidos y hasta en Australia.
Resulta interesante destacar que quienes migran no son justamente aquellos más pobres, puesto que ellos están totalmente inhibidos de hacerlo por falta absoluta de medios. Migran aquellos que, a pesar de sentirse excluidos, aún pueden pensar en buscar nuevos horizontes en otras partes del mundo, cosa que puede concretarse o no, según las circunstancias.
En este contexto institucional y socioeconómico de la Argentina se produce a partir de 1960 la inversión del desplazamiento migratorio entre ella y los países europeos. La etapa se caracteriza por el ingreso de población proveniente de los países vecinos y Perú, como ya se ha expresado.
Hay una primera etapa de inversión de los movimientos migratorios, que no resulta importante en cuanto a volumen, pero sí en cuanto a cualificación de los emigrados. Todo comienza con el golpe militar del 28 de junio de 1966, cuando las Fuerzas Armadas destituyen al Presidente Arturo Illia y asume como presidente de la Nación el Teniente General Juan Carlos Onganía. El 29 de julio de 1966 el Poder Ejecutivo Nacional promulga la Ley 16.912 que pone bajo su cargo a las Universidades Nacionales y sus respectivas Facultades. La policía ingresó a las Casas de Altos Estudios y actuó con inusitada violencia contra estudiantes, profesores, consejeros académicos y autoridades universitarias que resistían dentro de los claustros, en la llamada "noche de los bastones largos". Centenares de estudiantes fueron encarcelados y, es entonces, cuando se produce un masivo éxodo de profesores y valiosos científicos hacia el exterior. Comienza así la etapa denominada "fuga de cerebros". En esta época también se inicia un acentuado éxodo de técnicos, especialmente hacia Estados Unidos.
Bertoncello y Latteshan (31) analizado diversas fuentes para calcular la migración internacional de argentinos, poniendo en evidencia la deficiencia de las mismas, especialmente las relativas a los registros censales de 1960, 1970, 1980 y concluyendo que, los Registros de entradas y salidas que lleva la Dirección de Migraciones, a pesar de ser imperfectos e incompletos, las cifras resultantes y las estimaciones son las más factibles. Toman en cuenta datos desde 1955 hasta 1984, teniendo como fuentes movimientos de ingreso y egreso de personas, registrados por la Dirección Nacional de Migraciones de Buenos Aires, ya mencionada. Entre 1977 y 1981 no hay datos oficiales, pero sí estimados. El saldo de egresos entre 1955 y 1984 es de 433.099, al cual si se le suma el saldo estimado de máxima entre 1977 y 1981, da como resultado 687.494. Si se le suma el saldo estimado de mínima se contabilizan 552.009 personas. (Op.Cit., Pág. 70). Con respecto a los destinos se destaca la gran cantidad de argentinos censados entre 1970 y 1980 en EEUU, Paraguay, Brasil, Israel y Chile. (Op. Cit. Pág.98). Lattes concluye, según los censos del exterior, que hacia 1980, aproximadamente el 22% se había radicado en los EEUU; 41% en los países vecinos: Bolivia, Paraguay, Uruguay, Brasil y Chile y el resto sobresalía en Inglaterra, Israel, Venezuela y España (Op. Cit. Pág.141).
Resulta interesante destacar que hay una cantidad apreciable de argentinos que van hacia EEUU y hacia países desarrollados europeos a realizar posgrados y luego no regresan, porque son recursos altamente calificados que estos países incorporan en su mercado de trabajo en sectores gerenciales altos o en instituciones académicas y de investigación científica.
La migración de técnicos y profesionales se había iniciado en 1955 y se fue acentuando con el paso de los años y la alternancia en Argentina de gobiernos civiles y militares. Para 1965 (antes del golpe militar que desencadenó la "noche de los bastones largos") ya la prensa argentina calculaba en cifras superiores a 20.000 los técnicos y científicos radicados en el exterior. La diferencia en los salarios y en los medios para la investigación científica incentiva a la pérdida de esta población.
En la etapa de la última dictadura militar (1976-83) se produce una emigración masiva denominada "éxodo político", que se va a radicar en diversos países, entre los cuales están los europeos y que se calcula del orden de los 30.000 ó 40.000. Es una migración de alta calificación, especialmente de profesionales o estudiantes universitarios que culminaron sus estudios en los destinos, incorporándose a su mercado laboral.
Sara Pallma (32) calcula que para 1970 costaba entre 20.000 y 25.000 dólares preparar a cada profesional que nos abandona, asegurando que en realidad lo importante sería medir lo que perdemos por los beneficios que estos profesionales darían si estuvieran trabajando en el país. Para esa fecha, ya la autora, con excelente visión de futuro expresaba: ..."si se agrava la situación laboral en Argentina con pérdida de las posiciones adquiridas y por otro lado, se diera una mejora en la demanda en el mercado internacional, la emigración adquiriría un volumen mayor, como lo revelan las actuales intenciones de encuestados". (Op.Cit. Pág.60). En este punto cabe reflexionar que así como para el Estado argentino la formación de un profesional es muy costosa, también este mismo Estado debiera pensar en su responsabilidad como para crear las condiciones adecuadas para saber retenerlos.
En este proceso hubo retornos hacia Argentina, como en toda migración, especialmente con la recuperación de la democracia a partir de 1984 y se intensificaron en la etapa de estabilidad económica a partir de mediados de 1992. En muchos casos estos retornos fueron temporarios, al ver que la situación en el país no era óptima y no había una sensación de mejor futuro. Se producen entonces reemigraciones.
Con respecto a España se destacan los lazos culturales, siendo este antecedente un elemento muy interesante para tener en cuenta como inicio de las redes de relaciones sociales que potencializan este destino posteriormente. Hay relatos orales que confirman este hecho y en muchos casos el escenario receptor son las Islas Baleares.
Se puede identificar el comienzo del llamado "éxodo económico" en la etapa hiperinflacionaria comprendida entre 1989-1992, aunque este proceso no es generado exclusivamente por causas económicas. Entre 1992 y 1996 se producen retornos debido a la estabilidad de la moneda, pero en muchos casos esos retornos son temporarios y se produce nuevamente la reemigración, como se ha expresado.
La movilidad territorial se va incrementando a partir de 1998, convirtiéndose en un verdadero éxodo que se agudiza en el período 2000-2002. Resulta interesante destacar que los recién llegados, empujados por la crisis, no son bien acogidos por los migrados en etapas anteriores y al mismo tiempo los recién llegados también quieren diferenciarse de los que habían llegado precedentemente, dada la imagen negativa que muchos de ellos han dejado en los nuevos destinos. De todas maneras funcionaban las redes de relaciones sociales activadas por razones de parentesco y amistad, incrementando la movilidad, también como causa de emigración. No son solamente factores económicos los que mueven a emigrar, se le suman aquellos relacionados con la búsqueda de tranquilidad, mayor seguridad en todos los ámbitos y muy especialmente una percepción generalizada de falta de futuro para los jóvenes, a la que se le suman luego familias jóvenes con niños y padres de los jóvenes que se habían marchado en la primera etapa del proceso migratorio.
El imaginario del argentino en la mayoría de los casos idealiza esta situación, pensando que la "salida por Ezeiza" será la solución a todos sus males. Pero en realidad no tiene en cuenta una serie de factores, como son las leyes de los países receptores, la integración al mercado de trabajo en ellos, la problemática de la vivienda y otras situaciones derivadas que complican la vida del migrante, que no es tan fácil como se la piensa desde los espacios sociales de origen. Ese "imaginario" de la población desde el espacio de la crisis es realizar una "elección", que en realidad comienza siendo una "opción" de irse del país para lograr vivir plenamente, para poder sobrevivir si la situación es angustiosa cuando se trata de un desocupado, para buscar tranquilidad y seguridad ante el aumento de la violencia, para encontrar un lugar en donde se pueda pensar en el futuro, para huir de la tristeza que implica convivir con un porcentaje abrumador de pobres, para superar la depresión que implica la pérdida de proyectos a corto y más aún a largo plazo. Ello cobra fuerza con las noticias que reciben a partir de familiares y amigos que ya han migrado, que a veces no concuerdan con la realidad, pues en general se difunden las ventajas y los logros y se ocultan las dificultades.
A fin de comprender el proceso migratorio de argentinos que nos ocupa, debemos abordar dos temas ineludibles. Por un lado la situación de Argentina en década de los años 90, que desencadena en forma exponencial el proceso migratorio. Por otra parte la relación migratoria entre las Islas Baleares y la Argentina, que representa una tradición de tres siglos, es un hecho que potencializa las redes de relaciones sociales que son en sí mismas causas de migración, como ya se ha expresado. Ambas temáticas son desarrolladas en los dos capítulos siguientes y resultan ser el marco socio-histórico explicativo, pilares del desarrollo del tema propuesto.