Del producto al residuo

La generación de residuos es uno de los temas más preocupantes entorno al medioambiente, que afecta a los sectores industriales, gubernamentales y a los individuos particulares. Siguiendo la línea de análisis, tomaremos a los consumidores (individuales) como uno de los actores principales en la participación de la cadena que va de la producción al consumo, siendo éste un punto de análisis central.

Tomás Buch (1999) afirma que los residuos domiciliarios se producen en cada vez mayor abundancia y es significativo que su producción sea mucho mayor cuanto mayor es el nivel de ingreso de las comunidades. En la zona del Gran Buenos Aires los habitantes de San Isidro producen más de 1,6 Kg. de basura por día y por persona, mientras que el dato correspondiente a Florencio Varela es de la quinta parte de esa cantidad.

El hecho de que en San Isidro el volumen de desechos sea superior al de Florencio Varela tiene que ver con los estilos de vida que están directamente ligados a los estratos sociales según el trabajo, el nivel de ingresos, la cultura, etc. de los individuos que allí habitan.

De los desechos más inmediatos quizá sea el packaging el de mayor preocupación. Los envases, envoltorios, botellas de plástico (PVC, PET, PP), de cartón y metal (aluminio), etc. que contienen a los alimentos son la tipología de producto de mas rápido uso y descarte.

Los packs en todos sus formatos son los que compiten en góndola para captar la atención y ganar la compra del público a través de sus miles de formas, colores y tamaños. Son los que más rápido se descartan, perdiendo el valor una vez consumido su contenido. El tiempo de vida útil es muy efímero mientras que el tiempo de su posterior degradación es largo y contaminante, pese a que ya se experimentan las primeras manifestaciones de procesos y tecnologías encargadas de su reciclado.

12.1. Reducción de los impactos ambientales durante el uso de los productos.

Retomando a Tronci (et al., 2009) consideramos que al utilizar un producto es necesario promover la reducción de su consumo de energía y los impactos ambientales generados por las emisiones de éstas. También promover manutención y capacidad de reparación del producto.

El uso eficiente de materiales y energía no solo significa beneficios económicos, sino también una mayor seguridad del suministro, teniendo en cuenta una menor necesidad de importaciones. 

Es fundamental que los consumidores, sobre todo, sean conscientes de ese camino para que hagan un uso eficiente del los productos mediante la reducción de consumo de energía y recursos. Se debe fomentar la reutilización de aparatos enteros y/o sus componentes y el reciclaje de los materiales y así mismo minimizar la cantidad de residuos.

Es necesario reducir la tipología de materiales y la cantidad de piezas para facilitar el desmontaje y la separación en la distribución. Con el fin de optimizar la eliminación del producto, el desmontaje simplifica, reduce los costos y las dificultades asociadas con el reciclaje. El mantenimiento es más rápido y más seguro, con la posibilidad de sustituir los componentes dañados más fácilmente.

12.2. Durabilidad de los productos: la velocidad con que los desechamos.

Seguiremos a Manzini que en su libro “Artefactos” afirma: “Aunque hoy sepamos que el Universo y con él, la Tierra, tienen una historia, el hombre inmerso en un ambiente natural no tiene posibilidad de darse cuenta de ello; la naturaleza se manifiesta a su alrededor como una gran máquina cíclica en la que todo nace, crece y muere, para renacer después igual que antes. (…) Sin embargo, el ambiente artificial no puede sino degradarse; no puede sino moverse a lo largo de la curva de la entropía creciente mostrando así una dirección concreta de la sucesión del tiempo. (…) El tiempo subjetivo y el tiempo social están influidos, pues, por la combinación de experiencias diferentes en relación a esta doble temporalidad: la temporalidad cíclica de la naturaleza y aquella orientada hacia la degradación de lo artificial.

A su vez, lo artificial presenta curvas de degradación y temporalidades que, según los materiales y las prácticas constructivas empleadas, pueden ser muy diferentes entre sí. Esto también incide profundamente en el sentido del tiempo que la sociedad y los individuos pueden desarrollar” (Manzini, 1990, p.179).

Continuando, el autor afirma que “actualmente vivimos en un ambiente tan intensa y extensamente artificial que el tiempo cíclico de la naturaleza parece casi desaparecer de la esfera de nuestra posible experiencia directa. Todo esto no puede sino dejar un signo profundo en nuestra cultura del tiempo” (Ibíd., p.180).

La duración de los objetos se configura según los diferentes aspectos que los constituyen: materiales, tecnologías, funciones, ergonomía, estética y tendencias de las modas. Según el autor antes planteado, la duración de los objetos y las formas de degradación de los materiales de los que éstos estaban hechos, han constituido una escala de referencias en la definición del transcurrir del tiempo social y en la construcción de la memoria de grupo y de los individuos.

Con el transcurrir del tiempo, la idea y los valores que se han ido forjado sobre los productos en las diferentes sociedades y culturas se ha vaciando de contenido y esto se demuestra, en parte, por la efímera durabilidad de los objetos que va en caída libre hacia una reducción continua de los tiempos de vida, sobre todo en los países occidentales donde los ciclos de producción son cada vez más veloces.

Una silla de madera tallada y lustrada implicaba en el siglo XIX una importante inversión de tiempo y energía por un maestro especializado en la labor de la madera. Era, en consecuencia, un producto de lujo, costoso, un objeto preciado que se cuidaba para conservarlo el mayor tiempo posible y heredarlo a los sucesores familiares.

Con los avances tecnológicos y el advenimiento de la fase industrial estos productos fueron democratizados y la silla de gran elaboración artesanal dejó de ser un bien de “lujo” para ser sustituida por otra de menor calidad, menor precio y mayor velocidad de fabricación.     

Manzini afirma que: “la mecanización y la automatización de la producción, y tras ellos el surgimiento de las economías de escala, han llevado a modificar los pesos relativos al capítulo “trabajo” y al capítulo “materiales” con una tendencia de ahorrar en este último. De allí los intentos de economizar el proceso, incluso a pesar de la sucesiva duración de los productos. De allí la tendencia a ofrecer bienes que se impongan mas por su economía en el momento de la adquisición, que por su capacidad de durar en el tiempo. De allí, finalmente, la tendencia a acelerar los ciclos de vida de los productos para sustentar una demanda suficientemente alta y continua” (Manzini, 1990).

Este planteo funciona como una rueda donde se generan grandes cantidades de productos de muy bajo costo en igual proporción en que se reduce calidades y valores mientras se multiplican velocidad y volúmenes de basura.

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Gráfico de relación producto-envase durante el ciclo de vida de este último.
Fuente: elaboración propia.

12.3. Desechos: volúmenes y accionares al respecto.

La creciente escasez de terrenos destinados a rellenos sanitarios ha obligado a los países industrializados a repensar el destino de los desechos. Para dar a conocer algunas cifras, citamos a EE.UU., uno de los países con más alto índice de consumo y desecho, que por ejemplo, descarta 8 millones de aparatos de televisión anualmente y media tonelada de basura per cápita anual. El 80% de toda esta basura Norte Americana va a parar a relleno sanitario.

Las cifras preocupan ya que los lugares para depositar tanto residuo empiezan a escasear y la disposición final del producto comienza a encarecerse. En tal sentido las legislaciones u organismos responsables llevan adelante diferentes accionares o políticas a los efectos de que las industrias internalicen los beneficios de reciclar, remanufacturar o reusar sus energías y desperdicios.

El reciclado es quizá la alternativa más conveniente por ser la más económica y competitiva para el fabricante. Algunas cifras a saberse: reciclar aluminio demanda solo un 5% adicional de energía que para producirlo en bauxita, la materia prima original. El acero reciclado a partir de chatarra ahora dos tercios de la energía. Los diario impresos en papel reciclado requieren entre un 25% a 60% menos de energía que si se lo fabricara con pulpa de madera. Finalmente el vidrio puede ahorrar hasta un tercio de energía contenida en el producto hecho con materia prima original.