Presentación

TERRITORIOS DE LA MEMORIA

A modo de presentación

Siempre me han parecido acertadas las metáforas que le otorgan a la memoria un espacio físico y nos sugieren la posibilidad de pensarlo como un territorio plausible de ser recorrido, caminado físicamente. Espacios particulares en los que no rigen las leyes del tiempo ni de la distancia, con paisajes en los que encontramos señales e hitos que, al unísono, nos dicen quiénes somos y quiénes hemos sido. Que nos muestran nuestros orígenes y nos permiten engarzar las cuentas de diferentes colores que definen el tono de esa extensa trama que llamamos nuestra historia personal. Que nos muestran como nuestra historia se entrelaza con otras historias construyendo nuestra identidad.

Esta relación testimonial que sostenemos con nuestros recuerdos tiene su correlato con la historia de la humanidad, donde la búsqueda de recordar y ser recordado –quizás como respuesta al ancestral miedo al olvido- ha sido ejercida a través de todos los tiempos por clanes, tribus y pueblos, corporizándose en la presencia de las grandes construcciones culturales que en forma de monumentos, libros y relatos hoy poseemos. Por ellas sabemos de las búsquedas filosóficas y teológicas del ser humano, de sus epopeyas y genealogías.

En lo que a nuestro tema se refiere –el registro de la historia familiar, sus costumbres y sus problemáticas históricas-, también es de vieja data, y lleva en sí las particularidades de cada momento histórico. Desde la Ilíada a Hamlet, desde la Gesta de Gilgamesh al Mío Cid. Sagas familiares, cantos de juglares, poemas, obras teatrales son parte de ese inmenso repertorio que ha posibilitado, quizás indirectamente, conservar la historia y las luchas de familias nobles y pueblos.

Pero es recién en nuestra época cuando los historiadores reconocen la necesidad de recolectar datos de los seres comunes como un factor ineludible al momento de querer contar y registrar la historia con algún viso de realidad. Y es también en nuestra época, en el campo de las artes, donde los avatares del hombre común comienzan a ser motivo temático y donde una corriente estética, realista, rescata sus actividades como material de examen y preocupación. Esta actitud también ha renovado el interés por la investigación de instituciones básicas como la familia, la comunidad y el rastreo de raíces históricas.

Gran parte del pensamiento crítico actual ha visto en esta actitud de rescate del pasado una respuesta frente a las amenazas que genera nuestra sociedad. La urgencia de cambios exigidos por la globalización ha arrasado con costumbres y tradiciones de los pueblos, destruyendo estructuras básicas de identidad y relaciones de continuidad familiar. Proponiendo además obligados desplazamientos territoriales, nuevas migraciones, y pérdida de roles tradicionales (nuevo rol de la mujer y el hombre, tanto en el trabajo como en la familia, aislamiento de los ancianos y rechazo de su conocimiento, etc.).

Estos fenómenos que mundialmente pueden ser verificados como ciertos, lo son aún más dramáticamente en la historia de nuestro país, donde en los últimos años asistimos al fenómeno de emigraciones de colectividades hacia sus países de origen, o al desmembramiento de núcleos familiares debido a las elecciones de trabajo o desarrollo profesional que hacen los hijos que parten hacia esos mismos u otros países.

A este fenómeno de retorno y abandono, que plantea el fracaso en la voluntad de los primeros fundadores familiares del país, se agrega una larga tradición de guerras internas, exilios y crisis que contribuyeron ampliamente a la sensación de ruptura y amenaza que, por causas nacionales muy específicas, se ha instalado en nuestra sociedad.

Como podemos observar, la problemática de la memoria es abordada desde diversos análisis, muchos de los cuales, señalan además la necesidad de que frente al horror causado por genocidios y destrucciones (tanto las nacionales como el eco de las ocurridas en otros países), la memoria se alce como un baluarte para no permitirnos olvidar. Para que sirva de testimonio y advertencia.

Reconociendo la validez de estas observaciones, debemos señalar la importancia que tiene para nuestra identidad el conservar y reconstruir la anécdota a través de la memoria. Sabemos que en el acto de recordar se pone dolor y regocijo, deseos y también rencores y desconciertos. Hay también rescate y en él hay presencias y olvidos. Sin embrago, este recordar, muchas veces se transforma en voluntad amorosa por la dedicación y el empeño, por el apego y el cuidado. Por eso, quizás en otro de sus pliegues debe ser visto como un acto de amor que nos vincula con aquellos que hemos develado en nuestros relatos, con la heroicidad de cada historia, con los sacrificios y osadías de cada miembro familiar, en ese siempre renovado desafío por el vivir.

Esa voluntad amorosa está en la decisión de aquellos que se acercaron a su memoria para renovarla entregándola a las nuevas generaciones. "Si yo no lo cuento, esta historia se perderá, morirá conmigo" es uno de los motivos que asiduamente manifiestan aquellos que se acercan a esta tarea.

Estas breves observaciones sobre el recuerdo, la permanencia y el olvido en la sociedad en la que vivimos, están profundamente relacionadas con la razón de ser de nuestro taller.

Los relatos que forman este libro se fueron realizando en el transcurso de los años 2002 y 2003 en el marco del Taller de la Memoria Familiar, en diferentes ámbitos y localidades de nuestra provincia de Córdoba. Sus integrantes pertenecen a diversos talleres: Taller Córdoba, Taller de la Casa Balear de Villa María, Taller del PUAM de la Universidad Nacional de Córdoba, aunados en un objetivo común, el de la investigación de la historia familiar.

Esta disparidad de lugares de residencia entre los integrantes del taller es coincidente con la diversidad de orígenes; encontramos entre ellos a miembros de origen italiano, suizo, español y árabe, entre otros, con sus diferentes etnias y particularidades regionales, y por supuesto, argentinos de vieja data. En este contexto, los relatos fueron facilitados por la característica grupal de los encuentros, ya que cada integrante, incentivado por los relatos de otros, relacionó su historia personal con otras historias. Así, esta diversidad de orígenes, en vez de obstaculizar nuestra tarea, como hubiera sido lógico pensar, la enriqueció mostrando los diferentes objetivos y situaciones de adaptación de cada familia y, sorpresivamente, también haciendo evidentes las similitudes con las que sobrellevaron dificultades y encontraron soluciones.

Una de las preocupaciones de nuestro taller fue poner los acontecimientos familiares dentro de su contexto histórico, geográfico y cultural. Intentamos reconstruir lo que fue la vida de nuestros antepasados en diferentes épocas, sus sistemas de creencias y hábitos. Los idiomas que hablaron y sus expresiones, los temas de la vida cotidiana, las conformaciones familiares, vestimentas, costumbres, dialectos, música, etc., ver las condiciones y particularidades con las que se desarrolló cada grupo familiar y contar la historia desde el seno mismo de los acontecimientos, desde las vicisitudes de sus protagonistas, desde la anécdota diaria.

Con este objetivo –ya que los temas que han venido a nuestro encuentro han sido múltiples, desde morales, religiosos, económicos, políticos y literarios-, hemos usado diversas técnicas que nos ayudaron a trabajar, releyendo clásicos de la literatura, observando estilos, repasando acontecimientos históricos y religiosos, incluyendo temas como la genealogía, alentando la investigación de nombres y apellidos, países de nacimiento y la realización del árbol genealógico.

Nuestro taller siempre se encuentra en una disyuntiva de estilo: El registro o la creación literaria. Algunos de los trabajos aquí presentados tienen por búsqueda prioritaria el descubrimiento y registro de anécdotas y retratos verbales. En esos casos nos ha parecido importante conservar el estilo del relator o del recordado, por todas las connotaciones personales que esto trae, fundamentalmente cuando los relatos no tuvieron como objetivo principal subordinar a los personajes a los conceptos literarios de evolución, clímax y resolución dramática, sino el de rescatar y mostrar las vidas individuales que albergan pequeños dramas propios. Por otra parte, están aquellos integrantes del taller que haciendo uso de recursos literarios han buscado ir más allá de la obtención de esos datos, enmarcando sus relatos dentro del género del cuento, de la poesía, o de los capítulos de una novela, buscando completar la historia relatada con una ficción coherente. Ambas experiencias se materializaron de forma tal que cada participante pudiese encontrar su propia voz.

Para finalizar esta breve introducción, me queda por repetir una premisa básica de nuestro trabajo. El logro de estos objetivos, sin duda, implica profundas satisfacciones. Sin embargo, nos descartemos la posibilidad de que –continuando el largo hilo de la transmisión oral- también hayamos podido descubrir que la riqueza de nuestro trabajo consistió en haber podido compartir, comparar y completar nuestra historia en el diálogo con los otros integrantes, reconociéndola en el único registro verdadero: nuestra memoria y la de nuestro prójimo.

Así, con la publicación de estos relatos, esperamos compartir con nuestros ocasionales lectores el eco de esas voces que desde lo lejano del tiempo acompañaron nuestro trayecto.

Rafael Sucari
Coordinador