Mis raíces y yo

MARÍA TERESA PONS DE CORCHERO
Mis raíces y yo

María Teresa Pons de Corchero

Nació en Villa María el 6 se septiembre de 1921, ciudad donde reside. Teresa fue profesora de contabilidad hasta su jubilación, durante diez años formó parte de la comisión de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE). Algunos de sus trabajos fueron publicados en diarios y revistas de Villa María, Río Cuarto, Córdoba y Menorca (España). Su afán de escribir se prolonga en una serie de poemas y los cuadernos donde registra sus viajes a Menorca. Publicó sus memorias con el título Mis raíces y yo en 1999.

"Como tengo muchos años, pero la mente muy lúcida, gracias a Dios, he pensado dejar en el papel todos los recuerdos de mi niñez y aquellas cosas que me contaban mis padres. Cuando alguna vez los nietos y bisnietos lean estas páginas tal vez piensen ... ¡pero a nosotros que nos importa lo que pasó hace tantos años...!, pero es que a mí si me importa, porque es la historia de mis raíces, y estoy segura que alguna vez recordarán lo que su abuela María contaba y lo harán con nostalgia" (MTPC).

Mis raíces y yo

Mi madre

María Casasnovas Mercadal nació el 31 de octubre de 1897 en Ciudadela (Menorca), España. Falleció el 29 de agosto de 1959 en Villa María (Córdoba), Argentina.

En Ciudadela estuve en la casa de mi bisabuelo José Casasnovas Llorens, ésta era la casa que tenían en el pueblo cuando iban los domingos, la llamaban posada, pues ellos vivían en el campo, en Són Toni Martí.

En el año 1901 se vinieron a Argentina las dos hermanas de mi abuelo, Magdalena Casasnovas, casada con Juan Casasnovas Bosch ("el abuelo viejo"), y María Casasnovas de Salort. Mis abuelos, entusiasmados por las cartas de sus hermanas vendieron todo y se vinieron a Argentina.

Llegaron al país en 1903 -debió ser más o menos a fines de mayo-, con sus cinco hijos y el hermano de mi abuela. Mamá era muy pequeña, tenía seis años. Me decía que del viaje no se acordaba nada, sí de la aduana. El comedor del hotel de inmigrantes le parecía enorme, tenía mesas larguísimas, los chicos quedaban embobados mirando como un camarero, en un extremo, con el alto de platos de latón, uno a uno los enviaba de un solo golpe a sus lugares exactos, para los chicos esto era una hazaña. No sé si alguien los esperaba pero sé que fueron a Córdoba y vivieron con "el abuelo viejo" y su familia en la calle Rioja, estaban cerca de la Avenida General Paz, porque contaba que iban con sus hermanos y primos a jugar con las cadenas que rodeaban la estatua ecuestre de la "plaza del caballo".

Al poco tiempo sufrieron el dolor de perder a su madre. En septiembre de ese mismo año tuvo mellizos, uno muy gordito, y el otro chiquito y flacucho. A los tres días murió el bebé más grande, no se habían dado cuenta que no orinaba, esto se debió a que la madre estaba muy mal, tan es así que murió en octubre. Es de imaginarse el drama de esta casa con tanta gente. Mi abuelo José quedó con siete hijos, el bebé era el tío Manuel -"los abuelos" Juan y Magdalena también con siete hijos-, el mayor tenía doce años, el tío Antonio, Magdalena, María, Juan, José, Pilar, la tía Sara, y la única mujer, la pobre abuela vieja. Creo que tenían un almacén, supongo que el abuelo José trabajaba en el campo.

Al año mi abuelo con sus hijos fueron a vivir a la estancia La Lagunilla, era encargado de un puesto cerca del casco de la estancia, a la que le decían "la casa grande". Al tío Manuel, siendo un bebé, lo habían internado en la Casa Cuna. Mamá recordaba que su hermana Anita era una niña muy bonita y cuando falleció la madre, la familia Seguí, dueños de la panadería La Europea, le pidieron que les diera a la tía Anita; decía mamá que ante esto su padre respondió que "no había venido a América para dar a sus hijos como si fueran gatos", y así todos se fueron al campo. Los dueños de la estancia eran "misia" Eloides González y Agenor Villagra, quienes tenían seis hijos, algunos mayores y otros de la edad de los hijos del "puestero". Mamá recordaba a dos de las niñas, un poco mayores que ella, al niño Federico, al niño Agenor y al niño Juan María. Estos tres eran compinches del tío Lorenzo, de Pepe y de Juan, todos desaparecían horas enteras, iban al monte cercano a cazar pajaritos o al huerto a comer duraznos.

En el puesto sembraban maíz, zapallos, melones y sandías, además del huerto de duraznos. Algunas veces bajaban hasta Córdoba. Cuando el abuelo tenía que hacer alguna compra, dejaba a los mayores en el campo y cargaba a los otros en la volanta tirada por dos caballos. Los dejaba en la casa del abuelo viejo mientras hacía las compras, y a veces se demoraban un par de días.

Durante la temporada de invierno carneaban tres o cuatro chanchos por semana, preparaban sobrasadas, butifarrons y cuixots, y toda la producción de chorizos y grasa la vendía su padre en Córdoba.

Contaba mamá que para la revolución de 1905 -creo que fue de la Unión Cívica Radical contra el gobierno-, estaban en Córdoba. Con sus hermanos y primos se subieron al techo de la casa y desde allí observaban como se luchaba en la calle; cuando los padres se dieron cuenta que la chiquilinada estaba en el techo se armó un gran alboroto, las balas les pasaban silbando y esto los niños lo festejaban con grandes risas.

El tío Lorenzo trabajaba en la panadería La Europea. Contaba mamá que la señora de don Seguí era parienta de él. Sus hermanos Pepe y Juan trabajaban en la panadería La Sin Bombo. Hacía varios años que las dos hermanas de su padre, las tías María y Magdalena, vivían con su familia en Villa María. Con el tiempo, su padre decidió vender todo y venirse a vivir junto con sus hermanas. Con él se vinieron mamá, sus hermanos Loro, Manuel y el tío Lorenzo. Aquí la tía María y Juan Salort tenían un bar en una casa que era propiedad de la Asociación Española. La tía Magdalena y el abuelo viejo tenían panadería en la calle Buenos Aires.

Mi padre

Jaime Pons Janer nació el 7 de junio de 1892 en Ferrerías (Menorca) España. Falleció el 12 de septiembre de 1961 en Villa María (Córdoba), Argentina.

Cuando viajé a Ferrerías, una prima de papá muy viejita, llamada Margarita Riudavets, me contó cosas de la familia. Así me dijo que mi bisabuelo Miguel Pons trajo el primer carro a Ferrerías, y que el primer trabajo fue transportar las piedras para edificar la Iglesia del Santísimo, cuyo patrono es San Bartolomé.

Margarita me contaba cómo eran las fiestas de "Són Bauló" en Ferrerías. Mientras vivió "es Vei Baulo" fue una costumbre muy simpática que duró muchos años. Y esa tía muy anciana me lo explicó así: El último día de Carnaval, el martes -le dicen "es derré día"-, mi bisabuelo Miguel -es Vei Baulo-, salía con todos los niños por las calles del pueblo y cantaban "¿Qué tenéis res per Són Bauló?" -¿Tenéis algo para Son Baulo?-, y todos los vecinos entregaban algo, aceite, arroz, papas, verduras, y se preparaba la gran comida en "Sa font de sa plaza" -la fuente de la plaza-. Cada año participaba más gente, y cada uno llevaba algo, finalmente tuvieron que ocupar a tres cocineras, y como en la plaza la gente no cabía colocaban mesas frente a la iglesia. Y contaba que primero eran los niños, pero después iban los grandes, y hasta los "señores" iban a la mesa de Son Bauló. Los abuelos llevaban personalmente el plato a los enfermos y a los ancianos que no podían ir a la plaza. Al principio mi abuela preparaba los crespellets, pastisets y cocas, pero luego las mujeres del pueblo la ayudaban. Por la tarde, mi bisabuela Catalina ofrecía una función de títeres con muñecos y textos preparados por ella, y hacía intervenir a los chicos con cantos y bailes. Durante todo el año se esperaba esta fiesta. Cuando es Vei Baulo murió se dejó de hacer esta tradicional fiesta en Ferrerías.

Los abuelos Miguel y Catalina vivían en Ferrerías en la calle San Bartolomé. El abuelo trabajaba en el campo y la abuela tenía en la casa una "tienda" -lo que nosotros llamamos almacén-. Conocí esta casa, y las personas que vivían allí muy atentas y simpáticas, me mostraron las habitaciones y me dijeron que estaba todo igual. El único cambio que habían hecho era que de dos habitaciones pequeñas hicieron una grande. Y me contaron que, al voltear la pared, encontraron un hueco con una piedra en la que está escrita la fecha 1887, y varias pesetas -me las regalaron-. Cuando se las mostré a las tías, no pudieron decirme qué significado tenía la fecha, pensamos que podría ser cuando alguno de los hijos se fue al servicio militar. Hay que recordar que en aquella época hacer el servicio militar era un duelo para la familia, pues eran doce años de peligros, los mandaban donde había guerra, a unos a Cuba, otros a Filipinas y a Melilla.

Contaba papá que cuando su padre estuvo en el ejército le enseñaron a confeccionar calzado para los soldados. Así que cuando sus padres se casaron y fueron a vivir a Son Bauló, su padre además de trabajar en el predio, durante muchos años se ocupó de hacer calzado para el ejército. Cuando tenía diez años mi padre ya ayudaba en el taller de zapatero, decía que el calzado era muy bueno, y que los "señores" le encargaban los zapatos a medida.

Mi padre llegó al país en abril de 1911, zarpó de Barcelona el día 7 de abril en el barco Principessa Maffalda, con 19 años. Al igual que a su hermano, el padre prefirió mandarlo a América, saberlo sano y salvo y no permitir que padeciera años de peligros en el servicio militar; él era socialista y prefirió perder a sus hijos antes que sirvieran al rey, pues era antimonárquico a muerte.

Papá vino con un amigo suyo, Sebastián Marqués, de la misma edad, y con una familia del pueblo, doña Margarita y don Antonio Llabrés y sus cuatro hijos. Papá vino directamente a Villa María, a vivir con su hermano Miguel que estaba con la familia Mercadal Mir en la quinta llamada La Fundición, donde estuvieron varios años hasta que su hermano se casó con Catalina, y se fue con ellos a una casa que tenía dos habitaciones, la cocina, una galería, y un cuarto chico donde dormía papá.

Un año le dijeron que se ganaba buen dinero en la cosecha de maíz, y se fue a probar suerte. A la semana estuvo de vuelta, siempre recordaba que dijo "pues el que sembró el maíz que se lo coseche", y siguió trabajando en una panadería con su hermano.

Mis padres se casaron el 24 de julio de 1920 en la iglesia parroquial La Inmaculada Concepción de María, hoy catedral y santuario, sus padrinos fueron, por parte de mi padre su hermano Miguel y por mi madre, su prima Magdalena Casasnovas. Al poco tiempo papá decidió poner un taller de zapatería por su cuenta.