Tradiciones y Leyendas del Municipio Lobatera
Las Juntas
Desde épocas antiguas y hasta bien entrado el siglo XX, la vida en los campos lobaterenses trascurrió de forma sencilla. No existían lujos ni comodidades sino una constante dedicación al trabajo de la tierra y a la formación de la familia. Los problemas eran comunes y comunes también eran las soluciones a través de lo que se denominaron "Las Juntas" o grupos de vecinos de un caserío o aldea que se reunían para un trabajo comunal como la reparación de un camino, el arreglo de las tomas y acequias, la construcción de cimientos, la ayuda a una familia necesitada, preparación de un velorio o novenario o defensa de la comunidad ante las cotidianas invasiones o asaltos propios de los siglos XIX y principios del XX. Así, estas juntas recibían los nombres de los lugares donde se hacían: la "Junta Voladorera", la "Junta Molinera", la "Junta de Los Trapiches o Trapichera" o la "Junta Minera".
Canto de la Corona
Antigua práctica piadosa de la gente de los campos y aldeas de Lobatera en honor a la Virgen María. Las mujeres de varias aldeas (casos recogidos: La Molina y El Molino; La Victoria y El Oso; Llano Grande y Las Guamas), se reunían una vez por semana y desde el patio de las casas, alzando mucho la voz, entonaban el canto de La Corona de modo que se oyera desde muy lejos. La hora elegida era al atardecer. Las estrofas cantadas eran una serie de versos que alababan a la Santísima Virgen y a su divina maternidad: (Coro) "Dios te salve María/Llena eres de gracia/El Señor de los cielos/Nos dé su gracia". (Estrofas) "Esa tu corona/corona y bella/toda resplandeciente/por las estrellas. Esos tus ojitos/ojitos dos/con los que miraste/al Niño Dios". (Versión recogida por Don Luis Felipe Ramón y Rivera e Isabel Aretz a Esteban Suárez en San Pedro del Río en 1947 y confirmada por Doña Maximiana Sandoval de Sánchez, Lobatera, 96 años, 2004).
Quebrada del chorote
Al terminar la cuarentena de la mujer después del parto, el padre de familia organizaba una fiesta con música de cuerdas y en ella se celebraba con gran regocijo la quebrada del chorote o vasija en la cual, la mujer recién dada a luz, bebía el cacao suave que se le habían dado en esos cuarenta días. En el caserío Orope de la aldea La Victoria, en el chorote calentaban la bebida alcohólica que se preparaba para ese día, el "calentao", y que en un momento dado fingían pelear y entonces lo quebraban contra una piedra. Versión de Don Julián Rosales Cárdenas, caserío Orope, aldea La Victoria, 1960, 72 años).
Leyenda de la laguna encantada de Los Trapiches
En el camino de Los Trapiches a Mucujún (Ricaurte), cuando se anda al amanecer o al anochecer, hay una laguna encantada en la que se ven peces muy grandes y salen hombres nadando, pero cuando uno se acerca desaparecen. Esta laguna se pone brava si le tiran piedras y lo sigue a uno y se lo lleva. (Versión recogida por Don Luis Felipe Ramón y Rivera e Isabel Aretz a Esteban Suárez en San Pedro del Río en 1959).
Leyenda de la reina hechicera de los Lobateras
Fundada por los españoles la población San Cristóbal, los conquistadores iniciaron una marcha hacia los territorios del noroeste del Táchira. Allí se encontraba el valle donde moraba la tribu de los Lobateras. Luego de una obstinada resistencia, liderizada por una mítica reina indígena cuyo nombre se perdió en la noche de los tiempos, los Lobateras abandonaron sus tierras y hogares y se retiraron a las selvas y ríos que se encontraban entre los cerros de Mucujún y el Morrachón, entre el río Lobaterita y el río Guaramito. Es fama entre los campesinos de la región que esta mítica reina todavía habita esas selvas, convertida en poderosa hechicera que desata formidables tempestades cuando alguno o algunos cazadores invaden sus dominios en persecución de jaguares, pumas y osos que polulan en esas selvas. Esa es tierra sin caminos, sólo los transitados por las fieras, es comarca desconocida que la fantástica reina y hechicera indígena, domina y defiende desde tiempos inmemoriales entre truenos y relámpagos.
Versión recogida por J. B. Calderón, Ex cónsul ad-honorem de la República de Colombia en San Juan de Colón, en marzo de 1927. Estuvo radicado en esa ciudad desde 1888.
Leyenda de la Piedra del Corazón
En las primeras horas de la madrugada, Cesáreo abandona su casa en La Molina y apresuradamente se dirige a Lobatera. Era el día jueves de Corpus y como todos los años, desde que era un niño, quiere estar presente en la misa del alba que se celebra a las cinco de la mañana. Mira hacia el cielo y ve que la noche era más oscura que de costumbre. Continua, pero frías ráfagas de vientos borrascosos provenientes de los páramos de Potrero de las Casas y Llano Grande casi lo sacan del camino. Parece ser un presagio, nada bueno pasaría. En el camino todo es silencio y soledad. Baja hacia la quebrada La Molina, pasa frente al trapiche de mano* Candelario y mana Catalina donde un perro echado late a su paso. Sigue bajando hasta alcanzar el puente de vigas tendidas entre orilla y orilla. Allí, el bramar del fuerte torrente de la quebrada y los resbalosos líquenes que cubren la húmeda madera hacen lento su paso. Al ganar la orilla opuesta, comienza el fatigoso ascenso de la escarpada y pedregosa colina que lo llevaría hasta la cima a encontrar el cruce del camino real de Lobatera a La Grita. Al acercarse a la encrucijada, puede divisar desde lejos cuatro luces que aparecían y desaparecían con las vueltas del camino y oye por igual un lejano murmullo de oraciones y plegarias que se confunden con el fuerte zumbido del viento que golpeaba sus espaldas. Próximo a la mítica piedra del Corazón, se encuentra frente a una fantasmagórica visión: un ataúd rodeado por cuatro cirios y varias figuras de largo traje talar negro, de rostros ocultos por inmensas capuchas y cuyos pies no tocaban la tierra. El corazón de Cesáreo comienza a palpitar aceleradamente y recuerda los cuentos que relataban las viejas junto al fogón. Era la aparición del ánima en pena de alguien quien se llamó Hilario, muerto a traición en esa vuelta del camino y junto a la piedra, allá por el año trece en la guerra de Independencia. Su cuerpo abandonado y devorado por los animales del monte, nunca recibió cristiana sepultura. Próximo a enfrentarse con esos espectros, Cesáreo recordó por igual lo que le habían contado: que si retrocedía o se regresaba, en tres días su alma se sumaría a aquellas que estaban junto a la urna y quedaría en pena para toda la Eternidad. Afincándose su sombrero, lanza el grito de ¡Virgen Santísima, protégeme! y santiguándose repetidas veces atravesó corriendo con sus ojos cerrados la difusa visión mientras sentía como un frío de ultratumba penetraba hasta sus huesos y parecía desgarrar sus carnes. Sin dejar de santiguarse y después de recorrer un trecho el camino abajo, regresó su mirada al escalofriante sitio y sorprendido, sólo vio la inmensa piedra del Corazón rodeada por el sosiego de la noche interrumpido de vez en cuando por los cantos de los grillos y de las ranas ocultas en el monte. Los resplandores de una luna llena que se abría paso entre los nubarrones, comenzó a iluminar la piedra y los musgosos cimientos le marcaron con su sombra la vieja senda del llano de los Apóstoles que llevaba hasta el pueblo. Cesáreo se afianzó más en su ruana azul y roja -la de llevar en los días festivos- y meditabundo siguió su camino hasta divisar las primeras casas de Lobatera. En sus pensamientos no dejaba de repetir: "Que Dios lo saque de penas y lo lleve a descansar".
* mano = expresión de confianza y respeto usada antiguamente en los campos tachirenses, es muy probable que su origen se encuentre en la aféresis de la palabra hermano.
Nota: La Piedra del Corazón recibió ese nombre por tener la figura como la de un corazón. Era una inmensa roca que se encontraba en la actual encrucijada de la carretera que conduce a La Molina y la que sigue para Llano Basto, El Molino y el Potrero de las Casas. Antiguas versiones recuerdan que tenía petroglifos y son innumerables los cuentos y leyendas que se tejieron en torno a ella. Esta piedra desapareció, y con ella sus misterios, cuando fue volada en 1984 para convertir el antiguo camino de La Molina en carretera. (Informantes: Don Roso Sandoval Mora, aldea La Molina, 80 años, 1985; Don Florentino Zambrano, aldea Volador, 88 años, 1997).