El color de Lobatera

Cada país, región o pueblo refleja en su tierra un color específico. En el caso de Lobatera, pintores y poetas saben describir al viejo pueblo de estrechas y empinadas calles con el verso o con el pincel, pero cada turista puede advertir su característico color sólo con mirar el cielo radiante del valle, el ocre de sus cerros iluminados por el sol naciente o por el sol poniente, el cristal de sus quebradas y riachuelos, el verde de sus cañaverales, el marrón de los techados de sus trapiches o el reflejo de las viejas torres de su iglesia parroquial cargadas de historia. Todo ellos es una gama de colores que se traducen en sentimientos e impresiones que no han de olvidarse fácilmente. Pero lo que normalmente se entiende por "el color de Lobatera" son las ligeras variantes en el tono cromático de la tierra, según se trate del período de lluvias o del período de sequía. En el primer caso, predomina un verde espléndido que presenta todos los matices imaginables: los cerros, colinas y montañas parecen cubiertos de una alfombra de este color. A menudo existe un cielo despejado, suave brisa, sol brillante y nubes blancas o grisáceas, cargadas de celajes, en las cimas de las montañas. En la época de sequía, el verde deja paso a los tonos: amarillentos, ocre y rojo ladrillo; en uno que otro punto aparece el verdor de un cultivo que rompe la monotonía del paisaje. El sol es fuerte, en medio de un cielo salpicado de unas cuantas nubes. Las quebradas reducen su caudal y el correr constante y fuerte del viento alivia los calurosos días; el predominio del color ocre en los severos paisajes, luce como cicatriz de los rigores de un clima que es imperdonable en esta época.

Urbanismo de Lobatera:
El urbanismo del centro histórico de Lobatera, si bien conserva el trazado reticular de la época española con sus calles de linealidad ortogonal tal y como lo disponían las Leyes de Indias, desde la década de los años 80 del pasado siglo, ha ido perdiendo las características de uniformidad de sus casas. Las mismas contaban con fachadas de una puerta, amplios ventanales, frisos blancos encalados con amplios zócalos de color azul, verde o rojo, techos a dos aguas y entejados, de un solo piso, con portón, zaguán y contraportón, un patio rodeado de corredores porticados desde donde se accedía a las habitaciones, a la sala y al comedor. Los techos eran altos, de 4 a 5 metros y las habitaciones o piezas muy amplias de 5 por 6 metros y más. Al fondo de las casas estaba el solar sembrado con árboles frutales, gallineros, palomares y el lavadero. Estas casas de antigua data han venido dando paso a las de nueva construcción respondiendo las mismas a criterios y estilos diversos que han hecho perder la antigua y armónica uniformidad. Lobatera ha conservado, en su centro histórico, los lineamientos urbanos heredados de la cultura romana. Así, de la red de calles y carreras, se puede evidenciar la existencia desde la época hispánica, de un "Cardo máximo" (calle principal de norte a sur) en la actual carrera 4 o Bolívar, que se mantiene y viene dada sobre el trazado del que fuera el antiguo camino real que conducía de Lobatera a San Cristóbal. El centro del pueblo (o el Foro de los romanos) está marcado por la cuadra o manzana que corresponde al parque Bolívar y en su derredor se distribuyen las demás cuadras que alcanzan una mayor amplitud en sentido sur-norte, desde la entrada del Humilladero hasta el puente del cementerio sobre la quebrada Lobatera. El "Decumanus maximo" o calle principal en sentido oeste-este, estuvo representado, hasta la apertura de la Av. Pbro. Pedro María Morales, por la calle 5 o Miranda que se unía al camino real de La Grita. Entre estas calles principales se distribuye el casco urbano en el cual las cuadras o manzanas parten desde los bordes naturales que originan las pendientes que dan a la quebrada La Molina hasta las empinadas pendientes del cerro de la Cruz y del Llano de los Apóstoles. El nomenclador de las calles sigue la nomenclatura tradicional utilizada en los Andes venezolanos de calles (sentido oeste-este) y carreras (sentido sur-norte), conservándose además el nombre asignado a principios del siglo XX y que hacen referencia a próceres de la Independencia o hechos relacionados con la misma. Los nombres de las calles son: Calle 1; Calle 2; Calle 3 o Mariño; Calle 4 o Páez; Calle 5 o Miranda; Calle 6 o Bermúdez; Calle 7 o Casacoima. Los nombres de las carreras son: Carrera 1 o Piar; Carrera 2 o Arismendi; Carrera 3 o Sucre; Carrera 4 o Bolívar; Carrera 5 o Urdaneta; Carrera 6 o Rivas; Carrera 7. El ensanche urbano de Lobatera, fuera del casco antiguo o colonial, está representado por los sectores: (a) Barrio "Niño Jesús", ubicado en la prolongación de la calle 4 o Páez hacía la cumbre del cerro de La Cruz (y vía Panamericana) y Barrio Urdaneta; (b) Urbanización Presidente Carlos Andrés Pérez" en El Moral; (c) Av. Pedro María Morales (prolongación de la calle 6 o Bermúdez) y (d) Barrio "Santa Eduviges" en la banda derecha de la quebrada Lobatera al pie del cerro de la Cruz del Cementerio.


Líneas de transportes:
Las poblaciones de Lobatera y Borotá cuentan con dos líneas de transporte interurbano que las conectan con la ciudad de San Cristóbal. En Lobatera, la Asociación Civil Línea "Unión Michelena-Lobatera" y en Borotá la Asociación Civil Línea "Borotá". Existe un servicio de transporte entre algunas aldeas del Municipio que mantienen comunicadas a las mismas con Lobatera y con las demás poblaciones del Estado.


"La Piedra del Indio", relictus del pasado aborigen:
En el Municipio Lobatera existen varias piedras con grabados rupestres realizados por los aborígenes que poblaron la región en la época pre-hispánica. Estos son un patrimonio de enorme valor histórico y cultural, herencia de nuestros antepasados aborígenes. De todas estas piedras, la más monumental y emblemática (por ello aparece representada en el Escudo del Municipio Lobatera), es la denominada comúnmente "La Piedra del Indio". Se encuentra a una orilla de la Carretera Nacional Nº 1 (Panamericana), en el punto de intersección del ramal estadal Nº 25 (carretera Lobatera - Borotá), en la aldea Zaragoza, en las proximidades de Lobatera. De forma irregular, la cara frontal, donde se encuentran las figuras tiene una altura de 4,55 metros por 4,47 de anchor. Su profundidad, al medir su cara norte es de 5,72 metros. La superficie con los grabados (cara oeste) presenta una inclinación o declive cercano a los 65° (aproximadamente). La distribución de los grabados es asimétrica y espaciada (existe cierta separación entre las figuras). De un total de veintisiete grabados, once pertenecen a formas humanas, seis a formas ofídicas y las demás a gráficos y trazados geométricos. Las figuras humanas no presentan un mismo patrón de dibujo. Cuatro de ellas están alineadas en posición de acurrucamiento. La forma de sus caras es cuadrangular, con cierta semejanza a la forma utilizada por la cultura Maya para representar el rostro. Las demás figuras antropomorfas son propias del arte rupestre arawak-caribe que tuvo sus inicios en las islas de las Antillas. Las formas ofídicas, representación de la serpiente, se repite seis veces, la mayor parte en la forma de espiral y una sola en forma de greca curvilínea. Estos símbolos tienden a ser similares con los restantes petroglifos de la región y con el de las culturas agrícolas del continente americano, que expresaron, tal vez, un pensamiento mágico-religioso proveniente de una mitología común. El nivel de clasificación de la cultura que realizó los grabados en la piedra, viene dado por la técnica y el estilo de los mismos. En el arte rupestre de las culturas americanas medias o formativas, los trazos sobre la piedra son generalmente más firmes, más hondo y ancho y, por ende, el dibujo más perfecto que en las culturas inferiores. A los aborígenes Lobateras, según la clasificación anterior, en términos antropológicos se les puede denominar como de cultura media. Su arte en el trazado de figuras petroglíficas es firme y ancho, llegando a alcanzar hasta los cinco (5) centímetros. Por su ubicación, el sitio pudo ser un escenario de rituales, una piedra para las ofrendas y sacrificios (si se daban en la tribu), ya que esta es la impresión que se recibe al observar la cara superior de la roca la cual es completamente plana. Posee 3,20 metros de largo por 1,05 de ancho. Contiene cinco cavidades de diferentes tamaños a manera de recipientes. Se considera que dicho sitio fue un escenario sagrado, dedicado exclusivamente para las celebraciones religiosas.


Relación de la primera crónica histórica que se escribe sobre el encuentro entre la tribu aborigen de los Lobateras y los conquistadores en junio de 1561:
"Capítulo quinto. En el cual se escribe cómo los españoles, para su seguridad, hicieron en la villa (de San Cristóbal) un fuerte de tapias, donde se recogían, y cómo el capitán Maldonado con veinte y cinco hombres fue a descubrir los valles del Espíritu Santo y Corpus Christi, y se volvió a la villa. Como los indios del valle de Santiago vieron que los españoles hacían asiento en su tierra, en aquella parte que el pueblo estaba fijado y poblado, poníanse todos los más días en partes seguras, de donde podían ver y señorear el lugar, haciendo ostentación y muestra de esperar tiempo cómodo para dar en los españoles y aprovecharse de cualquiera buena ocasión que se les ofreciese y pusiese en las manos; y como los nuestros viesen esto y la necesidad que de salir a descubrir y pacificar la tierra tenían, y que los soldados eran pocos para dividirse en dos partes, de suerte que en entrambas estuviesen seguras, acordaron hacer un fuerte de tapias para en que se recogiesen y estuviesen seguros de las asechanzas y cavilaciones de estos bárbaros los que en el pueblo quedasen, y así de común consentimiento lo pusieron por la obra, y trabajando todos en esto por su propia en pocos días cercaron dos solares en cuadra de dos tapias en alto y las hicieron y pusieron su puerta de suerte que en él los indios no los podían ofender ni damnificar, y era suficiente custodia y guarda esta flaca cerca para los españoles, porque estos indios no usan ni tienen armas con qué, si no es descubiertamente y cara a cara, puedan ofender a sus contrarios, ni menos se extiende su talento a hacer ingenios ni artificios con que batir ni derribar semejantes cercas ni otras más flacas; y así, en viendo que los nuestros se habían fortalecido y corroborado da esta suerte, luego perdieron de todo punto la esperanza de haber victoria de ellos, porque con esta manera de cerca quedaban muy seguros muy pocos soldados; y con esta pequeña seguridad, aunque grande para con estos naturales, determinó el capitán Maldonado salir a descubrir, y tomando consigo veinte y cinco hombres y dejando en el fuerte solos diez soldados, caminó la vía de los nacimientos del río de Santiago, que por aquella parte estaban casi al norte, y torciéndose sobre la mano derecha atravesó cierta cordillera que por este lado tenían, por donde dio en una región tan fría que sobrepujando con su rigor de hielo al calor natural de los hombres derribó y quitó el anhélito a muchos, así indios como españoles, de los cuales algunos sin poder ser remediados ni socorridos se quedaban helados y pasmados con los ojos abiertos y riéndose, pero muertos de todo punto. Otros eran favorecidos y sacados de la frialdad y altura de este páramo por amigos y conocidos suyos que tirando de ellos los llevaban casi arrastrando a partes hondas y abrigadas, donde haciendo con presteza lumbre y echándoles mucha ropa encima para conservarles el calor, los remediaban.

De todo este daño fue causa una aborrasca y tempestad de agua y viento que en este páramo se levantó al tiempo que los españoles lo atravesaban; y no paró aquí su trabajo, porque como empezasen a bajar para entrar en tierra poblada y caliente se les puso adelante un pedazo de arcabuco de un muy hondo manglar que con las raíces de los árboles levantadas gran trecho sobre la tierra, por cima de las cuales pasan los caminantes, pero no pueden pasar caballos porque se sumirán los pies y las manos por entre las cepas y raíces de los árboles, donde con dificultad podrían ser sacados, y así les fue necesario cortar mucha fajina y rama de los árboles con que allanar y hacer pasajero para los caballos aquel pedazo de mal camino que delante se les había puesto; el cual pasado con harto trabajo y dificultad, fueron a dar a un valle que llamaron del Espíritu Santo, por haber entrado en él esta pascua, y en lengua de sus propios naturales es llamado Quenaga y Sunesua; cuyos naturales, luego que tuvieron noticia que los españoles se les acercaban, tomaron las armas en las manos, dando muestra de quererlos esperar en sus casas y allí hacer toda la resistencia que pudiesen; y mientras los españoles caminaban algo apartados de su pueblo hacían muy grandes fieros con los paveses, arcos y flechas y macanas que en las manos tenían, dando a entender que deseaban que se les acercasen para pelear con ellos; pero de que vieron que sin ningún recelo los nuestros iban llegándoseles y que ya se les entraban por el pueblo, no curando hacer lo que decían volvieron las espaldas y desamparando sus casas se procuraba cada cual poner en salvo su persona y apartarla de todo riesgo.

Es esta gente de este valle casi de la misma manera y traza que de la del valle de Santiago, excepto que todos traían unos sacos de mantas de hilo de cabuya muy largos y justos al cuerpo, vestidos y atados con unas cabuyas o hilos por sobre los hombros y recogido lo muy largo en la cintura, por donde traían ceñidos y recogidos estos sacos.

Alojáronse los españoles en el propio pueblo y casas de los indios, sin que hubiese ningún derramamiento de sangre, y a la noche salieron algunos soldados a buscar los lugares donde los indios se habían recogido y escondido con sus mujeres e hijos, y toparon algunos escondrijos, donde tomaron muchas personas de todas suertes, las cuales trujeron ante el capitán Maldonado, para que de ellas hiciese a su voluntad, a los cuales hizo todo buen tratamiento y los soltó luego dándoles a entender que no venía a maltratarlos ni hacerles daño ninguno, sino a traerlos a la amistad de los españoles; que se volviesen y llamasen los demás naturales para que sin temor ni miedo alguno viniesen a ver los españoles y a entender lo que habían de hacer, como otros muchos indios lo habían hecho, a los cuales se les guardaría la paz, de suerte que no recibiesen ningún daño en sus personas ni haciendas. Pero esta liberalidad y clemencia de Maldonado ningún efecto de presente hizo en los bárbaros, porque aunque les soltó y envió muchas criaturas y muchachos que se habían tomado, y como he dicho, otras muchas personas de todo sexo, nunca se quisieron inclinar a venir de paz ni a gozar de la equidad de que con ellos usaba el capitán Maldonado, el cual viendo la ingratitud y obstinación de los bárbaros y que de su voluntad no querían la paz y amistad que se les ofrecía, envió de nuevo soldados a que hiciesen correrías por una parte y por otra de este valle y le trujesen de nuevo toda la gente que pudiesen haber, sin que en ello hubiese ningún derramamiento de sangre, para con esta industria ver si los podía apaciguar; pero érale gran defecto a Maldonado no tener intérprete ni lengua con que hablarles, porque aunque le traían muchos indios e indias, si no era por señas no les podía dar a entender ninguna cosa de las que quería y pretendía, y así enteramente no pudo efectuar su pretensión. Procuró por señas informarse de estos bárbaros si adelante de este valle había más gente y naturales. Dieron a entender que detrás de una sierra que por delante tenía había poblazones de muchos indios, por lo cual el capitán Maldonado fue promovido a enviar a verlas a Gonzalo Rodríguez con una docena de soldados de a pie, y él se quedó allí con los caballos en lugar acomodado para aprovecharse de los indios si les viniesen acometer.

Gonzalo Rodríguez y los soldados que con él iban abriendo camino por una montaña, llegaron a un valle que de sus propios naturales es llamado Susaca, y de los españoles el valle de Corpus Christi, por haber entrado en él la víspera de esta fiesta, donde tomaron mucha cantidad de indios e indias de todas edades en sus propias casas, que por no haber visto ni tenido noticia de la ida de los españoles, estaban algo descuidados, y no habían tenido lugar de huir ni de tomar las armas en la mano para defenderse; y sin pasar adelante se volvieron a donde Maldonado había quedado, el cual como supiese que el camino era de condición que por él no podían pasar ni caminar caballos, se volvió a salir del valle del Espíritu Santo, donde estaba, y se fue la vuelta de la villa de San Cristóbal.

Es toda la gente de estos valles desnuda y de buena disposición, y la tierra y temple de ella más fría que caliente, por lo cual se da en ellos muy poco maíz, pero en abundancia todas las otras comidas y legumbres. Son muy faltos de loza y vasijas de barro para su servicio, y no tienen sino unos pequeños vasuelos muy toscamente hechos, que tienen el canto más grueso que tres dedos, que solamente les sirven de guisar algunas comidas y legumbres. Todos los demás vasos de su servicio son de calabazos; y entre estos indios hay calabazos en que caben y echan más de dos arrobas de vino para su bebida, que es cosa de harta admiración; y así en esto como en otras cosas necesarias para su vivienda lo pasan miserablemente.

Al tiempo que Maldonado con sus soldados llegó a cierta poblazón de indios llamada Lobatera, en esta tornavuelta halló que los indios de aquella poblazón, que estaría cuatro leguas de la villa, le estaban esperando con las armas en las manos, los cuales tenían puestas de antes sus espías, porque sabían que por allí habían de volver forzosamente los españoles; y así los recibieron con muchas rociadas de flechas que contra ellos tiraron, con que hirieron muchos indios del servicio de los españoles y algunos soldados; pero como los arcabuceros tuviesen lugar de disparar los arcabuces, y los jinetes de armarse a sí y a sus caballos, dieron en los indios e hiriendo y matando a muchos, los ahuyentaron y echaron del camino, y prosiguieron su camino hasta llegar a la villa de San Cristóbal, donde hallaron los diez españoles que en el fuerte habían quedado, sanos y salvos y sin haber recibido daño alguno, porque aunque diversas veces se les habían llegado los indios a quererlos ofender y matar, como los hallaban recogidos en aquel su fuerte, volvíanse burlados, sin hacer cosa alguna de las que pretendían y querían". Recopilación Historial de Fray Pedro de Aguado, Cronista de Indias.

Algunas voces y expresiones propias del castellano hablado en el Municipio Lobatera:
El castellano hablado en el Municipio Lobatera reúne las mismas características del castellano de los Andes venezolanos. Las palabras se pronuncian con singular cadencia y claridad pues el acento típico de la región, con tendencia a la forma aguda, que hace nítida y sonora la sílaba final, evita la supresión o cambios de letras, que se nota en otras regiones de Venezuela. En Lobatera aún perviven, especialmente en los caseríos más apartados del Municipio, palabras y expresiones del castellano antiguo traído a América por los conquistadores. Las voces, expresiones y vocablos del habla popular lobaterense, se recopilaron tanto en lo escrito por el Dr. Clemente E. Acosta Sierra quien fuera médico de Lobatera, publicándolas en su libro "Distrito Lobatera, estudio geográfico-social de la zona" (1954) como por la información recabada en personas de avanzada edad del Municipio. Entre éstas, se pueden citar las siguientes: "tener una novedad", tener algo nuevo de contar; "tiene tabardillo o mal de tabardillo", tener fiebre ocasionada por la exposición al sol en exceso; "dar un pasmo", perder el conocimiento por breves momentos; "tener una tontina o tontera", tener vértigos o mareos; "estar pintón", estar ebrio; "estar malo de la testusa", tener dolor de cabeza; "tener sapos en la boca", se denomina así a la estomatitis; "tener boqueras", herpes labial; "el perdonado o la perdonada", al hacer referencia a un difunto, al hablar de alguien que ya ha fallecido"; "tartajo", se le denomina así a la persona que tartamudea; "rullas, no sea rullas", nombre que se le da a la capa de piel (dermis) que se desprende y arrolla, producto del frotado fuerte al bañarse, especie de ofensa no específica y sinónimo de mugre; "está para comerse la gallina", se refiere cuando la mujer está próxima al parto o finaliza su embarazo; "getoso", persona que habla mucho o más de lo debido; "jipato", persona muy pálida; "trujo", arcaísmo por el verbo traer, trajo; "retozo, deje el retozo", arcaísmo que significa estar alegre o moverse sin orden o compostura; "hinchón", un absceso; "estar espaletillada", persona asténica y adolorida; "trasboco", vómito; "ampolleta", una inyección; "tener lombrices", padecer de áscaris; "gotacoral", epilepsia; "estar malito", estar enfermo; "treque", muchacho o persona que busca donde no se le ha mandado, curioso; "el puntal", comida que se hacía a las cuatro de la tarde, conformada generalmente por chocolate o café, queso y pan (asemas). "un perico", huevos revueltos; "tener flato", tristeza o melancolía; "petacón", muchacho inquieto, tremendo o necio.

“deje”, nombre antiguo que daban los pobladores de Lobatera al último repique para llamar a misa; “me dieron el deje”, hacérsele tarde en un trabajo.