Introducción

En las primeras líneas de su prólogo a La cámara clara, Joaquim Sola-Sanahuja, define el texto de Roland Barthes como un libro crepuscular. Cuando me topé con este término, allá por el año dos mil, cursaba el primer año de la Licenciatura en Comunicación Social y me produjo un sentimiento extraño encontrar ese calificativo. Por aquella época yo (hacía tiempo ya) escribía ficciones y el fuerte academicismo de algunos autores me provocaba un hondo desasosiego.

De manera que al introducirme y recorrer las páginas de La cámara clara experimenté una espina en la carne. No era una espina molesta: noté que el escrito de Barthes, la forma en que estaba escrito, tenía poco que ver con el autor de Elementos de semiología, por ejemplo; y me pregunté cómo seguiría éso, cómo harían para convivir ramas tan diferentes en el mismo tronco.

Las advertencias del prólogo y los posteriores pedidos de disculpas del semiólogo francés por haber escrito La cámara clara, alimentó mi asombro. ¿Pensaba Barthes, acaso, que la ciencia, o el universo intelectual, desterraban de la esfera del conocimiento a los teóricos que se proponían tratar este tipo de cuestiones? : "Este libro defraudará a los fotógrafos", anticipa Sola-Sanahuja. ¿Por qué?. Más adelante, el mismo Barthes, nos da la respuesta: "Nadie me hablaba de las fotos que me interesaban... Yo no veía más que el referente, el objeto deseado, el cuerpo querido, pero una voz inoportuna (la voz de la ciencia) me decía, severa: 'Vuelve a la fotografía. Lo que ves ahí y te hace sufrir está comprendida en la categoría de Fotografía aficionados'. (Barthes 1990: 35)

¿Qué puede hacer un libro impregnado de pudor, un tratado del Tiempo, la Nostalgia y de la Muerte para cohabitar con la voz inoportuna y severa de la ciencia? ¿Será por eso que Sola-Sanahuja se excusa? ¿Será que lo mágico, el encantamiento del mundo fue arrojado lejos por la fe en la razón y el conocimiento? La cámara clara es un libro que turba, tiene la pretensión de salirse del cerco de la razón iluminista, donde se encerró el conocimiento. De ahí el pedido de disculpas.

Así mismo, en La cámara clara, Barthes introduce el concepto de punctum en la fotografía, un acento puesto en el proceso de recepción, en lo que no es decible, en lo que ni siquiera está en la foto. Explicar el punctum será, entonces, hablar del receptor y no de la foto. La lectura adquirirá sentido a partir del sentido que le de el receptor.

Quedan planteadas aquí algunas cuestiones a las que volveremos más adelante.

Por otra parte, a partir de la lectura, La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica, de Walter Benjamin, recibí una segunda impresión (no tan honda como aquella de La cámara clara) al encontrarme con el concepto de aura (Benjamin 1982: 20, 22, 26) que se introduce en el análisis de la reproducción de la obra de arte. En este tratado Benjamin sostiene que la obra de arte ha sido siempre susceptible de reproducción. Desde su óptica, esta reproducción produce diversos efectos. Uno de ellos es positivo y se refiere a la democratización del arte permitiendo su divulgación masiva.

En contrapartida, continúa, con la reproducción técnica, se pierde la autenticidad que desde el origen puede transmitirse en ella. El modo y manera de percepción sensorial están condicionados no sólo natural sino históricamente.

Ese "aquí y ahora", su aura, es a la vez su testificación histórica. Por lo tanto al anular esa ubicación en la historia de la obra de arte también se anula el valor de la tradición en la herencia cultural, y al multiplicar las reproducciones pone su presencia masiva en lugar de una presencia irrepetible.

Benjamin se lamenta de la tecnología que masifica todo, que deviene en una apropiación que tiene que ver más con la dispersión que con el recogimiento. Se puede consumir un cuadro como se consume yoghurt para beber, o cigarrillos de chocolate.

Hannah Arendt, en El pasado y el futuro, se refiriere a estas cuestiones: "En este proceso, los culturales (objetos) recibían el mismo trato que cualquier otro valor [...] y al pasar de mano en mano se desgastaban como monedas antiguas. Así perdieron la que en su origen es la facultad peculiar de todos los objetos culturales: la facultad de captar nuestra atención y conmovernos (Arendt 1996 : 216)

En la época de la reproducción técnica lo que se atrofia es el aura, advierte Benjamin. ¿Qué es el aura?, es el poder del objeto obra de arte de devolvernos la mirada. Quizá, al igual que sucede con el punctum, no nos equivocamos si afirmamos que también el aura sea una excusa para hablar del receptor.

En los renglones que siguen, este trabajo confrontará los escritos de Benjamin y Barthes, que introducen los conceptos de aura y punctum respectivamente, para conversar las cuestiones atinentes al momento de la recepción.

Así mismo, se buscará reflexionar respecto al punctum y el aura que, a partir de imágenes, desencadenan actividades del espíritu.

Por otra parte, como resultan llamativas las justificaciones de Barthes, ante la ciencia, por la aparición de La cámara clara con su teoría del punctum, intentaremos indagar sobre estas cuestiones.

Finalmente, se creyó oportuno articular los escritos de Barthes y Benjamin con algunos autores de ficción quienes, desde sus textos literarios del siglo XIX, sugerían los conceptos de aura y punctum.