Thauton, el dios escribidor
Thauton es el dios escribidor. Su tarea resulta ardua, acaso ingrata. Es una tarea de compaginación, no de creación: el Dios Creador piensa, imagina, sueña, y Thauton escribe en el Libro. Superada esa instancia, las nuevas criaturas, transitan de la Vacuidad al Jardín.
Varones, mujeres, innumerables especies animales, vegetales y minerales, aguardan que Thauton registre los legajos en el Libro para que sus rostros se iluminen y comiencen a ser.
El dios escribidor asienta información como ésta: fecha de alta en el Jardín; nombre de la criatura; características físicas, químicas, sociológicas, espirituales según se trate de la especie humana, animal, vegetal o mineral.
Hay un renglón que se llama Paso (reservado al hombre), que refiere al encuentro, en el octavo día, de la criatura con el Dios Creador.
Transcurre el séptimo día. El Dios Creador descansa. El suspiro hacedor en el ocaso del sexto día rayó el infinito. El dios escribidor es desbordado en la tarea. Las nuevas criaturas, estancadas en la Vacuidad, deambulan sin rostro. Esperan que sus legajos sean llevados al Libro.
El dios escribidor presenta la dificultad al Consejo. Se le autoriza convocar a dos dioses (de la cuarta línea) para que apresuren la tarea.
Thauton dividió el trabajo en dos grupos (la prioridad era el hombre, a quien, el Dios creador, había confiado completar La Obra). Asignó a un dios los legajos de los varones; al otro, los legajos de las mujeres. En una segunda etapa abordarían el resto de la creaturas.
Los dioses trabajaban con eficacia. Thauton recorría la sala y aprobaba con su firma (firmaba ya sin revisar) el ingreso de las criaturas al Jardín.
Miles de años transcurrieron y los dioses de la cuarta línea comenzaron a mostrar signos de fatiga. Thauton escrutó la Vacuidad: quedaban unos pocos humanos esperando para entrar al Jardín. Thauton, sin consultar al Consejo, resolvió una pausa.
Cien años pasaron. Los dioses de la cuarta línea regresaron a las mesas de trabajo (acaso lo que sigue estaba escrito en otro Libro). Al momento del aviso de descanso habían quedado en el Libro dos legajos abiertos: uno correspondía a un varón, otro a una mujer. Animados por adentrarse en la segunda etapa de la tarea, la dar de alta en el Jardin a la especie animal, vegetal y mineral, los dioses no tuvieron en cuenta aquel desliz.
El dios encargado de los varones, tomó el legajo del granito y lo asentó en el Libro. Entonces, el legajo de aquel varón incompleto, ingresó al Jardín con una de las propiedades del granito: la extrema dureza. En el otro lado de la mesa, el dios encargado de las mujeres, llenó el legajo de aquella mujer incompleta con las características de la culebra.
El error fue descubierto de inmediato. Pero la mutación se había operado veloz. En el Jardín se introdujo un acontecimiento nuevo, oscuro: la Muerte... El corazón del varón se endurece y deja de latir. La mujer agita la lengua y mata a su paso.
En el crepúsculo del séptimo día el Jardín revienta de cadáveres. El Dios Creador aún no fue notificado: Thauton confía en salvar su error.
Seudónimo: Un dios de cuarta.