La guerra civil española y la sociedad argentina
La crisis política que hemos reseñado para la Argentina muchas veces era mirada en clave internacional, bajo el prisma de algunos conflictos que si bien se libraban en tierras lejanas afectaban sobremanera el escenario nacional. La Argentina de esa forma se encontraba inmersa en "la tormenta del mundo" de acuerdo a la descripción que Halperín Donghi ofrece del período entre 1930 y 1945. Esos conflictos al influir en las cuestiones internas del país tendrán una preponderancia central. Por eso una forma que asumió el conflicto social y político durante la década de predominio conservador, fue catalizado y canalizado, en gran parte, por la situación generada por la guerra civil española.
El gobierno frente al alzamiento franquista
Al desatarse el conflicto en España el gobierno conservador que encabezaba Justo adoptó una posición ambigua, cimentada en las características principales de sus postulados políticos: un accionar de tinte autoritario represivo y su adhesión, más retórica que real, a la democracia representativa, sobre la que buscaba una necesaria legitimidad. De esa forma algunos sectores del gobierno, aunque nunca de manera oficial, no ocultaban su simpatía por la causa de los sublevados. Sin embargo, durante la contienda se mantuvieron las relaciones diplomáticas con la República. En política exterior el gobierno buscó adecuarse a la inspirada por la Sociedad de las Naciones y sobre todo fue fiel a los compromisos claramente alineados con la Gran Bretaña alrededor del conflictivo sistema de relaciones de ésta con Estados Unidos (6).
Por eso en política exterior el gobierno se inclinará hacia un mayor vínculo con las ideas democráticas que en materia interna. Los Ministros de Relaciones Exteriores, Saavedra Lamas y del Interior, Ramón Castillo reflejaban cada uno en su rol esa contradicción. Saavedra Lamas seguía el rumbo marcado por las grandes potencias de No intervención en el asunto español y Argentina se declaró "prescindente" ante el conflicto, era lo máximo que se podía esperar de un gobierno conservador: mantenerse, como se dijo, fiel a una línea política ligada estrechamente a la propuesta por Gran Bretaña, como era ya tradición en la elite argentina; fórmula que demostraría su persistencia una vez desatada la segunda guerra (7).
Esta postura gubernamental se mantuvo aún cuando de hecho el gobierno rebelde instalado en la ciudad de Burgos desde julio de 1936, intentaba el reconocimiento diplomático de la Argentina. Recordemos que en diciembre de 1936 había llegado al país Juan Carlos Lojendio, representante del gobierno de Burgos quien fue muy bien recibido por los círculos nacionalistas. Se le abrieron las puertas de algunos salones, propios de la más tradicional clase dominante argentina, el Jockey Club por ejemplo, donde buscó el apoyo necesario para su misión de carácter oficioso. Si bien la actuación de Lojendio nunca fue entorpecida por las autoridades, el gobierno argentino no se comprometió en un gesto público de adhesión hacia la causa nacional, ni tuvo el representante de Burgos acceso al Ministerio de Relaciones Exteriores (Quijada ,1991: 31). En síntesis nunca la causa nacional fue defendida oficialmente, aunque recibiera el apoyo no oficial en círculos muy allegados a algunos miembros influyentes del gobierno.
Esta manera ambigua de parte del gobierno de manejar las relaciones con la República se manifiesta alrededor de dos acontecimientos generados en la coyuntura: El referido al Derecho de Asilo y el problema del buque "Cabo San Antonio".
El Derecho de Asilo:
Una cuestión de la agenda política bilateral en esta época fue el derecho de asilo aplicado por el gobierno argentino a los perseguidos por la guerra civil española, sin distinción de bandos. El derecho de asilo fue aplicado por las autoridades argentinas desde el inicio de la guerra civil, aunque tropezó con numerosas dificultades (8). Se dieron además casos de atentados contra la embajada argentina en Madrid realizados por particulares y amparados por la policía española, y amenazas con el fin de que el embajador argentino entregara a las autoridades españolas algunos asilados. Estos intentos fueron rechazados por la embajada argentina (9).
Dos buques de la armada argentina, el torpedero Tucumán y el crucero 25 de Mayo, se encargaron de evacuar a los asilados que estaban en la embajada argentina, edificios anexos y consulados del territorio español. Desde agosto de 1936 hasta fines de febrero de 1937 los buques argentinos hicieron más de veinte viajes desde España hasta Marsella con el objetivo de transportar a los evacuados. Desde el inicio de la guerra civil hasta mayo de 1937 se evacuaron 1526 personas, de las cuales 553 eran argentinos, 651 españoles y el resto de distintas nacionalidades, entre las cuales se encontraban personas provenientes de países limítrofes -bolivianos, chilenos y paraguayos (10)-. También el gobierno argentino representó los intereses del gobierno uruguayo -que había roto relaciones diplomáticas con la España franquista- y mantuvo frecuentes contactos con el régimen de Franco para obtener de éste la evacuación de uruguayos asilados en su legación de España.
El caso del buque "Cabo San Antonio":
Un caso delicado fue el generado alrededor de la llegada del buque español "Cabo San Antonio", que quedó estacionado en la rada del puerto de Buenos Aires desde el 28 de octubre de 1936. Al buque, comandado por un comité de tripulantes que respondían a la República, le fue prohibida la entrada al puerto, ordenándose la detención de uno de los tripulantes. La situación promovió una importante agitación en los medios y un nuevo conflicto entre las autoridades argentinas y la Embajada española, las que recibieron presiones de los propietarios del buque, que tenían representantes en Buenos Aires. Los propietarios solicitaron la nulidad de la incautación sufrida de parte de los tripulantes. En los días posteriores se fue complicando la cuestión cuando la Prefectura Nacional Marítima, procedió a la detención de 91 tripulantes. Luego de los trámites legales los detenidos fueron obligados a salir del país en calidad de deportados, con rumbo a España. En definitiva las autoridades argentinas, que en ese momento se encontraban negociando la salida de los asilados de la Embajada argentina en Madrid, dispusieron en los primeros días de abril de 1937 la entrega del barco a la Embajada española. Medida que puede ser interpretada como parte de la política de "buena voluntad" y de "reciprocidad" entre ambos gobiernos. El resultado, sin embargo, fue que el buque fue retenido hasta la finalización de la guerra, por la intervención de los representantes de los propietarios que obstaculizaron la medida de entrega a la Embajada, interponiendo diferentes recursos de apelación (11).
Los nacionalistas argentinos y el problema español.
El nacionalismo, como expresión ideológica de tendencias antidemocráticas, católicas y sobre todo anticomunistas, tenía una importante tradición en nuestro país, pero en los años 30 se desarrolló de manera notable, encontrando en los postulados de la hispanidad una forma de identificación plena. Es notorio el vínculo que el nacionalismo argentino desarrolló con algunos intelectuales que proponían una vuelta a España y sus tradiciones, como el caso de Ramiro de Maetzu, que había establecido contacto en la Argentina cuando fuera Embajador de España en Buenos Aires, en la época de Primo de Rivera (12). De esa manera, los nacionalistas argentinos se identificaban plenamente con los postulados ideológicos del Movimiento Nacional Español. Desde sus principales publicaciones (Bandera Argentina, Crisol, Fronda y Clarinada) convocaban a prestar ayuda de todo tipo al bando nacional, y en ese contexto significaron el verdadero y militante contrapeso hacia los movimientos de ayuda a los republicanos en la Argentina.
En La Fronda, la guerra de España ocupará un lugar central desde el inicio. De acuerdo a esta publicación el alzamiento del Ejército Nacional era la expresión de:
"Los patriotas alzados en armas contra el comunismo y el anarquismo (...) luchando por la soberanía espiritual de sus compatriotas, víctimas de la vorágine roja" (13)
Desde sus páginas, expresión cabal de un pensamiento tradicionalista, anticomunista y antisemita, predicarán la necesidad de:
"…salvar a España del caos marxista de los bárbaros moscovitas, del judaísmo expulsado de la madre patria" (14)
Los nacionalistas buscaron en las autoridades argentinas la ruptura de relaciones con el gobierno republicano y el reconocimiento de los sublevados. Esta derecha autoritaria ejercía influencia dentro del mismo gobierno, donde el Ministro Ramón Castillo y el Senador Matías Sánchez Sorondo, representaban al sector más claramente alineado en posiciones contrarias a los republicanos. Sánchez Sorondo encabezó algunas iniciativas propiciadas en la Cámara Alta, que propusieron desde la ruptura con la República hasta el reconocimiento del gobierno de Burgos, propuestas que sin embargo no lograron ser estimadas. Las iniciativas del activo Senador se extendieron incluso hacia la presentación de un proyecto de ley hacia fines de 1936, que proponía la represión de las actividades comunistas en la Argentina. En defensa de su proyecto el Senador Sanchez Sorondo entendía que:
"Creemos en la virtud de esta ley, pero si no bastara- que no ha de bastar-habremos de buscar los remedios eficaces para la defensa suprema de la sociedad, aunque para ello tengamos que proclamar la necesidad de poner en pie de guerra a la República "(15).
Sánchez Sorondo advertía de la necesidad de reprimir al comunismo de manera preventiva en nuestro país y evitar una supuesta guerra civil, aludiendo, sin decirlo, al caso español.
Lisandro de la Torre será uno de los encargados de responderle y para ello apela directamente al caso español:
"Para darle algún cariz de necesidad a este proyecto se ha dicho que lo justificaba sobre todo(...) la repercusión en nuestro país de los hechos de España a cuyo fin se tergiversan los hechos y se presentan como las consecuencias de un alzamiento de elementos de derecha contra el gobierno republicano español" (16)
Finalmente el proyecto que fuera aprobado por 17 votos contra 4 en Senadores fue desestimado por la Cámara de Diputados (17).
La Iglesia y el Ejército.
Las simpatías con los sublevados se manifestaban también en algunos ambientes no oficiales, como el Jockey Club, conocido reducto de algunas familias pertenecientes a la oligarquía argentina; en algunos círculos del Ejército y entre la jerarquía de la Iglesia. La Iglesia siguiendo una orientación que se originaba en las propias esferas de la Santa Sede, se inclinó claramente por el bando nacionalista. Desde las páginas de la revista Criterio, dirigida por Mons. Gustavo Francheschi, no se escatimaba elogios para Franco y sus partidarios. Francheschi, un intelectual de fina retórica, desplegó un pensamiento sumamente favorable al general sublevado; veía en Franco "al paladín de un nuevo estado, cristiano por su espíritu, español por su raigambre y moderno por su adaptación a las necesidades de los tiempos actuales". Justificaba el uso de la fuerza "ante un enemigo que la usa monstruosamente" (18)
De la misma manera, el alineamiento hacia el movimiento nacional estuvo muy difundido al interior del Ejército, como lo demuestran algunas manifestaciones públicas muy significativas en el contexto del conflicto (Quijada,1991: 31). Después del golpe de septiembre de 1930, el ejército había experimentado un fuerte proceso de politización. Si bien Justo intentó disciplinar a los miembros del ejército "preocupado por la capacitación técnica, las mejoras presupuestarias y el concepto de profesionalismo" (Rouquié,1986:266), las ideas nacionalistas de corte autoritario fueron ganando espacio. Este perfil al interior del ejército se manifestó con creces cuando en mayo de 1931 había sido reconocida por el gobierno de José F. Uriburu la agrupación paramilitar denominada Legión Cívica, la que al transformarse en una institución considerada de "utilidad publica" (Rouquie,1986: 249) obtiene el privilegio de concurrir a los cuarteles y estrechar lazos con un sector del ejército claramente vinculado a posiciones antiliberales.
En el contexto de la guerra civil española y demostrando una profunda identificación con lo ideológico, el Comando de la Legión Cívica envía mensajes de apoyo a las autoridades rebeldes, en una de esas esquelas se dice:
"El Comando de la Legión Cívica Argentina, fundada por el ilustre General Uriburu, para proseguir la obra nacionalista por él iniciada en nuestro país, saluda a vuestra excelencia y formula votos por que el ejército español aniquile al marxismo que pretende destruir las nacionalidades emanadas del cristianismo" (19)
La ayuda a España y las respuestas oficiales
Si en el plano exterior las autoridades argentinas se alinearon en la no intervención, en el ámbito interno no siempre permitieron las actividades de organización de la ayuda a España, especialmente si esta se hacía a favor de los republicanos.
Quién sin duda marcaba el camino de la represión hacia los actos de ayuda a la República fue el gobernador Manuel Fresco, que desde su conocida adhesión al fascismo, buscaba entorpecer cualquier manifestación a favor del gobierno español. Los comités de ayuda fueron víctima de redadas de carácter "anticomunista", incluso de actividades de represión directa hacia los adherentes a tales organizaciones. En cambio, en otras provincias, las actividades de propaganda y organización de comités pro-republicanos tuvieron el apoyo directo de las autoridades, como en el caso de Tucumán, y particularmente en la Provincia de Córdoba, bajo la gobernación de Amadeo Sabbattini. Más allá de represiones o persecuciones de diferente tipo, los comités de ayuda a la República se organizaron por todo el país, y sobre todo en las grandes ciudades como Rosario, Córdoba y Buenos Aires, como lo veremos con detalle luego.
Los partidos políticos y la guerra civil
La conmoción que generó la guerra fue la fuente de la movilización en todos los partidos políticos. El radicalismo venía transformándose en un nucleamiento de demandas opositoras hacia el régimen, afirmando una imagen antifascista y democrática y si bien dirigido por el sector moderado del partido, que encabezaba Alvear, muchos de sus militantes se acercaron hacia posiciones de izquierda, como se aclaró, generando posturas afines a las organizaciones civiles de claro sentido antiautoritario que se habían creado en esos años, como la Liga de Derechos del Hombre, que integraban además conocidos militantes del Partido Comunista. La dirigencia mostraba señales inequívocas de apoyo a la causa republicana pero siempre en un tono menor respecto a las bases. Algunos dirigentes, no siempre afines a la postura de Alvear, manifestaban un decidido sentimiento republicano, entre ellos y muchos años después Arturo Frondizi (20) recordaba:
"El radicalismo tenía una posición franca frente al Régimen Franquista y a favor de los republicanos…Yo tuve una clara posición antifranquista durante la guerra Civil española, y si bien no escribí nada al respecto, la dejé en claro en varios discursos" (Rein,2003:153)
Las manifestaciones de apoyo a los republicanos por parte de la gran mayoría de adherentes al radicalismo y el fervor con que propiciaron la organización de comités de ayuda, marcaron de esa forma algunos límites con la dirigencia alvearista la que en definitiva será el núcleo de futuros conflictos en el seno del partido.
De los restantes partidos el Socialista Obrero fue fervoroso adherente de la República. La formación de ese nuevo partido en 1937 estuvo vinculada a las diferencias de enfoque respecto a la cuestión de España, y sobre todo a las interpretaciones de tono moderado que la dirigencia del Partido Socialista Argentino tenía respecto al gobierno nacional. Sin embargo, a partir de 1937 la dirigencia del PS, adoptó con más energía una actitud de apoyo a los republicanos, quizás influida por la llegada del ala más moderada al interior del gobierno español de la República, y desde allí se transformó en el principal interlocutor institucional con la Embajada española. Desarrollando una enérgica campaña de apoyo al gobierno y al ejército leal, los socialistas propiciaron organizaciones de ayuda en todo el país, donde las bases tuvieron destacadísima actuación.
Los demócratas progresistas, también a nivel de la dirigencia se acercaron hacia una postura de apoyo al gobierno español, mostrando un perfil parecido al del radicalismo, propiciaron junto a ese partido declaraciones de apoyo a la República desde el Congreso Nacional, y también aparecieron en varios actos públicos defendiendo esa postura.
Anarquistas y comunistas, encontraron en la guerra civil un móvil para el desarrollo de una gran actividad en contra del fascismo y a favor de la constitución de innumerables manifestaciones de ayuda a la República, quizás también como una respuesta, frente a la represión que venían soportando junto a la ilegalidad impuesta por el régimen. Más adelante nos ocuparemos con detalle de ellos y sobre todo de su papel en el movimiento obrero, al tratar la organización de la ayuda a la República.
Las Elecciones de 1937
Un momento de gran agitación social lo generó las campañas para las elecciones de 1937, que se convirtieron en campo de actividad ideológico- política, donde a las cuestiones internas, las fuerzas de oposición sumaron sus preferencias por la causa republicana. Durante 1937 se sucedieron actos públicos conjuntos donde los oradores de los distintos grupos, afirmándose en un discurso democrático que incluía una crítica profunda al gobierno, se asociaban a la defensa de la República. De esa manera, lo relacionado al tema de la política interna se unía a la cuestión de España. El acto del 1º de mayo de ese año significó una movilización de miles de simpatizantes que abogaban por el respeto a la Constitución Nacional, "ondeando banderas argentinas y republicanas en un clima de unidad sin precedentes en celebraciones anteriores" dice La Nación en la cobertura del día 2 de mayo
"Con todo orden celebróse la fiesta de los trabajadores. Ante una multitud densa y entusiasta hicieron uso de la palabra oradores de diversas ideologías, los que fueron calurosamente aplaudidos por el auditorio" (21)
La Prensa mientras tanto remarcó en su título del 2 de mayo lo "concurrido" de los actos tanto de la Capital como del interior del país, destacando que el "acto de la Capital Federal, reunido en la tradicional esquina de Diagonal norte y Maipú, debe ser remarcado por su carácter masivo". En este último acto se sostuvieron posturas de perfil unitario que planteaban reivindicaciones respecto al mejoramiento de salarios, junto a otras como la defensa de la democracia frente al autoritarismo y fascismo, y por la España Leal y el Frente Popular en la Argentina y por la candidatura presidencial de Marcelo Torcuato de Alvear.
Los discursos pronunciados demuestran esa definida tendencia: Enrique Dickman sostuvo que: "La dictadura y la guerra son el pasado y la barbarie, en tanto la paz y la democracia son el porvenir y el progreso". Nicolás Repetto mientras tanto se ocupó de criticar duramente al fascismo y al nazismo, llamando a "defender nuestra libertad y a ofrecer nuestra solidaridad activa al heroico pueblo español". Péres Leirós, coincidió con el anterior en remarcar un claro perfil antifascista, y a "favor de la defensa de la democracia, la constitución y el régimen republicano" de parte de los trabajadores (22).
De esa forma, queda expresado claramente el sentido y dirección de un acto en donde a la situación internacional y particularmente al problema español se le unía una decidida definición por la política argentina.
Las expectativas frente a un cambio de gobierno
La llegada de Ortíz a la presidencia abría nuevas expectativas tanto para la Embajada española como para los representantes del gobierno de Burgos. El ministro de Relaciones Exteriores José María Cantilo, sin embargo, no se dispuso a efectuar cambios decisivos en la política exterior argentina, manteniéndose dentro de la línea trazada por su antecesor prefirió una posición equidistante, de características conciliadoras como fórmula que permitiera la solución política en España (23). Esa misma cautela mantuvo el presidente Ortíz cuando recibió las credenciales del nuevo Embajador Ossorio y Gallardo en junio de 1938 (24). Ortiz de esa forma se mostraba dando algunas señales más proclives a una salida negociada en la cuestión española, interpretada por algunos como favorable a la defensa de la legalidad, lo que veladamente afirmaba, sin decirlo, un apoyo al sistema republicano en España. Esas señales se ajustaban perfectamente, según la política oficial, al momento que vivía el país a nivel de la situación política, y como ya hemos señalado, era una manera de actuar de parte del Presidente Ortíz, que se inscribía en la necesidad de encontrar un punto de apoyo más favorable en su intención de democratizar el sistema electoral argentino, separándose del "corse" que le imponía el justismo. En esa misma dirección, tomó el presidente una serie de medidas que no fueron bien recibidas por los sectores nacionalistas: restringió las actividades del nazismo y de la falange en nuestro país, a partir de la promulgación de algunos decretos (25) que marcaron claramente el perfil que debía seguir la política nacional, al orientarla hacia la lógica de la defensa de la democracia. Pero a pesar de este alineamiento ideológico nunca el presidente se colocó en una postura decididamente favorable al gobierno legal español. En realidad, el desarrollo de los acontecimientos en España hacia fines de 1938, que vislumbraban una derrota para el frente republicano, fueron llevando al gobierno argentino a distanciarse aún más de la República, aunque tampoco reconocieron rápidamente al gobierno de Burgos, por el contrario este reconocimiento recién llegó el 23 de febrero de 1939. El día 26 de febrero el edificio de la Embajada fue entregado por el último Embajador Ossorio y Gallardo al Ministerio de Relaciones Exteriores y ese mismo día se efectivizó el traspaso al nuevo encargado de negocios, Juan Carlos Lojendio, quién lo recibió de las autoridades argentinas.
El conflicto español y la disputa informativa
Los alineamientos que el problema español provocaba cobraron forma decididamente conflictiva alrededor de la cuestión informativa en nuestro país. Periódicos, revistas, emisiones de radio proporcionaban información variada respecto al conflicto y alimentaban a una opinión pública ávida por saber de los acontecimientos españoles. La radio fue un medio de transmisión formidable para los bandos en pugna y un instrumento de lucha ideológica. Los republicanos defendían su causa en varios programas radiales. Algunos se emitían por la emisora Stentor ligados a la Embajada y otros por radio Mitre, vinculados a la FOARE y al comité de ayuda al gobierno del frente popular. Mientras tanto, los franquistas tenían una audición diaria en radio Excelsior, que recibía a conocidas figuras del ambiente político, ligadas a los sectores nacionalistas y católicos de la Argentina y de la comunidad hispánica.
Los diarios de más tirada en la Argentina de esos años cómo La Prensa y La Nación, se mostraban cautos y definían una línea editorial más proclive hacia la "neutralidad" valorativa, y la "prescindencia" (26) respecto al conflicto, que sin embargo no ocultaba su mirada aprobatoria hacia los sublevados al justificar y estimar inevitable su alzamiento, ante lo que juzgaban un "giro peligrosamente revolucionario" en la República española. La Nación fue el órgano que se alineó claramente con la "no intervención", tal como se definía en la política exterior del gobierno. Este diario, uno de los principales voceros de la oligarquía liberal alineada clásicamente con Gran Bretaña, llamaba a defender la postura del primer Ministro Británico Anthony Eden, que proponía la abstención a la intervención en los asuntos de España y en artículos sucesivos del 14 de enero de 1937 y del 16 abril de 1937 definió claramente este sentir. Según esta publicación, "los litigios interiores deben ser dirimidos exclusivamente por los interesados hasta que tal opinión se defina e imponga" (27). En abril, el mismo periódico llamaba a las demás repúblicas hispanoamericanas a seguir el ejemplo británico:
"Cuando España (...) recupere la tranquilidad, estamos seguros que sabrá agradecer más, como dijo Mr Eden, a aquellos pueblos que se abstuvieron de intervenir en sus luchas que a los que contribuyeron a ahondar las divisiones" (28)
Fue particularmente La Razón, quién mostraba simpatías claras hacia el bando sublevado, calificándolos con el sugestivo adjetivo de "revolucionarios", definiendo desde sus titulares una ácida postura anti-republicana (29).
El gobierno español de la República recibió el caluroso apoyo de los influyentes Crítica y Noticias Gráficas. El primero que se mantuvo en todo momento a favor del gobierno legal, mantenía en su clásica línea editorial donde "el compromiso con el pueblo" era su consigna de mayor peso, una postura definidamente antifranquista. Botana, su director y propietario, fue un entusiasta partidario de la causa republicana y puntal en el proceso de solidaridad hacia el gobierno legal español. Luego de la derrota influyó ante las autoridades para obtener el permiso de entrada de refugiados españoles, varios de los cuales trabajaron como periodistas en su diario.
Noticias Gráficas, dirigido por José Venegas, y con fuerte vínculo con la Embajada fue otro de los principales voceros a favor de la República, muchos de sus artículos eran reproducidos por España Republicana, principal órgano de Amigos de la República. José Venegas dirigía la Oficina de prensa de la Embajada denominada Prensa Hispánica que se encargaba de distribuir la información a todos los periódicos afectos a la República. Otros de menor tirada como La República, El Mundo o Tribuna Libre también acercaron su apoyo a la República. Entre los periódicos de las instituciones españolas que abrazaron con mayor entusiasmo la causa republicana, se destaca Galicia de la Federación de Sociedades gallegas, incansable luchador por los intereses republicanos, junto a España Republicana, órgano del Centro Republicano español de Buenos Aires y a La Nueva España principal referente informativo de la FOARE (Federación de Organizaciones de Ayuda a la República Española).
Los socialistas, comunistas y anarquistas también tenían sus propios órganos de prensa y particularmente procesaban la información desde el propio escenario de los hechos, al contar con corresponsales de guerra que enviaban permanentemente material. Entre esos corresponsales Raúl González Tuñon, relevante poeta comunista, ha dejado un conjunto de poemas que fueron recogidos en su conocida obra La rosa blindada, donde los temas relacionados a la guerra aparecen expuestos con sumo detalle.
Los franquistas, además de recibir el apoyo directo o velado de los grandes diarios, contaron con las simpatías de la Revista católica Criterio, ya reseñada, muy leída entre las clases medias y altas argentinas y de las publicaciones nacionalistas La Fronda, Crisol y Clarinada, todas uniendo su posición antirrepublicana a un claro perfil anticomunista y antisemita (30).
Una de las agrupaciones que defendía a Franco, como lo fue el centro Acción Española, publicaba el periódico quincenal Acción Española, mientras que los de la Falange (31), institución creada en julio de 1936 a pocos días del levantamiento franquista, de definida inspiración nacionalista, publicaba el semanario Arriba. Ambas publicaciones recibían el apoyo informativo de la Oficina de Prensa creada por la delegación del gobierno de Burgos en Buenos Aires y dirigida por Juan Carlos Lojendio. Esa oficina de prensa, a su vez contaba con el aporte para su sostenimiento de sectores del empresariado español, vinculados a la Cámara Española de Comercio de Buenos Aires.
En síntesis, la conformación de un espacio de confrontación a nivel de lo informativo y básicamente sostenido en la descalificación del contrario (enemigo), constituye un aspecto central a tener en cuenta, en el proceso implicado por la guerra civil, que influyó en la opinión pública de manera notable.