Psicología Social

Disonancia Cognoscitiva:
Una "Nueva Mirada" o lo Central del Autoconcepto

Lic. Carlos Ruiz Matuk
Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

Resumen

Desde el 1957, cuando León Festinger irrumpió con su teoría de la disonancia cognoscitiva en la psicología social, los aportes heurísticos y su papel en la fusión de la cognición y la motivación no aseguraron que fuera valorada coherentemente a través del tiempo. A mediados de los 70's el interés por sus aplicaciones declinó entre los psicólogos sociales. Sin embargo, al final de los ochenta y principios de esta década, nos encontramos con un retorno de la discusión sobre la importancia de dicha teoría. La nueva discusión se centra en dos revisiones separadas de la teoría de Festinger. Por un lado está la propuesta de Aronson, quien plantea que la disonancia emerge cuando un importante elemento del autoconcepto es violado. Por el otro está la argumentación de Cooper y Fazio de que ésta se produce al sentirse personalmente responsable de un resultado aversivo. Examinaremos las dos posiciones asumiendo una superioridad de la formulación de Aronson, para lo cual presentamos datos que refutan la hipótesis de la "nueva mirada" y otros sugiriendo que los postulados de responsabilidad personal y consecuencias aversivas pueden integrarse a la centralidad del autoconcepto en la experiencia y reducción de la disonancia cognoscitiva.

Introducción

Hace unos diez años, un profesor de Psicología irrumpió con una pregunta curiosa en la clase de una asignatura que no tenía en su programación ningún tema de psicología social: "A ver quien sabe ¿Qué es la disonancia cognoscitiva?" No niego que siempre fui un estudiante pretencioso, por lo que decidí ser el héroe delante del curso, levanté mi mano y respondí: "Es el estado que se encuentra la persona cuando tiene dos pensamientos que se contradicen entre sí. Para el momento esa fue la mejor respuesta, porque ninguno de mis compañeros quiso dar otra. Por lo menos el citado profesor asintió y terminó relatando que cuando hizo la misma pregunta en otro grupo de la misma asignatura sólo un estudiante se atrevió a levantar su mano para manifestar que realmente había escuchado el término, pero que no sabía qué significaba. Esto sucedió aún cuando casi todos mis compañeros y los del otro estudiante habíamos cursado por lo menos una de las dos asignaturas de psicología social de la carrera en aquel entonces.

Una respuesta que me he dado es que al parecer tendemos a preguntarnos más sobre las situaciones en las cuales la actitud influye o no en el comportamiento de una persona. Y el concepto de disonancia cognoscitiva invierte la pregunta, y se refiere a ¿cómo influye el comportamiento a nuestras actitudes?

Gran parte de la investigación al respecto ha sido provocada por León Festinger después del 1957. Se ha dicho que ya existían propuestas del proceso por el cual se deshace la persona de dos cogniciones que no concuerdan. Están por ejemplo, Heider en 1946 en la Journal of Psychology en su artículo titulado Attitudes and cognitive organization (Actitudes y organización cognitiva) y Newcomb en su artículo An approach to the study of communicative acts (Una aproximación al estudio de los actos comunicativos) publicado en la revista Psychological Review en el 1953. La gran contribución de Festinger fue hacer explícito el proceso por el cual las cogniciones pierden disonancia y expresarlo de manera que pudiera ser comprobado mediante experimentos.

Los elementos básicos de la teoría son las cogniciones o "fragmentos de conocimiento" que tenemos sobre el mundo. Dos cogniciones son disonantes cuando una sigue de otra opuesta, es decir, que una contradice a la otra. Según esta relación de disonancia entre las dos cogniciones producen un estado de tensión que la persona tiende a reducir.

Para Eliot Aronson, alumno y discípulo de Festinger, lo que logra la teoría de la disonancia es forjar un matrimonio entre lo cognitivo y lo motivacional. Es decir, que la disonancia puede ser considerada como un estado motivacional. En otras palabras, no es agradable tener dos pensamientos que se contradicen, y la persona buscará la manera de deshacerse de esa sensación desagradable.

¿Cómo se reduce este estado desagradable? Se han propuesto tres formas de reducir la disonancia: cambiando una de las dos para hacerlas coherentes, añadiendo una o más cogniciones consonantes o alterando la importancia de varias cogniciones.

Festinger propuso que algunas cogniciones son más resistentes al cambio que otras. Por ejemplo, las que se basan en la realidad, como nuestro conocimiento de que el hielo es frío o de que acabamos de comer verduras son particularmente difíciles de modificar. Por el contrario, las que se basan en opiniones y actitudes (no me gustan las verduras) son menos resistentes al cambio.

La base de estos conceptos se derivó de un experimento ya clásico desarrollado por Festinger y Cadsmith (1959), Reclutaron sujetos para lo que sería un experimento sobre desempeño de tareas, Conforme iban llegando, se les asignaba una serie de tareas bastante tediosas para que ocuparan su tiempo, Por ejemplo, se les pedía que hicieran girar una de las clavijas de un tablero, primero un cuarto de giro hacia la izquierda, después un cuarto de giro hacia la derecha, Cuando terminaban, el experimentador les explicaba que el verdadero experimento estaba relacionado con disposiciones o expectativas mentales. Se les informaba de que otros sujetos se reunirían con un ayudante del experimentador antes de llevar a cabo sus tareas y estarían convencidos de que serían interesantes y divertidas.

A continuación se les dijo que formaban parte del grupo control del experimento, es decir, que se evaluaba el desarrollo sin que el ayudante despertara expectativas de ningún tipo, En ese momento los sujetos suponían que había terminado el experimento, pero en realidad apenas empezaría la parte medular del mismo. Mostrándose un poco perplejo, el experimentador les hacía saber que el ayudante estaba por llegar para hablar con el siguiente sujeto, que debía adoptar un estado de "expectación positiva". Después el experimentador debía simular una idea repentina: quizá el sujeto que estaba con él podría hacerse pasar por ayudante. Lo que tendría que hacer es convencer al siguiente "sujeto" (quien en realidad era el ayudante del experimentador) de que las tareas eran en verdad interesantes y divertidas, Para ello, se les ofrecía una paga de un dólar (a otro grupo de "control" se les ofreció 20 dólares por hacer lo mismo). Después de hacer lo que el experimentador solicitaba, se les pedía que expresaran su actitud "real" respecto de las tareas.

El comportamiento de los sujetos al tratar de influir en los ayudantes realmente estaba en desacuerdo con su actitud original con respecto de las tareas. Además, el aliciente de un dólar no parece haber sido suficiente para justificar ese comportamiento (es decir, servir de cognición de apoyo). Es poco probable que los sujetos hubieran cambiado de opinión respecto del comportamiento (difícilmente se les hubiera convencido de que no había desempeñado las tareas). La teoría de la disonancia pronosticaría un cambio en las cogniciones menos resistentes (la actitud respecto de las tareas), de manera que llegaría a concordar con el comportamiento. En otras palabras, se esperaría que los sujetos evaluaran las tareas como si en realidad hubieran sido interesantes. De hecho comparando con el segundo grupo de sujetos (a quienes se les pagaron 20 dólares por tratar de influir en el ayudante), y un verdadero grupo de control (que sólo evaluó las tareas después de terminadas), los sujetos que recibieron un dólar adecuaron su punto de vista con su comportamiento y dijeron que las tareas habían sido interesantes. Los del grupo de 20 dólares mostraron poca disonancia desde un principio, pues la cantidad ofrecida (cuando menos en 1959) proporcionaba la explicación del comportamiento.

La cantidad de experimentación que se produjo a partir de éste fue considerable.

Ned Jones (1976), citado por Aronson, caracterizó a lo que él llamó movimiento de la disonancia como "el más importante desarrollo singular en la psicología social hasta la fecha". En sus inicios jugó un papel importante en la conciencia de la psicología de los presupuestos simplistas de las teorías del reforzamiento. Y como Aronson apuntó desafió la teoría psicoanalítica, específicamente en la noción de catarsis de la agresión.

¿La Nueva Mirada o la Mirada más Cercana?

La visión simplista de la teoría pronto comenzó a tener problemas de todos modos, debido a las evidencias de que las cogniciones inconsistentes particularmente no eran suficientes para producir disonancia. Sólo tres años después de la formulación de Festinger, Aronson comenzó a llamar la atención de la importancia del autoconcepto en la mediación de los efectos de la disonancia. Años después este autor presentó una elaboración más acabada en relación a la centralidad del autoconcepto en la experiencia y reducción de la disonancia implicando que las personas luchan por tres cosas:

1) Preservar un consistente, estable y predecible sentido del yo

2) Preservar un sentido completo del yo

3) Preservar un sentido moralmente bueno del yo.

Cooper y Fazio (1984) por otro lado presentaron una "nueva mirada" como propuesta para salvar las debilidades de la teoría de la disonancia. En esta posición se plantea que lo que produce el estado desagradable de tensión se relaciona directa y exclusivamente al sentimiento de responsabilidad por una consecuencia aversiva. Es decir, las implicaciones teóricas de esta nueva mirada comprenden dos elementos básicos: la previsión de consecuencias aversivas como resultado del comportamiento y apercepción de una responsabilidad personal.

Nuestra posición consiste en que los planteamientos teóricos de la "Nueva Mirada", además de las evidencias experimentales encontradas pueden reducirse a la posición de Aronson, de que el autoconcepto sigue siendo central para que se experimente la disonancia cognoscitiva. Por ejemplo, Scher y Cooper (1989), ofrecieron la evidencia de que una conducta contractudinal, que no produce como resultado un evento negativo, no produce cambio de actitud. De acuerdo a la posición del autoconcepto es la significación psicológica de la conducta, como el reflejo del Yo, lo que produce el potencial, para hacer surgir la disonancia. La evidencia como sea, no contradice la formulación del autoconcepto y aún más, existen evidencias modernas de que la autoestima es mediadora en la experiencia de la disonancia. (Lammers y Becker, 1992). Además, Steele y sus colaboradores (1988, citados por Thibodeau & Aronson, 1992) han producido considerables datos mostrando que, después de afirmarse un aspecto importante del autoconcepto que es irrelevante a la inconsistencia inducida experimentalmente, los sujetos cesan la reducción de la disonancia con el cambio de actitud. Por ejemplo, cuando a sujetos que mantenían fuertes valores estéticos se les permitió afirmar estas creencias después de escribir un ensayo oponiéndose a los fondos para los minusválidos, sus actitudes se mantuvieron sin cambio. Los sujetos que no prestaban importancia a los valores estéticos, evidenciaron el cambio de actitud en la dirección del ensayo contractudinal.

Después de todo no quiero decir que las discusiones modernas, sobre la reducción de la disonancia cognoscitiva se enmarcan solo en esta controversia. Actualmente, se han presentado nuevas posiciones teóricas, por ejemplo está el nuevo modelo de redes neurales en la limitación de la satisfacción (Constraint satisfaction neural network model) o modelo de la consonancia. Según Shultz y Lepper (1996) este modelo puede simular datos de los paradigmas de justificación insuficiente y de elección libre, y en muchos casos se adapta mucho mejor que la teoría de la disonancia. Esta aproximación no escapa de las influencias computacionales de los últimos tiempos. Según sus defensores, el éxito del modelo remarca las similitudes importantes e imprevistas entre los que habían sido anteriormente vistos como procesos exóticos de reducción de la disonancia y una variedad de otros procesos psicológicos más mundanos.

Referencias Bibliográficas

Aronson, E. (1992) The return of the repressed: Dissonance theory makes a comeback, Psychological Inquiry, 3 (4): 303- 311.

Cooper, J. & Fazio, R.H. (1984). A new look at dissonance theory. In L. Berkowitz (Ed.). Advances in experimental social psychology 17, Orlando, Fl: Academic Press.

Festinger, L. & Carlsmith, J.M. (1959). Cognitive consequences of forced compliance. Journal of Abnormal and Social Psychology, 58: 203-211.

Heider, F. (1958) Attitudes and cognitive organization. Journal of Psychology of Interpersonal re1ations. New York: John Wiley & Sons.

Newcomb, T. (1953 An approach to the study of communicative acts. Psychological Review, 60: 393-404. 1953 by the American Psychological Association.

Scher, S.J. & Cooper, J. (1989) Motivational basis of dissonance: the singular role of behavioral consequences. Journal of Personality and Social psychology 56. (6): 889-906.

Shultz TR, Lepper MR (1996) Cognitive dissonance reduction as constraint satisfaction. Psychological Review 103 (2) 219-40.

Thibodeau, R; Aronson, E. (1992) Taking a closer look: Reasserting the role of the self concept in dissonance theory. Personality and Social Psychology Bulletin 18 (5): 591-602.

Aborto Obtenido y Denegado: Perspectivas Psicosociales

Dr. Henry P David
Instituto de Investigación Transnacional de la Familia, E. U.A.

Introducción

Es un privilegio especial unirme a ustedes en la celebración del 30mo. aniversario de la creación de las escuelas de psicología dominicanas. Mis calurosas congratulaciones.

Mi primera visita a Santo Domingo fue en los días difíciles a finales de la década de los años sesenta. El programa de asistencia técnica inicialmente desarrollado primeramente con la Universidad Autónoma y luego con la UNPHU gradualmente evolucionó hacia estudios cooperativos sobre comportamiento reproductivo a principios de 1970. Es un placer regresar, encontrarse con viejos amigos y tomar nota del progreso logrado.

Mi exposición estará dedicada a los aspectos psico-sociales del aborto obtenido y del aborto denegado. Quizás no ha habido otro procedimiento electivo que haya evocado tanto debate público, generado tanta controversia emocional y moral, o recibido mayor atención sostenida por parte de los medios de comunicación. Tal como ha sido bien reconocido, no hay ninguna manera psicológica libre de dolor para enfrentar un embarazo no deseado. Mientras un aborto podrá crear sentimientos de remordimiento, culpabilidad o pérdida, una solución alternativa, tal como el matrimonio forzado, el dar el bebé en adopción, o agregar un bebé no deseado a una ya de por sí familia numerosa o a una relación de pareja ya tensa de por sí, es igualmente probable que esté acompañado de problemas psicológicos para la mujer, para la criatura y para la sociedad. (David, 1972).

Hoy trataré de presentar breves vistas generales de tres estudios: las respuestas psicosociales al aborto legal en los Estados Unidos, la cultura que rodea al aborto clandestino en la República Dominicana a principios de 1970 y los puntos sobresalientes de estudios que actualmente continúan sobre niños nacidos entre 1961-1963 en Praga, República Checa, a mujeres que en dos ocasiones les fue negado el aborto para el mismo embarazo y controles en pares emparejados.

Respuestas Psico-sociales al Aborto Legal Inducido en los Estados Unidos

De todas las complicaciones del aborto, las respuestas psicosociales son las más difíciles de evaluar mucho más que las estadísticas de mortalidad y morbilidad. Asumiendo que la morbilidad psiquiátrica o psicológica es un fenómeno real y mensurable, la explicación para la amplia gama de opiniones expresada en la literatura puede bien que descanse en lo inadecuado de muchos de los trabajos publicados. (David, 1985).

Dentro de las deficiencias científicas está el énfasis extremado sobre casos de historias clínicas que ignoran a la gran mayoría de mujeres que dan terminación a embarazos no deseados y nunca más buscan consulta de salud mental post-operatoria; la ausencia de procedimientos estandarizados de seguimiento; la falta en lograr el consenso sobre los criterios de diagnóstico psicológico; o el desacuerdo sobre variables psicológicas relacionadas al contexto sociocultural dentro del cual la decisión de aborto ocurre. Perspectivas políticas, morales, éticas y religiosas que difieren influyen en la manera en que es percibido el aborto por diferentes observadores (David, 1997).

En respuestas a preguntas elevadas ante el Congreso de los Estados Unidos acerca de los efectos del aborto sobre la salud mental y física, la Asociación Americana de Psicología, en 1989 convocó un panel de expertos para examinar los factores psicológicos (Adler, David, et al, 1990, 1992). La misión del panel no era evaluar valores sino considerar las mejores evidencias disponibles sobre respuestas psicológicas al aborto. Este panel enfocó los estudios con los más rigurosos diseños de investigación, reportando hallazgos sobre el estatus psicológico de mujeres que han tenido abortos bajo circunstancias legales no restrictivas, es decir, a solicitud, en el primer trimestre y no exclusivamente sobre las bases de salud mental o física.

El panel encontró que la aflicción psicológica es generalmente mayor antes del aborto cuando la mujer tiene que decidir cómo resolver un embarazo no deseado. Las respuestas después del aborto reflejan la gama de experiencias y recursos psicológicos que una mujer tiene para enfrentar eventos negativos de la ida.

A pesar de que puede haber sentimientos temporales de remordimiento, tristeza o culpabilidad, el peso de la evidencia indica que el aborto legal de un embarazo no deseado en el primer trimestre no presenta riesgo psicológico severo para la gran mayoría de las mujeres.

Efectivamente, muchas mujeres reportan el experimentar un sentimiento de alivio, de ansiedad resuelta (Russo, 1992).

Al examinar el argumento en búsqueda de un alegado Síndrome Post-Aborto (SPA), el panel citó el trabajo de Major et al (1985) quien encontró que las pacientes promediaban más altas puntuaciones sobre el formulario corto del Inventario Beck de Depresión, inmediatamente después del aborto y puntuaciones mucho más bajas tres semanas después. Ninguna de las puntuaciones excedió el umbral indicando depresión. Mujeres que culparon de su embarazo a su propio carácter estuvieron significativamente más deprimidas antes del aborto, anticiparon más consecuencias negativas, y tendieron a tener más estados de ánimo negativos severos inmediatamente después del aborto que mujeres que no eran auto-culpabilizadoras. Más aún, estudios de otros angustiantes (estresantes) de la vida sugieren que mujeres que no muestran evidencia de respuestas negativas severas después de un evento angustiante (estresante) de la vida no parecen desarrollar subsecuentemente problemas psicológicos significativos en conjunción con ese evento (Wortman & Silver, 1989). De manera similar, Miller (1992) encontró en un estudio empírico que mujeres que tenían una relación fuerte y satisfactoria con una pareja estable, pero que a la vez eran capaces de tomar decisiones independientes, eran menos propensas a dificultades tempranas o tardías post aborto.

En un estudio a más largo plazo de Russo y Zierk (1992) notaron que el bienestar de 773 mujeres, entrevistadas anualmente en una muestra nacional de 5,295 mujeres, no estaba relacionado con su experiencia de aborto ocurrida con ocho años de anterioridad. Mujeres que tuvieron un aborto tenían una tasa estadística significativamente más alta de autoestima global que las mujeres que nunca habían tenido un aborto. Esta diferencia era aún mayor cuando se comparaba mujeres que abortaron con mujeres que dieron a luz de embarazos no deseados (las cuales tenían la más baja autoestima). Mujeres que habían experimentado abortos repetidos no diferían en autoestima de las mujeres que nunca habían tenido un aborto. En general, la evidencia confirmó hallazgos anteriores de que otros factores, que no eran la experiencia del aborto en sí mismo, determinan el estatus emocional post-aborto, particularmente el saber como una mujer percibe su embarazo y como ella cree que es percibido en su entorno social inmediato (Adler, 1975). Algunas mujeres continuamente reconstruyen y reinterpretan eventos pasados a la luz de experiencias subsiguientes y pueden ser presionadas a sentir culpabilidad y vergüenza mucho tiempo después (Russo & Zierk, 1992).

En suma, las reacciones psicológicas severas después del aborto son poco frecuentes. Las psicosis son muy pocos comunes. A pesar de que, estudios de casos individuales y reportes anecdóticos de angustia (stress) severa o psicopatología siguiente al aborto abundan en la literatura (e.g. Doherty, 1995), no hay clara evidencia de que haya un vínculo causal con el aborto (e.g. Dagg, 1991). Aunque dichas respuestas puedan ser emocionalmente sobrecogedoras para la mujer en cuestión y para su familia, el primero de dichos casos es muy pequeño, y ha sido caracterizado por el antiguo Cirujano General de los Estados Unidos C. Everett Koop (1989) como "minúsculo desde el punto de vista de la salud pública". Mujeres identificadas en la literatura de investigación como estando en algo de situación de riesgo de reacciones psicológicas negativas -y en potencial necesidad de consejería especial- son aquellas que terminan, por razones médicas, un muy deseado embarazo; falta de apoyo de sus parejas o parientes al tomar su decisión; son coercionadas a tomar una decisión de la que posteriormente se arrepienten; se sienten en conflicto acerca de valores religiosos profundamente sostenidos; sienten incertidumbre antes de tiempo, acerca de sus habilidades para salir adelante; se culpabilizan por su embarazo; dilatan la toma de la decisión entrado el segundo trimestre, o han tenido previamente algún otro episodio psiquiátrico.

Para la vasta mayoría de mujeres, un aborto será seguido de una mezcla de emociones, con un predominio de sentimientos positivos. Esto se mantiene para lo que es inmediatamente después del aborto y por algún tiempo después. Poco se conoce acerca de los efectos a largo plazo más allá de los 10 años. Sin embargo, el cuadro positivo reportado hasta 8 años después del aborto hace que parezca poco probable que más respuestas negativas puedan emerger más tarde. El tiempo de mayor angustia (estrés) es probable que suceda antes de que la decisión del aborto sea tomada. La literatura de investigaciones sugiere que, en términos acumulativos, el aborto legal de un embarazo no deseado en el primer trimestre no presenta riesgo psicológico para la mayoría de las mujeres. Ellas tienden a enfrentarlo con éxito y continúan con sus vidas. Tal como aparece en un comentario en la revista periódica "Journal of the American Medical Association", (Stotland, 1992) no hay hasta ahora ninguna evidencia creíble de la existencia de un síndrome post-aborto.

Aborto en la República Dominicana a Principios de 1970

Comparada con la legislación a través del mundo, las leyes de países de habla hispana y portuguesa del Caribe, Centro y Sur América son mucho más restrictivas. El aborto a solicitud de una mujer es técnicamente ilegal donde quiera excepto, en Cuba y Puerto Rico. La dureza de los estatutos escritos es aliviada sólo por la usual no aplicación (David y Pick, 1992). En la República Dominicana, el aborto es técnicamente ilegal sin excepción (Ley No. 690 del 19 de abril de 1948). Aunque las penalidades son severas para el proveedor del servicio y la mujer, parece que ha habido pocas persecuciones. Sin embargo, el aborto continúa siendo un tema tabú, frecuentemente cargado con el estigma social y el secreto (Paiewonsky, 1995). En el verano de 1973, un estudio del aborto clandestino fue conducido en cooperación con colegas de la Unidad de Estudios Especiales del Centro de Investigaciones, de la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña. Los investigadores entrevistaron 200 mujeres que habían sido internadas en dos hospitales de Santo Domingo por razones de abortos incompletos o complicaciones. La muestra representaba 200 internamientos consecutivos de sospecha de aborto inducido sobre un período de 1.5 meses. La media de edad de las mujeres era de 26 años; el 75 por ciento estaba casada o viviendo en unión consensual; 86 por ciento había completado menos de seis años de educación primaria. El número promedio de partos con vida era de 3.2 pero 38 por ciento de las mujeres tenía más de cinco niños. (UNPHU, 1975; Ramírez et al, 1978).

Sólo 14 de las 20 mujeres reconoció haber tenido un aborto y 16 negaron haber estado embarazadas. Sin embargo, las mujeres estaban muy dispuestas a contestar preguntas que no trataran sobre el aborto inmediatamente recién pasado, pero sí de sus experiencias y actitudes que no las incriminaban personalmente. La mayoría de las 200 mujeres no querían tener más hijos, estaban preocupadas acerca de los potenciales riesgos de salud de los anticonceptivos y tendieron a aceptar el aborto clandestino como un medio confiable de regulación de la fertilidad.

Una indicación de 1a aceptación del aborto por parte de las mujeres, a pesar de las sanciones legales y sociales que existen contra el mismo, era que la búsqueda del aborto no era peligrosamente pospuesta.

De acuerdo a los estimados del personal de hospital, 84 por ciento de los abortos ocurren previos a la 12va semana de gestación. Las complicaciones serias fueron poco frecuentes. De las 200 mujeres, dos murieron mientras estaban en el hospital y 14 estuvieron peligrosamente enfermas pero se recuperaron. Sin embargo, 4 por ciento de las mujeres fueron hospitalizadas por menos de un día y 75 por ciento por no más de 48 horas.

Numerosas mujeres tuvieron experiencia previa con abortos. De 177 mujeres con embarazos previos, 75 por ciento había dado terminación a por lo menos un embarazo; 35 por ciento habían tenido dos o más procedimientos previos. Los hallazgos fueron consecuentes con aquellos de nuestro estudio de 1970-71 de 880 hombres cabezas de familia en los hogares dominicanos (Friedman, 1975). Aunque 80 por ciento de los hombres desaprobaban los abortos, 12 por ciento admitió que sus parejas habían tenido uno en el pasado. La incidencia de aborto estaba muy probablemente sub-reportada. En total, los hallazgos de los dos estudios sugirieron que 25 años atrás el aborto era el único método de regulación de la fertilidad más practicado en la República Dominicana. Entrevistas más a fondo con mujeres hospitalizadas con complicaciones de aborto en Santo Domingo en 1992 revelaron hallazgos similares. (Paiewonsky, 1994).

El Estudio de Praga

Aunque no ha habido mucha discusión sobre las dinámicas de las concepciones intencionadas y no intencionadas, y de los embarazos deseados y no deseados y los subsiguientes partos, ha sido pocas veces posible el conducir estudios de seguimiento desde la niñez hasta la edad adulta de niños no deseados durante los principios del embarazo. Hasta donde es de mi conocimiento, hay solamente un estudio que continúa. Iniciado a finales de los años de 1960 en Praga, en la entonces Checoslovaquia, se da seguimiento a 220 niños nacidos entre 1961-1963 de mujeres a quienes dos veces se les negó el aborto para el mismo embarazo y controles emparejados por pares. Cada criatura de Embarazo No Deseado (END) (110 varones y 110 hembras) fue emparejada por pareja con criaturas de Embarazos Aceptados (EA), es decir, un hijo nacido a padres que querían concebir o, si el embarazo no estuvo planificado, aún así lo aceptaron. (Sus nombres no fueron encontrados en los registros de solicitud de aborto).

El emparejamiento en pares de los niños se hizo por edad, sexo, orden de nacimiento, número de hermanos y categoría en su curso.

Las madres fueron emparejadas por edad, estatus socioeconómico (determinados por su propio nivel de educación y el de sus maridos), y por la presencia de su esposo o pareja en el hogar (es decir, cuan completa estaba la familia). Todos los niños fueron criados en hogares con padre y madre, aunque algunas veces con un padre sustituto en lugar del padre natural. El proceso de emparejamiento requirió más de un año de esfuerzos de un colega, quien quedó como el único miembro del equipo de investigación en conocer precisamente cuál niño pertenecía a cuál grupo de estudio de participantes. El estudio también involucró todas las madres de los niños y en un menor alcance, sus padres o sustitutos de padre. Al momento de la primera evaluación, todos los niños de END y EA estaban viviendo en hogares completos funcionales.

Conducido en cooperación con colegas checos asociados con el Centro de Psiquiatría de Praga (David et al, 1988, David, 1992, Kubicka et al, 1995), el Estudio de Praga ha sido apoyado a través de los años por los Institutos Nacionales de Salud de la Niñez y el Desarrollo Humano de los Estados Unidos (Donaciones HD-O5569 y 25574), el Plan de Investigación del Estado Checo, la Organización Mundial de la Salud, la Fundación Ford, y más recientemente, por el Ministerio de Salud Checo. Es imposible en el breve tiempo a mi disposición el resumir más que unos cuantos puntos sobresalientes. Sin embargo, estoy entregando nuestro libro, "Nacido No Deseado", y varias reproducciones recientes a la biblioteca de la UNPHU.

Puntos Sobresalientes a la Edad de 9 Años

La revisión de los archivos de la temprana infancia mostró que los niños END y EA habían comenzado la vida bajo condiciones similares. No había diferencias estadísticamente significativas en peso o tamaño al nacimiento, en la incidencia de malformación congénita, o en signos de disfunción cerebral mínima. A la edad de 9 años, ambos grupos obtuvieron puntuaciones similares promedio sobre el WISC: 102 para los niños de END y 103 para los niños de EA controlados. Sin embargo, los niños de END recibieron puntuaciones escolares más bajas y fueron calificados menos favorablemente por sus maestros y por sus madres en materia de desempeño escolar, diligencia y comportamiento.

Aunque había pocas diferencias estadísticamente significativas a la edad de 9 años, todas las diferencias eran consistentemente desfavorables para los niños nacidos de embarazos no deseados. Los varones aparecen considerablemente más afectados que las hembras. El hijo de una mujer a quien se le ha negado el aborto parece haber nacido en una situación potencialmente en desventaja, una condición que es cónsona, con el concepto de subprivación psicológica. (Matejcek, 1987).

Puntos Sobresalientes a la Edad de 14-16 Años

Ya a la edad de 6 años más niños de END que niños de EA habían sido vistos por los centros de: consejería escolar y psiquiátrica de la niñez en Praga. Diferencias en desempeño escolar previamente consideradas no significativas, alcanzaron significación estadística. La diferencia no era tanto en que los niños de END reprobaban con mayor frecuencia, sino en que se encontraban sustancialmente menos representados entre los estudiantes calificados por encima del promedio o más alto. Ellos raramente aparecían en ningún renglón de excelencia. Hallazgos similares fueron observados en las calificaciones de los maestros. Tal como se comparó con los controles de EA, un número significativamente más alto de niños de EA no continuó su educación en la escuela secundaria, sino que en cambio, se convirtieron en aprendices o comenzaron a trabajar sin entrenamiento vocacional previo. Mucho más niños de END que de EA reportaron relaciones contenciosas con sus padres. En todas las áreas en que se obtuvieron muestras, las primeras diferencias no solamente persistieron sino que se ampliaron.

Puntos Sobresalientes a la Edad de 21 a 23 Años

Un tercer seguimiento fue conducido en 1983-1984 cuando los participantes del estudio eran jóvenes adultos con edades de 21 a 23 años. Los hallazgos demostraron una tendencia significativamente mayor a problemas entre los participantes del estudio de END que en participantes de EA. Menos de un tercio de cuantos dieron respuesta entre los END y los EA dijeron que sus vidas se habían desarrollado tal como esperaban, y más de la mitad de los mismos declararon que ellos habían encontrado más problemas que los anticipados. De manera similar, una proporción significativa más pequeña de madres de END que de madres de EA expresaron satisfacción con el desarrollo de su hijo, y una proporción significativamente más grande expresó insatisfacción con el estatus social y educacional actual de su hijo.

Comparado con los controles de EA, los jóvenes adultos de END reportaron significativamente menos satisfacción en el trabajo, más conflicto con sus compañeros de trabajo y supervisores, menos cantidad de relaciones con amistades y de menor satisfacción y más desengaños en el amor. Más estaban insatisfechos con su bienestar mental y activamente buscaban o estaban en tratamiento. Una mayor proporción tuvo su primera experiencia sexual antes de los 15 años y tuvo relaciones sexuales con más de diez parejas. Entre los jóvenes adultos casados en ambos grupos, los participantes del estudio correspondientes a END con mayor frecuencia juzgaron sus matrimonios como menos felices y con mayor frecuencia expresaron su deseo de no estar casados en absoluto o de no estar casados con su pareja actual. Jóvenes madres de END de manera más frecuente que las madres de EA indicaron que sus embarazos no habían sido deseados.

Seguimiento Subsiguiente

Estudios adicionales de seguimiento fueron conducidos entre 1992/93 cerca de la edad de 3 años con participantes del estudio, parejas maritales y sus hijos. La tasa de seguimiento es extraordinaria: de un 98% de todos aquellos que pudieron ser constatados (190 de los 220 sujetos END originales y 200 sujetos de los 220 EA controlados). Los detalles completos están reportados en Kubicka et al (1995). Estudios adicionales continúan.

La cohorte de sujetos nacidos de mujeres a quienes dos veces se les negó aborto para el mismo embarazo todavía manifestó menos adaptación psicosocial favorable a los 30 años que sus pares emparejados para la muestra de control de sujetos nacidos a EA. Sin embargo, las diferencias disminuyeron comparadas con las de edades más tempranas y las diferencias por género desaparecieron. Aún así, la observación de que a la edad de 30 años las diferencias significativas permanecen en la adaptación psicosocial entre niños (ahora jóvenes adultos) nacidos de madres a quienes se le negó dos veces el aborto para el mismo embarazo y los pares emparejados de control, sugiere que la subprivación psicológica en la temprana infancia, subsiguiente al parto de un embarazo no deseado, es la condición más probablemente responsable de los efectos nocivos al desarrollo.

Importancia de este Tema para los Profesionales de la Salud en las Américas

Aunque las restricciones de jure sobre el aborto en países de habla hispana y portuguesa en pocas ocasiones son aplicadas, los esfuerzos de los especialistas en salud pública y de las organizaciones de mujeres en traducida situación de hecho en una situación de acceso legal y seguro al aborto, hasta ahora, han sido infructuosos excepto en Cuba y Puerto Rico. Hay, sin embargo, reconocimiento creciente entre los psicólogos orientados hacia la salud pública de que detrás de todos los números demográficos hay personas que deciden estar sexualmente activas, gente que decide hacer uso o no de anticonceptivos, y gente que decide practicar un comportamiento reproductivo responsable. En numerosos países, los psicólogos están ayudando a desarrollar iniciativas de investigación interdisciplinarias diseñadas para mejorar la educación sexual, facilitar los cambios de comportamiento en la regulación de la fertilidad y reducir la confianza puesta sobre el aborto.

Mejorando el comportamiento reproductivo responsable y reduciendo la incidencia de embarazos no intencionados es finalmente un asunto de convergencia de políticas públicas y valores privados, Es tiempo de trabajar con los hacedores de las políticas para facilitar mayor receptividad de las políticas públicas enfocadas a las necesidades privadas en áreas tales como la salud sexual y reproductiva. Como científicos de la salud y psicólogos profesionales podemos hacer una importante contribución adoptando un racionalismo científico, enalteciendo valores de salud pública y promoviendo el bienestar a través de la diseminación de conocimientos científicamente fundamentados tendentes a avanzar la convergencia de los valores públicos y los privados y a estimular un comportamiento reproductivo responsable. Al darle poder a las mujeres y asegurarles el derecho a una autodeterminación reproductiva nos acercaremos más a la ejecución de las recomendaciones endosadas por la República Dominicana y más de 100 otros países en la Conferencia Internacional de El Cairo de 1994 convocada por las Naciones Unidas sobre Población y Desarrollo (ICPD, 1995).

Referencias

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Toxicomanías y Narcotráfico:

Una Perspectiva Realista

Dr. Tirso Mejía-Ricart
Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)

Introducción

Se ha dicho muchas veces, quizás con buenas razones para ello, que el consumo y tráfico de drogas constituye el mayor problema de la Humanidad en el presente siglo. En realidad, una centuria que ha transcurrido entre grandes convulsiones sociales, económicas y políticas que ha conocido dos guerras mundiales y muchas otras de gran envergadura que ha padecido horrendos genocidios y más de cuarenta años ininterrumpidos de guerra fría, de armamentismo y continua amenaza de una guerra termonuclear, no puede tipificarse por una problemática que se ha ido apoderando de la mente colectiva sólo hacia los finales de ese período, en la medida en que los problemas anteriores han ido desapareciendo o cediendo en importancia.

En cambio, todo parece indicar que el problema de las drogas estará entre los primeros de la lista de las calamidades públicas de la nueva centuria que se avecina, junto a otros no menos graves como la degradación del ambiente, la pobreza extrema, la inseguridad ciudadana, las grandes migraciones internacionales, el fundamentalismo religioso, el chauvinismo y el racismo; por lo menos hasta que surja de nuevo la amenaza de una gran confrontación internacional entre potencias nucleares que desplace a las demás de la conciencia colectiva.

Sin embargo, ninguno de los problemas enunciados, pasados y presentes, no obstante sus proporciones y peligrosidad, se equipara al de las drogas en cuanto a la diversidad de sus manifestaciones médicas, psicosociales, culturales, económicas y políticas; y por la complejidad de las soluciones que es necesario arbitrar a fin de evitar el deterioro creciente de la calidad de vida que éstos generan por doquier.

Conviene pues hacer una revisión de las toxicomanías y del narcotráfico a la hora actual, desde una perspectiva no tradicional, para examinar entonces sus posibles soluciones a partir de las realidades de países como el nuestro.

Para esos fines examinaremos primero el tema de las toxicomanías, luego el del narcotráfico, para luego tratar de sacar algunas conclusiones y recomendaciones de acuerdo a las realidades que se plantean.

Drogas y Toxicomanía

El término droga, en su sentido más amplio, tiene el significado que le da la Organización Mundial de la Salud; a saber: "toda sustancia que introducida en un organismo vivo, puede modificar una o más funciones de éste", es decir, que incluye a multitud de sustancias, y por supuesto, a todo fármaco utilizado por el hombre. En un sentido más restringido, sin embargo, el concepto de droga se refiere exclusivamente a aquellas sustancias de uso ilegal que afectan primordialmente la actividad psíquica de los individuos y son susceptibles de producir hábito o adicción, así como trastornos orgánicos diversos, en cuyo caso deja fuera el alcohol, el tabaco, el café y otras sustancias tóxicas de uso permitido en mayor o menor grado en gran parte de las sociedades conocidas, particularmente dentro de la llamada civilización occidental.

En cambio, toxicomanía es un término genérico que sirve para calificar a todas las dependencias psicológicas y orgánicas que se desarrollan en torno a ciertas sustancias que afectan la salud física y mental de los individuos, las cuales son asimiladas a través de diferentes sistemas del cuerpo humano: digestivo, respiratorio, circulatorio, cutáneo, las mucosas, etc.

Pero, hay que admitir que en 1a calificación de una sustancia como legal o ilegal intervienen también factores de tipo cultural y hasta climático propio de cada sociedad, susceptible de ser más importantes que los puramente médicos.

Así, sólo consideraciones de orden cultural permiten comprender cómo toxicomanías de tan grande impacto médico-socia1 como el a1coholismo, y el mismo tabaco pueden ser mantenidas dentro de la legalidad, mientras, que otras, como las de la marihuana y la cocaína no procesada, de menor importancia relativa desde el punto de vista de su influencia sobre la salud física y mental de la población, pero extrañas a la cultural tradicional de origen europeo, son consideradas peligrosas y declaradas ilegales.

A ese respecto, son bien conocidos los resultados trastornadores que tuvo para la sociedad norteamericana la Ley de Prohibición (Ley Seca); que estuvo vigente entre los años 1919 y 1933 en ese país, que ilegalizó la fabricación venta y el consumo de bebidas alcohólicas, sin otros resultados que un extraordinario ascenso de1crimen organizado e incontables muertes por intoxicación con alcoholes mal procesados e imitaciones.

Pero también hay poderosos intereses económicos que giran en torno a la fabricación y venta de bebidas alcohólicas, cigarros y otros estimulantes basados en la cafeína y las drogas sintéticas, que explican esa discriminación.

Desde el punto de vista psicológico, las toxicomanías descansan frecuentemente en fallas de la personalidad más o menos estables, que han sido denominadas "caracteropatías", entre cuyos síntomas más frecuentes podemos contar la inestabilidad emocional, los sentimientos de culpa e inferioridad, la dependencia excesiva hacia otras personas, sustancias y objetos, las actitudes pasivo-agresivas manifestadas como terquedad, negativismo, conductas agresivas frecuentes y la subvaloración de las normas morales y sociales establecidas.

Los toxicómanos, entre los que están incluidos tanto los alcohólicos, la cafeinómanos y los tabacomaníacos, como los llamados drogadictos, pueden ser comprendidos como sujetos que buscan en el consumo de esas sustancias reducir la ansiedad y la frustración que padecen en la vida cotidiana, pero su dependencia se vincula también estrechamente a ciertas normas culturales y a las estructuras socioeconómicas prevalecientes, en cuanto éstas favorecen la corrupción social y la manipulación de los medios de comunicación de masas, que estimulan a su vez, el consumo de drogas psicoactivas, así como el alcohol, el tabaco y otras sustancias de uso legal, aunque dañinas para la salud.

Pero es cierto también que en la gran mayoría de las sociedades conocidas, antiguas y modernas, han estado presentes drogas estimulantes, alucinógenas o narcóticas. Estas cumplen muy diversas funciones psicosociales, entre las cuales se encuentran las de facilitar la comunicación entre los individuos, ambientar fiestas y reuniones sociales, romper el bloqueo emocional de los sujetos, superar la depresión, propiciar actos rituales de iniciación, inauguraciones, tomas de posesión, bautizos, aniversarios, etc.; así como facilitar la realización de trabajos pesados, ahuyentar las sensaciones de hambre o de apetito, controlar los síntomas que acompañan al llamado "mal de las montañas", aumentar la competitividad deportiva, incrementar la agresividad en el combate para olvidar los problemas, evitar las preocupaciones, etc.

A esas prácticas no eran ajenos los antiguos habitantes de esta isla que utilizaban la droga alucinógena cohoba en actos rituales y el tabaco en forma más generalizada por sus supuestas propiedades curativas, ni tampoco las grandes naciones industrializadas modernas, cuyos ejércitos han utilizado el alcohol, las anfetaminas y hasta la cocaína para estimular a sus soldados a la hora de ir al combate.

Dependencia, Habituación y Adicción a las Drogas

De acuerdo a Nahs, las toxicomanías son causadas por sustancias tóxicas neuropsíquicas, que tienen algunas de las características siguientes:

a) Actúan primordialmente en el cerebro

b) Poseen toxicidad neuropsíquica con síntomas generalmente reversibles y efectos nocivos sobre el "arousal" y las capacidades de funcionamiento psíquico y psicomotor.

c) Provocan una sensación primaria agradable, modificando las percepciones sensoriales y atenuado las sensopercepciones desagradables.

d) Actúan como potentes reforzadores, determinando una necesidad compulsiva a su consumo.

e) Su empleo frecuente conduce a la tolerancia, es decir, a la necesidad de incrementar las dosis para conseguir el mismo efecto. A veces, la tolerancia reforzada es cruzada con otras drogas de similar constitución química.

f) Después de un tiempo de su uso, la supresión brusca de su administración suele producir un síndrome de abstinencia, benigno o grave, según la droga.

g) El uso frecuente de la droga durante un período prolongado, variable según la droga, el sujeto y otras circunstancias, suele agravar enfermedades físicas o psíquicas preexistentes o hacia las cuales el drogadicto se halla predispuesto.

Pero, en realidad, existen notables diferencias en cuanto al efecto de las drogas sobre los individuos, de acuerdo a su naturaleza y también en virtud de la acción sinérgica de dos o más de éstas sobre el organismo.

Anteriormente, la mayor parte de los drogadictos en Occidente era de origen médico, es decir, que adquirían la dependencia como consecuencia de la medicación normal o excesiva para combatir las enfermedades, sobre todo las muy dolorosas o con alteraciones mentales. Por esa razón, la drogadicción era más frecuente en personas de edad madura, más propensas a padecerlas, a los que se añadieron médicos, gente de espectáculo, artistas y sujetos alcoholizados o moralmente degenerados que se ponían en contacto con el mundillo de las drogas de las grandes urbes. Hoy en día, sin embargo, son sobre todo jóvenes, insertados en subculturas auspiciadas en gran medida por los narcotraficantes, en las que el consumo de drogas se ha incorporado a los rituales de "iniciación" juvenil, a la búsqueda de nuevas experiencias y emociones, al escape de las situaciones de frustración o conflicto y a las llamadas crisis de identidad de los adolescentes, que son otras tantas causas del auge del consumo de las drogas entre los jóvenes contemporáneos.

La dependencia a las drogas ilegales, al alcohol y en menor grado al tabaco y a la cafeína, puede manifestarse en dos niveles de intensidad: la adicción y la habituación, sin que haya una línea divisora clara entre ambos síndromes.

La adicción es un grado profundo de dependencia en el que se crea un estado de necesidad y compulsión de consumir drogas o alcohol por cualquier medio, así como de tolerancia hacia la droga, es decir, que requiere dosis crecientes para satisfacerse. En esos casos, la suspensión de la dosis genera en el adicto un síndrome de abstinencia o desintoxicación, debido a mecanismos bioquímicos que se han establecido en el organismo, relacionados con la tolerancia adquirida. La dependencia en estos casos tiene raíces fisiológicas muy arraigadas, que pueden hacer del sujeto un irresponsable social, como resultado de un proceso de deterioro físico y mental.

La habituación, por su parte, supone un grado de dependencia menos acusado, que incluye un gran deseo y cierto grado de compulsión hacia el consumo de sustancias psicoactivas, por los efectos que éstas producen en el psiquismo, sin que haya tolerancia propiamente dicha, ni un síndrome de abstinencia caracterizado luego de la suspensión de su uso.

Existen sustancias como los opiáceos y la cocaína que son muy adictivas, mientras otras, como la marihuana y el alcohol, lo son en menor grado; pero la constitución somatopsíquica de cada individuo influye también considerablemente, hasta el punto de que otras sustancias menos psicoactivas, como las anfetaminas, los barbitúricos, el tabaco y hasta la cafeína, pueden generar no sólo habituación sino adicción, mientras que otros sujetos pueden consumir altas dosis de drogas con pocos efectos secundarios.

Por otra parte, muchas sustancias consideradas inocuas y no psicoactivas, como el chocolate, las golosinas, las mentas, los refrescos gaseosos y hasta el agua helada, son susceptibles también de crear habituación en algunos individuos, que supone cierto grado de dependencia psicológica con respecto a las mismas.

La adicción y en menor grado, la habituación, son causas frecuentes de serias dificultades familiares, de delitos diversos, incluso crímenes horrendos, la falta de adaptabilidad social y de incapacidad de trabajo útil que afectan a la sociedad en su conjunto.

Clasificaciones de las Drogas Toxicomaníacas

Tanto la historia de la medicina como la farmacología moderna recogen una gran cantidad de drogas psicoactivas, capaces de generar dependencia, alteraciones de la conducta y problemas sociales diversos, las cuales son susceptibles de ser agrupados de acuerdo a diferentes criterios, tanto sociales como médicos, y se destacan los que sirven de base para hacer diversas clasificaciones, entre las cuales proponemos, de acuerdo a su interés innegable, las cinco siguientes:

De acuerdo a su origen, tales drogas pueden ser divididas en naturales, cuando se basan en los extractos y síntesis de sustancias que se dan en la naturaleza, generalmente de base vegetal como los opiáceos, alcohol etílico y la mescalina; y sintéticas, que son las constituidas artificialmente por el hombre, entre las que figuran el LSD-25, las anfetaminas y las sustancias volátiles.

De acuerdo a su status jurídico, estas drogas pueden ser institucionalizadas, por su venta libre al público, aunque sea con ciertas restricciones de edad, lugares y horarios, como el alcohol, el tabaco y el café; de uso farmacéutico, bajo receta médica, tales como las anfetaminas, los barbitúricos, los ansiolíticos y la morfina, para uso industrial solamente, que no incluye el consumo humano como el polvo de ángel y las sustancias volátiles, y clandestinas, de adquisición prohibida (cocaína; LSD-25, heroína, etc.).

De acuerdo a su impacto social, las drogas toxicomaníacas se pueden clasificar en principales, por la importancia de su influencia sobre la conducta individual y colectiva, como son las bebidas alcohólicas, los opiáceos, la cocaína, la marihuana y el LSD-25; y las consideradas secundarias, como son los casos del café, el tabaco, la mescalina y la psilocibina.

De acuerdo a su peligrosidad, dichas drogas toxicomaníacas se califican de pesadas o duras, cuando se trata de sustancias que generan gran dependencia y toxicidad, tales como los opiáceos y la cocaína; y livianas o suaves, cuando sus efectos son ligeros y no generan adicción, como la cafeína, el tabaco y la marihuana.

De acuerdo a sus efectos psicofisiológicos sobre el organismo, dichas drogas se distinguen en tres grandes categorías: los estimulantes que son sustancias que se caracterizan por su capacidad de incrementar la actividad o excitación del sistema nervioso central, la cual puede alcanzar altos niveles de euforia y confusión mental, acompañadas de diversas manifestaciones conductuales, estado que usualmente es seguido por un período de depresión y letargo que puede ser tan intenso como el anterior, entre los cuales podemos citar la cafeína, el tabaco, el alcohol, el cannabis, la cocaína y las anfetaminas; los alucinógenos que son sustancias que generan primordialmente experiencias alucinatorias con escasa alteración de la conciencia, de manera que los sujetos bajo sus efectos pueden percibir y comunicar a tos demás sus vivencias, en los cuales podemos citar el LSD-25, el polvo de ángel, la mescalina, la psilocibina y distintas sustancias volátiles; y los hipnóticos, que son drogas cuyo efecto principal es psicodepresor, es decir, que actúan sobre el sistema nervioso central induciendo la analgesia, el sueño y la relajación a todos los niveles, entre las cuales se destacan: los opiáceos, los barbitúricos y los ansiolíticos.

El Narcotráfico

El tráfico ilegal de drogas psicoactivas merece especial atención por su gran impacto sobre la salud, el orden social y la economía de los países tanto productores como consumidores de drogas prohibidas, debido a su capacidad para envolver a gran número de personas, tanto en la producción, el transporte, y el almacenaje de las mismas como en la distribución de las sustancias a los consumidores y adictos a ese flagelo. A tal punto, que se le considera "el mal del siglo", capaz de influir a veces decisivamente sobre la estabilidad y control de gobiernos y sobre el equilibrio macroeconómico de los países afectados.

Se trata en realidad de una "industria" que según se estimó en 1989 generaba ganancias por valor de 300,000 millones de dólares anuales, la tercera parte del dinero que se movía en todo el mundo. Sólo en los Estados Unidos la venta de drogas ascendía entonces a unos 110,000 millones de dólares, el doble de lo que producían sus 500 empresas principales y superior al producto de toda su agricultura; que pagaban más de dos millones de consumidores, a los que debían sumarse otros 60,000 millones que perdía la industria norteamericana en productividad y por accidentes a causa del uso de drogas, según señala el informe de la Casa Blanca en su "National Drug Control Strategy (1989). Hoy en día se estima que las drogas que se venden a nivel mundial pagan más de 400,000 millones de dólares.

En América Latina, se calcula que la producción y tráfico de drogas emplea a más de tres millones de personas de manera directa, los que con sus dependientes superan a quince millones. Con los empleos indirectos que genera y sus respectivos dependientes llegan hoy en día a más de cincuenta millones los latinoamericanos vinculados a la economía de las drogas, dentro de los cuales hay que contar a políticos, funcionarios administrativos y judiciales, militares, policías y hasta sacerdotes. Todo ello a pesar de que se estima que en esta región sólo queda el 5% del total del dinero producido por las drogas.

Estamos pues ante un problema mayúsculo, que no sólo afecta a la salud de millones de personas, sino que atenta contra las bases éticas, sociales y políticas sobre las que puede descansar un futuro de paz, prosperidad y democracia, así como la supervivencia misma de las sociedades contemporáneas.

Frente a este flagelo, la política represiva y de persecución legal generalizada, con énfasis en los países productores, impuesto por el gobierno norteamericano a los países latinoamericanos, no obstante las amargas experiencias y secuelas que dejó la "Ley Seca", con millares de muertes por intoxicación, el auge del pandillerismo, la corrupción generalizada y el incremento en la adicción. (Álvarez, Ana J, 1991).

Esa política ha tenido la virtud de atestar las cárceles de consumidores pobres y pequeños traficantes en todo el Continente, en tanto que la masa de los grandes traficantes encuentran vías para hacer crecer la oferta al amparo de sofisticadas técnicas y del cohecho de las autoridades civiles y militarizadas.

La participación de los narcotraficantes en la política activa, aunque por debajo de muchas especulaciones periodísticas, se hace presente usualmente en el nivel local, aunque no son infrecuentes los candidatos y dirigentes vinculados al tráfico de drogas; sin que hayan faltado casos como el del General García Mesa, en Bolivia en 1980, quien dirigió un régimen de gobierno al servicio del narcotráfico, y otros, como en Haití y Panamá, en los que las Fuerzas Armadas han estado casi abiertamente envueltas en dicho negocio. La implicación económica de los carteles del narcotráfico en la elección del presidente Samper de Colombia y la detención de altos jerarcas civiles y militares en muchos países latinoamericanos acusados de complicidad con el narcotráfico, indican la gravedad creciente de la situación.

Pero tal como ha señalado Vásquez-Viaña (1980), "la ley de la economía de mercado es la única Ley que el narcotraficante no ha violado". De manera que siempre que haya demanda potencial de drogas con poder adquisitivo para satisfacerla a precios atractivos, habrá también quienes las produzcan y las distribuyan; y de paso que induzcan su consumo en nuevos adictos, no importa cuán severos sean los castigos que se establezcan para tratar de controlar dicho tráfico. En su crecimiento, los cárteles de la droga han llegado a tratar de someter a las autoridades civiles y militares para detener su persecución y eventual extradición hacia los Estados Unidos, a través de secuestros, asesinatos y verdaderos actos de terrorismo genocidio contra la población y las instituciones policiales y judiciales de los países en los que tienen mayor incidencia.

El Tejido Social del Narcotráfico

No se puede pretender solucionar o atenuar siquiera la problemática de la toxicomanías y el narcotráfico si no se analizan con cierta profundidad los roles que cumplen los diferentes actores que participan en este drama humano, y particularmente en la cadena de relaciones sociales que se establece para hacer posible que las drogas lleguen del productor al consumidor, y sus beneficios se repartan entre éstos y sus colaboradores de acuerdo a su poder y a su utilidad relativa.

En primer lugar, conviene recordar que las toxicomanías como problema médico y psicológico de dependencia de las drogas psicoactivas, es un fenómeno casi tan viejo como la humanidad; en tanto, que el narcotráfico es algo mucho más reciente, aún cuando desde mucho tiempo atrás marineros, mercaderes, potentados, leones y bohemios, se prestaban a transportar y vender drogas prohibidas, así como médicos, boticarios y enfermeras.

Aunque existen diferencias importantes en la organización del narcotráfico de una droga a otra y de una región del mundo en otra, podemos decir que sobre todo en el caso de las drogas duras (opiáceos y cocaína), entre el productor y el consumidor de la droga se establecen por lo común una cadena de intermediaciones, que puede incluir todos o una parte de los eslabones siguientes:

a) Los productores, que son tanto los cultivadores, como quienes le dan procesamiento inicial a la materia prima de las drogas (opio y pasta de coca, etc.), que por lo general son independientes relativamente en sus empresas, y reciben una paga relativamente poco significativa (5%) del valor final de la venta de ésta.

b) Los capos de la droga, con sus secuaces, que son quienes compran y procesan la droga de los productores, dirigen las operaciones en gran escala y se asocian con los demás sectores en "carteles", imponiéndoles fidelidad y disciplina.

c) Los patrocinadores, que son las personas que sin participar en el narcotráfico, financian sus operaciones, los orientan intelectualmente, suministran equipos de transporte o lugares para su almacenamiento, o disponen de cualquier otro medio que facilite el negocio; entre los cuales los hay políticos, empresarios, hacendados, militares, policías y hasta oficiales de agencias especializadas en el control de drogas.

d) Los transportistas de la droga, que son básicamente de dos tipos: "las mulas", que son sujetos sin conexión directa con la distribución, quienes por su condición (niños, mujeres, artistas, militares, diplomáticos, etc.), se les facilita rebasar los controles policiales e interestatales de las mercancías ilegales; y los "contrabandistas de drogas", que son verdaderos profesionales, expertos en el tráfico clandestino de esas sustancias por vía terrestre, marítima o aérea, valiéndose de los más variados e ingeniosos recursos para ocultarlas o sobornar a las autoridades encargadas de evitado.

e) Los traficantes mayoristas, que pertenecen a una organización que recibe, almacena y reparte las drogas de que se trata o los distribuidores de una localidad o barrio que controla, que por lo común son delincuentes que se han distinguido por su habilidad en el manejo del negocio y en la captación de nuevos clientes, aunque también caen bajo esa categoría los que comienzan a operar detrás de negocios diversos, particularmente de bares, discotecas y hoteles.

f) Los simples intermediarios, que hacen los contactos entre los distribuidores y los consumidores o entre los mayoristas y los distribuidores, por lo general, delincuentes menores, vecinos de las comunidades donde se distribuyen las drogas ilegales.

g) Los distribuidores, que venden casa por casa en las calles y centros de estudio, trabajo o diversión, por lo general, son drogadictos que trafican para sufragarse su vicio, delincuentes de poca monta y sujetos provenientes de sectores sociales débiles: mujeres, niños y adolescentes, inmigrantes ilegales y minorías étnicas y nacionales en estado de necesidad, atraídos por ingresos fáciles que pueden participar aisladamente o en grupos.

h) Los consumidores propiamente de las drogas toxicomaníacas, que dependiendo de su grado de dependencia se clasifican en: aficionados, que son quienes se inician o la usan eventualmente, los habituados y los adictos.

Además de los integrantes de esa cadena del narcotráfico, se benefician directamente de dicha actividad los que participan en la legitimación (lavado) de dinero procedente del mismo o sirven de pantalla a sus actividades, así como los que administran los negocios paralelos de los narcotraficantes (bancos, bienes raíces, supermercados, farmacias, etc.). El propio Estado, con sus compras de divisas "por ventanilla" y con las importaciones que se hacen con narcodólares, contribuye a la estabilidad macroeconómica de esos países con los beneficios indirectos de ese tráfico. Finalmente están los asociados al negocio del narcotráfico, que son una verdadera legión, de autoridades civiles y militares (jueces, fiscales, militares, policías, agentes antidrogas, políticos, funcionarios penitenciarios, periodistas y artistas), que mediante el soborno, la extorsión, la publicidad, la lenidad en sus funciones, la prevaricación y otras formas de complicidad, participan en forma creciente en esta nueva "industria sin chimeneas", sin olvidar a los habitantes de las comunidades de donde son oriundos o realizan sus actividades los capas, para comprar así su solidaridad o su silencio en los momentos difíciles.

El Control de las Toxicomanías y el Narcotráfico

Las toxicomanías y el narcotráfico son calamidades que crecen a costa de la salud del cuerpo social de las naciones, por lo que es necesario actuar para detener sus efectos con medidas efectivas y realistas a la brevedad posible.

Pero el consumo de drogas, es un problema relativamente diferente del referente al narcotráfico, ya que tanto las causas generales, como los motivos individuales, la cultura prevaleciente y los propios recursos disponibles de los principales actores de ambas actividades varían sustancialmente, por lo cual deben buscarse mecanismos de control que sean coherentes con tales diferencias.

Más lejos aún, la estrategia a seguir en la lucha contra el narcotráfico, debe tener en cuenta también las diferencias que existen en cuanto a la extracción social, hábitos de vida, habilidades, peligrosidad y potencialidad de rehabilitación de los tipos de traficantes ya definidos: distribuidores, intermediarios, mayoristas, capos, productores y otros asociados que puedan identificarse.

Hasta el presente, la lucha contra las drogas en el continente americano, debido a la abrumadora influencia norteamericana en ese campo, ha presentado las siguientes características:

a. El predominio absoluto de los recursos policiales-legales de control sobre los preventivos y curativos.

b. La persecución de los consumidores, los distribuidores y los productores en los países productores de las drogas ilegales, así como de los transportistas y capos de la droga, con el agravante de que los grandes responsables y los que poseen recursos económicos y poder político o armado de escapar, de una u otra forma a los castigos; y en tanto que los consumidores y pequeños distribuidores reciben castigos desproporcionados a sus penas.

c. El descuido o lenidad en la persecución o castigo a los consumidores, distribuidores y mayoristas locales de los países consumidores desarrollados para evitar los enojos y violaciones que muchas veces provocan las acciones policiales en la población.

d. La falta de un trato realmente diferenciado de acuerdo a las responsabilidades y potencial de rehabilitación de los diferentes sectores que participan en la cadena del narcotráfico. Un ejemplo señero de esa situación es la legislación vigente en materia de drogas en la República Dominicana, que califica de distribuidores a quienes se encuentren en posesión de apenas 20 gramos de marihuana o 20 mg. de las demás drogas; y de traficantes a quienes posean una libra de marihuana o 250mg. de otras drogas; a excepción de los alucinógenos y opiáceos, para los cuales basta cualquier cantidad que sea para que puedan ser procesados como traficantes. Esto es sencillamente una distorsión penosa del sentido que deben tener las penas en este caso.

e. La ausencia de una estrategia que tienda a aislar a los suplidores de los consumidores, para evitar así que los primeros incrementen su mercado potencial reclutando a nuevos adictos.

f. La virtual ausencia de programas de rehabilitación física, moral y laboral de habituados adictos y delincuentes.

g. La conversión de las cárceles y otros centros de reclusión en verdaderos infiernos, donde se trafica casi libremente con drogas e impera la violencia y la degradación en todos los aspectos, que contribuye a que, tanto los consumidores de drogas ilegales, como los delincuentes comunes, se hagan virtualmente irrecuperables para la sociedad, luego de pocas semanas de permanencia en esos antros.

De hecho, todo parece indicar que mientras no se tomen medidas efectivas para romper el vínculo que se establece entre los traficantes y los adictos o dependientes que consumen la droga, muchas veces después de ser inducidos a ellos por los primeros, no es posible controlar esa práctica, porque entre el victimario y la víctima se establece la ley del silencio en torno a ese delito, lo que ha impedido hasta ahora los múltiples intentos realizados por combatirla exitosamente.

De ahí que los esfuerzos de la comunidad y de las autoridades deben dirigirse más a buscar fórmulas que permitan prevenir la extensión del consumo de drogas toxicomaníacas, aislando a los traficantes de los adictos, mediante una mezcla de control policial de los primeros, con la asistencia médica y psicológica de los segundos, incluyendo una cierta tolerancia hacia éstos y hasta el suministro, bajo ciertas condiciones, de dosis de mantenimiento para los no rehabilitados, tal como se ha practicado con bastante éxito en diversos países europeos, como Holanda, Suiza y la propia España; en lugar de persistir en una política puramente represiva que ha demostrado hasta hoy su ineficacia.

Pero para que ello sea posible, es necesario que las autoridades judiciales, básicamente las procuradurías fiscales y los jueces, los cuerpos judiciales, se autodepuren y asuman un control efectivo de las agencias de control de drogas, especializadas y policiales, y desmantelen la maquinaria de extorsión, cohecho, prevaricación, atropellos y lucro ilegítimo en que se han convertido muchas de éstas y las dominicanas no son una excepción ni muchos menos, incorporando activamente a dicha labor a profesionales experimentados de la conducta: juristas, médicos, psicólogos sociales, sociólogos, antropólogos, educadores, religiosos y planificadores, para que establezcan mecanismos de identificación, clasificación y control caso por caso, para darles un trato que sea coherente con una estrategia humanista y de largo plazo de control de esta calamidad pública.

Esa estrategia debe incluir necesariamente una evaluación científica de los efectos de cada una de las drogas psicoactivas, actualmente ilegales o no, para definir su manejo, que debe incluir la eliminación de la propaganda de algunas, como las bebidas alcohólicas y del tabaco y por lo menos en horas de mayor uso por parte de niños y adolescentes de la radio y televisión; así como una campaña educativa por esos mismos medios y en las escuelas y centros culturales, acerca de los perjuicios a la salud, a la moral y al desenvolvimiento personal del uso y abuso de las drogas.

En el campo internacional se requiere aumentar la cooperación no hegemónica con los demás países, a fin de evitar que existan santuarios en el proceso de elaboración y transporte y almacenamiento de drogas especialmente peligrosas y que se persiga y condene efectivamente a los grandes capos y el contrabando de éstas al precio que sea, ya que estos amenazan la estabilidad de las instituciones democráticas y la seguridad de la ciudadanía.

Es con políticas como las señaladas que podemos comenzar a combatir realmente los problemas de las toxicomanías y del narcotráfico, de cara al tercer milenio de la era cristiana.

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