Conferencias Inaugurales
Pasado, Presente y Futuro de la Psicología Dominicana
Dr. Tirso Mejía-Ricart
Fundador del Depto. de Psicología de la UASD
Psicología Dominicana de Ayer, de Hoy y de Mañana
Quiero en primer lugar reconocer la feliz iniciativa que tuvieron los directivos de los Departamentos de Psicología de las Universidades Autónoma de Santo Domingo y Nacional Pedro Henríquez Ureña, de conmemorar el trigésimo aniversario de los inicios de la psicología profesional en el país, fortaleciendo su tradición académica al celebrar un congreso científico que permite proyectar los extraordinarios avances experimentados en esta aún joven disciplina durante los últimos años.
También deseo reconocer aquí los ingentes trabajos realizados por su Comité Organizador, para hacer posible la realización del Congreso, y agradecer su gesto de dedicarlo a José Cruz y a mí en nuestras calidades de fundadores y primeros directores de esas escuelas en el ya lejano año del 1967.
Creo sinceramente que la celebración de este evento y los miles de egresados de las aulas universitarias que ofrecen sus conocimientos al país, recompensa con creces los esfuerzos realizados para hacer realidad las metas que nos trazamos entonces.
A fin de arrojar algunas luces acerca de la evolución de la psicología en el país y contextualizarla con su desarrollo futuro previsible, me permitiré tocar aquí tres temas: los antecedentes históricos, los 30 años de la psicología dominicana y el futuro de la psicología en general y en nuestra nación en particular.
Los Antecedentes Históricos
Resulta para mí conmovedor evocar en esta ocasión memorable, los eventos y circunstancias que precedieron y rodearon el desarrollo inicial de la psicología profesional en el país. Ello así, porque de diferentes formas muchos de esos eventos y circunstancias se vinculan con mi trayectoria vital, académica y social.
El año de 1879, punto de partida aceptado de la psicología científica a nivel mundial con la fundación del primer laboratorio de psicología experimental por Wilhelm Wundt, en la Universidad de Leipzig, en Alemania, coincidió con un momento estelar de la historia dominicana, como fue el triunfo de la Revolución Liberal encabezada por el benemérito patriota Gregorio Luperón, lo que significó para el país un extraordinario resurgimiento en los órdenes político, económico y cultural, luego de más de un siglo de vicisitudes, luchas por la libertad y oscurantismo que hicieron desaparecer primero la Universidad Santiago de la Paz, en 1767 al compás de la expulsión de los jesuitas de España y sus colonias y luego de la Universidad de Santo Domingo, Primada de América una y otra vez en 1801 Y 1822, bajo el impacto de la emigración de las órdenes religiosas y de las élites coloniales tras las invasiones haitianas de esos años y el reclutamiento para el servicio militar obligatorio de sus profesores y estudiantes.
Producto de la coyuntura favorable antes mencionada, resurgió en el país la educación superior con la fundación del Instituto Profesional. Pero eran entonces tiempos de auge del positivismo, que negaba la filosofía y por lo tanto, a falta de su progenitora natural, la psicología no figuraba entonces en el horizonte cultural de los intelectuales dominicanos, aún cuando bajo la influencia de Eugenio María de Hostos se comenzó a enseñar sociología en la Escuela Normal y en la Escuela de Bachilleres de Santo Domingo.
Sin duda algunos autores habían tratado desde los inicios de la República de caracterizar la conducta de los dominicanos, pero de manera más bien anecdótica o a partir de premisas sociológicas sin base en estudios sistemáticos.
Entre estos autores, quizás el más antiguo fue Pedro Francisco Bonó, considerado el primer sociólogo dominicano, quien escribió propiamente la primera novela dominicana: "El Montero" publicada en 1848 y en otros escritos posteriores, hizo una descripción de la personalidad de ese poblador de los montes casi vírgenes dominicanos, así como de otros tipos humanos de la época. Medio siglo más tarde, el periodista y literato José Ramón López, en su libro "La Alimentación y las Razas" (1896), a quien seguirían otros destacados intelectuales de la primera mitad del siglo XX, como el abogado y publicista Américo Lugo (El Estado Dominicano ante el Derecho Público) y el médico y novelista Francisco Moscoso Puello (Cartas a Evelina), que pretendieron explicar ciertos rasgos de comportamiento de los dominicanos, como las deficiencias en su desarrollo intelectual y las fallas de su comportamiento cívico de la época, en factores biológicos tales como la mala alimentación, la mezcla racial y el clima tropical, afín al darwinismo social y al positivismo predominantes a fines del pasado siglo, apenas matizada en el país por la influencia más democrática del puertorriqueño Eugenio María de Hostos y del antropólogo cubano Fernando Ortiz.
Ya en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial, las descripciones que se publicaron acerca de la personalidad de los dominicanos fueron vinculadas más bien a su cultura, aún cuando se vivía bajo el peso de la dictadura trujillista. A esa etapa corresponden los artículos del tema publicados en la prensa y publicados en forma de libro en 1945 por el profesor y escritor español exiliado en Santo Domingo, Fernando Sainz. Sus juicios fueron en general muy favorables. En 1950 el profesor dominicano Enrique Patín Veloz, doctor en Derecho y Filosofía y profesor de Historia de la Psicología, publicó un libro con dos breves ensayos sobre la personalidad del dominicano, uno acerca de los prejuicios generalizados entre los dominicanos y otro acerca del habitante del arrabal de la ciudad de Santo Domingo: "las cuarterías del patio", donde se juntan los sujetos procedentes de los pueblos y de los campos y acumulan un conjunto de hábitos dañinos y lacras morales, fruto de las limitaciones materiales y culturales que padecen en ese medio.
Sin embargo, ya hacia los finales de la tiranía trujillista comenzaron a aparecer desde dentro y fuera del país, interpretaciones sobre la conducta típica de los dominicanos que negaban tanto el racismo como las derivadas de expresiones culturales anecdóticas positivas o negativas.
Dentro de esa corriente pueden inscribirse el ensayo publicado en 1955 por el médico y escritor Guido Despradel Batista, quien luego de adherirse a la tesis de la bondad de la mezcla racial, en un trabajo publicado sobre el país, hace una evaluación positiva y optimista de los dominicanos de las diferentes clases y colores. Por su parte el publicista y político Ramón Marrero Aristy, en 1958, en el tomo de su obra: "La República Dominicana", poco antes de caer víctima de la tiranía a la que servía no sin guardar distancias con ésta, critica a fondo al determinismo biologista y las interpretaciones acerca de nuestro carácter nacional que había hecho la élite intelectual, llena de prejuicios y limitaciones, que había dominado el quehacer intelectual desde fines del pasado siglo, asumiendo que la educación y mejores condiciones de vida habían cambiado las supuestas lacras, según él ya superadas definitivamente.
En 1959 el ilustre político y cuentista Juan Bosch, entonces exiliado en Venezuela, en su libro: "Trujillo: Causas de una Tiranía sin Ejemplo", y después en su obra: "Composición Social Dominicana" hizo agudas observaciones para interpretar el psiquismo de los dominicanos en sus diferentes estratos, en base a las circunstancias políticas, económicas y sociales de su evolución histórica, destacando los prejuicios de la oligarquía tradicional. Por su parte el eterno rival político y émulo intelectual de éste, el distinguido médico y bril1ante político y sociólogo Juan Isidro Jimenes-Grullón, analiza dentro de parecidas coordenadas a los dominicanos en sus obras de historia social publicadas en 1942 y 1965, el último más dentro de la ortodoxia marxista.
Pero todos estos retratos psicológicos de los dominicanos en general y de su comportamiento cívico en particular, sirven más bien para hacer patente la inquietud que existió desde los inicios de la República entre los intelectuales del país, por caracterizar y comprender la conducta de sus coterráneos, aunque sin tener aún conciencia de la necesidad de su estudio científico.
Cuando en 1915 el Dr. Ramón Báez Lavastida, Rector del Instituto Profesional aprovechó su breve paso por la Presidencia de la República para restablecer a partir de esa institución la Universidad de Santo Domingo, ello significó un momentáneo renacimiento de las ciencias, las letras y la filosofía, pero su nueva Facultad de Filosofía fue clausurada poco después por el gobierno norteamericano de intervención, establecido aquí a partir de 1916, por no ajustarse a los criterios utilitarios de ese régimen de ocupación militar.
Fue sólo a partir del 1940, al restablecerse la Facultad de Filosofía y renovarse los estudios de medicina en la Universidad de Santo Domingo, cuando comenzaron a aparecer en los planes de estudios la psicología y la psiquiatría respectivamente como disciplinas independientes. Las asignaturas de Psicología General y Psicología Anormal fueron introducidas para el nivel de grado y la de Historia de la Psicología para el Doctorado en Filosofía y Letras.
Después de la Segunda Guerra Mundial comienzan a establecerse también cursos de psicología en la enseñanza secundaria y en las escuelas normales. Desde principios de los años cincuenta se estableció el Instituto de Investigaciones Psicopedagógicas dentro de la Secretaría de Estado de Educación, a cargo del pedagogo español Malaquías Gil, y llegaron al país los primeros médicos psiquiatras graduados: los doctores Patxot, MorilIo, Guillén, Pannochía, Zaglul y Baquero.
Pero lo que puede considerarse la partida de nacimiento de la Psicología Científica en el país fue la celebración en la entonces Ciudad Trujillo del Primer Congreso Interamericano de Psicología del 10 a 20 de diciembre del año 1953, como culminación del proceso organizativo de la entonces flamante Sociedad Interamericana de Psicología, cuyo presidente lo era el filósofo y psicólogo mexicano Oswaldo Robles, quien obtuvo los auspicios del Gobierno Dominicano a través del filósofo Andrés Avelino, en el curso de un Congreso Latinoamericano de Filosofía celebrado en Argentina el año anterior.
Desde el año 1956, al convertirse la Facultad de Filosofía y Letras en Facultad de Filosofía y Educación, introduciendo en ésta la formación de profesores para la enseñanza secundaria, se añadieron a sus estudios otras asignaturas, tales como la Psicología de la Adolescencia, la Psicología de la Educación, la Psicometría y la Psicología Aplicada.
Para la época no había en el país ningún psicólogo graduado. Su presidente fue el filósofo dominicano Andrés Avelino y los delegados dominicanos fueran filósofos, educadores, médicos y abogados como mi padre: Gustavo Adolfo Mejía-Ricart, intelectual positivista, admirador de Freud, Lombroso y Jiménez de Azua, quien presentó en éste un trabajo sobre Psicología Criminal. En dicho congreso llevaron la voz cantante el mexicano Oswaldo Robles, el peruano Alberto Seguín, los norteamericanos Bachrach y Werner Wolf y el canadiense Blackburn.
Para mí, que asistí a las sesiones del Primer Congreso Interamericano de Psicología siendo estudiante de primer año de Medicina, y que desde entonces me dediqué a devorar virtualmente los libros escasos de psicología que pasaban por las librerías y bibliotecas dominicanas de psicólogos clásicos y contemporáneos; y que desde 1954 tomé los cursos de Psicología General, Psicología Anormal y Psicología Aplicada como alumno paralelo de la Facultad de Filosofía y Letras, con los recordados profesores Salvador Iglesias, Fabio Mota y Malaquías Gil, mi bautismo de fuego con esa disciplina tuvo lugar en julio del 1957, cuando tuve la osadía de participar en los concursos científicos estudiantiles que organizaba cada año la Universidad de Santo Domingo en las diferentes Facultades. En la Facultad de Filosofía y Educación presenté un ensayo bajo el título de "Ensayo sobre el Amor" y en la Facultad de Medicina otro titulado "Proceso Psicológico de los Actos Violentos".
En el primer ensayo hice una revisión de las descripciones literarias sociológicas y psicológicas del amor que conocía, para concluir, siguiendo los enfoques de MacDougall, Freud, Mead y Stern, que ese sentimiento no era mucho más que el ropaje idealizado que cada cultura le da a sus naturales instintos de supervivencia e impulsos sexuales, para hacerlos compatibles con las normas de convivencia social establecida. En una Facultad como la de entonces, donde la mayoría de sus profesores y muchos de sus estudiantes eran sacerdotes y monjas de mentalidad muy conservadora, aquel trabajo parecía poco menos que una herejía. El trabajo ganador versó sobre "Fray Alonso de Cabrera", original del entonces estudiante y acucioso investigador histórico, el Padre Vicente Rubio, en tanto yo me quedé satisfecho con mi insurgencia intelectual.
El segundo trabajo corrió con mayor suerte, ya que mereció del Jurado el Premio "Doctor Báez", que se otorgaba al ganador, trabajo que fue motivado por un serio altercado que sostuve meses atrás con un teniente del Ejército, franqueador motorizado de la comitiva del Dictador Rafael Trujillo Molina.
En este ensayo se plantearon los factores racionales y biológicos, emocionales, culturales y situacionales capaces de generar acciones violentas en el individuo. También se describieron los diferentes síndromes psicopatológicos conocidos que pueden producirlas.
Lo simpático del trabajo en cuestión es que después de un análisis pormenorizado, fundamentado en citas aparentemente irrefutables del origen diverso y multifactorial de las acciones violentas que negaban validez a las teorías de los temperamentos como explicatorias de la personalidad de los individuos, terminó apoyándose en Kretschmer y sobre todo en la tipología de CG. Jung al tratar de explicar la conducta violenta, cuando explica las diferencias en los mecanismos psíquicos de la extroversión y la introversión que llevaron a la automutilación a dos de los patriarcas de la Iglesia Cristiana: Orígenes y Tertuliano, asumiendo internamente que el violento oficial iniciador del altercado era extrovertido y que yo quien respondí con inesperada virulencia, era introvertido.
Este trabajo, editado en el número 81-84 de los anales de la entonces Universidad de Santo Domingo del año 1957, no obstante sus limitaciones, tiene quizás la virtud de ser una publicación pionera de la psicología científica en la República Dominicana.
Sin duda ese éxito inicial, el incidente narrado del que salí bien librado, aunque pudo costarme la vida, dados los tiempos que se vivían, ya que el oficial terminó mal herido dentro de una vitrina de la concurrida calle del Conde, con sus implicaciones políticas y emocionales, junto a otras vivencias tales como mi asistencia durante varios meses en el tratamiento y vigilancia de un amigo cercano que padeció un episodio esquizofrénico y el deseo de explicarme y controlar mejor un déficit personal de la atención que aún me causa preocupación; fueron decisivas en la definición de mi vocación hacia el estudio de la conducta humana.
De todas maneras, mi entusiasmo por tales estudios se concretizó durante el año académico 1957-58 con el estudio a fondo del voluminoso Manual de Psiquiatría del español Vallejo-Nájera, explicado en la Cátedra por el médico-filosofo Fabio Mota, visitas al Hospital Psiquiátrico Padre Billini que dirigía entonces el inolvidable amigo y colega Antonio Zaglul y discusiones con el también amigo y compañero de conspiración antitrujillista, el Dr. Luís Manuel Baquero, todos fallecidos.
El siguiente año académico de 1958-59, el último de mis carreras de Medicina y de Filosofía y Letras, estuvo pletórico de turbulencias políticas y de luchas contra la tiranía trujillista, estimuladas por los sucesivos triunfos contra otras dictaduras en América Latina: de Perón en Argentina, de Rojas Pinilla en Colombia, de Pérez Jiménez en Venezuela y sobre todo de Batista en Cuba. Luchas éstas en las que estuve involucrado junto a toda mi familia, por lo que fui expulsado primero de la Universidad, cuando ya estaba en los exámenes finales de las carreras y más tarde fui perseguido a muerte por los esbirros de la tiranía, de la que logré escapar a duras penas, saliendo clandestinamente del país en septiembre del año 1960.
Mis preocupaciones y actividades sociopolíticas del exilio antitrujillista de esa época se conjugaron en mi tiempo libre con las referentes a la psicología, ya que para entonces escogí el tema de mi tesis profesional y comencé a elaborarla en la mejor tradición del proceso de cambio que ha recorrido la psicología académica en cuanto a su temática, que fue de tránsito del énfasis de la Psicología Clínica a la Psicología Social, por la vía del estudio de la personalidad.
Así, cuando por fin regresé al país en 1961 tras la muerte de Trujillo, pasé mis exámenes finales, presenté mi tesis sobre "Teoría de la Personalidad y su Organización Dinámica" y partí poco después hacia Alemania, donde armonicé mis estudios de Residencia en Psiquiatría en la Clínica Psiquiátrica y Neurológica con los de Psicología en la Universidad de Bonn, entonces bajo la dirección del destacado psicólogo Hans Thomae, siempre con la intención de fundar la carrera de psicología a mi retorno a la República Dominicana.
Los Treinta Años de Psicología Profesional
Cuando se produce en 1966 el triunfo del Movimiento Renovador de la Universidad Autónoma de Santo Domingo, con sus consignas de: democratización, departamentalización, diversificación y descentralización, yo estaba de regreso al país y me convertí rápidamente en Secretario General y principal artífice de las reformas académicas que habían de producirse en ese centro académico.
De hecho, fue en mi casa del centro de la ciudad de Santo Domingo, recién llegado yo de Europa, donde un grupo de intelectuales que diseñaba las estrategias políticas del movimiento constitucionalista y se preparaban los documentos para la negociación con que terminó esa revolución democrática del año 1965, abortada por la intervención norteamericana, que se organizó dicho movimiento universitario como secuela y única conquista real que permaneció de la anterior, con la participación de los profesores Andrés María Aybar, Hugo Tolentino Dipp y Marcelino Vélez Santana, entre otros. De manera que tras el triunfo de ese movimiento, el camino quedó abierto para la realización de mis planes con referencia a la Psicología.
En la UASD renovada de entonces, las prioridades pasaron de la terminación del año académico interrumpido por la Guerra de Abril, a la aprobación de un nuevo Estatuto Orgánico y de ésta a la reorganización de las diez carreras entonces existentes.
Solo después de esa etapa cumplida en el año 1966, que incluyó el establecimiento de la docencia por semestres y créditos, se procedió entre 1967 y 1969 a la organización de toda la Universidad por Departamentos y al establecimiento de nuevas carreras.
La Facultad de Humanidades, como se rebautizó a la antigua Facultad de Filosofía y Educación que ofrecía las carreras de Filosofía y de Educación, además de las nuevas escuelas anexas de Ciencias de la Información y de Sociología y de una escuela informal de inglés de nivel no universitario, tenía muy pocos alumnos y como muchos de sus profesores y estudiantes eran sacerdotes, ex-curas y monjas, en una universidad y país en plena efervescencia política anti-norteamericana y revolucionaria, se le había puesto de apodo: "El Vaticano".
El Decano de dicha Facultad entre los años 1965 y 1970 lo fue Andrés Avelino hijo, filósofo como su padre y hombre de ideas progresistas en el ámbito socio político, aunque no tanto en el orden académico, por lo que no veía con buenos ojos la organización de los estudios en semestres y créditos, así como tampoco la departamentalización que proponíamos para esa entidad, que reflejaba todavía, no obstante su diversidad, la falta de organismos especializados propios de la organización medieval de la Universidad.
De todas maneras, la reforma se impuso y el 14 de julio del año 1967 salieron a la luz los Departamentos de Pedagogía, Psicología, Letras, Historia y Antropología, Comunicación y Lenguas Modernas, muchos de los cuales como el de Psicología iniciaron de inmediato nuevas carreras bajo su tutela, además de administrar las asignaturas de su especialidad en el resto de la Universidad. Poco tiempo después se organizó también en esa Facultad con mis auspicios, el Departamento y carreras de Artes.
El Plan de Estudios establecido por nosotros para la Licenciatura en Psicología constaba de cuatro años divididos en semestres, de los cuales los dos primeros eran de estudios básicos organizados aparte en el desaparecido Colegio Universitario, y otros seis con créditos obligatorios de materias comunes de psicología, créditos complementarios ofrecidos por otros departamentos y créditos optativos en las áreas de Psicología Clínica, Industrial, Social y Educativa, para optar a otras tantas menciones dentro de la licenciatura.
En la redacción de ese pensum se tuvo en cuenta planes existentes para entonces en Alemania, Francia, Estados Unidos, México, Puerto Rico, Cuba y Venezuela, pero siempre privilegiando el carácter liberal, diversificado y por créditos que aún se mantiene. También consultamos a distintos profesores extranjeros y dominicanos conocidos que tuvieran algo que aportar, incluyendo a Enerio Rodríguez, a quien conocí mientras estudiaba la carrera en México, pero que ya había sido profesor provisional de Introducción a la Psicología y Psicología Social en la Escuela de Sociología de la UASD, luego de realizar estudios de Filosofía en el Seminario Conciliar y completarlos en la Universidad.
De los primeros alumnos de la carrera, unos veinticinco en total, un núcleo importante eran ya egresados de otras carreras, particularmente de Educación, sin que faltaran abogados y médicos, parte de los cuales habían hecho meses atrás un Curso de Orientación Profesional a cargo del Psicólogo español Pío Rodríguez, bajo los auspicios de la UNESCO; y otra parte, provenía del curso propedéutico de la UASD, el desaparecido Colegio Universitario. En general eran sujetos muy motivados y con buena cultura general, aunque algunos de los ya profesionales tenían deficiencias en su formación científica básica, que le dificultó su aprendizaje inicial. La mayor parte de los egresados de los primeros años han jugado un papel extraordinario en el ulterior desarrollo de la Psicología en el país.
A su vez la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) organizó dentro de su Facultad de Educación un Departamento de Psicología y Orientación en octubre del 1967 a iniciativa del profesor Malaquías Gil, cuyo primer Director fue el licenciado José Cruz, entonces sacerdote jesuita, el cual ofreció originalmente una carrera de nivel técnico en Psicometría y desde 1968 Licenciatura en Psicología Educativa, Psicología Clínica y Psicología Industrial.
La UNPHU, organizada apenas en el año 1966 con los profesores que se retiraron de la UASD por razones políticas, había realizado un esfuerzo extraordinario hacia la conformación de una universidad moderna, diversificada y disciplinada, de manera que poder ofrecer cursos profesionales de Psicología apenas en el segundo año de su fundación constituyó una verdadera proeza académica.
La orientación inicial de la carrera de Psicología en la UNPHU fue la psicometría y la orientación profesional; y luego, con la llegada del psicólogo Ruben Farray y de los psiquiatras Máximo Beras Goico y Ernesto Cabrera se reforzó el área clínica de dicha carrera, cuyo plan de estudios fue modificado con la participación de Salvador Iglesias.
En la UASD yo asumí la dirección del Departamento desde su fundación hasta el año 1970, en realidad porque no encontré a un profesional dominicano de la psicología apto para entregársela, ya que desempeñaba simultáneamente las funciones de Secretario General en sus inicios y de planificador académico en la Comisión para el Desarrollo y Reforma Universitaria después, en un período muy dinámico de nuestra academia. Mis servicios en esa posición como en la docencia de diversas asignaturas las realizaba a costa de un gran esfuerzo y en forma totalmente gratuita, ya que estaba contratado a tiempo completo por las otras funciones. Por eso el Departamento encontró su guía natural cuando Enerio Rodríguez fue elegido como Director con el apoyo de todos desde el año 1970 hasta el 1981, y aún proyecta su benéfica influencia hasta el presente. Durante su gestión se introdujeron en la carrera los estudios sistemáticos del condicionamiento operante y de los procesos cognoscitivos, se fortaleció el estudio de la metodología, y se eliminaron las menciones dentro de la licenciatura, a fin de cumplir mejor con la formación profesional, teniendo en cuenta las grandes limitaciones económicas y de personal docente que existían. Este proceso continuó con la discusión de un nuevo Plan de Estudio, con la participación del profesorado durante alrededor de ocho años, donde se introdujeron de nuevo las menciones, se añadieron nuevas asignaturas y se fortaleció particularmente el área de la Psicología Social y del Desarrollo Humano en el Curriculum.
La carencia de profesionales criollos fue suplida durante la primera década con profesores extranjeros que fueron contratados por la UASD para impartir la docencia especializada como fueron los casos del norteamericano-alemán Michael Collins, los brasileños Eloisa Núñez y Rodolfo Carbonari, las uruguayas Dora Sarasola y Mirtha Caamaño, el cubano Jorge Herrera por breve tiempo y los mexicanos Jorge Peralta, Jorge Molina y Francisco Cabrera en materias propias de la carrera. Los psiquiatras dominicanos Porfirio Gallardo y Pereyra Ariza impartieron por un tiempo Psicología Anormal y Entrevista Psicológica y el biólogo chileno Fidel Jeldes ofreció hasta su sentida muerte cursos de Conducta Animal, en tanto que el neurocirujano José Joaquín Puello ofreció cursos de Psicofisiología, luego de hacer estudios especializados en esa materia en Inglaterra.
Todo ello habla bien del respaldo que le dio la UASD a esa nueva carrera hasta que sus propios egresados fueron tomando esas responsabilidades docentes y luego de la propia dirección, tanto de nuestro Departamento como en los de varias universidades del país que han organizado carreras de Psicología, como han sido los casos de la propia UNPHU, INTEC, UTESA, UCDP, PUCMM y UNICA.
Yo por mi parte, siendo Director del Departamento de Psicología presenté dos trabajos en el XI Congreso Interamericano de Psicología celebrado en México, en diciembre del año 1967. El primero bajo el título de: "los Orígenes de la Personalidad y su Organización Dinámica", en realidad un resumen de mi tesis doctoral, que provocó en ese cónclave tanto encendidos elogios como vivas controversias, por su originalidad y la amplitud con que se trató el tema sobre el que volveré a trabajar un día no lejano; y el segundo: "Aspectos Psicológicos de la Reforma Universitaria y la Asistencia Técnica", fue presentado conjuntamente con el Dr. Henry P. David de Estados Unidos, quien fue también subdirector del programa científico de ese congreso. Esos dos trabajos fueron los primeros trabajos de psicología científica presentados y publicados por un dominicano en un evento en el extranjero, aunque mi contribución al segundo fue incluido posteriormente en mi libro: Diez Ensayos sobre Planeamiento y Reforma Universitarios (1975).
Luego de dejar la dirección del Departamento de Psicología me dediqué a la redacción de un libro de "Introducción a la Psicología", con la colaboración de algunos colegas, el cual vio la luz finalmente en forma completa en 1979, que con adiciones y correcciones tiene ya siete ediciones y ha sido texto introductorio de cursos preuniversitarios y en casi todas las universidades del país hasta el presente. A partir de entonces he derivado mi actividad académica dentro de esa disciplina a la Psicología Social, en la cual he tratado de contribuir a su fortalecimiento con mi participación en muchos eventos, la publicación de artículos y sobre todo, con la redacción y edición de mi obra fundamental en esa área: "Psicología Social y sus Aplicaciones", en tres volúmenes, el primero dedicado al estudio de la "Psicología Social Básica", el segundo sobre la "Conducta Desviada y Problemas Sociales", Y el tercero, de reciente aparición con el título de: "Psicología Social Aplicada", a gran parte de las actividades humanas fundamentales.
El proceso de crear espacios en los ámbitos profesional y laboral dominicano, para el ejercicio de los egresados de la psicología, que ha estado acompañado del desarrollo de los estudios de postgrado en el área, ha sido por demás complejo y oscilante.
Dos muestras de los escollos que ha presentado la introducción de la investigación y del ejercicio profesional del psicólogo, ilustran bien esa trayectoria.
En el año 1968 yo desarrollé un proyecto de medición de actitudes sociales de los estudiantes universitarios de la UASD, utilizando, para ello la llamada Escala de Wisconsin, previamente normalizada, con el objeto de medir las actitudes de los estudiantes sobre temas políticos, económicos, sociales, religiosos y familiares, en una etapa de grandes cambios como la que vivíamos. Aunque la investigación se desenvolvió normalmente, no faltó una denuncia de que se trataba de un segundo "Plan Camelot" por referencia a un caso de espionaje académico bautizado así a similitud del que se produjo en Chile en esos tiempos. Ese estudio, que por presiones sobre el entonces Rector, no fue publicado, reveló entre otros datos curiosos, el que las estudiantes del sexo femenino tenían actitudes más liberales que los de sexo masculino en la mayor parte de los tópicos; y que los jóvenes con actitudes más radicales en los temas políticos, económicos y religiosos, eran muy conservadores en temas sociales y familiares.
Por otra parte, los psicólogos sólo obtenían inicialmente su "exequátur" de ejercicio profesional a través de la Secretaría de Estado de Educación y los médicos sólo los aceptaban como auxiliares de la salud.
Los primeros campos de trabajo que se abrieron para los egresados de la carrera de psicología en las universidades dominicanas fueron la docencia de nivel superior y secundario, para enseñar la psicología, la orientación vocacional y profesional, la enseñanza pre-escolar privada entonces en auge en el país, en tanto que el ejercicio de la Psicología Clínica a nivel público y privado se fue desarrollando más lentamente. También se crearon algunas plazas para psicólogos en bancos y grandes empresas, para trabajar en el área de recursos humanos y se establecieron en el país los Hogares Crea, de origen puertorriqueño como comunidades terapéuticas de drogadictos y Casa Abierta, con los mismos fines por José Cruz, con el respaldo de la Iglesia Católica.
La psicología profesional recibió un aval gremial significativo a partir del año 1975 cuando quedó constituida la Asociación Dominicana de Psicología (ADOPSI) resultando elegido Enerio Rodríguez su primer Presidente, siendo Rolando Tabar su principal gestor.
Otro gran impulso en el empleo de psicólogos en la administración pública se produjo tras el ascenso al poder del Partido Revolucionario Dominicano en 1978 con Antonio Guzmán Fernández como Presidente de la República. Entonces la División de Psiquiatría e Higiene Mental de la Secretaría de Estado de Salud y Asistencia Social fue convertida en División de Salud Mental, en cuya Dirección se designó a José Cruz.
En esta ocasión Joseíto no solamente logró crear numerosas plazas de psicólogos en los hospitales públicos, reformatorios y casas-albergues del país, sino que obtuvo el financiamiento de esa cartera para el establecimiento en la UASD de una Maestría en Psicología Comunitaria, el primer curso regular de postgrado en el país y una de las primeras de esa especialidad en la América Latina. También en ese período se establecieron muchas plazas de orientadores en la Secretaría de Estado de Educación y de trabajadores sociales en los proyectos habitacionales del gobierno; en tanto que se creó con mi orientación la Dirección General de Acción Comunitaria del Ayuntamiento del Distrito Nacional, en la que se emplearon diversos psicólogos.
Otro hito importante en la historia de la psicología dominicana lo fue la celebración en el país del XVIII Congreso Interamericano de Psicología en julio del año 1981, del cual Rolando Tabar fue el Presidente de su Comité Organizador. En el mismo un nutrido grupo de psicólogos dominicanos tuvo una importante participación con la presentación de trabajos en diferentes áreas de la psicología.
Durante la década de los años ochenta y como consecuencia de la creación de estos servicios públicos y también impulsados por la apertura de nuevas plazas en las Fuerzas Armadas, la Policía Nacional y en las áreas financieras e industrial del sector privado; pero sobre todo debido al crecimiento vertiginoso de las zonas urbanas del país hubo una expansión considerable de las escuelas y en la matrícula estudiantil en la Psicología. Así, se crearon carreras en el Instituto Tecnológico de Santo Domingo (lNTEC), la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA), primero en Santiago y luego en sus extensiones de Santo Domingo, Puerto Plata y Moca, y la Universidad O&M. También se abrieron otros cursos de postgrado, tales como las maestrías en Psicología Clínica e Industrial del Instituto de Estudios Superiores de APEC. Más tarde se han fundado en las universidades PUCMM, UNICA, UCSD, UASD, UFHC y UTE.
Sin embargo, a partir del 1986, año en que regresa al poder Joaquín Balaguer, esa expansión de la psicología se frena para convertirse en período regresivo desde 1990. En realidad, la falta de apoyo a los servicios sociales del Estado, la disminución del poder adquisitivo de los sueldos del gobierno y sus organismos descentralizados que en muchos casos quedaron por debajo del salario mínimo de los obreros no calificados de las empresas privadas; la quiebra de buena parte del sector financiero del país, con la industria tradicional zarandeada por la competencia de la globalización con energía costosa y escasa, altos intereses y la producción en pequeña escala, y en las zonas francas con mano de obra en condiciones de semi-esclavitud, cuyos gerentes nada quieren con los psicólogos ni el manejo racional de los recursos humanos. Todo ello contribuyó al decaimiento temporal de esa disciplina en el país.
En esa década perdida de la Psicología, los efectivos estudiantiles se redujeron sustancialmente y la propia ADOPSI, otrora dinámica, perdió en parte su vigencia, acaso al verse en el espejo de las desventuras de un gremio poderoso como la Asociación Médica Dominicana, que aún no se ha repuesto totalmente del fracaso de su última huelga reivindicativa durante el régimen pasado. También los eventos nacionales con participación internacional que realizaba cada año dejaron de llevarse a efecto.
Durante esos años muchos psicólogos hubieron de abandonar su ejercicio profesional o ni siquiera intentaron seriamente incursionar en éste, derivando su actividad hacia los campos de la educación, la publicidad, la mercadotecnia, la industria, el comercio, el arte y hasta la política, con todos los sinsabores y frustración que estos procesos conllevan. Esas dispersiones, sin embargo, a la larga servirían para abrir nuevas áreas de trabajo a los psicólogos, cuya formación y diversidad de aplicaciones les permiten asimilar tales cambios, e incluso obtener puestos calificados con mayor facilidad que otros profesionales.
Pero es evidente que a partir del año de 1996 comienzan a soplar nuevos vientos en el país en el campo de los servicios sociales y de la psicología en particular. El nuevo gobierno, independientemente de los logros o desaciertos que pueda tener en otros renglones, ha traído significativos aumentos a los servidores de la salud y la educación pública, que también se han reflejado en el sector privado. Además, el cambio de guardia en el control del Estado y la propia debilidad del partido de gobierno en los ámbitos legislativo, judicial y municipal, ha inducido un espacio de concertación que resulta auspicioso para las expectativas de cambio positivo para la nación dominicana, todo lo cual ha generado una etapa de optimismo hacia el futuro de la psicología y las ciencias de la conducta en general, del que la celebración de este Congreso no deja de ser un reflejo.
El Futuro de la Psicología Dominicana
El momento histórico que vive actualmente la psicología, el país y el mundo, así como la cercanía del inicio del siglo XXI y el tercer milenio, que dicho sea de paso, aunque lo repitan los sectores populares y algunos intelectuales despistados, no se inicia en el año 2000 sino el primero de enero del 2001, nos invita a incursionar un poco en la futurología, por lo menos en lo referente a lo que cabe esperar y hacer por la psicología y por los psicólogos dominicanos.
Para sacar algunas conclusiones y recomendaciones que resulten útiles a los fines antes indicados, no tenemos otro camino que tratar brevemente acerca de lo que nos depara la evolución previsible de la Psicología como disciplina, del mercado de trabajo y de la sociedad dominicana en general.
Sin embargo, para evitar el riesgo y la tentación de extenderme excesivamente en ese fascinante tema, voy a resumir mis ideas al respecto en simples enumeraciones acerca de las mismas.
a) La Psicología en sí es cada vez más una disciplina de aplicación de sus datos a nuevos campos del quehacer social, diferentes de los tradicionales, tales como la política, la solución de conflictos, la economía, la gerencia, negocios, la publicidad, el derecho, el mejoramiento de la calidad de vida y la convivencia comunitaria.
b) La Psicología es cada vez más una disciplina al servicio de la investigación científica de los fenómenos sociales más diversos; y como tal debe integrarse más con las demás ciencias sociales para el estudio y solución de los complejos problemas de la sociedad contemporánea.
c) La psicología hace cada vez más énfasis en el trabajo con grupos, en la prevención de los trastornos de la conducta y de los problemas sociales y en el respaldo emocional a los individuos y actores sociales que enfrentan problemas de adaptación y desarrollo; y menos en recursos psicométricos y terapéuticos específicos.
d) La psicología está cada vez más apegada a los medios de investigación, y aplicación basadas en la informática con sus recursos estocásticos, sus soportes lógicos de tipo heurístico y sus sistemas expertos que le dan nuevas dimensiones al estudio del comportamiento humano, su control y la prevención de conductas indeseables.
e) La sociedad dominicana, cada vez más urbana, internacionalizada en cuanto a su composición con extranjeros y emigrantes dominicanos de regreso de otrastierras, tiene necesidad creciente de profesionales de la conducta que puedan participar en la solución de los complejos problemas de la organización y la convivencia civilizadas en los niveles familiar, vecinal y corporativo.
f) La psicología debe preocuparse de más en más de los peligros de la manipulación no ética de la voluntad y de la conducta humana, en virtud del uso indiscriminado de estrategias y técnicas de intervención capaces de controlarlas.
g) El mercado laboral dominicano cada vez más complejo y diversificado, requerirá en los próximos años de profesionales de la conducta capaces de ayudar a resolver problemas de gerencia de negocios y de administración de servicios que pueden ser cubiertos por psicólogos entrenados para esos fines, ya que son y serán de más en más los profesionales con mayor formación metodológica para la investigación y la intervención social.
h) Más que la organización de largos estudios de postgrado, el país requiere de un sistema de actualización y diversificación con cursos relativamente cortos de formación postprofesional, que adapten a distintos grupos al ejercicio de la psicología en el cambiante escenario del mercado de trabajo para los profesionales de la conducta humana.
i) La acción gremial de los psicólogos dominicanos debe dirigirse en el futuro, no sólo hacia la dignificación profesional de los egresados de sus escuelas, sino a que se creen plazas para éstos en áreas sensibles de la vida económica y social del país, como en los complejos multifamiliares que construye el gobierno en los barrios humildes, dentro de centros de atención comunitaria, en todos los planteles pre-escolares y escolares, en los departamentos de personal de las industrias de zonas francas, en las entidades de servicios al público, en las escuelas de educación física y centros de entrenamiento de los deportes de alta competencia, en todos los centros clínicos y de reclusión del Estado y en los cuerpos armados de la nación.
j) Las escuelas de psicología del país deben mantenerse en constante renovación, en sus planes de formación teórica y práctica; en el perfeccionamiento académico de su personal docente; y en el fomento de la investigación, para que tanto estos organismos como sus egresados cumplan con el papel que les corresponde en el desarrollo nacional.
k) Finalmente, que se realicen eventos como éste y se mantengan intercambios internacionales permanentes, para que la calidad científica y técnica, el prestigio y el reconocimiento profesional de la psicología dominicana esté a la altura de los tiempos que se viven, casi al iniciarse el siglo veintiuno de la era cristiana.
Muchas gracias por su atención y paciencia.
Casuística del Surgimiento Paralelo de Una de las
Dos Escuelas Psicológicas: 1967-1997
Lic. José Reynaldo Cruz
Fundador del Depto. de Psicología de la UNPHU.
Una noche del verano de 1967 recibí en el Colegio Loyola de la Feria una llamada de mi antiguo profesor del Colegio de Belén en La Habana, el Padre Mateo Andrés. Me dijo: "Joseíto, el profesor Malaquías Gil tiene un proyecto para crear un Departamento de Psicología. Yo le hablé de ti y te quiere ver mañana en la UNPHU". Yo estaba sentado, esperando a Malaquías, leyendo un libro de Teorías de la Personalidad, cuando llegó una jovencita, muy graciosa por cierto, y sin saludarme se puso a leer mi libro. Me dijo: "Tú esperas también a Malaquías". Yo me asusté, pues entre los dos promediábamos 24 años, 22 ella, 26 yo. Y pensé: "pero este Malaquías estará loco, o qué? A los diez minutos llegó una señora, distinguida, aunque muy natural, ya mayor de edad, ella tenía unos 28 años, Joy Hudson de Duarte. Cuando llegó Malaquías las edades empezaron a promediar más responsablemente. Desde el primer momento nos entusiasmamos. Fuimos a saludar al Rector, un hombre lleno de dinamismo y emprendedor. Ya desde aquella misma tarde el Rector nos llamaba "los muchachos psicólogos de Malaquías". Se nos puso como Secretario a José Vicente Díaz, estudiante de término de Educación y un experto en psicometría. Con él se siguió mejorando el nivel de madurez y experiencia del Departamento.
El Departamento surgió con la urgencia de preparar a los primeros orientadores de los liceos. Nuestro Decano era el Secretario de la Secretaría de Estado de Educación. Malaquías era Decano Interino. Malaquías era un extraordinario conocedor del campo magisterial dominicano, empeñado en mejorar la calidad de la enseñanza en todo el país. Nuestro Departamento preparó a los seis primeros orientadores profesionales, a los que la Secretaría dio empleo en el País. De nuestro Departamento surgió el primer grupo organizado de servicios psicológicos a estudiantes de colegios y liceos: El Dr. Jorge Herrera, también de 22 años de edad, profesor, y yo, con cuatro estudiantes de término, formábamos dicho equipo. En aquel entonces, los miembros del Departamento nos sentíamos retados a abrir los primeros servicios, a luchar porque se ofreciera empleo a los más capacitados en el campo de la psicología y la orientación. Esa fue una gran virtud de Malaquías: hacer que nuestros graduados de Técnicos en Psicología y Orientación obtuvieran empleos. La orientación era la mejor y la única alternativa.
El Departamento apoyó la creación de un libro de texto en Psicología para Bachillerato, escrito con tres estudiantes, los hoy licenciados Oscar Hungría, Enrique Fernández y Marcos Aurelio Juliao. También me pagó 4 horas diarias durante un semestre para que escribiera un texto en Orientación Psicológica. Esto les da a entender el compromiso contraído por la Universidad y el Departamento con el futuro no sólo de la psicología sino también de los psicólogos. Este interés por el servicio comunitario, por el trabajo en el campo, por la reforma de los programas vigentes de la niñez y de la juventud, ha sido característico de este departamento y del de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.
Los Estudiantes de Psicología de hace Treinta Años
Nuestro primer semestre tenía 15 estudiantes. El Director del Departamento iba a clases en motocicleta y varias veces derrotó en competencia en la Winston Churchill al Dr. Quique Pacheco, quien presumía de rápido en una Honda 90 que era un primor. Nos reuníamos en casa de los estudiantes, en restaurantes y en el Departamento. Estudiar psicología en aquel entonces era pertenecer a un grupo, conversar mucho con los otros compañeros y con los profesores, prestarse libros, hacer traducciones y compartirlas.
Era muy difícil conseguir libros en las librerías. Estas no los traían porque no tenían salida y costaban muy caro, para traer libros de texto teníamos que comprarlos antes de pedirlos.
Las prácticas de los estudiantes se comenzaron en la misma Universidad al iniciarse el primer Departamento de Orientación con servicios dirigidos a los estudiantes de la misma. Este Departamento comenzó bajo la dirección del Departamento Académico de Psicología y Orientación. Al abrir el Centro de Orientación Psicológico, dirigido a estudiantes no universitarios, las posibilidades de prácticas se incrementaron.
Durante el segundo año de la carrera se logró emplear al Dr. Rubén Farray, quien fue contratado a tiempo completo. No cabe la menor duda de que Rubén fue clave en la formación científica y humana de esa primera promoción de estudiantes de la UNPHU. Quiero resaltar el influjo que siempre tuvieron desde el inicio, la doctora Mariloly Álvarez, dominicana, como dos psiquiatras jóvenes, también dominicanos, en la formación tanto académica como psicológica de nuestros estudiantes.
Los dos primeros años fueron caracterizados por los encuentros científicos entre profesores, invitados y alumnos. En todas las reuniones de profesores se tocaban aspectos de carácter psicológico y humano de los estudiantes, dentro de un marco de respeto y corresponsabilidad. Creo que todos nos sentíamos unidos en una inmensa tarea, que siempre nos pareció mayor que lo que cada uno a solas podía emprender.
Para terminar, permítanme expresarles a todos mi agradecimiento por el honor que supone presidir este hermoso Congreso. Honrar, verdaderamente honra. Nuestros humildes comienzos han sido transformados por la inteligencia, el estudio y el entusiasmo académico y profesional de todos ustedes en un movimiento pujante, inseparable de los planes de desarrollo de nuestro país. No me queda más que desearles a todos QUE DIOS LOS BENDIGA y les premie su esfuerzo.