Conferencia Magistral de Cierre
CONFERENCIA MAGISTRAL DE CIERRE
30 Años de Psicología Dominicana: "Reflexiones Metapsicológicas"
Dr. Enerio Rodriguez Arias
Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).
Los psicólogos producen y/o aplican conocimientos psicológicos, es decir, hacen psicología; los metapsicólogos hablan de la psicología, analizan su historia, comparan sus teorías, discuten sobre la pretensión de validez de los conocimientos psicológicos y examinan las pruebas de la alegada eficacia de la actividad profesional. Algo de metapsicología está presente en la formación profesional de cualquier psicólogo del mundo, aunque en América Latina los cursos sobre historia de la psicología, teorías contemporáneas, y hasta (y esto hay que lamentarlo) la metodología de la investigación, suelen desempeñar un papel secundario dentro del plan general de estudios.
Se atribuye a Sócrates haber dicho que una vida sin examen no merece vivirse; aprovechando la analogía, bien vale la pena realizar un breve examen de estos primeros treinta años de la psicología dominicana. Si alguna credencial me califica para esta tarea es la de haber permanecido en contacto ininterrumpido con la psicología dominicana por los últimos 28 años, enseñando principalmente cursos de historia de la psicología, teorías psicológicas contemporáneas, teorías de la personalidad y metodología de la investigación psicológica.
El entrenamiento profesional de psicólogos comenzó en República Dominicana con dos programas paralelos en 1967, muy lejos en tiempo del programa más antiguo de Latinoamérica, una Maestría en Psicología iniciada en México en 1938, y sólo siete años antes del más reciente, el programa de psicología de la Universidad de Haití, iniciado en 1974. Sólo cinco países latinoamericanos iniciaron la formación de psicólogos con posterioridad a República Dominicana, a saber, Nicaragua en 1970, Bolivia y Costa Rica en 1971, Paraguay en 1972 y Haití en 1974 (Ardila, 1986). En 1967 funcionaban en el país sólo tres universidades; hoy (1997) |funcionan 29 universidades y 14 programas de Licenciatura en Psicología; de éstos, 12 funcionan en la ciudad de Santo Domingo y dos en la ciudad de Santiago de los Caballeros, segunda ciudad en importancia del país.
Además, varios programas de Postgrado y Maestría en áreas específicas de la psicología han funcionado por tiempo limitado en varias universidades dominicanas, y con algo más de continuidad en la universidad estatal.
En esos programas, un estudiante mexicano obtuvo su Maestría en Psicología Social Comunitaria, y uno de Puerto Rico en Psicología Clínica.
Según estimaciones conservadoras, pasa de 2,500 el número de psicólogos que se han formado en el país en los últimos treinta años, de los cuales alrededor del 70% procede de las dos escuelas de psicología abiertas en 1967. Con la excepción de un reducido grupo de psicólogos que se formó o completó su formación en universidades extranjeras y participa a tiempo completo o parcialmente en uno o más de los programas de formación de psicólogos actualmente en funcionamiento en el país, esta responsabilidad recae en su mayor parte en psicólogos formados totalmente en los programas nacionales. Este dato es especialmente importante, ya que podría ser clave en la comprensión de la elevada probabilidad de perpetuación de muchas limitaciones y/o deficiencias de carácter formativo.
Cuando en un futuro lejano se escriba la historia de la psicología en República Dominicana, es muy probable que estos primeros treinta años sean despachados en unos pocos renglones y resumidos como "el período de nacimiento de la psicología como profesión en la República Dominicana"; quise, escribir "nacimiento y consolidación" pensando en el historiador del futuro, pero en este momento sólo me atrevo a hablar de nacimiento, porque la psicología como profesión no se ha consolidado aún en nuestro país, donde los psicólogos luchan por abrirse un espacio profesional en medio de la incomprensión colectiva y el recelo y la discriminación de otros profesionales. Un profesional es el producto del concierto de acciones formativas previstas en el programa de entrenamiento al que se sometió por varios años. Como he dedicado una parte importante de mi vida a colaborar en el proceso de formar profesionales de la psicología, he considerado oportuna la ocasión para reflexionar sobre algunos aspectos de la formación del psicólogo dominicano, cuyas consecuencias se reflejan en su trabajo profesional. Debido a que no existe unidad de criterio entre los programas de formación de psicólogos en la República Dominicana, hablaré de tendencias claramente perceptibles dentro de la heterogeneidad predominante; ciertamente, aquí cada institución decide libremente en cuánto tiempo y con cuáles requisitos de formación teórico-práctica se acredita a una persona como profesional de la psicología. Esto significa que la formación de profesionales de la psicología en estos primeros años se ha desenvuelto en medio de una anarquía curricular.
Esto hace más difícil el poder hacer afirmaciones universales, por lo que habré de apelar a algunos de los recursos que recomendaba Korsybski para darles precisión a nuestras descripciones: hablaré "en términos generales" y evitaré la referencia al cuantificador "todos". (Díaz-Guerrero, 1975).
En términos generales, y hasta donde he podido apreciar, los profesionales que hemos estado formando en estos primeros treinta años de psicología dominicana no resultan lo suficientemente familiarizados con los enfoques teóricos que guían sus observaciones y su lenguaje. Las teorías psicológicas son percibidas como elucubraciones mentales muy alejadas de los hechos que percibimos, y desde el punto de vista de la formación profesional, como si se tratase de un lujo innecesario. No necesito apelar al testimonio del "teórico práctico" (Lewin) para justificar el valor práctico de las teorías psicológicas. Es que la naturaleza misma de las definiciones, datos, variables, explicaciones, etc., en fin, el material de uso del psicólogo, descansa en supuestos teóricos; es lo que Kantor llamó "el metasistema", es decir, un conjunto de presuposiciones básicas y postulados, generalmente implícitos, sobre los cuales descansan los llamados elementos del sistema; es decir, las definiciones, datos, variables, etc. Erwin Straus ha demostrado que aun el concepto de objetividad descansa en un conjunto de suposiciones. Al psicólogo que desprecia por innecesario el conocimiento de las teorías psicológicas le ajusta perfectamente el dicho de Goethe "te empujan, mientras tú crees que empujas". A fin de familiarizar a la mayor parte de los estudiantes de psicología con estos problemas, comencé a principios de los años setenta un programa de divulgación, el cual se extendió por más de diez años. Casi siempre solo (en un caso recibí la colaboración de un profesor y un estudiante) traduje del inglés los artículos más representativos del debate teórico general en psicología en esos años. El primer paso consistió en divulgar el enfoque de Kantor en el análisis de los sistemas psicológicos, con su importante distinción entre sistema y metasistema; luego siguieron las principales ponencias del Simposio de Rice, celebrado en la universidad del mismo nombre durante la primavera de 1963, con la participación de Sigmund Koch, B.F. Skinner, Robert MaCleod y Carl Rogers; y finalmente el debate desencadenado a partir de 1969, a raíz del análisis del simposio publicado por Willard Day, debate que se prolongó por más de quince años. Los principales artículos de ese debate fueron traducidos y discutidos en clase, y pienso que desempeñaron una función de esclarecimiento en una buena parte de los estudiantes que fueron expuestos a esas discusiones. El contacto con estudiantes de Maestría en Psicología me ha hecho pensar que muchos psicólogos no captan la importancia práctica del conocimiento de las teorías psicológicas. Pero es la naturaleza misma de la psicología la que hace necesario ese conocimiento. Hasta donde su historia nos permite vislumbrar, estamos en presencia de una ciencia esencialmente heterogénea, al parecer imposible de unificar conceptualmente, sea a través del conductismo psicológico de Staats, de la síntesis experimental del comportamiento de Ardila, o del esfuerzo integrador de la ciencia cognoscitiva. Ni el conductismo en su momento de mayor auge logró desplazar totalmente las explicaciones mentalistas en psicología, ni la ciencia cognoscitiva ha desplazado a las teorías conductistas y psicoanalíticas. Tan heterogéneos son los conceptos de la psicología, que Sigmund Koch llegó a proponer que se admita esa realidad como algo inevitable y se sustituya el término "psicología" con los términos "estudios psicológicos". Es oportuno señalar que el propio Koch estuvo al frente del esfuerzo más ambicioso que se ha hecho hasta ahora dirigido a la exposición y el análisis de la naturaleza y relaciones de los conceptos y teorías de la psicología. Me refiero al "Proyecto A" de la Asociación Psicológica Norteamericana (APA). Bajo la dirección de Sigmund Koch fueron publicados entre 1959 y 1963 seis volúmenes de una serie titulada: Psicología: Un Estudio de una Ciencia. El volumen 7, en el cual Koch haría la síntesis, nunca fue escrito, y de los artículos que Koch publicó posteriormente, queda claro que para él tal síntesis era imposible. El mismo Koch fue el principal responsable de la presentación de un balance del primer siglo de la psicología como ciencia, con la colaboración del historiador de la psicología David Leary y la participación de más de 40 distinguidos académicos de diferentes áreas de la psicología. El panorama actual que brinda la psicología confirma el predominio de las tendencias centrífugas sobre las tendencias centrípetas en un grado tal que algunos se preguntan si será posible mantener la unidad de la psicología tanto en su carácter de ciencia como en su carácter de profesión. Si alguien cree que en países como el nuestro es mejor mantener al estudiante de psicología ajeno a esa realidad tan complicada, no vacilo en decirle que eso sería similar a aislar al salvaje inocente para evitar que lo corrompa la civilización. Venderle al estudiante la ilusión de que la psicología puede reducirse a unas cuantas reglas de uso práctico es un lamentable error y en el peor de los casos una manifestación grosera de deshonestidad intelectual.
El segundo tema que ocupa mi pensamiento en esta celebración de 30 años de psicología dominicana es lo que yo interpreto como la deficiencia general del entrenamiento en metodología de la investigación psicológica. No se crea que estamos pensando en la formación de investigadores. Esa, que según Díaz Loving y colaboradores (1995) es una prioridad de la psicología mexicana actual, no forma parte todavía de la agenda inmediata de la psicología dominicana. Mis reflexiones tienen por objeto la preparación mínima necesaria en metodología de la investigación para un profesional de la psicología en la República Dominicana. La formación de investigadores en psicología es un proceso largo y complejo. Cuando Brendan A. Maher cumplió su período como editor del Journal of Consulting and Clinical Psychology en agosto de 1978, hizo la revelación de que cuatro de cada cinco manuscritos sometidos para publicación en la revista en los últimos años tuvieron que ser rechazados. Y agregaba Maher: "Aunque el rechazo puede ocurrir por muchas razones, la mayoría de los manuscritos rechazados fueron devueltos a causa de debilidades metodológicas graves en la investigación". De ahí se podía inferir, según Maher, que el entrenamiento doctoral en investigación en esos años era deficiente hasta el punto de ser desastroso. No estamos hablando de psicólogos que aprobaron uno o dos cursos de metodología de la investigación psicológica. Estamos hablando de doctores formados siguiendo un modelo de entrenamiento que debía producir primero que nada científicos, de decir, hombres capaces de hacer avanzar los conocimientos psicológicos y de realizar aplicaciones creativas de esos conocimientos. Este ejemplo, y los casos frecuentes tanto de abuso de técnicas estadísticas como de interpretaciones inadecuadas de sus resultados en investigaciones publicadas (por ejemplo, la discusión de Delucchi sobre el uso y mal uso de Chi cuadrada, los errores de tipo IV identificados por Levin y Marascuilo, y los diversos errores vinculados al uso del análisis de regresión múltiple identificados por Paul Campbell) confirman nuestra apreciación sobre la complejidad del proceso de entrenamiento en la investigación psicológica. Pero volvamos al escenario dominicano, donde nos esperan realidades más crudas. Un distinguido médico dominicano, con intereses de investigación en cardiología, al referirse a la investigación que como requisito final suelen exigir las universidades dominicanas a los estudiantes antes de acreditarlos como profesionales, dijo que se trataba de algo así como "un sombrero victoriano puesto en la cabeza de un desarrapado". Más que un chiste cruel es el retrato de una realidad dramáticamente triste. Esa investigación la han tenido que hacer miles de estudiantes dominicanos que nunca tomaron un curso de metodología de la investigación, y en el caso específico de la carrera de psicología, estudiantes que han tomado uno o dos cursos de metodología de la investigación, en muchas ocasiones impartidos por profesores que no son psicólogos, y que por tanto no están obligados a conocer las especificidades de la investigación psicológica. Es posible que los primeros treinta años también hayan sido difíciles en los países que nos precedieron en la formación de profesionales de la psicología; pero cualquiera que haya sido la realidad en esos países, el hecho de que después de treinta años la mayoría de nuestros egresados, al momento de graduarse como psicólogos no estén en capacidad de leer con provecho un articulo de una revista científica en psicología es una realidad que debe preocupamos a todos. Hace alrededor de diez años publiqué un artículo en una revista de circulación nacional llamada Investigación y Ciencia; dicho artículo se refiere al papel del análisis estadístico en la investigación psicológica, y fue presentado a manera de invitación a la reflexión y discusión sobre algunos problemas de la estrategia fisheriana de la prueba de la hipótesis nula y las alternativas de análisis disponibles incluyendo la estrategia inferencial bayesiana, pero no encontró ningún interlocutor, siquiera para señalar los pequeños errores cometidos en el proceso de edición de la revista. Por mi experiencia de casi tres décadas de vinculación estrecha e ininterrumpida con el proceso de formación de profesionales de la psicología en República Dominicana, he llegado a albergar la conjetura de que a nivel de nuestra Licenciatura en Psicología deberíamos sentirnos satisfechos si pudiéramos lograr que los egresados puedan leer un informe de investigación, con capacidad de hacer un juicio evaluativo del mismo. Hace un año que Ellen R. Girden publicó un libro titulado Evaluating Research Articles/From Start to Finish, dirigido específicamente a profesionales de la psicología, que son habituales consumidores de investigación. El curso de metodología de la investigación aplicada a la psicología clínica que he impartido por años en diferentes programas de Maestría en Psicología Clínica comienza con una explicación de por qué un psicólogo clínico, aunque nunca tenga que hacer una investigación, debe conocer las especificidades de la metodología de la investigación que se aplica en psicología clínica. Artículos de David Barlow, Hans Strupp y Julián Me1tzoff sobre la relevancia de determinado tipo de investigación para la práctica clínica, sirven de punto de partida para la discusión al respecto. Precisamente Julián Me1tzoff acaba de publicar un libro: Critical Thinking About Research, que al igual que el libro de Ellen Girden previamente citado, está dirigido en primera instancia a consumidores de investigación. La población profesional en psicología destinataria de publicaciones de esta clase se ha ido ampliando en Norteamérica a medida que ha ido ganando aceptación la tesis de Donald Peterson de que la investigación científica y el servicio profesional son diferentes en formas importantes, y que por tanto se requieren formas diferentes de educación para preparar personas para carreras de investigación en un caso, o para carreras de servicio profesional, en el otro caso. En un artículo de 1991, reproducido en su reciente libro sobre la historia y las ideas que han guiado la educación de psicólogos profesionales (puros) en Norteamérica (Educating Professional Psychologists/History and Guiding Conception), Peterson aclara que su defensa de la formación de profesionales puros en psicología no implica un rechazo del valor de la investigación. Agrega que la investigación básica, la investigación aplicada y el trabajo profesional, son todas actividades necesarias, pero a él le parece absurdo esperar que la misma persona haga todas esas cosas. Cree Peterson que para servir al público más efectivamente y para que la psicología como disciplina avance más rápidamente, es necesario que científicos básicos, científicos aplicados, y profesionales puros persigan sus propias metas en forma cooperativa y complementaria. Es obvio, desde luego, que el profesional de la psicología debe salir de la universidad en condiciones de comprender, evaluar y usar los resultados de investigaciones que se relacionen con su ejercicio profesional.
En una visión panorámica de la psicología a nivel internacional, Sexton y Hogan (1992) colocan a la República Dominicana entre los países donde la urgencia de las necesidades sociales demanda una concentración en la aplicación del conocimiento a la solución de problemas prácticos, además de que no existen fondos suficientes para financiar proyectos de investigación en gran escala. Pero mientras en Norteamérica ha habido entre 1949 y 1987 cinco grandes conferencias nacionales para discutir sobre la naturaleza del entrenamiento que han de recibir los psicólogos norteamericanos a la luz de la evolución de las necesidades de servicios psicológicos de su población, la aprobación de un modelo latinoamericano para el entrenamiento de profesionales de la psicología ocurrió durante la primera conferencia latinoamericana sobre entrenamiento profesional en psicología, celebrada en Bogotá en diciembre de 1974, con motivo del decimoquinto Congreso Interamericano de Psicología (Ardila, 1978). El modelo latinoamericano parte del reconocimiento de que la psicología es una ciencia y una profesión, y que el entrenamiento del psicólogo debe atender a ambos aspectos. Propone un período de formación de cinco años, al término del cual, el individuo, previa presentación de una tesis de grado, obtiene el título de psicólogo, que lo califica para laborar en cualquier área de la profesión sin necesidad de un perfeccionamiento adicional, ya que el modelo prescribe que la formación debe darse en todas las áreas de la psicología. Aunque promueve la especialización en los últimos semestres, considera que la misma no debe aparecer en el título, que será el de Licenciado en Psicología o Psicólogo, sin ninguna otra mención. Hay un aspecto del modelo latinoamericano en el que todos los países están muy probablemente de acuerdo, a saber, el énfasis en los aspectos aplicados de la profesión al mismo tiempo que se insiste en su fundamentación científica, y creo que todos los programas que funcionan en la República Dominicana se suscriben a esa formulación. Otros aspectos del modelo son objeto de diferencias internacionales y nacionales, en unos casos manifiestas, en otros latentes. Por ejemplo, no existe acuerdo total en cuanto a la duración, variando los programas de tres a cinco años, ni existe acuerdo total sobre la pretensión de que, sin necesidad de entrenamiento adicional, el psicólogo sea capaz de trabajar en todos los campos del ejercicio profesional de la psicología. En el caso específico de la República Dominicana, los catorce programas de formación de psicólogos funcionan dentro de la más absoluta libertad y ausencia completa de supervisión. Cuando todavía no había tantos programas en funcionamiento, hubo más de un diálogo auspiciado por la Asociación Dominicana de Psicología (ADOPSI) y la participación de representantes de varios Departamentos de Psicología, para discutir problemas relacionados con la formación profesional del psicólogo dominicano, pero no pasaron de ser encuentros preliminares inconclusos. Pienso que estos problemas no podrán ventilarse sin la participación como principal parte interesada en el asunto, de la Asociación Dominicana de Psicología. Es la comunidad profesional organizada, la que debe tomar la iniciativa de organizar un diálogo nacional que nos permita llegar a acuerdos mínimos que garanticen que en un mediano plazo se le ponga fin al reinante desorden. La Asociación Dominicana de Psicología (ADOPSI), creada en 1975 y que en su primera década de existencia fue capaz de organizar ocho simposios nacionales de psicología, además de innumerables cursos y conferencias, inició a partir de 1985 un período de letargo, durante el cual sólo organizó eventos menores hasta reaparecer en 1993 con la organización del Noveno Simposio de Psicología y participar posteriormente en ese mismo año con varios Departamentos de Psicología en la organización del Primer Congreso Nacional Avances de la Psicología. En los últimos cuatro años, la Asociación Dominicana de Psicología no ha organizado ningún evento de carácter nacional, y su ausencia en este evento es inexplicable, muy especialmente en el panel sobre el psicólogo y su formación. La Asociación Dominicana de Psicología, presidida nuevamente por un psicólogo que en su primer mandato impulsó el proceso de revitalización de la misma, tiene, en su condición de representante de la comunidad psicológica profesional del país, el reto impostergable de asumir el liderazgo que le corresponde en la discusión de los problemas que afectan a la profesión, entre los cuales ocupan un lugar prioritario las dificultades y limitaciones que rodean en nuestro país el proceso de formación de un profesional de la psicología.
Señoras y señores: Durante los últimos 28 años he trabajado a tiempo completo en la formación profesional de psicólogos dominicanos. Tengo una cuota de responsabilidad, aunque tal vez mínima, dada la naturaleza de los cursos que siempre he impartido, en los reveses que en términos profesionales hayan sufrido psicólogos egresados de la UASD en estos últimos treinta años; pero también me corresponde una cuota de responsabilidad, tal vez mínima también, en los triunfos que hayan cosechado en la vida profesional. Me considero libre de toda sospecha en torno a la sinceridad de mis preocupaciones por el futuro de la psicología como profesión en la República Dominicana. Por eso les voy a confesar mi temor principal. Temo que, si no adoptamos las medidas apropiadas, la profesión se vea literalmente inundada por psicólogos deficientemente preparados para ofrecer servicios psicológicos realmente profesionales, psicólogos sin suficiente conocimiento teórico para reconocer las teorías que se esconden detrás de sus observaciones e interpretaciones, obligados a aceptar por fe todo lo que se les ofrece, por su incapacidad para reconocer la fuerza inferencial de un diseño de investigación, e incapaces de organizar su propio ejercicio profesional de un modo tal que puedan determinar el grado de eficacia de sus técnicas y procedimientos.
Es muy probable que la próxima celebración de un nuevo aniversario de la psicología dominicana ocurra dentro de veinte años, cuando la psicología dominicana cumpla medio siglo de existencia. Es muy probable que la mayoría de los presentes estén también presentes en esa celebración. Y por el bien de la psicología profesional en la República Dominicana, es mi mayor deseo que quien entonces haga el balance de los primeros cincuenta años de psicología profesional dominicana, pueda decir con satisfacción que el temor expresado por un psicólogo dominicano en torno al futuro de la profesión en el país ha sido rotundamente refutado por la realidad.
Finalmente, quiero terminar estas reflexiones con los consejos de un psicólogo que ha dedicado muchos años a la formación de psicólogos. En efecto, Hans Strupp ha señalado algunos de los errores que se deben evitar en el proceso de entrenamiento profesional de los psicólogos; a saber, el compromiso total con un solo modelo teórico y técnico; la adhesión a las formulaciones teóricas como si fueran dogmas; la impermeabilidad al progreso de la investigación en campos cercanos; el adoctrinamiento rígido de los entrenados; el fracaso en inspirar a los estudiantes para que se conviertan en pensadores críticos e independientes; y el fracaso en enseñar a los estudiantes a mantener respeto hacia los datos empíricos y las hipótesis rivales.
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