1.1- Globalización y desarticulación territorial

En este apartado se tratará específicamente el marco teórico que permitirá explicar el espacio rural del universo de análisis de la investigación. Para ello se tendrán en cuenta diversos aportes de la Geografía Rural, la Sociología Rural, la Economía, entre otros.

La multiplicidad y complejidad que han adquirido las vinculaciones entre redes y territorio han introducido transformaciones en todos los órdenes de la realidad y alcanzado todas las escalas geográficas.

El horizonte de acción de los actores y su participación en redes de toda naturaleza se ha ampliado casi sin límites, sin que ello haya significado necesariamente la pérdida de "contacto" con la región. Más aún, "(...) la vida cotidiana no puede desconocer la necesidad de mejorar las redes locales de relaciones, entendiendo las redes como mallas concretas de rutas, flujos, postas o nudos de intercambio, o como grafos abstractos de relaciones entre lugares" (Brunet, R.; 1997:58).

Frente a la aparente contradicción entre redes y territorios, se observa que "(...) la expansión de las ciudades y la transformación de los espacios rurales, así como la movilidad creciente de las poblaciones, contribuyen a hacer emerger un nuevo tipo de territorio-red, formado por el conjunto de actores, de relaciones y de equipamientos y servicios en la escala de atracción de una ciudad media, o aún pequeña (o de numerosas ciudades asociadas)" (Brunet, R.; ibidem).

El dinamismo de las redes entre lugares no oculta que en esos lugares son los actores quienes desarrollan estrategias según sus representaciones. Es sólo a través de ellos y de sus acciones, de las redes que se construyen, que los territorios se articulan, se integran o se fragmentan.

En este sentido, los territorios se construyen a partir de redes y de flujos múltiples, que ponen en valor recursos específicos (Pecqueur, B.; 1996).

Las características del modelo actual se manifiestan en los territorios de forma selectiva ya que cada lugar es singularmente diferente y los cambios que se producen son vertiginosos, dando origen a constantes modificaciones, a nuevas dinámicas espaciales y simultáneamente a nuevas readaptaciones de los agentes involucrados en los diferentes procesos.

Estas nuevas dinámicas se movilizan por redes tangibles e intangibles que se materializan en el territorio, entre otras formas, por medio de la localización de los flujos financieros que inducen la creación de espacios productivos, de recortes territoriales y de nuevos usos complementarios, como el turismo en los espacios rurales.

Así, expresa Caravaca Barroso, I. que "El espacio organizado según la distancia es continuo y jerarquizado. El espacio organizado en redes es discontinuo y fragmentado" (1998:6).

Las alteraciones actuales no son coyunturales sino evoluciones estructurales que se originan desde el régimen de acumulación fordista hacia una nueva forma, una nueva lógica del capitalismo actual identificada a través de diferentes denominaciones: posfordista, neofordista, sociedad informacional, entre otras.

La magnitud de las transformaciones de los espacios rurales, como consecuencia del contexto analizado, puede apreciarse mejor al comparar: el pasado histórico de un espacio rural dinamizado por unidades productivas familiares y/o campesinas, con sistemas de producción condicionados por los factores naturales, con cierto grado de aislamiento y cohesión interna; y la situación actual, en la cual todos los sistemas son modificados por la dinámica de un entorno socioeconómico político cada vez más descontextualizado, determinado por la tecnología, la ciencia y la artificialización de los ciclos naturales.

Décadas atrás, los espacios rurales latinoamericanos constituían un heterogéneo mosaico de unidades productivas altamente diversificadas y plurales, con una economía relativamente independiente o por lo menos, con un nivel de dependencia tecnológico y decisional significativamente diferente al actual; menos subordinado a factores exógenos. La dinámica de este espacio se caracterizaba, habitualmente, por la homogeneidad cultural y unas formas de vida circunscriptas a un espacio de dimensiones relativamente locales. Éste, al estar parcialmente cerrado a las potenciales perturbaciones del exterior, fomentaba ciertos rasgos de autarquía, así como el arraigo del conservadurismo, el tradicionalismo, el localismo y el etnocentrismo.

A medida que la ciudad crecía física, demográfica y económicamente, su influencia cultural se acrecentaba también. Su reclamo sobre el campo (alimentos y mano de obra) aumentaba paralelamente a aquel crecimiento. De tal manera, el mundo rural veía disminuir su autonomía decisional, sentía el enflaquecimiento de su espesura societal y, en definitiva, observaba cómo era cooptado por la ciudad. Lentamente, los valores ciudadanos (coincidentes, claro está, con los capitalistas) se imponían a buena parte de los valores rurales.

No obstante, las ventajas de la aglomeración tienen un techo en procesos físicos y sociales (congestión, degradación ambiental, aumento de rentas, conflictividad laboral, etc.), los cuales inducen el desarrollo de tendencias opuestas, de difusión en todas direcciones y de incorporación de otros espacios al movimiento ampliado de circulación. Es así, que los espacios rurales son afectados por el proceso de reacomodamiento estructural.

Los cambios demuestran que el espacio no es un producto terminado, sino que se halla en permanente mutación. Está sometido a una inercia dinámica y contiene su devenir. En otras palabras, las configuraciones espaciales son tanto resultado como condición de desarrollo de los procesos sociales, conteniendo en sí a las fuerzas a veces complementarias, a veces contradictorias, que permiten mantener su orden originario, pero que al mismo tiempo guardan los gérmenes para su permanente reestructuración.

En las últimas dos décadas, el espacio rural deja de ser considerado unánimemente como el espacio que sustenta la producción de alimentos, tal como se lo veía hasta no hace mucho tiempo. Hoy se lo concibe (y percibe) como un ámbito de múltiples actividades, entre las cuales la producción alimenticia en su primera fase es sólo una más, quizás aún la más importante, pero no ya la única. De hecho, esta circunstancia alcanzó tal magnitud que se ha constituido una nueva noción sociológica en el abordaje de los procesos que se dan en el espacio rural: la agricultura a tiempo parcial (atp). La pluriactividad conlleva, las más de las veces, al pluriempleo, y esto no puede desconocerse al momento del análisis de la acción social de los actores. Y aún más, no debe dejarse de lado cuando se realiza el enfoque desde lo espacial: si el espacio es construido por el hombre, la nueva dinámica que éste desenvuelve al ejercer distintas actividades, simultáneamente trastoca la organización espacial que se indague.

El escenario rural actual se aleja de lo planteado por Camarero, R., en el cual se definía al espacio rural "(…) como espacio laboral irregular, estacional y marginal, lo rural como lugar de trabajo de los inmigrantes, lo rural como espacio masculinizado y envejecido y hasta lo rural como devastador de recursos hídricos" (1997:24).

Los espacios rurales en la actualidad se conforman como un sistema compuesto por estructuras y funciones de niveles diferentes en el que los diversos componentes, como aduce Uribe Ortega, G. "actúan dialécticamente en una dinámica que es permanente y cambiante" (1998:30).

Si el aislamiento parece superado ¿qué pasa con el otro pilar de lo rural: su papel de espacio productor de alimentos o materias primas agropecuarias?

Este es, quizás, el pilar más fuerte de la tradicional concepción respecto al espacio rural. Aún en su versión más modernizada, se considera al campo sólo como productor ("industrializado", si se quiere) de alimentos o de materia prima para éstos.

Pero en la actualidad, el desarrollo de un territorio no puede darse sólo a través de una actividad, sino que es necesario considerar al espacio desde de un proceso dinámico y multidimensional que contenga e incluya a todos los sectores productivos y de servicios.

En general, en los países de América Latina no se ha abordado la dinámica rural como un todo integrado y cambiante -sino sectorialmente privilegiando unas u otras actividades según los momentos históricos, los ciclos económicos y naturales-. La plurifuncionalidad territorial no ha sido comprendida y en algunos casos ignorada.

La modernización y la globalización han repercutido en la dinámica del espacio rural. La primera se introduce como factor transformador por influencia del proceso urbano industrial. La segunda, la globalización, conlleva implícita una gradual merma de la autonomía territorial, por la entrada de flujos de alcance internacional que imponen sus normas y por lo tanto, disminuyen las posibilidades de delinear una estrategia de desarrollo independiente del contexto global.

En la actualidad ciertos sistemas de producción del espacio rural son dinamizados por el accionar de las empresas transnacionales y el resto se subordina, pero ¿cómo actuar desde lo local, lo nacional, para regular o adecuar este proceso? No es posible poner normas a nivel mundial, por lo que los poderes nacionales y locales deben intervenir para pautar una regulación que impida o solucione los conflictos y las desarticulaciones, ya que en la mayoría de estas situaciones el poder de los actores locales es superado y es, necesariamente, el poder público quien debe actuar.

¿Cómo pautar la dinámica territorial desde regulaciones o normas públicas, si en realidad el devenir de los espacios rurales se rige por redes hegemónicas, muy alejadas de los lugares donde ocurren los hechos concretos? El conflicto es claro y profundo.

Es decir, la homogeneidad inducida por la racionalidad productivista y cientificista se contrapone claramente a la heterogeneidad de las potencialidades de cada uno de los lugares, dando origen a fragmentaciones y conflictos territoriales.

Esta investigación se desarrolla en el Sudeste de la región pampeana argentina. Este territorio está inmerso en el contexto analizado, por lo que se transforman constantemente según las fluctuaciones de los ciclos económicos.