Otros Baleares significativos para la sociedad uruguaya en los siglos XIX y XX
Asimismo podemos decir que las particularidades de la inmigración balear en el Uruguay, si bien no constituye por su número como en el caso de otras comunidades un masivo aporte para la constitución del tejido social del país, lo fue en la medida de la importancia y trascendencia de algunos ilustres baleares en la vida global de su momento. La incorporación de esos nombres a la vida de la República por sí sola constituye un hecho de enorme significación para la inmigración balear al Uruguay. Así podemos destacar a:
Miguel Forteza, nacido en Palma en 1803 y emigrado al Uruguay sobre el año 1825, fundador de la primera escuela mercantil de Montevideo.
Orestes Araujo, de origen menorquín nacido en Mahón en 1853, que arribó al país en el año 1869 con 17 años, dedicándose al periodismo junto a uno de los hombres más importantes de la época en el Uruguay, como lo fue José Pedro Varela, en el diario La Paz. Al instrumentar Varela la reforma de la Educación Primaria llevó a Orestes Araujo al Centro Departamental de Instrucción Primaria siendo un colaborador activo de la reforma educacional en el Uruguay como Inspector, Maestro y Catedrático. Escritor didáctico y ameno, con gran cantidad de títulos escritos sobre todo en materias como Geografía e Historia. El gobierno de la República lo designó para importantes cargos hasta el año 1908. Fue corresponsal de Sociedades Científico – Literarias de España y de la América del Sur y miembro de la Sociedad de Americanistas de París. También catedrático de Historia, Geografía y Cosmografía de la Escuela Normal de la capital. Pero, pese a todo el prestigio y reconocimiento de su momento y a su acervo cultural, muere el 31 de agosto de 1915 en la indigencia. No obstante la Municipalidad de Montevideo reconociendo sus méritos de historiador y geógrafo dio su nombre a una de las calles de la ciudad en homenaje póstumo al publicista, educador, maestro y funcionario de gobierno.
Otro docente de renombre fue Don José Jaume y Bosch, nacido en Palma, quien vino al Uruguay en el año 1875 con estudios secundarios realizados entrando a formar parte del personal docente del Instituto Hispano–Uruguayo y luego del Colegio de San Francisco. Estudió Farmacia sin llegar a ejercer la profesión. Contrajo enlace con Magdalena Bernat, también educadora mallorquina, hija de Don Pedro Bernat, y falleció el 19 de noviembre de 1886.
Jaume Ferrer Barceló, catedrático de latín y vicepresidente de la Dirección General de Instrucción Pública.
Alejandro Fiol de Perera, nacido en Palma y emigrado al Uruguay en 1874. Realizó estudios de Medicina en Barcelona donde se doctoró, siendo uno de los médicos más jóvenes de España en su momento. Emigrado al Uruguay en 1874 ocupó cargos de enorme importancia y trascendencia para el medio profesional y se convirtió rápidamente en una verdadera autoridad en el campo de la medicina del país, teniendo a su cargo la Cátedra de Obstetricia de la Facultad de Medicina de reciente creación. Además, fue el director de la Gaceta de Medicina. Falleció el 14 de enero de 1902.
Sus hijos uruguayos habidos en el matrimonio con Doña Honorina Solé ocuparon cargos importantes: Alejandro Fiol Solé, Jefe Político de Rivera, muy reconocido en sus medio y Abelardo Fiol Solé, cirujano dentista de gran renombre.
Otro médico muy importante en el medio, nacido en Mallorca el 26 de julio de 1859 y emigrado con sus padres al Uruguay a la edad de 11 años en 1868, fue José Parietti Oliver. Cursó estudios de medicina en Uruguay egresando en septiembre de 1883 con el título de Doctor en Medicina y Cirugía.
Ejerce la profesión en Montevideo donde se le designó médico en el ejército de la Quinta de Cazadores, hasta que fue dado de baja en 1885 radicándose en la ciudad de Paysandú, en el departamento del mismo nombre. Atendió los heridos de la revolución de Quebracho contra el dictador Santos en marzo de 1886. Trabajó en Paysandú en distintas sociedades como la Sociedad Italiana de 1884 a 1904 y en el hospital Humberto I de 1904 a 1916. Casado con una señora de apellido Stirling, viajó mucho a Europa donde adquirió instrumental muy adelantado para la época, llegó a tener hasta 20 bisturíes de mango de marfil. Hasta este momento era de los pocos médicos recibidos en la Facultad; la mayoría se habían recibido en el exterior. La tesis con que se doctoró fue sobre la Terapéutica de la Sífilis una enfermedad flagelo de la época.
También vivió en Uruguay el Dr. Mariano Calvis Reynés, nacido en Mallorca, que cursó sus estudios de Medicina en España para luego venir al Uruguay donde revalidó su título, inscribiéndolo en el Consejo de Higiene Pública en el año 1892. Primero se instaló en Montevideo para luego pasar a la ciudad de Minas en el Departamento de Lavalleja ocupando el cargo de médico de Policía. Al tiempo, fijó su residencia en otra parte del departamento, en Pirarajá; allí fue Presidente de la Comisión Seccional de Higiene donde trabajó con el aprecio de todos los habitantes del lugar.
El Dr. Angel Roselló Gómez obtuvo el título de Médico cirujano en la Facultad de Medicina de Barcelona en el año 1903 a los 25 años y de doctor en el año siguiente en la Facultad de Medicina de Madrid. En 1905 hizo un curso con el doctor Cajal en el Instituto Nacional de Higiene de Alfonso XIII, en Madrid, partiendo para Alemania y Francia para ampliar sus conocimientos. Actúo luego en Palma de Mallorca por espacio de siete años, siendo además médico de Higiene de la Cruz Roja Española, habiendo obtenido la medalla de oro de la Cruz Roja en mérito a sus servicios. Prestó sus servicios gratuitamente en la Protectora y Asistencia Palmesana y médico de la Asociación de la prensa de Baleares. Vino a Montevideo revalidando su título y ocupando por el término de cuatro años el cargo de Médico Interno del Sanatorio Español. Pasó luego a Sarandí del Yí en el departamento de Durazno atendiendo las necesidades de la población especialmente de los más necesitados que lo llamaban "Padre". Por su ejemplar labor durante una epidemia de neumonía infecciosa fue nombrado médico de la Asistencia Pública Nacional. En 1923 se estableció en Estación Illescas. Fue nombrado socio corresponsal de la Academia y Laboratorio de Ciencias Médicas de Cataluña. Ha escrito las obras: Proceso cicatricial de las heridas, Estudio comparativo de los diferentes tratamientos del Mioma Uterino y Fracturas de Tibia.
Según los estudios realizados por el doctor Juan Roselló sobre la emigración del clero diocesano mallorquín a América en los siglos XIX y XX, se constata que se trasladaron 154 clérigos diocesanos de diferentes congregaciones distribuidos en cantidades según sus lugares de origen de la siguiente manera: Felanitx con un 14%, seguido de Palma con un 13%, Manacor con un 10%, Petra con un 5%, Soller e Inca con un 4%, Porreres, Llucmajor y Sineu con 3%, Alaró y Benissalem con 2,6%, Capdepera y Sa Pobla con 2 %, Ciudadella, Estallenchs con 1,3% Eivissa, Esporlas, Andraitx, Banyalbufar, Ses Salines, Algaida, Son Servera, Santa Margarita, Selva con 0,65%.
La definitiva exclaustración en las Baleares se ejecutó el 12 de agosto de 1835 según expresa Pedro Adrover. El justificativo fue el levantamiento carlista en Manacor, conocido por el "Rebumbori" o "Sa Llorencada". En esa intentona fueron inculpados varios frailes dominicos junto con otros religiosos acusados de ser instigadores y conspiradores lo que determinó la supresión de todos los conventos de religiosos de la provincia prohibiendo aparecer "con el hábito de su Instituto". Así, según Joan Roselló, entre 1831 y 1930, 176 clérigos mallorquines abandonaron la diócesis de Mallorca para ejercer su vocación religiosa en los países americanos.
Entre esos religiosos algunos llegaron al Uruguay y se destacaron como el menorquín LlorenV Pons, fiscal eclesiástico, Catedrático de inglés en la Universidad de Montevideo y de teología del seminario conciliar, autor de La historia de la Iglesia uruguaya. Entre los 10 religiosos baleares venidos al Uruguay entre 1814 y 1960, se destaca el menorquín Pedro Benejam y Gorrias, natural de Ciudadela, arribado a Montevideo en setiembre de 1909 que ocupó su tarea en parroquias de Salto y Pando en el interior de la República, hasta que en junio de 1914 pidió su traslado al no existir rubro para que se quedara en el país, situación expresada en carta del Vicario General. También Gabriel Olives y Pons, natural de San Clemente, Diócesis de Menorca, destinado a Montevideo, Salto y Melo. Al igual que Guillermo Gelabert, a quién se le ofreció la tenencia de la parroquia de Rocha. O Jaime Pedral Mártir, venido de la diócesis de Menorca, en 1910, donde se le otorgó licencia para estar en Montevideo con varias prórrogas ocupando el cargo de Teniente Cura y organista de la Iglesia Metropolitana. Su partida el 22 de diciembre de 1915 se debió a una situación tensa que él mismo expresó en carta de puño y letra dirigida al Exmo Sr. Administrador Apostólico de la Arquidiócesis de Montevideo en los siguientes términos: "Conocida la voluntad de S. Sría, en no quererme proteger, y no siéndome posible permanecer en esta Arquidiócesis en estado de ociosidad, pudiendo trabajar digna y santamente en la viña del Señor, pido a S. Sría tenga la bondad de darme mis testimoniales para regresar a mi Patria, presentados a mi ordinario. Creo haber interpretado la voluntad de S. Sría. Así nos libramos del disgusto serio que íbamos a tener esta tarde. Gracias doy a un buen amigo que me enteró a tiempo del lío que me querían armar. Aprovecho tan buena oportunidad para presentarle mis respetos rogando mucho por S. Sría", carta fechada el 20 de diciembre de 1915. De la Diócesis de Mallorca llega Guillermo Vanrell y Ferriol, originario de la Villa de Sineu, clérigo minorista que lo encontramos en Montevideo con 27 años de edad en marzo de 1868. Rafael Rosselló, que permaneció en Uruguay desde el 20 de enero de 1925 hasta el 25 de enero de 1929 (cuando se traslada por seis meses a la Argentina) trabajando en la Capellanía de Melilla y en la Tenencia de la Parroquia San Juan Bautista de Pocitos, para regresar definitivamente el 21 de agosto de 1929 a su tierra.
Entre los dominicos venidos al Uruguay de la orden de los Predicadores se destacan en primer lugar el padre Pedro Adrover Roselló, nacido en Manacor en el año 1920 realizando sus primeros estudios en el Seminario conciliar de Palma a los 15 años. Ingresó poco después de la Guerra Civil en la Orden de los predicadores y cursó estudios eclesiásticos en el Estudio General de Valencia.
Su vocación misionera lo llevó a que en el año 1953 viniera al Uruguay por espacio de 16 años solamente cortados por un año de residencia en Roma. Integrado al clero autónomo de Montevideo actuó como cura Párroco en la Iglesia del Reducto, para pasar poco tiempo después en el año 1957 por orden del cardenal Barbieri, a una zona límite entre el departamento de Montevideo y el de Canelones, muy carenciada, denominada La Barra de Santa Lucía. Allí tuvo una actividad muy importante al construir una casa y salón parroquial, varias capillas, un colegio Primario y una residencia para religiosas.
Al poco tiempo de estar en Montevideo impulsará la Agrupación Catalano–Mallorquina entre los años 1954 y 1957 donde actuó como presidente de la misma. La agrupación fue fundada por el catalán Pere Carrera Molins que comenzó la asociación con la celebración anual de una misa el día de la Mare de Deu de Monserrat, en la capilla de los Dominicos llevada adelante por el padre catalán Collell. En marzo de 1954 el padre Adrover es elegido director del proyecto de impulso de la asociación abriendo la posibilidad a todos los españoles de habla catalana. Allí entraron los Baleares. En marzo de 1956 se realiza la incorporación a la comunidad, a través de la fiesta de bendición correspondiente, de la imagen de la Mare de Déu de Lluc, "la Morenete" – realizada en Baleares por el escultor Francisco Salvá Pizá – una escultura de talla en fusta policromada de 0,61 centímetros.
A los 49 años en 1968 el padre Adrover vuelve a Mallorca y al poco tiempo por motivos personales abandona el sacerdocio secularizándose pero dejando en Montevideo una obra que será recordada por siempre.
Otro dominico será Bartolomé Parera Galmés, nacido también en Manacor el día 9 de septiembre de 1933. Alumno en la escuela de Manacor por espacio de un año. Profesó el día 12 de octubre de 1952, dando su primera misa en julio de 1957 en la Iglesia del convento de Manacor. Por el año 1960 fue destinado a Montevideo, regresando al poco tiempo a España, a la capital, Madrid donde realiza una importante labor literaria.
El hermano José Enrique Chavarino García, nació en Palma de Mallorca el día 16 de junio de 1959 profesando en la Orden el 3 de octubre de 1981. De un perfil humano y religioso excelente tiene una sensibilidad especial por los problemas de nuestro tiempo que lo ha llevado a una tarea pastoral de gran compromiso. Esa tarea la ha realizado en el Convento de la Santísima Trinidad de Montevideo.
Otro dominico es el padre Pedro Sánchez nacido en Inca, ordenado sacerdote en octubre de 1974 viniendo al Uruguay en dos etapas. La primera por espacio de tres años entre 1975 y 1978, en plena dictadura militar, recién ordenado sacerdote con 25 años, para trabajar en esa oportunidad como profesor de antropología filosófica en la Universidad Católica. La segunda, en el año 1986 realizando una labor pastoral hasta la actualidad en que es nombrado Superior de la Comunidad en enero del año 2003, residiendo en la casa de la calle Mario Casinoni.
Pedro A. Bernat –citado anteriormente– poeta y periodista, nacido en Palma de Mallorca, liberal que participó en las revueltas que precedieron a la revolución de setiembre de 1868, llega a Montevideo ante la situación apremiante que vivía por su compromiso político.
Fundó en 1879 con su cuñado Juan Fleches, también mallorquín que actuó como Gerente–Administrador, La España, diario de la tarde, órgano liberal de los españoles residentes en la República Oriental del Uruguay, editado por tipografía a vapor, de enorme trascendencia y repercusión en el medio periodístico uruguayo, tanto por la información vertida al medio social como por la pluma de Bernat, un crítico mordaz de todos los sucesos y acontecimientos políticos y sociales del país que le trajeron innumerables problemas.
Dirigió el diario hasta su fallecimiento el 25 de marzo de 1893. A su muerte el editorial de La Razón (otro periódico del momento) dirá: "Era Bernat un escritor eminentemente popular, de esos que sin descender a la chavacarrería ni a la vulgaridad, saben hacerse comprender de las multitudes y a él debió principalmente La España la gran circulación que ha alcanzado en todo el país." Se refería esta publicación a los 5000 ejemplares editados diariamente.
Supo llegar a todos y nada mejor para conocerlo que transcribir algún fragmento de sus valiosos editoriales que tanta importancia tuvieron en su momento.
En relación a los derechos y deberes que marcaban su sentido liberal comprometido con su tiempo, expresó el 20 de julio de 1880:
"La libertad es la primera necesidad y el primer derecho del hombre."
"(...) Pero el mal uso de la libertad es la licencia y la licencia de un individuo ataca la libertad de los demás y el derecho desaparece cuando se falta al deber.
La libertad ni puede existir sin el orden; así como el orden es imposible sin la libertad: siempre que se falte al deber de respetar el orden, viene en pos la anarquía: siempre que se renuncie al derecho de ser libres, se entroniza el despotismo.
Los que no queremos el despotismo, proclamamos el orden: los que no queremos la anarquía, proclamamos la libertad."
Un día después escribía sobre la usura, haciendo una crítica al Estado:
"Según nuestro humilde parecer, mucho se conseguirá en ese sentido (neutralizar la lepra de la usura), el día que el gobierno pague religiosamente sus obligaciones: el día que se restablezca la confianza y con ella renazca el crédito que dará nueva vida al comercio y a la industria: el día en que modestos Bancos Rurales vayan a prestar al labrador laborioso y honrado, la palanca poderosa del capital, a un interés razonable: en ese día, la clientela de los usureros quedará reducida a los vagos y viciosos, y el deudor y el acreedor serán tal para cual."
En relación con los problemas generados con el gobierno expresará en febrero de 1882: "...Si en la futura administración, que, según todo hace presumir, hará buena la administración pasada y hasta la presente, se dicta como se anuncia, nuevas leyes de imprenta, que conviertan a los extranjeros en especie de parias que no tengan voz y voto en la prensa, y que no pueda alzar la voz por miedo de herir en lo más mínimo la susceptibilidad criolla de los patrioteros charrúas: si se nos prohibe por la ley denunciar y pedir justicia por robos y atropellos (...) y redunde nuestra denuncia en descrédito de las autoridades del país, cuando llegue situación tan apurada La España respetará la fuerza de la ley, ó por mejor decir la ley de la fuerza, pero, ni faltará á su misión ni cambiará de programa."
Directamente relacionado con el presidente General Santos, dictador entre 1880 y 1886, y su gobierno dirá: "Casi estamos por creer que tenía razón el señor Presidente de la República General Santos, cuando dijo que el gobernante que no va por el camino real y hace la felicidad de sus gobernados, es porque no quiere." (...) "Efectivamente, si estudiamos el origen de todos los conflictos y disgustos que se han producido y siguen produciéndose, en daño de la paz y el buen nombre del país, y en daño y descrédito de la actual situación, veremos que todos ellos podrían haberse evitado sin dificultad alguna, si de parte del Poder Ejecutivo hubiera habido siquiera un poco de buena voluntad..." Más adelante, en la misma editorial del 12 de julio de 1882 expresará: "(...) tendríamos que introducir una pequeña modificación en la máxima gubernativa del general Santos y tendríamos que decir: el gobernante que no hace la felicidad de su país, es porque no quiere, ó porque no sabe."
También podemos encontrar en la página editorial escrita por Bernat una polémica casi cotidiana con otro periódico llamado El Bien Público, de orientación católica. En relación a la religión extractamos un fragmento de la editorial del 9 de agosto de 1880 que expresa:
"(...) Para que ni directa ni indirectamente, haya violación del derecho más sagrado del hombre; para que la libertad de conciencia no sea un sarcasmo; no basta con la tolerancia religiosa ni con la libertad de cultos: es necesario la completa separación de la Iglesia y el Estado, es indispensable que se borre hasta del diccionario, la palabra religión oficial".
En este caso es sabido que el Estado uruguayo es laico con separación absoluta entre el Estado y la Iglesia desde 1917. Don Bernat lo pregonaba ya en 1880.
Pero también se destacó como poeta aunque, distinguido por la crítica, no logró publicar la mayoría de su producción literaria.
En el diario El Siglo, el día 15 de febrero de 1891, Don Alejandro Magariños Cervantes publicó un artículo elogiando tan distinguida personalidad de las letras y de la sociedad uruguaya.
Para ilustrar otra faceta de este mallorquín es interesante conocer algunos de sus versos que nos hacen conocer su pensamiento:
En una de sus poesías describió su partida de Mallorca, buscando más allá la tranquilidad que en su patria no había podido encontrar:
"Y llorando partí! Desde la popa,/miré cual se alejaba las riberas;/perdiéndose en el mar, cual negras nubes/ los valles y montañas de mi tierra.!"
El cariño y la veneración que Bernat sentía por los educadores –varios baleares entre ellos– se refleja en una poesía dedicada a la Sociedad Amigos de la Educación Popular, entre cuyos integrantes se hallaba el menorquín Orestes Araujo:
"¡Benditos seáis mil veces, los que empleáis la vida
el vicio y la ignorancia, sin tregua en combatir!
Formando ciudadanos sembráis generaciones;
Formando inteligencias, formáis el porvenir!"
Sus hijos Magdalena, Guillermo y María, mallorquines y Carmen y Pedro, uruguayos fueron formados en el magisterio figurando entre los más importantes educadores de la República.
Otro periodista importante fue Don Lorenzo Torres Cladera, nacido en La Puebla, Mallorca, que llegó al Uruguay en 1910, empleado de comercio dejando esta ocupación por la de periodismo. Autor además de varias obras teatrales como La Madrastra y una novela titulada Quijotes de Ahora. Aficionado a los autos llegó a representar una fábrica española de automóviles.
A este mallorquín, según una entrevista realizada por Joan Buades en Palma, fue recomendado de un paisano de Campanet, Joan Socies Bennasser "Melis", nacido en ese pueblo el 25 de marzo de 1916. Buscado trabajo luego de múltiples recorridos viaja de Buenos Aires a Montevideo a fines del año 1952 para realizar un examen como camarero. Finalmente quedará como camarero de primera en el Hotel Oceanía en el barrio de Punta Gorda. Su estadía y viaje será muy breve dado que a los tres meses luego de la temporada volverá a Buenos Aires donde se encontraba su esposa. Otro campaneters, será Josep Reinés Bennasser "Piu" establecido sobre los años 1910 trabajando en una peluquería en Montevideo. Del mismo pueblo encontraremos a Josep Pons Mulet seguramente llamado por su hermano Joan Pons.
Entre los comerciantes e industriales importantes de esa época destacamos:
Bartolomé Triay, nacido en Ciudadela, Menorca en 1845, llega a Montevideo en 1860, se emplea con 15 años en un almacén hasta 1871, fecha en que se estableció por su cuenta con el mismo negocio. En 1876 cambió de rubro fundando la manufactura de tabacos, cigarros y cigarrillos denominada La Activa. Fue presidente del Club Español en el año 1918 y fundador y presidente del Centro Catalán.
Francisco Florit y Torres, comerciante que llegó al Uruguay desde Palma en 1906 con la carrera de marino, se empleó de una prestigiosa casa llamada Pascual y Escafet. Se radicó en Canelones con negocio de Modas, Tienda y Confecciones pasando a ser un referente en el rubro. Fue Secretario de la Sociedad Española de Socorros Mutuos de Canelones.
Juan Ballester, nacido en 1866 en Villa de Campos, Mallorca, llegó al país en 1913 estableciéndose con fábrica de calzados finos para señora, única en el país y una de la primeras en Sud–América con envíos a todo el país por montos muy importantes de dinero, entre 4.000 a 5.000 pesos de la época.
En el interior del país se radicó Antonio Martí, natural de Mallorca, en el rubro industrial sin otros datos.
También artistas llegaron al Uruguay. En este caso Miguel Jaume y Bosch, nacido en Palma de Mallorca y formado en la Academia de Bellas Artes, llegó al Uruguay en 1871 con 27 años de edad. Maestro en Dibujo y Pintura, periodista y colaborador de El Hispano Uruguayo, publicó varios folletos, uno de ellos titulado "La cárcel penitenciaria y la pena de muerte" en 1877. Pintor muy distinguido y reconocido en Montevideo sobre todo como colorista, enseñó en los principales centros educativos y a distinguidas personalidades de la sociedad montevideana.
Finalmente en esta reseña de baleares significativos que marcaron historia en tierras uruguayas, encontramos a Joan Torrendell, fundamental en la reconstrucción de parte de la historia de los baleares en Uruguay. Nacido en 1869 en Palma, fallecido en Buenos Aires el primero de marzo de 1937. A punto de terminar su carrera eclesiástica, abandona Mallorca embarcándose para Montevideo, en setiembre de 1889 junto con cientos de mallorquines que seguían el mismo camino llevados por la miseria de la crisis agraria. Residirá en Montevideo por espacio de cinco años hasta 1894 expresando en más de una vez y sobre todo en sus Cartas Americanas su añoranza de las islas y su intención de volver. Eduardo Ferreira dirá en el prólogo a El Picaflor: "una idea dulce acaricia incesantemente: la de regresar a su patria y dedicarse a la escabrosa carrera de las letras". Nunca pensó quedarse en Uruguay. Profesionalmente se dedica a la enseñanza del latín y al ejercicio de la crítica teatral en la prensa, aunque también estrenará en 1893 el drama La ley y el amor y dos obras más durante su estada en Montevideo: Pasión, drama en cuatro actos y Currita Albornoz, una comedia que sería representada en Madrid en el teatro Princesa en noviembre de 1897. Literariamente, según lo expresa Damiá Pons i Pons, evoluciona de un romanticismo de "sinfonías puramente imaginativas" al realismo de la novelística francesa sobre todo de Daudet.
Escribirá dos obras narrativas: El Picaflor (1984) y Novelitas montevideanas que dan una descripción de las costumbres sociales de la alta sociedad y de la clase literario–artística uruguaya.
También fue colaborador de La Almudaina de Palma con el seudónimo Fernán–González en la sección Cartas Americanas, crónicas sobre la actualidad político, social y teatral de la repúblicas del cono sur.
El primero de diciembre de 1894 llegará a Palma de Montevideo en su regreso que durará hasta finales de 1910 cuando retornará al Río de la Plata. Primero vivirá en Montevideo, oportunidad en que dirigirá el semanario El Correo de Cataluña hasta finales de 1912 o comienzos de 1913 cuando se establece definitivamente en Buenos Aires hasta su muerte en el año 1937. Fue un intelectual de primer orden con creaciones dramáticas sociales y divulgador de una ideología de ruptura, en torno al año 1900, inquieto promotor de iniciativas culturales que lo llevó a fundar cuatro revistas con un espíritu social progresista.
Otros muchos baleares morirán en tierras uruguayas lejos de los suyos y sin saber demasiado sobre su familia en las islas. Será como ejemplo el caso de Juan Mayans y Mayans, oriundo de Ibiza, fallecido en Uruguay de 60 a 65 años dejando una herencia de mil doscientos cincuenta pesos de oro, aviso recogido en la Alcaldía de Ibiza.
Sin duda, la llegada de emigrantes fue continua entre los años 1890 y 1936 encuadrada dentro de las características de toda la riada emigratoria con la crudeza y los dolores propios del desarraigo exigidos por la necesidad de construirse una vida nueva en distantes y desconocidos ambientes, a veces favorables, pero por lo general llenos de frustraciones y solo sobrellevados con tesón, sacrificio y abnegación. Coincide dentro del período con el alud numérico de la primera postguerra, una etapa de emigración espontánea.
Ejerciendo generalmente las profesiones más diversas relacionadas con los sectores industriales y de servicios. Se afirmaron los trabajadores en el rubro de confiteros, marineros, electricistas, mecánicos, industria del calzado, dependientes de comercio, canteras, albañiles y carpinteros que con el tiempo se convirtieron en propietarios de pequeñas empresas como restaurantes, panaderías, comercios que les permitieron acceder a la condición de clase media; en el medio rural en número menor: colonos, propietarios y arrendatarios dedicados a la chacra, la huerta, la granja lechera, avícola o frutícola así como labradores y jornaleros en mayor número. A modo de ejemplo, Enrique Fajarmés Tur registra en el año 1894 en "Emigración e Inmigración en Baleares 1903" que de 308 emigrantes de Baleares el 52% venía de la agricultura, 18 % del comercio y transportes, el 17% de la industria y el 2,9 % de servicios.
A la finalidad obsesiva de ascenso económico se subordina una visión del mundo en la que el trabajo y el ahorro ofician de puntal o palanca de su movilidad vertical. Su lema será muchas veces: "llegar a ser alguien, tener una carrera, triunfar en la vida", metas que unirán los ideales de una clase media y de los pensamientos inmigrantes donde lograr un status está ligado en gran parte a hacer dinero, estableciendo un estilo, una psicología y una filosofía de vida. Su avidez, su ambición y tenacidad los destacaron muchas veces dentro de la sociedad uruguaya que integraban.
Entre 1905 y 1919 el flujo de emigrantes a los puertos uruguayos fue realmente importante y significativo. Fue la primera gran oleada del siglo XX de igual importancia que la anterior, entre los años 1880 y 1889. Estudios realizados por Oscar Mourat en los Anuarios Estadísticos establecen que entre 1903 y 1916 el análisis de composición por nacionalidad de los pasajeros entrados y salidos arroja un saldo positivo de 38.091 pasajeros, en su mayoría europeos en los años conocidos de 1907–08–12–13–14–15–16. Si agregamos a esa cifra los 7 años en que no hay datos, por aproximación se llegará a cerca de 70.000 pasajeros inmigrantes preferentemente españoles y algunos italianos. Argentina capitalizó en el mismo período un millón y medio, veintitrés veces más que Uruguay con sólo seis veces más habitantes en aquel momento. La importancia que tuvo este flujo migratorio se mide en que la mayoría fueron hombres en edad activa y que llegaron a Montevideo, quizás más por los deméritos de los países de origen (crisis económica de 1913–14 y estallido de la guerra europea del ‘14) que por los méritos del Uruguay para atraer gente que se integrara. Coincide este período con los saldos emigratorios negativos en Mallorca en donde se constata la disminución de la población absoluta de 16 municipios mallorquines en cerca de 35,000 habitantes.
Según Barrán y Nahum, historiadores uruguayos, los emigrantes serían incapaces de cambiar las líneas fundamentales, en ese momento, de las estructuras sociales, políticas, económicas o culturales capitalinas pero sí de reforzar algunos rasgos de ellas y sugerir otras: la industrialización, la asunción de mentalidades y conductas ya esbozadas y ahora mejor sostenidas en materia de aperturas políticas, económicas o culturales. Ya no eran las mismas condiciones del siglo XIX. Sin embargo, fue un momento de prosperidad y crecimiento con un Montevideo–capital transformado en el principal centro industrial del país, con la apertura de tres frigoríficos, producción de bienes de consumo y creación de nuevos barrios.
Entre 1919 y 1930 las cifras absolutas se elevan a 195.844 marcándose una etapa de inmigración espontánea cumplida con mínimos estímulos oficiales. Dotados de una rápida movilidad económica y de aptitudes industriosas relevantes, estos inmigrantes van conformando colectividades de fuerte cohesión étnica.
En esta etapa también encontramos emigrantes de dos lugares de las Islas Baleares, Formentera y Valldemossa. Se cuentan 11 formenterenses oriundos antes de 1890 y cerca de una docena de valldemosines que abrirán una importante corriente emigratoria de ese pueblo hacia el Uruguay. La fuente oral recogida por Jaume Verdera, calcula que entre 1890 y 1940 emigraron al Uruguay un total de 182 formentereses que mantuvieron su vocación marinera. En igual período, un estudio realizado por Antoni Colom en la revista Miramar verifica entre 1932 y 1936 varias decenas de valldemosines.
Es uno de los momentos más fuertes de la emigración balear al Uruguay y sobre todo se van perfilando las características del lugar de pertenencia de la población que se traslada masivamente entre 1910 y 1930 del pueblo de Valldemossa. Lo curioso de esta inmigración es que muchos de estos inmigrantes valldemosines de la primera etapa volverán a Mallorca definitivamente luego de realizar sus objetivos entre los años 1947 y 1970. Casi un cien por ciento de estos inmigrantes se instalaron en el negocio de panadería que funcionó como llamador para otros parientes o compatriotas que se acercaron al Uruguay, requeridos por las posibilidades de trabajo seguro, primero como empleados y posteriormente, muchos de ellos, como dueños. Aparecerán por aquel entonces nombres de panaderías como Colón, del Triángulo, la Nacional, El Piñón, Belgrano, La Mascota, El Reducto, de propiedad de mallorquines. Fue un período para todos ellos de lucha y de adaptación en un medio diferente con una cultura distinta incluso en la comida, donde la carne vacuna era la principal materia culinaria. Otra característica importante era que muchos casi no hablaban fluidamente el castellano. Por otra parte, era costumbre –y necesidad– que muchos baleares tuvieran que vivir juntos en casa de sus familiares a la llegada al país, a los efectos de solventar los gastos en forma conjunta hasta acomodarse. En la medida que se manifestaba su progreso social y económico comenzaba su independencia de la familia que los había acogido y el primer signo era cuando podían enviar algún dinero a los familias en Baleares.
La crisis institucional del año 1933 supone un viraje radical en la afluencia migratoria. La creciente intervención estatal con medidas restrictivas y discriminatorias culmina con la llamada "Ley de indeseables", número 8868, del 19 de julio de 1932, que marcará un período de desconfianza hacia el inmigrante. Sumada a la cautela generada por la Gran Depresión de 1929 significó, en esta etapa, el fin de la emigración espontánea al país. Esta ley que reglamentaba la entrada y permanencia de los extranjeros en el país estableciendo disposiciones sobre la fiscalización fue modificada y endurecida con la ley 9604, del 13 de octubre de 1936, donde se amplían dichas disposiciones, estableciendo normas aún más restrictivas. Esta nueva ley establecía en su artículo primero diversos motivos de la no entrada al país y de expulsión de los extranjeros aunque tuvieran en regla la carta de ciudadanía legal: "A) Los que han sido condenados por delitos del fuero común castigados por las leyes de la República y cometidos en el país de origen o en otro cualquiera (...) B) los maleantes y vagos, los toxicómanos y ebrios consuetudinarios. Los expulsados de cualquier país en virtud de leyes de seguridad pública o en virtud de decreto administrativo autorizado por la ley de la nación, con excepción de aquellos cuya expulsión respondiera a motivos políticos y cuando a juicio de la autoridad judicial competente el expulsado ofrezca, en la República, un carácter especial de peligrosidad. C) Los que no posean un certificado consular expedido por el Cónsul de carrera en el sitio de residencia habitual. En ese documento se hará constar expresamente la desvinculación de los portadores con toda especie de organismos sociales o políticos que por medio de la violencia tiendan a destruir las bases fundamentales de la nacionalidad. Se admitirá en caso de haber Cónsul el funcionario consular de carrera más próximo. D) Los que no tengan una industria, profesión, arte o recursos que les permitan, conjuntamente con sus familiares, vivir en el país por sus propios medios, sin constituir una carga social."
Se destaca en la trascripción anterior la modificación con la ley anterior de 1932 agregando factores políticos con potestades para las autoridades nacionales a los efectos de impedir la entrada de los extranjeros, comprendidos en las causales de los incisos C) y D), aunque fuera portador de certificado consular. Solo podía revocar la medida el Consejo de Ministros. En el artículo sexto de la misma ley se aclara los motivos de la expulsión del territorio nacional: "(...) se entenderá por organizaciones sociales o políticas que por medio de la violencia tiendan a destruir las bases de la nacionalidad, a todos los núcleos, sociedades, comités o partidos, nacionales o extranjeros, que preconicen medios de violencia, contra el régimen institucional democrático republicano.".
Se sustituye, además, el artículo 26 de la ley de 1890 por el siguiente:
"No serán admitidos y serán enviados a la localidad de su procedencia los emigrantes que se encuentren en las siguientes condiciones: 1) Los que por defecto físico o vicios orgánicos congénitos o adquiridos, no mantengan íntegra su capacidad general de trabajo. Podrá, no obstante, observarse una tolerancia de un 20% tomando por base la legislación de accidentes de trabajo. 2) Los que sufran enfermedades mentales. 3) Los que padezcan enfermedades crónicas de los centros nerviosos. 4) Los epilépticos. 5) Los que padezcan enfermedades agudas o crónicas infecto contagiosas, sin perjuicio de lo que sobre los mismos disponen las leyes y reglamentos sanitarios. 6) Los toxicómanos y ebrios consuetudinarios. 7) Los que padezcan enfermedades orgánicas del corazón. 8) Los mendigos. 9) Todas aquellas personas cuyo estado de salud las imposibilite permanentemente para dedicarse a las tareas que requieran esfuerzos físicos." Será el Poder Ejecutivo el que designará los médicos que reconocerán a los emigrantes. Los Capitanes de los buques conductores de emigrantes no aceptarán a bordo, con pasaje de segunda o tercera clase a los individuos establecidos en el artículo once antes manifestado. Podrán, sin embargo, entrar al país como emigrantes los mayores de 60 años que formen parte de una familia de por lo menos cuatro personas.
A pesar de estas restricciones y del enlentecimiento de los trámites y controles el ingreso de emigrantes continuó en menor escala, hasta que, recién después de la 2da. Guerra Mundial se abrirá nuevamente el último significativo flujo migratorio del siglo XX, que llegará hasta 1963.
Ya entre los años 1958 y 1968 se producirá una profunda crisis en el crecimiento económico que llevará a un estancamiento general.
Tratando de arreglar una reforma cambiaria que había provocado un enorme aumento de la deuda interna y la profundización del balance comercial deficitario, el gobierno adoptó en 1965 una serie de medidas como una devaluación y un doble mercado de cambios, uno oficial para exportaciones tradicionales, deuda externa e importaciones y otro libre en función de la oferta y la demanda, que marcaron una realidad diferente y problemática para los trabajadores. Como dato interesante cabe destacar que en 1965 el Banco de la Republica Oriental del Uruguay tenía un endeudamiento cuyas cifras eran equivalentes a un año y medio de exportaciones o sea 299.1 millones de dólares. La interacción de diversos factores, descenso del producto bruto, la nueva política económica, el agotamiento del modelo sustitutivo de importaciones, las condiciones del mercado dejaron de hacer atractivo al Uruguay como país de emigrantes. Solamente dos industrias tradicionales, según los historiadores Carlos Demasi y Rosa Alonso, mantenían aún vigencia por tener la mayor cantidad de empleo de trabajadores; la alimentación y la textil. De un total de $ 1.245.638 que pagaba el total de la industria correspondía a la industria de la alimentación $ 310.646, y a la textil $ 190.507. Curiosamente muchos inmigrantes y sobre todo Baleares estuvieron vinculados a dichas industrias sobre todo la alimenticia.
Los sectores políticos uruguayos del momento también jugaron un papel importante en la consideración de los extranjeros. A comienzos del siglo XX, mientras en el Partido Colorado había grupos de jóvenes descendientes de españoles o italianos y por ello defendía los intereses de los emigrantes, el Partido Nacional denunciaba la presencia de agitadores entre los inmigrantes como la causa de las perturbaciones sociales del país por introducir en la sociedad ideologías disolventes.