Oscar Monserrat Bosch. Una familia junto a la vida balear montevideana
La vida de mi padre y de mi familia no la puedo desvincular de las etapas que vivió el asociacionismo balear a través de las instancias de nucleamiento en los diferentes Centros Baleares, ya sea en Centro Balear del año 1919 o el Círculo Democrático Balear del año 1930.
Mi padre, Jaime Monserrat Porcel navegaba mucho lo que determinó que por dos veces recalara en Montevideo. Como todo destino incierto, tanto le gustaron estas tierras que se quedó en ellas. No sin antes haber ido a buscar a quien era su novia y luego fue su esposa Magdalena Bosch Mayans, de Palma ambos, mi madre de Son Serra.
Es cierto que el Uruguay de los años entre 1912 y 1916 fueron esplendorosos en comparación con una Mallorca con signos de atraso sobre todo en la parte rural y que formaba parte de una España en crisis luego de la guerra del ’98, generosamente denominada decimonónica que tenía vestigios medievales, muy lejos de un país como Uruguay que se ponía a la vanguardia de América con reformas importantes en lo económico y social bajo el gobierno del presidente José Batlle y Ordóñez. Esto deslumbró a mi padre a tal punto que terminó siendo un batllista consumado. Viviendo de las libertades y posibilidades que el país ofrecía.
Rápidamente se integró a los cuadros del asociacionismo balear a tal punto que como Secretario General tuvo a su cargo la revista mensual Baleares, el órgano de difusión de aquel primer Centro Balear de Montevideo, fundado en el año 1919. Es de destacar que mis abuelos estaban vinculados a una publicación que salía en Palma cuyo nombre no recuerdo de las que muchas veces escribían la editorial. Esto da la pauta de un pasado que fue quizás diferente al de otros emigrantes que venían del campo y que carecían de una formación intelectual, a pesar que en otros aspectos eran similares en relación a las posibilidades laborales que había que pelear palmo a palmo o a la sensación de desarraigo extrañando a la tierra que los vio nacer.
Estas revistas mensuales le daban una vida muy importante al Centro Balear que se proyectaba en el medio dando una pauta de continuidad y seriedad al trabajo realizado. No sé si todas las asociaciones tenían una revista que expresara el sentir de una comunidad pequeña en el contexto de la gran emigración española de aquellos tiempos en el Río de la Plata.
Esa asociación, con finalidad de recreo y vínculo de paisanos que nucleaba a los baleares en torno muchas veces a comidas, tendrá un órgano de comunicación con la publicación Baleares con un alto nivel cultural. Además de ser un medio para expresar el sentimiento de una colectividad en medio de una sociedad uruguaya que tenía su propia forma de ser y sus evolución.
Mi padre Jaime, entonces, se transformará en el eje de una visión de los baleares de Montevideo. Muchos de ellos sin una formación académica pero que con gran humildad e inquietudes tratarán de crecer y de darle a sus hijos lo mejor de sí mismos y del medio para su formación. Por mi casa pasaron baleares que se dedicaban al rubro comercio, chacinería, zapatería, panadería, estupendas personas que conocí de niño y que con el tiempo los veo como verdaderos protagonistas de esa revista que mi padre organizaba con tanta dedicación y esmero.
A la parte de la revista dedicada a la información social se agregaban algunos artículos que rescatan figuras que venían al Río de la Plata como, por ejemplo, la nota dedicada a Fortunio Bonanova. ¿Quién era esta persona?. Era un barítono mallorquín que mi padre destaca en una entrevista escrita en setiembre de 1924 sobre su personalidad y su actuación. Uno se podrá preguntar qué sabía mi padre sobre crítica musical. Es allí donde uno se da cuenta que la respuesta a esa pregunta no tiene relevancia. Lo fundamental era transmitir a los baleares en el Uruguay el conocimiento de un artista mallorquín que tenía un lugar en la escena operística internacional con impresiones personales de gran valor afectivo y sentimental. Quizás su intuición le permitió apreciar como decía: "la aterciopelada voz de barítono lírico" en su debut con Maruxa luego de haber cosechado un valioso éxito en Buenos Aires con la interpretación de Leonello en La canción del olvido. Pero su actuación en el ámbito profesional quedaba pequeña ante la solicitud de la Directiva del Centro para que cantara unas Tonadas Mallorquinas que Bonanova aceptó con gusto. Un artista en contacto con sus paisanos que llegó con su acento pagés para hacer recordar los campos isleños.
No obstante esta imagen casera, Fortunio Bonanova llegó al cine en Estados Unidos en una película de Esther Williams donde aparecerá caracterizado como un estanciero mayor que hablaba en inglés con acento hispano. Lo expresado por él mismo en el artículo en la revista decía que su deseo era volver luego de la gira, "a nuestra querida Mallorca, donde me espera con los brazos abiertos mi tierna y querida madrecita.." En la última parte mi padre retomaba la nota cerrando: "solo me resta hacer votos para que la gloria corone los esfuerzos del artista mallorquín, y que en su peregrinaje por el mundo recoja los laureles a que se hace acreedor por su arte, por su caballerosidad y por arrestos de triunfador."
Coincidió su presencia con la época dorada y esplendorosa de los años ‘20 en América que vivía esa bonanza sobre todo en Estados Unidos y Brasil donde se hacía sentir el ritmo frenético del samba y de las bailarinas que tenían sobres sus cabezas canastas de frutas y bananas. Un esteriotipo que recorrió el mundo y se impuso hasta nuestros días.
También el Centro Balear en esos días recorría el frenesí de un momento de euforia registrando cerca de doscientos socios cotizantes y un ingreso de 26 socios nuevos en el mes de setiembre de 1924.
En la revista Baleares también aparecía muchas veces figuras relevantes, en el apartado Nuestros hombres, como el caso de Antonio Mascaró, natural de Mahón, Menorca, que incurrió en el comercio y el periodismo pero también en el teatro con obras de tinte liberal que llevaron a la admiración del público teatral.
Curiosamente este hombre le escribió una carta a mi padre por un artículo de su creación que se titulaba "Así como los estorninos" donde había una crítica a la abundancia de bailes en el Centro (apreciación recogida en el libro "Los emigrantes isleños al Río de la Plata", de J. Buades y otros). Estamos hablando de una época donde el tango y Carlos Gardel comienzan a imponerse como una música propia en el Río de la Plata, pero que no estaba bien vista en esos primeros momentos dado que la escuchaban y la seguían en la baja sociedad, en el arrabal, los "orilleros". Mi padre en esa oportunidad expresó que, como los pájaros a los que alude en la nota, también esa música pasará por ser temporal y pasajera, producto del furor del momento, para "no volver jamás". Sin duda se equivocó dado que el tango adquirió una dimensión internacional. Sin embargo, mi padre fue fiel a su pensamiento; en mi casa no se podía escuchar –en el aparato de radio, que tuvimos el honor de tener de los primeros para regocijo del barrio– nada que tuviera que ver con tango. Había mucha gente que se resistía a esa música que no era "culta" y papá era uno de ellos. En los bailes que se realizaban en el Centro Balear se bailaba tango. A mi padre, siempre relacionado a la directiva, le debían rechinar los dientes por el lugar que ocupaba en las diversiones baleares.
Pero vuelvo sobre esa admiración que tuve por mi padre, como un autodidacta que fue capaz de escribir sobre temas de repercusión pública a través de sus notas muchas veces firmadas, otras con las iniciales J.M. y algunas ni siquiera firmadas. Tenía un deseo de superación que lo trasmitió a sus hijos en el plano moral e intelectual no reglamentado ni regido por una formación académica pero sí de la lectura de innumerables escritores españoles entre los que destacaba a Pérez Galdós, según su opinión el más grande en sus momento.
Desde la misma Palma de Mallorca –conservo aún la carta sin fecha– le enviaban a mi padre felicitaciones y solicitudes para incorporar a la revista. Es interesante reproducir la misma:
Sr. Don Jaime Monserrat
Director de la revista "Baleares"
Montevideo.
Muy Sr. Mío: obra en mi poder su muy preciada carta y los números de "Baleares" de su acertada dirección y demás diarios de esa localidad que Vd. Ha tenido el bien mandarme, y por todo lo cual le mando expresivas gracias.
Por correo aparte recibirá Vd. un ejemplar de "Aguas de Remanso", modesto libro de versos que tengo el gusto de dedicar a Vd. Y que dí a la luz pública el pasado año. Puede que Vd. ya hubiera tenido noticia de esta publicación pues algunos diarios de Buenos Aires hablaron de ella.
De la edición de "Aguas de Remanso" he querido destinar un número de ejemplares –100 – los últimos que me quedan, a los socios de ese Centro Balear, al objeto de que puedan recordar a través de la lectura de este libro, las innúmeras bellezas de nuestra "Roqueta" siempre querida y evocar con nostalgia por aquellos que se ven lejos de su regazo.
El precio de cada ejemplar – como verá Vd. – es de dos pesetas. Yo estoy dispuesto a cobrarlas a 1.50 pts. solamente y las 50 ptas. que van de diferencia en los cien ejemplares quiero que se destine a los fondos de beneficencia de ese Centro Balear.
Le ruego, pues, se sirva comunicar lo expuesto al Presidente del citado Centro en la confianza que aprobará mi determinación siéndole sumamente fácil distribuir entre los socios de esa entidad los 100 libros de referencia.
Al mismo tiempo agradeceré que sin demora se sirva comunicarme lo que se haya acordado para proceder al envío de los libros.
En esta de Mallorca no hay ninguna novedad digna de mención exceptuando la actual efervescencia política del Directorio Militar.
Como siempre disponga incondicionalmente de este su afecto
S.S.q.e.s.su
José Llinás Linio
S/c Vallori–10,9°
Un verdadero recuerdo histórico de intercambio cultural con Mallorca.
En Montevideo, mi padre trabajó como funcionario de la Escuela Naval en la cual también participó formando el Centro de Suboficiales Navales del Uruguay y el Club de La Marina.
En relación con el trabajo que desempeñaba como oficial de la marina, organizó el sector de máquinas y se ocupó del personal de cocina (cámara) incluso realizando un trabajo muy importante en relación a la alimentación del ejército planeando los regímenes alimenticios de todo el personal. Un proyecto que se denominó en su momento "nuevo plan de alimentación para el ejército nacional", con un menú diario balanceado y rico en vitaminas que significaba un ahorro significativo para el Estado.
Ése era mi padre mallorquín Jaime Monserrat un luchador que todo lo realizó con total convicción y una fuerza que arrastraba al que tenía al lado, pero lamentablemente murió joven.
Círculo Democrático Balear
Sobre los años ‘30 desaparece el Centro Balear para reaparecer con el nombre del Círculo Democrático Balear en el año 1938. Con la Guerra Civil Española se precipita la idea de refundar el Centro Balear quizás con los mismos integrantes de la asociación anterior. Mi padre, como batllista, se adscribirá enseguida a la República como muchos españoles en el Uruguay.
En esos primeros momentos se dio una discusión muy importante en relación al nombre de la Institución que tenía que ver con la confrontación en España. Me acuerdo que una noche mi padre vino muy consternado porque algunos socios habían intentado cambiar el nombre ya establecido de Círculo Democrático Balear.
Por otra parte formaba parte del Comité de Ayuda Balear a la República Española, que recaudaba fondos en encuentros o bailes de los cuales me acuerdo haber participado. En uno de ellos se invitaba a una comida con "Plato único" donde se pretendía sacar dinero o ropa o víveres para enviar. Ese famoso plato único era un pan con un chorizo que se cobraba, actualizado el dinero de aquel momento, cerca de diez dólares. Fue el comentario de todo el mundo. Pero el fin en este caso solidario justificaba los medios. A pesar que era chico en aquel momento, tenía unos doce años, seguía con sumo interés todo lo que sucedía en el desarrollo de la guerra. A veces magnificados de un lado y de otro pero siempre con consecuencias terribles para ambos lados, con muertes y masacres espantosas.
Con 46 años, fallece mi padre en mayo de 1939 siendo presidente del Círculo. Es interesante conocer las palabras expresadas en aquella oportunidad con motivo del fallecimiento. No importa quién las dijo sino su contenido:
"Monserrat: he aquí nuestro último diálogo. Pero ahora "hende"? tu silencio, y yo, con palabra quebrada, digo para ti que amabas como la justicia, las bellas formas de la vida; que falta haría el poeta para que exaltara con la justa palabra la belleza de tu vida!
Tú, que naciste para crear las formas armoniosas del pensamiento artístico, creaste al impulso de la realidad, la justicia entre los hombres.
Desde la lejana distancia iluminada y azul del Mar Mediterráneo, llegaste un día de tu niñez hasta las verdes y solitarias lejanías de estos campos, que te recibieron no con los brazos generosamente abiertos, sino con el apretado abrazo de tu pobreza, que tu pagaste en cambio, con los bienes pródigos de tu bondadoso corazón.
El emigrado llegó a la cumbre; más que eso, que encumbró a los necesitados de la justicia, hasta los planos posibles de nuestra Sociedad. He ahí, Monserrat, que tú eres una forma de América, generosa y justiciera, porque tú eres el emigrante crecido entre nosotros, alzado en nuestro medio, para expresar de nuestro espíritu en la justicia de la ley, lo que aquel tiene de más generoso y fuerte.
Eras para nosotros, en el curso fragoso de la lucha como una iluminada laguna de florecidas orillas resplandecientes de tu bondad.
Todos los triunfos del Cuadro Artístico del Círculo Democrático Balear, triunfos tuyos fueron, porque tus fatigas, fatigas nuestras eran; y en tu noble alegría, por cada trozo de éxito realizado por nosotros, tuviste el gozo de participar, como por ella participaste en el esfuerzo.
Tú, siempre fuiste presencia y palabra; a tu alrededor nos congregábamos para recibir de ti la idea del bien y el entusiasmo, hoy, estás entre nosotros, igual que siempre, pero triunfador en tu muerte.
Aquí estamos, Monserrat, los que te quisimos y fuimos tus imperturbables compañeros; aquí estamos para llorarte, nosotros tus amigos; mira nuestros llantos, presencia nuestra fe.
Y en cuanto a mí, quedan sin palabras mis labios, para llorar en ti a un amigo imborrable que nunca podré olvidar." Fechado en Montevideo 5–5–40 (se respetó palabras y puntuación estrictamente).
En ese momento le ofrecen el cargo de Secretario General a mi hermano Jorge que continúa el camino de la familia en el asociacionismo balear. Luego de varios presidentes de diferentes lugares de las islas de Formentera, Ibiza y Menorca, Jorge llegará a ser también él presidente del Círculo Democrático Balear en la dolorosa última etapa siendo el penúltimo antes de cerrar en el año 1973.
Sin embargo mi hermano también vivió una época de bonanza. Fue el momento de auge del elenco teatral que junto con otro gran luchador por el Círculo Democrático Balear, el Sr. Dante Iocco, de esposa menorquina, lograron tener un nivel importante en el medio. Conocieron a sus esposas en esos encuentros y actuaron juntos. Era un teatro de aficionados al que se le brindaba un gran cariño y dedicación pero por sobre todo era un momento de diversión y esparcimiento para el público y para el elenco con una alegría que se trasuntaba en cada actuación. Confieso que por la edad, en mis 18 años, no gustaba mucho de este género, prefería los bailes. Pero reconozco que el teatro de aficionados era algo muy sacrificado con poca retribución del público en general. Una vez fui a ver una obra de un grupo de aficionados como los del Círculo en el Teatro Artigas. Asistí comprometido por una afinidad con uno de los actores. En un momento dado, uno de los espectadores se para y dice: "esto es insoportable!!!" yéndose por el corredor. Los actores lo miraron azorados, se hizo un gran silencio para luego continuar la función en medio de un gran nerviosismo. A mí me quedó grabado como ejemplo de la hazaña que era poner una obra en escena en las condiciones de sacrificio que el cuadro artístico balear vivió. Todo es muy delicado dado que uno está expuesto a la crítica frontal, directa e inmediata. El que canta o toca un instrumento como pasaba también en el Círculo podía pasar desapercibido si se equivocaba pero en el teatro hay un libreto no se puede improvisar, hay que cumplir.
Recuerdo que una vez, en una obra del Balear había sobre el escenario un enfrentamiento entre el protagonista y el villano donde éste tenía que morir. Para su caída se esperaba el sonido de un petardo que indicaba el disparo. Esto correspondía al apuntador que distraído no accionó el recurso en el momento indicado. Por dos veces se repitió la acción hasta que fastidiado el protagonista le indicó al apuntador que tirara el petardo lo que dio por concluida la acción. Había que ver al villano a medio caer por no sentir el ruido acordado. Todo no pasó de una anécdota más.
Como expresé antes, era el momento de esplendor del Balear donde había mucha gente que apoyaba toda la actividad desplegada. Mi hermano se tomó con mucha responsabilidad llevar adelante esta etapa aunque cuando se traslada a la calle Colonia comienza una decadencia que será irreversible, terminando en un pequeño grupo que jugará solo a las cartas sin un sostén económico para continuar. Se pasó del esplendor de otras épocas a la decadencia de ese momento. Quizás hasta se perdió la mística, más allá que muchos baleares volvieron a su tierra "vaciándose" virtualmente el Balear. También podemos decir que hay un paralelismo con el país.
Algunos recuerdos de mi vida.
Cuando era chico, en casa se cantaba la canción Sor Tomasetta típica entre los de Valldemossa que recuerda a la Santa Catalina Thomas. Se hablaba tanto el mallorquín que se me hizo el oído de tal manera que, cursando francés– que tiene algunos giros similares al mallorquín– en la secundaria, tenía las mejores notas por el solo hecho de escuchar y reproducir correctamente. Entre las imágenes que me han quedado grabadas se encuentra aquella referida a la trasparencia del agua mediterránea que mi padre nos contaba al referirse a sus salidas con mi abuelo a la costa. No es como hoy, lleno de plásticos, hasta nos hacía ver los peces y según su versión los pulpos que nadaban en esas aguas.
Quería entrañablemente a su tierra y nos la hacía vivir también a nosotros, con relatos y enseñándonos canciones y juegos mallorquines. Había uno que era, creo, medieval que tenía que ver los caballeros donde antes de comenzar el combate se daba un diálogo de este tipo:
¿Dónde está el rey?/ En paixá./ Despértalo, despértalo/ No quiero/ Despértalo/ Anam a la guerra, y allí comenzaba el juego de estrategias.
Mamá era muy buena jugando a la payana, un juego con piedritas, y siempre nos ganaba a todos, así como a las cartas sobre todo a la brisca.
Entre otras cosas importantes estaba que mi padre tenía como profesión la de cocinero, tuvo un restaurante con un socio Benito Garcías que tenía un negocio La Vaquería Normando Uruguaya. Siendo muy bueno a tal punto que aún siento el sabor del arroz en las diferentes formas que preparaba, por supuesto, también la paella. Era un embajador de las islas porque difundía y pregonaba todo tipo de comidas desde lo salado, conocedor de los mejores butifarrones y sobrasadas, hasta la pastelería como panellets, tortells, enseimadas; los polvorones los hacíamos nosotros. Las sopas mallorquinas, que confieso no nos gustaban demasiado, pero veíamos cómo disfrutaba mi padre ante un plato de esta naturaleza. Las hacía, las difundía y sabía donde se compraban los mejores productos cuando no eran propios.
Otro recuerdo de adolescente que tengo presente fue en el período del Círculo Democrático Balear casi al terminar la guerra civil en España. Un día, mi padre nos llevó al puerto para recibir con una euforia que aún tengo en mi memoria a Indalecio Prieto que en su exilio hacia México pasó por Montevideo. Este hombre que fue ministro en la época de Azaña era un político socialista del gobierno republicano. Pero allí no terminó la historia puesto que luego nos trasladamos a pie desde la Aduana hasta el lugar de alojamiento a una considerable distancia haciendo gala de una especie de procesión. Debo confesar que yo no entendía demasiado por qué tanto entusiasmo por este hombre. Solo el tiempo me fue dando los motivos.
Mi madre siempre fue una luchadora. Después que falleció mi padre logró traer a Montevideo a dos de sus hermanas con un tesón envidiable. Ambas vinieron con sus esposos. Uno de ellos que era carpintero– ebanista, consiguió trabajo enseguida en una de las mejores mueblerías del momento llamada Caviglia. Al otro, que trabaja en molduras de yeso le costó un poco más porque en aquel momento no se usaban como ahora. Pero era una especialidad que poco después fue reconocida.
Aún me parece ver el pedazo de pan que trajeron para mostrarnos lo que comían en Mallorca. De un color grisáceo verdoso, era algo que no parecía comestible. Al llegar, les pareció que estaban en el paraíso. En Montevideo criaron a sus hijos y les dieron educación. Mamá llegó a conseguirle empleo a uno de mis primos que había llegado con sus padres con 10 años de mensajero en la Western Telégrafo que, con el tiempo, llegó a gerente de la misma empresa. Hace ya varios años vive en España. Una hija de la otra hermana llegó a ser una importante Inspectora de Primaria llamada Antonia Rocca Bosch, también representaba a una importante editorial española.
Ni mi padre ni mi madre volvieron a Mallorca.
En cuanto a mi vida particular fui Gerente de la Caja Bancaria, un administrador especializado en estudios de organización y administración. Estando en ese trabajo tuve la oportunidad de lograr una beca para España para unos cursos de Seguridad Social en la organización Iberoamericana de Seguridad Social de Madrid. España estaba saliendo de una durísima posguerra mundial pero no obstante pude usufructuar una muy generosa beca en el orden económico y muy exigente en el orden académico.
Allí cambió la orientación de mi vida.
Un año que marcó el camino de mi futuro estudiando con los mejores docentes españoles y extranjeros en la materia antes citada. A tal punto me tomé en serio esta beca que en España me otorgaron otra de la misma Asociación Internacional de Seguridad Social que extendió mi estada en Europa visitando Suiza, Austria, Italia y Alemania.
En el interín se crea una Asociación de Técnicos en organización social a nivel Iberoamericano con los que habíamos participado en los cursos en España y me eligen Presidente. Con esa responsabilidad vengo al Uruguay para continuar con la labor de esta Institución creada. En Montevideo creamos una Asociación de ex–becarios y graduados en España en 1959 que al comienzo nos reuníamos en el Instituto Cultural Uruguay– España bajo la presidencia de Juan Pivel Devoto y luego Ulises Pivel Devoto. La misión era sobre todo cultural, en ese momento yo actuaba como Secretario. Seguramente la sangre de mi padre me volcó a esta actividad que tomé con pasión. Junto con Américo Franco nos ocupamos de promover actividades culturales de alto nivel pero en diversos órdenes. Desde conferencias hasta espectáculos artísticos y culturales. Por ejemplo, aprovechando el sesquicentenario de la muerte de Goya realizamos un ciclo que abarcó varias conferencias con los mejores especialista en su tema. Así Pittaluga Vidal, profesor de Historia, dictó la charla sobre la época histórica de Goya; la obra artística, el prof. Fernando García Esteban; la literatura de la época de Goya, el prof. Alejandro Peternain; lo goyesco en la música, Dr. Julio Novoa; Buñuel en la tradición goyesca, Prof. José Carlos Alvarez.
También conferencias sobre Antonio Machado, canto y recital de música española, ciclos sobre teatro español y rioplatense; llegamos a organizar cientos de actos, hasta un ciclo de Historia de España de sus orígenes hasta los años ‘30. No quisimos avanzar por la situación aún controvertida de la Guerra Civil entre franquista y republicanos. Pero, posteriormente organizamos varias conferencias sobre el período posfranquista
El lugar donde realizábamos estas actividades era el Club Español de larga trayectoria en el Uruguay. Poco a poco nuestra programación se integró de tal manera al Club que se nos trasfirió la responsabilidad de organizar las actividades culturales en general. Casi sin querer estábamos tan integrados a esta Institución que se nos invitó cordialmente a formar parte de la Directiva como miembro de la Comisión de Cultura, cargo que desempeñamos por varios años. Viví allí momentos de gran satisfacción por cuando gozamos de la libertad más absoluta para organizar todo tipo de eventos.
Para terminar, una anécdota sobre un espectáculo que pretendimos organizar. Un día, con el barítono uruguayo Juan Carlos Gebelin con premios en Venecia, Paris, Río de Janeiro, se nos ocurrió organizar un homenaje a Manuel de Falla montando El retablo de Maese Pedro, con el cuerpo de baile y la orquesta de la ciudad de La Plata de la Provincia de Buenos Aires. Poco a poco fuimos estableciendo los contactos con el embajador argentino Guillermo de la Plaza que colaboraba junto a la embajada de España. Primero, se consiguió alojamiento para todos los invitados en el Parque Hotel (hoy, sede del Mercosur) a través del Intendente del momento Dr. Rachetti, el teatro donde actuar que era el Teatro Solís, el más importante en Uruguay, que data del siglo XIX y que está bajo la órbita de la Intendencia de Montevideo, los traslados por barco correspondían a la embajada argentina y la comida a la embajada española. Me trasladé a Buenos Aires para realizar los últimos ajustes con los afiches ya prontos para poner en las paredes habilitadas de la ciudad. Pero faltaba un detalle. La época era en plena dictadura militar por lo tanto había que solicitar permiso al Ministerio de Educación y Cultura, cuyo Director era el coronel Barba que actuaba por encima del propio ministro. Este señor nos recibió de parados, nos pidió las razones de nuestra visita y al exponerle el programa nos dijo de palabra que no había inconveniente siempre que fuera en otro teatro designado por él. Era la sala 18 de mayo, un teatro expropiado a un grupo teatral llamado El Galpón cuyos miembros debieron salir al exilio.
Le llamamos la atención que ese teatro no tenía foso para la orquesta, que además no entraban los doscientos invitados y que el Teatro Solís era nuestra principal sala. Aquel hombre no entendía razones. Estaba empecinado en aquella sala bajo su mando militar. Pero igual nos dijo que siguiéramos adelante con la iniciativa en forma verbal.
Antes de embarcar para Montevideo la orquesta argentina fuimos a buscar la autorización por escrito temiendo lo que luego sucedió. La respuesta, se la pueden imaginar, fue negativa y nos derivó al Ministro que presionado no nos autorizó. Fue una experiencia muy dolorosa y triste que desaprovechó la oportunidad de que nuestro país fuera sede de un evento de categoría internacional por el capricho de este militar.
No obstante el barítono Gebelin no quiso ceder a tan irracional respuesta e igual montó con nuestra ayuda un homenaje que no tenía las dimensiones de las planificadas, pero, que fue una adaptación de fragmentos a un concierto. Este espectáculo fue tomado por el Sodre, organismo oficial, como homenaje del país al músico Manuel de Falla. Una ironía del destino.
El mejor acto que hicimos, entonces, fue el que debíamos hacer y no se hizo.