Emigración de valldemosines al Uruguay
Los móviles que llevaron a los emigrantes hombres a venir a las tierras uruguayas, en general, se debieron básicamente al afán de mejorar su situación económica atraídos muchas veces por otros paisanos que lograron ubicarse laboralmente en el país. En muchos casos el procedimiento implicaba que el padre había pactado con un pariente o amigo la ida de su hijo a Montevideo. El arreglo incluía básicamente acogerlo en su casa en un primer momento y un trabajo apalabrado en negocio propio o de algún conocido. Con el tiempo, muchos de estos emigrantes terminaron teniendo su negocio solos o con otros socios también mallorquines, antes de 1950 en el rubro panaderías u otros negocios pero posteriormente a esa fecha se incorporó a los negocios la instalación de hoteles de rotatividad permanente y la compra de bienes inmuebles.
Coincide en este momento con el fenómeno de la enorme emigración del pueblo de Valldemosa, continuo entre 1932– 36 y 1948–63 a Montevideo, llevados por la ilusión de hacer fortuna y como reflejo de carencias importantes en el pueblo. No dudaron en hacerse a la mar, llamados unos a los otros por parientes o amigos. Se fue así creando un núcleo importante que luego cada uno irá perfilando más allá del soporte de la comunidad en armar su propio camino. Las mujeres, en cambio, vendrán por razones familiares, acompañando a sus padres, a sus hermanos o tíos así también como a sus esposos registrándose un elevado número de casos de casamientos entre valldemosines. Es el caso de María Pons– una emigrante más– a quien su esposo José Estrades había conocido en el año 1948 en Valldemosa. Cabe destacar que la venida al Uruguay de José la había realizado sobre los años ‘20. Prendado de aquella mujer, José Estrades la fue a buscar al pueblo en el año 1950.
También encontramos que los valldemosines y sus descendientes se casaron en numerosas ocasiones – si no tenían como motivo el retorno –con otros mallorquines en el Uruguay y con uruguayos/as. Encuadrándose dentro de la realidad uruguaya del momento que mostraba que cerca de un 50% de los extranjeros en Uruguay contraía enlace con uruguayos, pero el otro 50% lo hizo dentro de la propia comunidad o ghetto. En general los baleares se casaron entre sí, casi no lo hicieron con integrantes de otras comunidades españolas. Es más, muchos inmigrantes hombres, como en al caso antes reseñado, siguiendo "los consejos de sus madres al partir", fueron a buscar su pareja a Mallorca, cuyos habitantes en villas y pueblos esperaban con ansiedad al inmigrante que retornaba con una posición ya hecha. En el caso particular de Valldemossa, la movilidad del pueblo fue muy grande en relación a la expectativa de aquellos que se habían acomodado en un trabajo seguro y estaban en una posición económica buena.
Otro fenómeno al que no escapó la comunidad balear fue tomar la decisión de nacionalizarse Una manera de integrarse a una sociedad que poco a poco limitaba los caminos del éxito a quienes por esa época no lo habían hecho. Fue el momento en que muchos volvieron a España.
En general, los baleares de segunda generación, han tenido una muy buena integración en el medio accediendo a cargos de responsabilidad en la Administración Central, en las profesiones liberales, en el comercio y sobre todo en el movimiento asociativo conjuntamente con el resto de los españoles. También se generó un vínculo con otras comunidades como los valencianos o catalanes que compatibilizaron la aceptación de una forma de vida y valores del lugar en relación con el recuerdo de su origen y su lengua. Se adaptaron al castellano criollo mezclándolo con la lengua vernácula que se mantuvo en los hogares llevada por los "vells".
Según los datos aportados por Núria Estarás, extraídos del consulado de Uruguay en Palma, durante el período que va del año 1932 a 1963 emigraron de las Baleares al Uruguay un total de 486 personas distribuidas de la siguiente manera: Palma 206, Valldemossa 103, Menorca 15, Pollenca 14, Esporles 11, de otros lugares de Baleares 40.
Entre los datos aportados por el Sr. Andreu Rovira, encontramos que de los 102 valldemosines registrados que fueron al Uruguay, el 60% oscilaba en cuanto a su edad entre 20 y 39 años, el 19% eran menores de 19 años y casi el 20% mayores de cuarenta años. Entre los hombres la mayoría agricultores y picapedreros, algunos panaderos y entre las mujeres mayoritariamente en la profesión de las labores de la casa, sin oficio definido o también trabajadoras del campo. Sin embargo es conveniente aclarar que la diversidad de ocupaciones que las personas desempeñan a lo largo de la vida hacen arbitraria la determinación, al momento de embarcarse, de la declaración del oficio, así como, que una misma definición ocupacional implica diferencias de las habilidades en ella implícitas según el contexto regional de origen.
Podemos destacar, además, una serie de fenómenos que se repiten en forma sistemática entre todos los valldemosines que emigraron al Uruguay. En primer lugar el uso sistemático del sobrenombre o malnom para identificarse y establecer relaciones entre ellos, una constante donde los apellidos casi desaparecen para dar lugar a una denominación que singulariza a personas y familias y que las hace perdurar en el tiempo y en la memoria. Se conocen cerca de 493 malnoms sin considerar variantes, lista considerada incompleta que también se manejó en Uruguay en forma permanente, apareciendo entonces sobrenombres como Peluts, Ramis, Ros, Parraguetes, Forn, Verindos, Xatos, Xumbos, Ciretes, entre otros muchos. También era de costumbre llevar regalos cuando se regresaba transitoriamente a su tierra de origen, sobre todo café y telas acompañados de otros presentes y cartas que la comunidad mandaba a su familia con el improvisado cartero de turno. Por otra parte existía un sistema de comunicación muy eficaz a través de reuniones informales de las mujeres donde se ponían al día los acontecimientos buenos o malos ocurridos en la comunidad balear que se propagaba rápidamente. También los acontecimientos de carácter social marcaban la unión y el vínculo transformados en momentos de compartir vivencias. En esos momentos, sólo se hablaba mallorquín en una reafirmación étnica de las raíces, más allá del lugar físico donde se encontraran