A MODO DE CONCLUSIÓN
Después de realizar 18 entrevistas con cerca de 60 horas de grabación nos queda para compartir algunas reflexiones. Seguramente éstas se encuentren matizadas por las miles de experiencias que no fueron tratadas y que se perdieron en el oscuro túnel del tiempo de aquellos emigrantes que, en el anonimato, fueron construyendo sus vidas en tierras lejanas a su lar.
Hemos entrevistado baleares emigrados de Mallorca, Menorca. Ibiza y Formentera a fin de conocer sus vivencias aunque debemos reconocer que en la última etapa de emigración masiva sobre los años de 1950, la comunidad balear se vio aumentada con la gran movilidad de un pueblo denominado Valldemossa que aportó varios cientos de emigrantes.
Sin duda una de las primeras apreciaciones que podemos hacer la encontramos en torno a las redes de relaciones sociales vinculadas con la familia tanto en lo parentesco como en amistad o paisanaje del mismo pueblo o comarca que generó una cadena migratoria. Por esa vía se facilitó la comunicación o información que llegó por medio de visitas, de cartas o de remesas de dinero que llegaban de América a Baleares. Quién enviaba ese dinero, más allá del sacrificio que esto suponía, significaba que había logrado ahorrar un peso uruguayo fuerte frente a la peseta. Esto era un signo inequívoco del valor que adquiría su trabajo. Además de ser una manifestación de prosperidad y atracción para personas que debían soportar las consecuencias de la posguerra en Europa. También era de estilo que los familiares o amigos enviaran el dinero para pagar los pasajes de quienes querían viajar al Uruguay facilitando la partida e incluso le daban albergue mientras se iba consolidando una posición en los primeros y duros tiempos de emigración. Afectivamente esto evitó las rupturas violentas que todo emigrante tiene con su tierra dado que el grupo humano que lo recibió, constituido por paisanos o familiares, evitó la añoranza descarnada de costumbres y sentimientos. La facilidad de recibir el pasaje permitió la emigración de jóvenes a quienes, sin dinero, hubiera sido imposible una aventura de este tipo. Otra situación que se repetía era aquella vinculada con la formación de parejas a la distancia mediante cartas, conocimientos familiares o por los viajes de los baleares que retornaban transitoriamente a las islas. La mayoría de estos casos terminaron en celebraciones de matrimonio en las Islas Baleares o por poder. De esta manera se fueron concretando las posibilidades de trabajo reales o aquellas alimentadas por la ilusión de un porvenir lleno de futuro. El emigrante pionero que había llegado hacía muchos años, realizaba las conexiones para conseguir un empleo para aquellos que estaban en las islas. Incluso en un ámbito de intereses comunes, generar los vínculos donde compartir lugares con otros emigrantes de otras regiones españolas que en algunos casos cuadriplicaban en número a los Baleares. De esta manera el flujo emigratorio balear fue permanente y creciente. Muchos huían de una tierra, la suya, que no les daba más que dureza sin retribuciones. Apenas, aquellos que vivían en el campo, podían sobrevivir sin un futuro más allá de esa realidad con precarias condiciones, carestía y muchas veces hambre. Aunque no podemos descartar otros motivos relacionados a la aventura, al conocimiento de otros lugares y por qué no al amor.
De cualquier manera, podemos apreciar que los emigrantes baleares sufrieron los dolores propios del desarraigo en el afán de constituir una nueva vida. En un Uruguay donde la administración, la vida cotidiana, la forma de ser del uruguayo, las costumbres sociales e incluso la comida sobre la base de carne vacuna, eran diferentes. Con el tiempo la nueva cultura del país se fue incorporando a pesar de añorar, entre otras cosas, el aceite de oliva y las almendras de consumo cotidiano en las Islas pero tan costosos y escasos en el Uruguay.
Sin embargo, para todos los entrevistados, las Islas Baleares quedaron en el imaginario como una tierra maravillosa detenida en el tiempo de la que habían tenido que partir obligados por la penosa situación económica. Arrastrados por la necesidad de cambiar, en ese momento, una tierra "pobre" por un país de "promisión". Islas que quedaron idealizadas de tal manera y detenidas en el pasado que, cuando regresaron después de muchos años, no terminaron de ubicarlas en la imagen de sus sueños. Un desarrollo pujante de la industria turística había hecho irreconocibles algunos rincones de aquella su tierra querida y nunca olvidada.
A partir de la última etapa de emigración sobre los años ‘50 el ámbito rural del Uruguay dejó de ser un lugar de afincamiento, como lo había sido en los primeros años del siglo XX con la ubicación de algunas poblaciones de payeses, para concentrarse en zona urbana especialmente en Montevideo. No obstante, muchos de ellos que venían del campo, se incorporaron a las actividades urbanas con gran éxito vinculadas a los sectores industriales y de servicios llevados por su tesón, su capacidad de trabajo y su visión de futuro. Se destacan los trabajos de inmigrantes baleares en el rubro de confiteros, marineros, mecánicos, industria del calzado, dependientes de comercio, tipógrafos, fundición, albañiles o carpinteros quienes con el paso del tiempo se transformaron muchos de ellos en propietarios de panaderías, restaurantes o comercios. Esta evolución se vio reflejada con el tiempo cuando ocuparon una posición importante en la sociedad uruguaya. Sus hijos pudieron acceder a una formación académica y profesional que muchos de los padres tuvieron como meta al llegar al Uruguay. La educación gratuita del Uruguay atrajo a muchos emigrantes baleares como un estímulo más para el afincamiento cuyos resultados se ven reflejados en sus hijos quienes ocuparon cargos de prestigio, profesiones liberales así como al frente de prósperas empresas.
La mujer cumplirá un rol fundamental en todo el proceso de la emigración balear. Ya sea en su tierra de origen estableciendo el momento y tiempo de emigrar como luego en Uruguay en la cuestión de la transmisión y conservación de las costumbres, de la lengua, organizando y arreglando el hogar al estilo isleño según la más pura tradición. Enseñó a sus hijos primero, y luego a sus nietos, a cocinar platos típicos, a conservar la cultura popular balear a través cantos y rondalles e inculcó ciertas devociones de pueblo como, por ejemplo, entre los valldemossines, el culto a la beata Santa Catalina Thomas. Podemos deducir de los relatos que existió una endogamia, casamiento entre baleares, o entre baleares e hijos de baleares nacidos en Uruguay; una situación importante que contribuyó a prolongar la cultura balear. En relación con la lengua, si bien existió un cierto abandono de la lengua natal con el ingreso de los hijos a la escuela en Montevideo y la falta de un lugar donde aprender el catalán–balear, las esposas baleares se lograron nuclear en reuniones informales –acompañadas por los hijos– para conversar y así casi sin intención deliberada mantenerla vigente, pues en esos momentos nunca se hablaba el castellano. Este hecho generó que descendientes de tercera o cuarta generación sientan una verdadera pasión por la tierra de sus antepasados en un siglo XX plagado de "distracciones" para los jóvenes. Las esposas baleares también fueron un apoyo sustancial y soporte para el marido en las tareas vinculadas a su trabajo. Con una entereza y una fuerza excepcional fueron perfilando un estilo de conducción de los negocios ya sea directa o indirectamente, por medio de su consejo e intuición.
La vinculación con el asociacionismo balear es variada y heterogénea puesto que no todos participaron activamente. No obstante se rescata la trascendencia que estos centros tuvieron como lugares donde se nuclearon los Baleares entre otras cosas para intercambiar noticias venidas por carta de su tierra, comer comidas típicas y además conservar la lengua entre paisanos y amigos. Pero también fue importante el Centro Balear entre los años ‘40 y ‘60 para marcar una presencia en la sociedad montevideana con espectáculos que trascendieron el mero ámbito balear. Se creó el sentimiento de una colectividad viviendo en un país que tenía una forma de ser diferente. En algún momento, según lo expresado por varios baleares, la trascendencia de esta colectividad fue tal que se contó con un órgano de prensa propio como lo fue la revista Baleares.
Por lo general los entrevistados están muy conformes, más allá de la nostalgia del pasado, con la decisión tomada en su momento de venir a América y con relación a los objetivos planteados al llegar al Uruguay. También con las oportunidades que se les presentaron y cómo las fueron aprovechando. Muchos han podido volver a su lugar de origen, ya sea pueblo, ciudad o comarca, reencontrándose con sus familiares en condiciones muy diferentes a aquéllas que lo vieron partir un día. No obstante casi todos, pero sobre todo "els vells", han expresado su voluntad de volver a las Islas por períodos más o menos largos para vivir una vez más o quizás por última vez en la que consideran su tierra, "Las Baleares".