XIII. De mujeres pobres a microempresarias: problemas a enfrentar
La precariedad del empleo, según Castel, ha reemplazado la estabilidad como régimen dominante de la organización del trabajo, generando así desocupación masiva e incertidumbre. La sociedad salarial había llegado a articular trabajo, protección y seguridad relativa, brindando al asalariado una renta, una identidad y el reconocimiento social. La precarización de las condiciones laborales deja a la persona librada a su suerte, consolidando un individualismo negativo. Castel describe este escenario en el que los individuos han sido despojados de sus marcas identitarias tradicionales, y en el que sus demandas no pueden ser totalmente cubiertas por un Estado en crisis.
En la provincia de Buenos Aires debido a las necesidades de la familia, ocasionadas por el desempleo permanente del jefe de hogar y/o su cónyuge, surge la microempresa como respuesta a su problemática. Se entiende que en personas de bajos recursos, la microempresa es un emprendimiento familiar y su dinámica está en estrecha relación al desenvolvimiento familiar. Sin embargo, la familia a partir de la microempresa sólo generará ingresos para su subsistencia. Por ese motivo, en general, el trabajo de la microempresa lo lleva adelante el núcleo familiar y sólo a veces con la ayuda de amigos o vecinos. El capital inicial para la microempresa proviene de ahorros, es decir, que para desarrollarse debe haber una inversión de trabajo constante por parte de la familia, que aumenta los lazos de dependencia. Esto conlleva a que la familia esté sometida a circunstancias que modifican los roles femeninos y masculinos, produciendo el deterioro de la pareja y disminuyendo la autoestima de todos los integrantes.
En la literatura sociológica se ha demostrado que la ausencia de contención social junto al no crecimiento económico llevan a la destrucción de la familia (Coraggio, 1995). La disolución del tejido social solidario perjudica la autoestima, y los mecanismos de socialización personales y comunitarios son los que afectan directamente a la dinámica familiar y por ende, al microemprendimiento. Por ese motivo, la metodología solidaria propuesta por las tres organizaciones estudiadas, intenta disminuir la situación planteada incentivando valores de ayuda mutua y generando una oportunidad a través del acceso al microcrédito.
La mayoría de las beneficiarias en dichas organizaciones son Jefas de Hogar de familias pobres, habitan en villas miserias, asentamientos o zonas populares. Las condiciones de vida son precarias y carecen de los recursos mínimos para asegurar la alimentación de su familia por más tiempo que unos pocos días. Por lo tanto, se encuentran en una situación extrema y deben generar rápidamente alguna fuente de ingreso. Mayoritariamente, las beneficiarias no tienen patrimonio, no cuentan con ningún capital inicial, pero, están obligadas a transformarse en microempresarias, bajo la coerción extrema de la necesidad de asegurar un ingreso mínimo de subsistencia para ella y su familia.
Las beneficiarias para iniciar una microempresa se enfrentan con la carencia de capital y de garantía real, enmarcadas dentro de un contexto de alto desempleo que lleva a necesidades apremiantes. "Era raro que se ofrezca un sistema sin pedir garantías" (Silvia de Villa Adelina). Otra carencia es la ausencia de formación empresarial, y la falta de tecnologías para crear una fuente de ingreso, y por lo general, muy pocas cuentan con antecedentes de haber vendido, fabricado o elaborado productos. En síntesis, las beneficiarias no poseen un perfil técnico competitivo, carecen de formación mercantil y no tienen experiencia administrativa suficiente.
"Desde que recibí el crédito yo trabajo todo el día. Llevo todo el material conmigo y cuando aparece un trabajo lo hago, no importa donde esté" (Mirta de Monte Chingolo). Las beneficiarias generan múltiples mecanismos para superar las diferencias con una empresa del mercado formal a partir de la autoexplotación o autoflexibilización, que se refiere a la ampliación de la jornada de trabajo donde no existe la jornada de ocho horas, en general, no tienen descanso, ni vacaciones y trabajan los días feriados. Por ende, hay una reducción del salario para superar la brecha de productividad y necesitan crear nuevas alternativas de trabajo, como el fraccionamiento de productos o brindar servicios diferenciados. Por otro lado, se enfrentan a riesgos operativos por la falta de herramientas propias y condiciones medioambientales poco adecuadas; y además, se encuentran con problemas inherentes al mercado informal, donde hacen evasión impositiva. "Con el negocio tenemos problemas porque vienen a pedirnos los papeles, pero la gente de la organización habló y nos permiten estar. Igual me da miedo" (Silvia de Villa Adelina).
Sostenemos que con el objeto de lograr una microempresa económicamente viable y financieramente sustentable se debe obtener eficiencia. Para ello, las beneficiarias necesitan: incrementar el ingreso para mejorar los precios, aprender nuevas técnicas productivas, acceder a programas de capacitación y asistencia técnica, mejorar la calidad de los productos para tener precios más competitivos, estar incorporadas a la economía de mercado y participar en redes de venta y compra eliminando intermediarios.
En líneas generales, los microemprendimientos de las beneficiarias de las tres organizaciones analizadas no han tenido un impacto relevante en la economía local y regional, porque están limitados a una economía de subsistencia y tienen poco alcance numérico. Es decir, son muy pocas las beneficiarias que a partir del desarrollo de sus microemprendimientos han mejorado las condiciones de vida significativamente.
Sin embargo, el éxito de la metodología solidaria no se manifiesta en el crecimiento económico de la microempresa, sino que aparece más marcadamente, durante la etapa de conformación grupal, donde las beneficiarias al ser parte de un grupo que las contiene, se sienten más seguras y con fortaleza para mejorar su situación de vida. "Ahora que estoy acompañada, es más fácil tomar decisiones y pregunto cada vez que tengo dudas. Me siento más segura." (Mirta de Monte Chingolo).
Paulo Freire enfatizó la necesidad de cambiar el enfoque de los pobres para que puedan salir de su aislamiento. Es decir, que lo importante es crear conciencia y motivación en las personas para que piensen en estar mejor y que tienen otras oportunidades en su vida. Una vez que las personas toman conciencia de las posibilidades para una vida mejor, tendrán un rol más activo para promover su propio desarrollo. Esto se comprueba en la implementación de la metodología solidaria, ya que a partir de la elaboración de los proyectos en forma compartida, las beneficiarias aumentan su autoestima y vislumbran la posibilidad de un futuro distinto. Los cambios se detectan rápidamente en el modo de vestirse y arreglarse, el asistir a las reuniones, en cumplir con lo pedido, en la risa y más tarde en una participación activa en la toma de decisiones.
La integración se consolida cuando las integrantes optan por un nombre para su grupo que las identifica y diferencia del resto y al redactar normas que fijan valores y acciones a ser cumplidas a través del esfuerzo propio. La unión, la ayuda mutua, el apoyo del grupo entre las integrantes produce bienestar y seguridad para enfrentar las dificultades diarias desde otra perspectiva. Por otro lado, se alcanza la cohesión cuando los miembros de un grupo comienzan a autoreferenciarse con la palabra "nosotras". Durante todo este período se demuestra un crecimiento individual y colectivo, que se mantiene hasta que todas las integrantes reciben el crédito.
Luego, la motivación inicial decae y las reuniones de centro pierden sentido. "Ya no hacen falta tantas reuniones como antes. Hay que trabajar más en la actividad" (Mirta de Monte Chingolo) y además aparecen cuestiones "Yo mando el dinero de la cuota y me quedo trabajando"" (Silvia de Villa Adelina). El desgano, en general, está asociado con un incremento económico escaso del microemprendimiento, y el asistir a las reuniones se traduce en una carga y se transforman en una obligación sólo para el pago de la cuota y que ya no reviste un interés personal. Cuando hay un aumento de ingresos a partir del microemprendimiento la actitud es distinta y se expresa "... me sirven para conocer a las otras integrantes... a preocuparme por ellas y ayudarlas, además de sentirme acompañada todo el tiempo" (Mirta de Monte Chingolo). Los pocos excedentes que obtienen, generalmente, se pierden en gastos familiares, y sólo algunas logran ahorrar y tener un panorama financiero global de su actividad.
Pese a que no son iguales en todas las organizaciones, en la mayoría los niveles de satisfacción de las beneficiarias con el sistema no correspondió a lo esperado. Las razones centrales se basan en solicitar una menor cantidad de reuniones obligatorias (que sean quincenales), que se otorguen créditos de montos más altos y que los grupos no tengan que conformarse de cinco personas.
Mayoritariamente las beneficiarias que permanecen en el sistema no corresponden al sector más necesitado del barrio, cuentan con una asignación del Estado o apoyo familiar, tienen un fuerte lazo con los OC, presentan una fuerte afinidad a la pertenencia grupal, no cuentan con otra alternativa válida y/o al concretar un microemprendimiento propio experimentan nuevas oportunidades, ya que "...el trabajo supera su condición subalterna y adquiere autonomía, pudiéndose desplegar por su intermedio aquellas cualidades de creatividad y desarrollo personal que son inherentes a su especial dignidad humana" (Razeto, 2002:7); lo que las insta a continuar para desarrollar sus potencialidades e iniciativas personales. Dichos aspectos son significativos en una evaluación sobre el impacto social de las actividades microcrediticias.
Consideramos que la disociación entre los logros sociales experimentados por las beneficiarias se opone con las expectativas puestas en los logros económicos de sus microemprendimientos lo que lleva a la decepción. Sumando a esto los requerimientos de la metodología solidaria mantener un grupo de cinco a lo largo del tiempo, pago al día de cuotas para renovar, asistencia a las reuniones para acceder a un crédito mayor son aspectos que influyen negativamente para retener a las beneficiarias dentro del sistema.