Proceso de ecologización y acción colectiva en la agricultura. El cooperativismo a la luz de las distintas experiencias de agricultura ecológica en Brasil y España

AUTORES: J.A. Costabeber (EMATER. Rio Grande do Sul. Brasil); F.E. Garrido (IESA-CSIC, Córdoba), E. Moyano (IESA-CSIC. Córdoba. España)

INTRODUCCION

Cuando se analizan los límites del modelo tecnológico heredado de la Revolución Verde, y se examinan las propuestas orientadas al desarrollo sostenible, se pone de manifiesto que la transición hacia una agricultura más respetuosa con el medio ambiente (transición agroecológica) no es un proceso unilineal, sino de múltiples dimensiones, lo que refleja la propia complejidad de la noción de sustentabilidad agraria en cuanto meta a ser alcanzada a medio y largo plazos.

Desde esta perspectiva, el proceso de transición agroecológica no puede ser comprendido a partir de una sola dimensión. Aunque la dimensión económica suele representar una categoría fundamental en los análisis teóricos y empíricos que tratan esta cuestión, aquí proponemos incluir otras dos dimensiones más: la medioambiental y la social, a fin de establecer un cuadro teórico para la comprensión de las razones y actitudes de los actores sociales que se involucran en procesos de cambio tecnológico y en formas asociativas dirigidas a la construcción y experimentación de estilos de agricultura con base "ecológica".

El objetivo de esta comunicación es analizar el proceso de introducción de prácticas de agricultura más sostenible en la agricultura, prestando una atención especial a las formas asociativas de tipo cooperativo como vía para favorecer dicho proceso. El análisis tomará como referencia dos investigaciones de tesis doctoral realizadas por los autores bajo la dirección del Dr. Moyano en el IESA-CSIC de Andalucía en las que se estudiaron estos temas en España (centrándose en la aplicación del programa agroambiental de la UE) y en la región brasileña de Rio Grande do Sul.

MARCO ANALITICO

Uno de los rasgos más significativos del proceso de introducción de prácticas agrarias más respetuosas con el medio ambiente es el papel que desempeñan las formas asociativas, de tal modo que puede afirmarse que la acción colectiva es un elemento fundamental para comprender la consolidación de nuevos estilos de agricultura. Este aspecto constituye una de las principales aportaciones de esta comunicación, por lo que nos ha parecido conveniente dedicar un apartado a analizar la convergencia entre la transición agroecológica —y dentro de ella, la ecologización de la agricultura— y los procesos de acción colectiva en la agricultura.

La multidimensionalidad del proceso de cambio: una aproximación teórica

Nuestro punto de partida es que el enfoque de la unidimensionalidad —que enfatiza la dimensión económica y que es tan frecuente en las explicaciones de los procesos de cambio en la agricultura en cuanto actividad orientada al mercado— es insuficiente para dar cuenta de la compleja y heterogénea realidad de la agricultura en cuanto espacio de producción y reproducción sociocultural, económica y ambiental. Por ello, adoptamos un enfoque multidimensional para referirnos a las dimensiones económica, social y medioambiental, enfoque que conformaría un marco teórico más idóneo para explicar las razones que mueven a algunos segmentos de la agricultura familiar a adherirse a procesos de cambio tecnológico y organizativo orientados a la ecologización de la agricultura. Desde esta óptica, adquiere relevancia una visión más amplia de la agricultura no sólo como espacio de transacciones económicas, sino también como escenario de actividades socio-culturales, interacciones ecológicas y relaciones medioambientales.

El Diagrama nº 1, que presentamos a continuación, representa de forma bastante esquemática nuestro modelo explicativo. Este modelo conjuga las dimensiones básicas que estarían determinando la búsqueda de alternativas por parte de aquellos segmentos de la agricultura familiar que se ven gradualmente sometidos a la presión del estancamiento económico (dimensión económica), de la exclusión social (dimensión social) y del deterioro del medio ambiente (dimensión medioambiental).

En este modelo, la transición agroecológica —en cuanto proceso social orientado a la obtención de niveles más equilibrados de productividad y equidad en la actividad agraria utilizando modelos más respetuosos con el medio ambiente— supone, pues, la consideración de las tres dimensiones articuladas entre sí, pero en constante proceso de adaptación y retroalimentación. Sus puntos de articulación funcionan unas veces favoreciendo el establecimiento de una relación armónica entre los propósitos y metas de las distintas dimensiones del proceso en curso, y otras veces como elementos de conflicto entre unas y otras. Por ejemplo, aunque el logro de mejores niveles de rentabilidad en la agricultura puede ser valorado en términos positivos desde el punto de vista económico, sus resultados ecológicos no necesariamente serán valorados positivamente en el caso de que ello determine nuevos deterioros en el agroecosistema. Asimismo, si se toman como referencia sólo los supuestos maximizadores implícitos en la racionalidad productiva dominante, objetivos como el respeto al medio ambiente y la mejora de la calidad de vida pueden resultar incompatibles con el objetivo de lograr el máximo de rentabilidad económica de la explotación agraria, provocando, en consecuencia, nuevas formas de agresión ambiental y de deterioro de las condiciones de vida en las comunidades rurales. En cualquier caso, el proceso de cambio estaría dirigido a la búsqueda de nuevos puntos de equilibrio entre dichas dimensiones, con el objetivo de superar la crisis afrontada por los agricultores. Esta crisis puede ser percibida tanto desde el punto de vista "económico", como "ecológico" o "social"; "combinadas dos a dos"; o "conjugadas las tres a la vez". Entre las alternativas elegidas, que variarán según la percepción de la "crisis" y según las posibilidades y limitaciones que tengan los agricultores en términos de recursos y apoyo externo, podría optarse por estilos de agricultura con "base ecológica", cuyo supuesto implícito principal sería su potencialidad para generar mayores niveles de sustentabilidad mediante la ecologización de las prácticas agrarias. Pero también, y como proceso que se manifiesta de modo casi paralelo al anterior, podrían desarrollarse estrategias de acción colectiva como forma de dinamizar y potenciar los recursos humanos, naturales y materiales existentes, posibilitando el avance del proceso de transición ecológica y la consolidación de nuevas formas de agricultura sostenible.

Diagrama nº 1. Las dimensiones del proceso de cambio

Como se puede observar en el Diagrama nº 2, el proceso de transición agroecológica —que se estaría manifestando mediante la ecologización de las prácticas agrarias— y el proceso de acción social colectiva —que se estaría caracterizando por la adhesión de sus actores sociales a proyectos colectivos en base a sus intereses, expectativas, creencias y valores compartidos—, podrían representar, en su conjunto, una alternativa para superar la "crisis socio-ambiental" percibida por los agricultores familiares.

Diagrama nº 2. La ecologización y la acción colectiva como procesos complementarios

El Cuadro nº 1 representa una síntesis de los fundamentos básicos de estos dos procesos respecto a las tres dimensiones consideradas como básicas para explicar la adhesión de los agricultores a formas de agricultura con base ecológica. A efectos analíticos, estas tres dimensiones pueden ser tratadas como "tipos ideales", en el sentido weberiano, cuyos elementos característicos se exponen a continuación.

Cuadro nº 1.Fundamentos básicos de la transición agroecológica y de la acción social colectiva desde la perspectiva multidimensional

Dimensiones

Ecologización

Acción colectiva

Económica

Lucha contra el estancamiento y la marginación económica

Incorporación e intensificación tecnológica vía implementación de estilos alternativos de producción ahorradores de capital.

Estrategias para incrementar y diversificar las rentas agrarias vía organización de la producción y conquista de mercados alternativos.

Social

Lucha contra la exclusión social y la pérdida de la calidad de vida

Incremento de la calidad de vida mediante la producción de alimentos sanos y la mejora de las condiciones de trabajo y de salud.

Estrategias para la inclusión social y derecho a la participación ciudadana en la construcción de alternativas orientadas a las necesidades locales.

Medioambiental

Lucha contra el deterioro medio-ambiental y la pérdida de la capacidad productiva del agro-ecosistema

Recuperación de la capacidad productiva de los agroecosistemas a través de la adopción de métodos y técnicas más sanos ecológicamente.

Estrategias para el intercambio de experiencias y generación de conocimientos aplicados al perfeccionamiento del proceso productivo.

a) Una dimensión económica, determinada por la resistencia de los pequeños agricultores y sus familias al estancamiento y marginación económica a que se ven sometidos bajo el avance del proceso de acumulación capitalista en la agricultura, proceso éste selectivo y excluyente y que genera un desarrollo desigual de las oportunidades de participación en las bondades de las tecnologías agrícolas intensivas. En primer lugar, es necesario tener en cuenta que la agricultura como actividad económica orientada al mercado está inserta en una dinámica que privilegia el uso de recursos naturales hacia la maximización de su valor de cambio, lo que suele dificultar o impedir el uso planificado de los agroecosistemas de manera que puedan atender otros valores orientados a la preservación del medio ambiente, a la mejora de la calidad de vida o a la equidad social. Las contradicciones que se generan entre los objetivos económicos y las necesidades de renovación agroecosistémica ponen en riesgo el mantenimiento de los niveles de producción de biomasa a través del tiempo, así como su distribución equitativa intra e intergeneracional. Es decir, la racionalidad instrumental —que se establece en base a supuestos netamente economicistas— se sobrepone a la racionalidad sustantiva, portadora de valores que van más allá de la mera apropiación de la naturaleza como forma de acumulación de capital.

La dimensión económica, pues, adquiere notable relevancia a la hora de explicar la intensificación y la incorporación tecnológica, ya que los actores sociales involucrados en la lógica de mercado son inducidos a maximizar sus beneficios económicos como forma de mantenerse en el negocio. El treadmill of technology de Cochrane sería ilustrativo de esta dinámica de cambio tecnológico impuesta a los agricultores desde la perspectiva económica, una dinámica que no tiene en cuenta si los procesos productivos son o no ahorradores de recursos naturales, si deterioran o no el medio ambiente, y si causan o no desequilibrios sociales y pérdida de calidad de vida en las comunidades rurales.

Por otra parte, sería la percepción misma de las dificultades económicas y financieras para seguir el ritmo marcado por estos avances tecnológicos lo que podría explicar la opción por un "nuevo" patrón tecnológico por parte de los agricultores. En el centro del proceso de ecologización, desde la dimensión económica, estaría, por tanto, la incorporación e intensificación tecnológica vía adopción de estilos alternativos de producción agraria ahorradores de capital y energía, abriendo paso, pues, a la implementación de una agricultura con base ecológica.

Paralelamente al proceso de ecologización se genera un proceso de acción colectiva, a través del cual los actores sociales identifican sus intereses, necesidades y expectativas comunes respecto al desarrollo de las alternativas elegidas. En este caso, la elaboración y la puesta en práctica de estrategias colectivas dirigidas al incremento de la renta agraria —vía la organización de la producción y la conquista de mercados alternativos, por ejemplo— constituirían el fundamento principal en la lucha de los agricultores para superar el estancamiento y la marginación económica a que estarían sometidos.

b) Una dimensión social, caracterizada por la resistencia de los pequeños agricultores ante el proceso de exclusión social que experimentan bajo el avance del proceso de acumulación capitalista en la agricultura. Esta lucha incluiría también la búsqueda de mejores niveles de calidad de vida y de trabajo, mediante la producción y consumo de alimentos más sanos, lo que comporta la eliminación del uso de insumos agrotóxicos en el proceso productivo agrícola. En efecto, si se considera que el patrimonio de recursos naturales existentes en la biosfera —insumos energéticos, biodiversidad, suelos, agua, aire— está formado por bienes públicos a disposición de la humanidad para su desarrollo y evolución, su apropiación privada generaría externalidades que serán socialmente compartidas. Por una parte, las externalidades negativas, tan comunes en esas transacciones económico-ecológicas, suelen ser la contaminación del medio ambiente, la concentración de la posesión de la tierra, la pérdida de la calidad de los alimentos, la destrucción de las culturas locales, y la exclusión socioeconómica de las capas sociales menos favorecidas por los patrones de producción y consumo dominantes. Por otra parte, las externalidades serían también la pérdida de importancia de valores sustantivos (éticos, morales, culturales, estéticos, religiosos) capaces de contribuir a la conformación de nuevos patrones sustentables de relación hombre-naturaleza en la agricultura, no sólo como negocio, sino como espacio de reproducción sociocultural y relaciones medioambientales. La tecnología agraria convencional, en cuanto materialización de la ciencia que representa la racionalidad instrumental desde la óptica de la acumulación de capital, pasa a constituir, por un lado, una fuente generadora de ingresos y rentas para aquellos agricultores que reúnen las condiciones para su adopción, al menos cuando se consideran los resultados económicos de corto plazo sin la debida consideración de los efectos ecológicos y sociales de mediano o largo plazos. Pero, por otro lado, esa misma tecnología también constituye una fuente generadora de desigualdades sociales al no ser accesible a una gran masa de agricultores con menos recursos o poco motivados y preparados para insertarse en la "espiral tecnológica" con la velocidad y la dinámica por ésta exigidas.

En este contexto, es la percepción misma de las externalidades y sus consecuencias negativas sobre las oportunidades de reproducción económica y de participación social, así como sobre la calidad de vida y las condiciones de trabajo de estos agricultores, lo que podría generar actitudes favorables a un cambio en sus orientaciones tecnológicas y formas organizativas. Puede, por tanto, señalarse que determinados segmentos de la agricultura familiar, menos integrados en los circuitos agroindustriales y comerciales y con menor nivel de intensificación tecnológica en el proceso productivo, podrán asignar distintos valores a determinados bienes y servicios proporcionados por la naturaleza, valores éstos que no necesariamente estarán en concordancia con la racionalidad instrumental que determina las formas de uso y explotación de los recursos naturales y la incorporación tecnológica dominante en los procesos productivos agrarios.

Efectivamente, el proceso de ecologización, cuando es observado desde la dimensión social, puede explicarse a partir de una mayor valoración por parte del agricultor de ciertos beneficios materiales y no materiales, tales como la mejora de la salud vía producción y consumo de alimentos exentos de contaminantes químicos, así como la propia mejora de las condiciones de trabajo mediante la reducción o eliminación del uso de productos agrotóxicos en el proceso productivo. Es un proceso que puede también ofrecer beneficios sociales más amplios al conjunto de la sociedad, como sería la oferta de estos productos sanos a los consumidores. Es evidente que estos cambios sólo son posibles sobre la base de una racionalidad sustantiva y no instrumental por parte del agricultor, al aceptar utilizar alternativas tecnológicas que no son capaces de asegurar los mismos niveles de producción y productividad alcanzados vía el modelo agroquímico dominante, lo que supone asumir riesgos económicos en la utilización de dichas alternativas.

La dimensión social contempla también un proceso de acción colectiva de carácter identitario, a través del cual los actores establecen relaciones de interés común en aras de buscar el reconocimiento y la inclusión social y la construcción de alternativas orientadas a la resolución de sus propios problemas. Como ejemplo de ello, estaría la conquista de oportunidades para expresar sus puntos de vista, deseos, creencias y expectativas en torno a su futuro como agricultor y ciudadano. En síntesis, la satisfacción y la realización personal como ganancia derivada de la participación ciudadana en la discusión, planificación y experimentación de alternativas —sean las de aplicación individual o colectiva, sean las de naturaleza tecnológica u organizativa—, podrían representar una importante razón social para ciertos tipos de cambio por parte de los agricultores.

c) Una dimensión medioambiental, representada por la lucha de los actores locales contra la degradación del medio ambiente, así como contra la pérdida de la capacidad productiva de los ecosistemas utilizados para fines agrícolas. Es necesario tener en cuenta que, desde una perspectiva ambiental, la agricultura familiar —en cuanto actividad de naturaleza socioecológica— supone también la movilización de una mayor diversidad de recursos naturales y humanos, promoviendo y abriendo espacio para un mayor protagonismo y participación de sus actores locales en la generación de alternativas y en la búsqueda de soluciones tecnológicas y organizativas sobre la base de las necesidades, capacidades, potencialidades y limitaciones humanas, materiales y naturales.

En el centro de la dimensión medioambiental, y desde la perspectiva del proceso de ecologización, estaría el objetivo de recuperar y mantener la capacidad productiva de los agroecosistemas a través de la adopción de métodos, técnicas y procesos de producción ecológicamente más sanos. Su fundamento esencial sería la opción por un nuevo estilo de agricultura, donde destaca su "base ecológica" como supuesto de partida para el alcance de mayores niveles de sustentabilidad. La artificialización en base a insumos químicos de origen industrial pasa a ser sustituida por la noción de potenciación del uso de recursos naturales localmente existentes, en una nueva conjugación y combinación de insumos y productos en la agricultura, lo que supone también la necesidad de nuevos conocimientos y experiencias aplicadas a ecosistemas específicos.

Bajo la perspectiva del proceso de acción colectiva, las acciones concertadas por los actores locales para el manejo ecológico de los recursos naturales podrán ser entendidas como una estrategia de enfrentamiento con las actuales tendencias a la homogeneización y centralización productiva, buscando a partir de ello un nuevo punto de equilibrio ambiental mediante la ampliación de las posibilidades de participación en el ámbito local y regional. Entre las estrategias elegidas destacarían las acciones colectivas para fortalecer el proceso de intercambio de experiencias de naturaleza ecológico-ambiental entre los agricultores y entre éstos y los agentes mediadores del proceso de cambio tecnológico y organizativo. Así, desde la perspectiva del manejo sostenible de los recursos naturales, los actores sociales estarían involucrados en una nueva dinámica —ahora de carácter participativo— orientada a la generación y construcción social de conocimientos y tecnologías, cuyo fundamento sería el propio perfeccionamiento del proceso de producción agraria con base ecológica. Dicho en otras palabras, la producción y socialización de informaciones y conocimientos se presentarían como elementos con potencialidad para apoyar el desarrollo del proceso de ecologización de la agricultura, o sea, la recuperación y el mantenimiento de la capacidad productiva del agroecosistema sobre la base de una orientación de naturaleza ecológica.

LA ACCIÓN COLECTIVA COMO "MOTOR" DE LA TRANSICIÓN AGRO-ECOLÓGICA

Antes que un proceso autónomo, endógeno o espontáneo, la transición agroecológica supondría, primeramente, la adhesión de los agricultores a las propuestas de extensionistas del servicio público o de otras instituciones vinculadas con el medio rural (en el caso de Brasil, el papel de las ONGs en este sentido es muy relevante), generando expectativas y originando experiencias dirigidas a la puesta en práctica de métodos, técnicas o estilos de producción agraria que huyen del patrón de desarrollo tecnológico dominante. Aunque estas manifestaciones de adhesión no siempre se dan a partir de estructuras organizativas consolidadas, sí que suelen venir acompañadas de interacción social, donde la intervención de líderes de opinión ("policy enterpreneurs" para usar la terminología olsoniana) también sufre un primer proceso de filtración por parte de los actores sociales sometidos a dicha intervención.

En un segundo momento, a partir de los análisis y diagnósticos sobre las posibilidades y límites para el desarrollo de las propuestas hacia el cambio en las estrategias tecnológicas y productivas, la dispersión de los agricultores —en cuanto actores sociales involucrados en una actividad atomizada como es la agricultura— tiende a ser sustituida por la idea de agrupación en cuanto estrategia para apoyar actividades y acciones fundamentales, pero no siempre alcanzables por la actuación individualizada de los actores sociales.

Nuestro argumento es que, si bien el comienzo de la transición agroecológica depende mucho más de acciones aisladas de individuos con actitudes favorables al cambio, su consolidación como proceso de ecologización genera paralelamente nuevos desafíos e incertidumbres sobre sus consecuencias y resultados futuros, originando, a partir de ello, la necesidad y la pertinencia de abordar de forma colectiva los nuevos retos que se establecen. La acción colectiva y las estrategias asociativas no sólo son resultados de este proceso, sino que inciden y afectan a su desarrollo y evolución. Las acciones sociales colectivas son, pues, el resultado y la causa a la vez del proceso de transición hacia una agricultura con base ecológica.

Es decir, los agricultores que se adhieren a las propuestas de agricultura con base ecológica se ven en la necesidad de articular sus intereses particulares mediante estrategias de acción colectiva. Estas acciones de tipo colectivo inciden —dependiendo de su éxito y de la capacidad de los empresarios políticos— en la propia determinación de los agricultores de perfeccionar su labor y buscar los instrumentos y apoyos para seguir adelante con sus proyectos de ecologización de las prácticas agrarias. El proceso de acción social colectiva se transforma, así, de "consecuencia" a "motor" de la transición agroecológica, dependiendo de su éxito el logro de resultados económicos, sociales y medioambientales que aseguren la continuidad del proceso de ecologización.

De lo expuesto hasta aquí, hay que retener que, en determinadas circunstancias socioeconómicas y ambientales, estos dos procesos —la ecologización y la acción colectiva— pueden resultar en una interacción positiva y necesaria para orientar la búsqueda y la construcción de una alternativa superadora de la actual crisis agro-ambiental. Esta crisis, percibida en diferentes grados de intensidad y desde diversas perspectivas por los actores sociales por ella afectados, estaría proporcionando el fermento para la elaboración de nuevas estrategias por parte de los agricultores familiares, cuyos objetivos serían los siguientes: asegurar mayores grados de autonomía respecto al proceso productivo; diversificar y ampliar las rentas agrarias; ofrecer la posibilidad de participar en la generación y socialización de tecnologías y conocimientos; aumentar la calidad de vida y mejorar las condiciones de trabajo; y recuperar y preservar los recursos ambientales, como forma de ampliar sus espacios de producción y reproducción social y económica desde una perspectiva de gestión sostenible de los agroecosistemas.

En cualquier caso, la interacción del proceso de ecologización y del proceso de acción social colectiva expresaría la búsqueda y el deseo de construcción de una alternativa tecnológica y organizativa que sea capaz de superar dicha crisis socio-ambiental que afecta y pone en riesgo la continuidad de la reproducción socio-económica de aquellos segmentos de la agricultura familiar que no quieren o ya no pueden seguir o ingresar en el proceso de modernización agraria según el patrón convencional de intensificación tecnológica.