Cubiertas vegetales para un viñedo ecológico en zonas semiáridas
A.J. Hernández; (*); C. Lacasta (**) y J. Pastor (***)
(*) Departamento Interuniversitario de Ecología, Sección de la Universidad de Alcalá. E-mail: anaj.hernandez@alcala.es. (**) CSIC. Centro de Ciencias Medioambientales, Finca Experimental de "La Higueruela", 45530 Santa Olalla. Toledo. E-mail: csic@infonegocio.com. (***) CSIC. Centro de Ciencias Medioambientales, Departamento de Biología Ambiental, 28006 Madrid. E-mail: jpastor@ccma.csic.es.
Resumen
Se presenta un ensayo llevado a cabo en un viñedo localizado en la provincia de Toledo. El principal objetivo es evaluar algunas prácticas culturales para el establecimiento de un viñedo ecológico en un clima semiárido. El diseño experimental contempla parcelas sembradas con una mezcla de tres ecotipos de trébol subterráneo, parcelas labradas con enterramiento de sarmiento picado y otras en las que crece la vegetación autóctona que se controla mediante siegas periódicas. Además, se han dispuesto otras parcelas con prácticas de no-laboreo y uso de herbicidas junto al laboreo habitual en los viñedos del territorio centro peninsular. Los resultados obtenidos mediante la siembra del trébol y la evolución de la vegetación arvense durante los cuatro años del experimento, se revelan interesantes al ser comparados los resultados obtenidos, a nivel del perfil hídrico del suelo para años con distinta pluviometria, porcentajes de cobertura vegetal y producción de uva. Aunque aún no existen diferencias significativas en la evolución de la fertilidad del suelo, se observan tendencias positivas al respecto. La persistencia del trébol sembrado, así como a la aparición de otras leguminosas, nos han determinado a seguir manejando así estas cubiertas ya que además de amortiguar la erosión, aportan una fertilización nitrogenada no exógena al sistema. Aunque las producciones de uva son menores a las obtenidas mediante laboreo convencional.
Palabras-clave: Variedad garnacha, vegetación autóctona, tréboles subterráneos, fertilidad del suelo
Introducción
Castilla-La Mancha es la región vitícola más importante de España y más extensa del mundo, con una superficie de más de 700.000 ha. La dureza del clima incide negativamente en los rendimientos, uno de los más bajos de la Unión Europea. Sin embargo, la alta insolación, la poda de formación en vaso bajo, la amplitud del marco de plantación, la baja eficiencia de los abonos químicos (Diez, 1986) y la poca incidencia de plagas y enfermedades (Arias et al., 1997), son factores positivos para la obtención de vinos de calidad y ecológicos.
El manejo tradicional de la viña en los sistemas semiáridos, extrae toda la biomasa producida por el sistema: la uva como producto económico, los sarmientos como residuo y las plantas herbáceas al ser consideradas como plantas competitivas para la viña son eliminadas prácticamente en estado de plántula. Con este manejo se obtiene un balance energético negativo ya que es extraída toda la energía acumulada en el cultivo y además no se permite la posibilidad de que se fije en las plantas herbáceas acompañantes del cultivo. Este proceso lleva inexorablemente a una degradación de este agrosistema que para mantenerlo necesita el aporte de residuos orgánicos externos (Lacasta, 1995).
Por otra parte, los cultivos leñosos sufren problemas de erosión de forma mucho más grave que los herbáceos. Este hecho es particularmente grave en condiciones de secano, donde tradicionalmente se eliminan la flora herbácea muy pronto y se mantiene el suelo desnudo, para limitar la competencia por agua. Si bien las técnicas del mínimo laboreo y no-laboreo, permiten paliar el problema, aunque el suelo permanezca sin protección, no consiguen aumentar suficientemente la velocidad de infiltración del agua debido al endurecimiento del mismo. Como consecuencia, tras unas lluvias intensas, se producen cárcavas a veces demasiado profundas que llegan a impedir el tránsito de la maquinaria. De ahí, el utilizar cubiertas vivas como método para luchar contra la erosión. Las raíces de las plantas que forman la cubierta vegetal, mullen el suelo, constituyen un fuerte entramado de sujeción, al mismo tiempo que proporcionan canales de infiltración para el agua cuando mueren. Por otro lado, la parte aérea protege el suelo e impide el impacto directo de las gotas de lluvia, evitando su degradación, constituyendo, además, un entramado que reduce la velocidad del agua en caso de que se produzca escorrentía.
Las cubiertas vegetales en la viña es una técnica muy empleada desde antiguo en zonas de pluviometría elevada y especialmente en viñedo con pendiente (Lisa, 1995), mientras que en zonas de baja pluviosidad, es conocido el efecto depresivo sobre la vegetación ya que puede ser negativo sobre la producción (Zaragoza y Delgado, 1996). Sin embargo, las cubiertas vegetales cumplen su función siempre que su periodo de crecimiento sea en invierno y primavera, ya que la competencia por el agua es prácticamente nula; hasta el cuajado del fruto, la vid necesita sólo unos 30 l/m2 para cubrir sus necesidades hídricas (Lissarrague, 1997). La cuestión está en conseguir que la cubierta vegetal permita dejar el suelo a partir del cuajado en las mismas condiciones hídricas que aquellos que han sido labrados, con lo que bien manejada, permitirá luchar contra la erosión, y aumentar los niveles de materia orgánica y de nitrógeno en caso de utilizar leguminosas (Legasa, 1994). Si además le acompañamos con enterramiento de sarmientos equilibraremos el balance energético. Todo ello ha constituido el objetivo de la investigación cuyos resultados exponemos a continuación.
Material y Métodos
Localización del viñedo: El viñedo estudiado se encuentra en la Finca Experimental de La Higueruela CSIC ( Sta. Olalla, Toledo ) y se ubica en la zona de denominación de orígen Méntrida. Está situado en un territorio de carácter semiárido , tiene una extensión de 4 ha y las características generales se encuentran en el trabajo de Hernández et al. ( 1997).
Estudios previos al planteamiento: Dos cuestiones fueron estudiadas previamente, por un lado, el efecto del clima y por otro, el efecto de las labores que se venían realizando en este cultivo.
Cuando analizamos los datos meteorológicos y los relacionamos con las producciones medias de la viña de la finca, observamos (Tabla 1), que con precipitaciones de 350 mm anuales (91-92) las producciones de la uva pueden llegar a 9.000 kg/ha y que precipitaciones de otoño-invierno de 160 mm son suficientes para cubrir las necesidades hídricas de otoño e invierno (flora arvense y reservas hídricas del suelo). Sólo un año (82-83) de los 16 años estudiados, la precipitación de otoño e invierno fue inferior a los 160 mm. En primavera-verano, precipitaciones de 100 mm. (89-90) son suficientes para superar el 6.000 kg. uva/ha. Podemos deducir que el efecto depresivo por agua que una cubierta vegetal de otoño e invierno puede producir sobre la vid seria de 1 por cada 8 años. Las posibilidades de que el año con problemas de sequía coincida con otro factor limitante de producción como heladas de primavera (1 de cada 4 años), granizo (1 de cada 10 años) y corrimiento de flor (1 de cada 5 años), son tan altas que hacen que el problema de competencias por agua quede enmascarado, ya que estos accidentes meteorológicos producen unas perdidas medias de un 50 % de la producción, o bien quedaría reducido a 1 de cada 16 años que la cubierta vegetal de otoño e invierno produjera problemas hídricos a la viña.
La cubierta vegetal permanente en la viña de secano, obliga que las precipitaciones de los meses de abril y mayo sean suficientes para cubrir las necesidades de evapotranspiración de la cubierta herbácea, del cultivo y que dejen en el suelo una humedad equiparable a aquellos manejos que el suelo no tiene cobertura vegetal. Nuestra hipótesis de salida era que las precipitaciones de los dos meses deberían superar los 100 mm. y estas condiciones se daban sólo el 50 % de los años (Tabla 1), pero no sabíamos cuál iba ser el comportamiento de la viña y si las perdidas de cosecha podrían asumirse.
En los ensayos que se vienen realizando sobre control de maleza en viña (Tabla 2), con laboreo mecánico (Tratamiento convencional) frente al control químico (No laboreo), lo primero que observamos en la media de las producciones es que el laboreo mecánico produce unos 500 kg/ha/año (10 %) más que el laboreo químico a pesar que la humedad del suelo durante todo el ciclo vegetativo de la viña era semejante en ambos tratamientos, lo que nos permitiría deducir un posible efecto beneficioso de la oxigenación del suelo, pero cuando lo analizamos por año se comprueba que dos de los ocho años da diferencias significativas a favor del No laboreo dos a favor del laboreo mecánico y en cuatro no hay diferencias significativas, lo que nos indica que no hay una relación unívoca por uno de los tratamientos.
Tabla 1.-Analisis de la pluviometría y producción de la variedad Garnacha
Pluviometría en mm | ||||||
Año | Anual | Sep. | Abril | Junio | Kg/ha | Incidentes por factores climatológicos |
80-81 | 342 | 169 | 121 | 52 | 8.109 | |
81-82 | 358 | 257 | 57 | 44 | 4.366 | Helada primavera |
82-83 | 242 | 129 | 78 | 35 | 2.908 | Sequía |
83-84 | 481 | 312 | 119 | 50 | 2.451 | Corrimiento de flor (9,1 mm el 3-VI) |
84-85 | 458 | 352 | 103 | 3 | 5.663 | |
85-86 | 308 | 255 | 42 | 11 | 2.964 | Helada primavera (-5,5 y -4 ºC 9 y13 IV) |
86-87 | 509 | 340 | 105 | 64 | 9.705 | |
87-88 | 610 | 348 | 111 | 151 | 0 | Mildium |
88-89 | 307 | 183 | 86 | 38 | 4.594 | Sequía |
89-90 | 543 | 443 | 58 | 42 | 6.260 | |
90-91 | 432 | 349 | 75 | 8 | 6.031 | |
91-92 | 358 | 160 | 116 | 82 | 8.887 | |
92-93 | 413 | 208 | 113 | 92 | 3.955 | Corrimiento de flor (55 y 19 mm 5 y 9 -VI) |
93-94 | 454 | 322 | 122 | 10 | 3.204 | Helada -(1,5º C el16-IV) |
94-95 | 275 | 197 | 30 | 48 | 712 | Helada (-3º C el 25-IV) |
95-96 | 535 | 403 | 119 | 13 | 4.102 | Granizo (25,8 mm el 9-V) |
Media |
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Al analizar las causas del diferente comportamiento de las labores con respecto a las producciones de uva, comprobamos que cuando las diferencias están a favor del No laboreo (93-94 y 94-95) han sido años de heladas de primavera que con la disminución de numero de macroporos en las parcelas no labradas frente a las labradas se limita el intercambio gaseoso y, por tanto, la perdida del aire caliente y su posterior ocupación por el aire frío (helada de inversión) siendo menor el tiempo de exposición de las yemas a las bajas temperaturas. Este fenómeno fue muy marcado el año 94-95, donde todas las yemas de las vides sometidas a laboreo se helaron mientras las que no tenían labor sólo fueron dañadas un 43 %, ello como es lógico repercutió en la producción. Los años que el "No laboreo" ha producido menos fue los años 92-93 y 96-97 por corrimiento de flor, por estar estos años las cepas más adelantadas con respecto a las vides labradas, debido a que la poda se realizó un mes antes en el tratamiento de no laboreo, ya que en las parcelas de laboreo no se podía entrar, por tener el suelo exceso de humedad. Sin obtener conclusiones determinantes estos resultados nos permitían deducir que el no labrar la viña no tenia porque ser una causa que perjudicara el establecimiento de cubiertas vegetales sino por el contrario, estas podrían cumplir también la función de paliar los daños por helada, ya que no debemos olvidar que este es el primer factor limitante de producción en los climas semiáridos
Tabla 2.- Producción de uva en función del laboreo
Tratamientos | 91-92 | 92-93 | 93-94 | 94-95 | 95-96 | 96-97 | 97-98 | 98-99 | Media |
Labrado | 7750 a | 5160 a | 4360 b | 1860 b | 3940 a | 8887 a | 3784 a | 8110 a | 5.479 |
No labrado | 8550 a | 4260 b | 5380 a | 3950 a | 3130 a | 4760 b | 2944 a | 6810 a | 4.973 |
Los valores seguidos por distinta letra en un mismo año difieren significativamente (P<0.05 ; test Tukey)
Diseño experimental: Es de bloques al azar con cinco variables y tres replicaciones. Las parcelas son de 51*3m que corresponden a 17 cepas a un marco de 3*3m. El nº total de parcelas es de 15 y los tratamientos han sido: convencional (con labores); No laboreo (utilización de herbicidas para el control de las "malas hierbas"); "cubierta vegetal con manejo de "malas hierbas"; cubierta vegetal con tréboles subterráneos y convencional con enterrado de los restos de poda previamente picados. Los tréboles subterráneos corresponden a cultivares Nungarin, Daliak y Esperance. Fueron elegidos por el carácter temprano y medio de los mismos a fin de no competir con el agua en los momentos importantes para la viña.
Los resultados de producción y humedad de suelo fueron sometidos a un análisis de la varianza y las diferencias entre tratamientos fueron separadas por medio del test de Tukey a un nivel de probabilidad de P>0,05.
Operaciones de cultivo: Se utiliza un manejo ecológico en todas las parcelas a excepción del tratamiento No laboreo que se utiliza una mezcla de herbicidas (simacina 1 kg/ha + diuron 1,5 kg/ha + glifosato 720 cc/ha), para el control de la flora arvense. La aplicación de los herbicidas se realiza entre finales del mes de febrero y principios de marzo para conseguir que el cultivo, en el momento de la brotación, disponga en el suelo del máximo de las reservas hídricas y permita un pequeño recubrimiento del suelo durante el resto del año de necromasa vegetal herbácea. En el tratamiento convencional con laboreo, la eliminación de la flora arvense se realiza de forma mecánica, la primera labor coincide en el tiempo con el momento de la aplicación de los herbicidas en el tratamiento de No laboreo, las siguientes labores dependerán de la marcha pluviométrica del año, pero lo normal es que sé dé una segunda labor en el mes de abril, una tercera en el mes de mayo y una cuarta en el mes de junio. Si el verano es lluvioso se dará una quinta o sexta labor.
A las cubiertas permanentes de flora autóctona y de tréboles se las somete a varios pases de desbrozador mecánico y a una altura del suelo entre 2 y 3 cm, se dan normalmente tres pases que coinciden con las tres primeras labores (marzo, abril y mayo), después la falta de agua hace que la cubierta permanezca seca e innecesaria su cuidado. Este manejo favorece lógicamente a las hierbas de maduración temprana y a las rastreras. La poda se realiza en el mes de febrero. Los tratamientos fitosanitarios se limitan al control del oidio con dos tratamientos de azufre mojable uno en el mes de mayo antes de la floración y otro después en el mes de junio. La recolección se realiza en el mes de septiembre de forma manual.
Muestreo: Para el estudio del perfil de humedad se hizo un seguimiento de la humedad del suelo mensual y a tres profundidades, 0-20 cm, 20-40 cm y 40-60 cm. La toma de muestras se realizo con sonda manual de 2,2 cm de diámetro, se tomó una muestra media por parcela y dentro de cada punto a tres profundidades, se pesan en húmedo y a continuación se desecan en una estufa a 105 ºC durante 48 horas, al cabo de las cuales se pesan en seco. Los resultados se expresan en % de contenido de humedad en peso de suelo seco.
Para el seguimiento de la flora arvense se realiza un inventario completo en cada parcela en la primavera de cada año, así como una medida del recubrimiento de cada especie como estimación de la abundancia de la misma. Para conocer la producción de biomasa producida por las distintas cubiertas se toman en cada parcela cuatro aros de 0,25 m2 en el mes de mayo.
Para los análisis químicos del suelo se tomaron tres muestras por parcela de la capa superficial ( 0-20 cm) y las determinaciones se realizan según Hernández y Pastor (1989)
Resultados y discusión
Meteorología: Siguiendo el estudio iniciado en el que comparábamos los factores meteorológicos con las producciones obtenidas en la viña de la finca (con manejo convencional) observamos (Tabla 3) que se mantienen no sólo los resultados obtenidos anteriormente sino que podemos ajustarlos más, antes decíamos que con precipitaciones en primavera verano de 100 mm se podían superar los 6000 kg/ha, ahora podemos decir que con menos de 90 mm (98-99) se puede superar los 7.000 kg/ha. Esto pone de manifiesto la poca agua que la viña necesita para obtener rendimientos interesantes, años secos como el 80-81 con una precipitación anual de 342 mm, 91-92 con una precipitación de 358 mm, y el año 98-99 con 292 mm, han producido alrededor de 8.000 kg de uva garnacha/ha, un 50% más que la media de los 20 años estudiados, en el que a pluviometría media fue superior a estos años. Una vez más nos indica que los factores limitantes de la producción de la viña, son otros factores meteorológicos, como las heladas de primavera y las lluvias intensas en el momento de la floración. Otro resultado que se obtiene de observar dicha tabla, es que si la hipótesis de partida era correcta, el año seco (98-99), con una precipitación en el mes de abril y mayo inferior a 100 mm debería presentar problemas para mantener la cubierta vegetal viva.
Tabla 3.-Análisis de la pluviometría y producción de la variedad Garnacha
Pluviometría l/m2 | ||||||
Año | Anual | Sep. | Abril | Junio | kg/ha | Incidentes por factores climatológicos |
96-97 | 573 | 413 | 117 | 43 | 8.287 | |
97-98 | 637 | 460 | 158 | 19 | 5.601 | Corrimiento de flor |
98-99 | 292 | 203 | 78 | 11 | 7.736 | |
99-00 | 436 | 278 | 156 | 2 |
Evolución de la humedad del suelo: En un estudio sobre las características físicas de este suelo (Lacasta et al, 1988) y para una profundidad de 0 a 110 cm, se obtenía un valor de agua útil de 68,5 l/m2 que variaba entre el 2 % y el 5 %, dependiendo de la profundidad, la cual estaba relacionada con la cantidad de arcilla, la capacidad de campo está comprendida entre 4,4 y 17,7 % y el punto de marchitamiento entre 2,4 y 12,8%. Por otro lado la vid precisa unos 500 litros de agua para la formación de 1 kg de materia seca; si tenemos en cuenta que un viñedo de la variedad Garnacha en la zona de estudio alcanza una producción total de materia fresca de 10.000 a 20.000 kg/ha, lo que representa entre 2.500 a 5.000 kg/ha de materia seca total, repartido en hojas del 15 – 20 %, sarmientos 15 – 20 % crecimiento de raíces y tronco 5 –10 % y racimos 35 – 50 % (Lissarrague, 1997). Para una situación media vendría a suponer unos consumos netos de alrededor de 1.500 - 2.000 m3/ha y año, o sea, 150 - 200 mm.
El consumo hídrico de la vid a lo largo del año no es uniforme, ya que depende de las condiciones climáticas que evolucionan con las fases del ciclo vegetativo en las que se modifica la superficie foliar transpirante, el sistema radicular, el consumo de los racimos, etc. Y por tanto las exigencias. El consumo estacional se estima que es del siguiente orden: 2% periodo invernal, 10% brotación a cuajado, 43 % cuajado a envero y 45 % de envero a caída de la hoja (Lissarrague, 1997). A medida que la disponibilidad de agua en el suelo se reduce como consecuencia del consumo, las vides reducen la actividad fisiológica de su superficie foliar y por tanto su productividad (Bartolomé et al., 1996). La transpiración proporciona la mayor contribución a las fuerzas necesarias para la absorción del agua, el desequilibrio entre la absorción de agua esta limitado por el almacenamiento de agua en la planta, que en el caso de la viña es superior a las tasas mayores de transpiración de 5,9 mm. (Lissarrague, 1997).
Cuando se inician las precipitaciones después del estío la cubierta vegetal muestra una mejor infiltración (Fig. 1), después la producción de biomasa de la cubierta, hace que durante el invierno y primavera las reservas hídricas del suelo estén siempre por debajo, un 2% menos de humedad, que traducido a litros por metro cuadrado supone unos 20 litros de agua/m2. Durante el periodo de enero que es cuando las reservas hídricas llegan a su máximo y el mes de mayo, el perfil de humedad del suelo prácticamente se mantiene constante, produciéndose el descenso de las reservas en el cultivo de la viña no sólo consume casi todas las reservas, sino las precipitaciones de primavera. Pasando desde el cuajado a la maduración que es cuando más agua necesita, 85 % de todas las necesidades, prácticamente sin agua.
Fig. 1.- Evolución de la humedad del suelo (0-60 cm) a lo largo del año (media de 4 años), en un cultivo de viña labrado y con cubierta vegetal de trébol.
Lo normal pues, es que las precipitaciones y reservas hídricas del suelo cubren las necesidades de la viña hasta el cuajado Por tanto, es la humedad del suelo en el inicio del estío, que coincide con el momento del cuajado (primera quincena de junio) y la sequía de la cubierta vegetal, la que nos dará una imagen de la viabilidad de las cubiertas vivas (Fig. 2). En la superficie del suelo no existen diferencias entre tratamientos y si entre años, hay dos años 1999 y 2000, que la humedad en todo el perfil del suelo esta incluso por debajo del punto de marchitamiento (2,4 % y 12,8) en las parcelas con cubiertas vegetales. Por debajo de los 20 cm existen diferencias en la humedad del suelo a favor de los tratamientos con suelo desnudo y sólo el primer año (1997) a favor de las cubiertas vegetales, ya que estas todavía no tenían una cobertura grande y el año fue húmedo. Estas diferencias de humedad se han traducido en una mayor producción a favor de los tratamientos con suelo desnudo (Tabla 5)
Fig. 2.- Humedad en % del suelo (0-60 cm) en el momento del cuajado de la viña. Las letras distintas en el mismo año indican diferencias significativas entre los tratamientos (P<0,05 ; test Tukey)
La evolución de la humedad del suelo es importante para la producción de biomasa herbácea y por tanto para el desarrollo de la cubierta vegetal, aunque los valores medios indicaban un perfil hídrico del suelo uniforme durante el invierno y primavera y con un nivel más bajo de humedad en las parcelas con cubiertas vegetales (Fig. 1), cuando se observaban estos valores por años, se ven diferencias de comportamientos que se pronunciaban más en el momento de la brotación de la viña (Fig. 3), que era cuando se iniciaba el aumento de producción de biomasa en la cubierta herbácea y donde los manejos tradicionales de cultivo llevan un mes por lo menos con el suelo limpio de hierbas.
El año 1997 y 1998, que fueron años lluviosos no se apreciaron diferencias significativas entre tratamientos El año 1999, que fue un año seco, las parcelas con cubierta con trébol tenían menos humedad. El año 2000 a pesar de tener un invierno más húmedo que el año 1999 (tabla 3) muestra una imagen similar. Un estudio más pormenorizado nos permite comprobar como la interacción entre vegetación herbácea y lluvia, lleva a imágenes de perfiles de humedad parecidos en los momentos críticos y, en cambio, el desarrollo de las plantas han sido totalmente diferentes. En el año 2000, de los 278 mm de lluvia caídos en otoño-invierno (1999-2000), más de la mitad cayeron en el mes de octubre (155 mm), favoreciendo el desarrollo de las cubiertas, principalmente la de trébol, con el consiguiente consumo hídrico, mostrando menos humedad en el suelo en el mes de marzo (Fig. 3), a continuación vino una primavera lluviosa y principalmente en el mes de abril, este mes supero los 100 mm, sólo otros 4 años de los últimos 50 han tenido unas precipitaciones tan altas, impidió hacer tanto las labores mecánicas de escarda como las de desbrozado de las cubiertas con el consiguiente consumo de agua en todos los tratamientos, pero principalmente en la cubierta de trébol. El año 1999 en cambio la falta de lluvias en primavera provocó que las cubiertas se secaran en el mes de abril, antes incluso de que los tréboles florecieran, afectando incluso al desarrollo de la vid. Dos evoluciones totalmente opuestas nos lleva a una misma imagen del perfil edáfico de humedad en el mes de marzo y junio, aunque esperamos con resultados de producción distintos.
Fig. 3.- Humedad en % del suelo (0-60 cm) en el momento de la brotación de la viña. Las letras distintas en el mismo año indican diferencias significativas entre los tratamientos (P<0,05 ; test Tukey)
Los resultados globales, en los primeros 60 cm conducen a presentar las cubiertas de trébol y malas hierbas como consumidoras del agua en el perfil edáfico, siendo en el tramo 20-60 donde se dan mayores diferencias entre tratamientos. Así pues, no solo la variabilidad temporal, sino también la espacial, influye en las características de la infiltración de los primeros 60 cm del suelo. Estos resultados son análogos a los que se exponen en Leonard y Andrieux, (1998).
Los resultados obtenidos permiten recomendar, con un 100 % de éxito, la presencia de las plantas herbáceas acompañantes al cultivo de la vid (malas hierbas), durante toda la época de otoño e invierno, la biomasa producida viene a ser menos de mitad de una cubierta vegetal manejada, cubre el suelo en un 40 %, introduce energía al sistema, evita lavados de nutrientes, controla erosión y aumenta la biodiversidad. En otras palabras tenemos trabajando el sistema en otoño e invierno para la viña. La disculpa de la mayoría de los viticultores es que la eliminación de las malas hierbas en marzo, plantea problemas por estar la hierba muy grande, la solución estaría en hacerla pequeña con cualquiera de los aperos existentes en el mercado (desbrozadores, picadores, etc), antes de realizar la labor al suelo para su incorporación.
Producciones: La producción de la viña (tabla 4), no está relacionada ni con las precipitaciones ni con la humedad del suelo. El año más seco, 1999, con menos de 300 mm/año y el suelo en el mes de junio, prácticamente, en punto de marchitamiento; es el año que más producción de uva se obtuvo. El laboreo tradicional de la viña es el tratamiento con el que se obtiene mayor producción de uva (tabla 4), aunque no muestre diferencias significativas ninguno de los tres años con los otros tratamientos que mantienen el suelo desnudo y sólo uno, 1999, (año seco) con las cubiertas vegetales.
Tabla 4.- Producción en la viña en kg/ha por efecto de diferentes manejos
Manejo | 1997 | 1998 | 1999 | MEDIA | |||
Laboreo | 6.338 | a | 4.589 | a | 8.418 | a | 6.448 |
Laboreo + sarmientos | 4.425 | a | 3.781 | a | 6.907 | a | 5.038 |
No laboreo | 4.629 | a | 2.937 | a | 7.021 | a | 4.862 |
Cubierta malas hierbas | 6.017 | a | 2.826 | a | 3.973 | b | 4.272 |
Cubierta trébol | 6.337 | a | 3.677 | a | 3.398 | b | 4.471 |
Los valores seguidos por letras distintas en una misma columna difieren significativamente (P<0,05 ; test Tukey). Los valores en negrita son los rendimientos más altos del año.
En verano se dan valores de humedad en el suelo de 0,5 % en superficie y 5 % en profundidad y concretamente en el año seco (1999), valores muy por debajo del punto de marchitez, indicándonos la fuerza de absorción que las vides tienen que desarrollar, superior a 1,5 Mpa, que es la presión a la que se somete al suelo para medir la marchitez irreversible. Por ello, una pequeña diferencia en estos valores puede ser determinante para conseguir resultados aceptables como ocurrió el año 1999 que a pesar de ser un año seco y encontrarse los suelos durante todo el verano por debajo del punto de marchitamiento las parcelas sin cubierta obtuvieron alrededor de 8.000 kg/ha mientras las parcelas con cubierta no llegaron a los 4.000 kg/ha (Tabla 4).
Evolución de las cubiertas vivas: La situación de partida que pudimos observar al principio del experimento en una parcela en la que se ha dejaron crecer libremente (sin ningún tratamiento) las malas hierbas durante un año, fue la existencia de 46 especies, con un recubrimiento cercano a un 80% y con el 20% restante de suelo desnudo. En esta parcela destacaba por su abundancia Diplotaxis catholica con un recubrimiento superior al 35%. También tenían un recubrimiento elevado (superior al 10%) Mibora minima y Spergula pentandra. Y con un recubrimiento comprendido entre el 1 y el 5 % aparecieron: Echium plantagineum, Erodium cicutarium, Cerastium glomeratum, Sonchus oleraceus, Lactuca serriola, Spergula arvensis, Spergularia rubra, Stellaria media, Capsella bursa-pastoris, Anacyclus clavatus, y Cynodon dactylon.
En la tabla 5 puede observarse la evolución del recubrimiento herbáceo de las parcelas con cubierta de malas hierbas, y de trébol subterráneo. En las primeras el porcentaje de suelo desnudo permaneció elevado (52-53%) los dos primeros años de observación y descendió luego al 18-20%. El suelo desnudo en las parcelas con trébol subterráneo osciló entre el 5 y el 14%, dependiendo bastante del régimen de precipitaciones del año.
Tabla 5.- Evolución del recubrimiento (Rto.) herbáceo en las parcelas con cubierta vegetal a lo largo de cuatro años.
Cubierta malas hierbas | Cubierta trébol | |||||||
Recubrimientos | 1997 | 1998 | 1999 | 2000 | 1997 | 1998 | 1999 | 2000 |
Rto malas hierbas | 47± 2 | 45± 8 | 74± 7 | 52± 6 | 36± 4 | 28± 3 | 29± 7 | 26± 9 |
Rto trébol subterráneo | - | - | 3± 1 | 7± 1 | 49± 6 | 65± 8 | 57± 8 | 64± 12 |
Rto otras leguminosas | 1± 1 | 2± 0 | 4± 1 | 21± 4 | 1± 1 | 2± 0 | 2± 0 | 2± 0 |
Recubrimiento total | 48± 2 | 47± 9 | 81± 8 | 80± 6 | 86± 8 | 95± 3 | 88± 9 | 92± 5 |
Suelo desnudo | 52± 2 | 53± 9 | 18± 8 | 20± 5 | 14± 9 | 5± 2 | 12± 9 | 8± 5 |
En las parcelas con cubierta de trébol subterráneo el recubrimiento total de la vegetación ya fue superior al 85% a partir del primer año y se mantuvo así los otros tres. En estas parcelas el recubrimiento de trébol subterráneo oscila de año en año, dependiendo del régimen de precipitaciones, pero desde el 1er año ya alcanzó el 50%. En la cubierta con malas hierbas, destaca el aumento gradual de leguminosas a partir del 1er año, con un salto importante el 4º año.
Tanto en las cubiertas de malas hierbas como en las cubiertas de trébol subterráneo, las dos especies que más aumentan al paso de los años son: Cynodon dactylon (grama) y Leontodon taraxacoides. También lo hacen en menor grado, Vulpia myuros, Andryala integrifolia, Hordeum murinum y Bromus tectorum .Llamamos la atención acerca del incremento que experimenta la grama, que al ser planta de verano incide en la disponibilidad de agua del suelo. Se observa también en las parcelas de malas hierbas el aumento de Rumex bucephalophorus el 4º año. Y en el aspecto positivo el aumento ya mencionado de las especies del grupo otras leguminosas: Ornithopus compressus, Trifolium glomeratum, T. hirtum y especialmente T.arvense (un 18%). En estas parcelas no tenían una incidencia destacable Diplotaxis catholica, Mibora minima, y Spergula pentandra, que sí lo seguían teniendo en las parcelas con laboreo convencional.
Los resultados obtenidos en los cuatro años del experimento, mostraron que la riqueza de especies herbáceas autóctonas en las parcelas con cubierta de malas hierbas alcanzó una media ya cercana al 50% desde el 1ºaño como consecuencia del banco de semillas residente en el suelo (tabla 5), a pesar de los cortes realizados a lo largo de las primaveras siguientes. Estos porcentajes son eficaces para detener en gran parte la erosión que se venía produciendo en las parcelas con laboreo convencional. Precisamente, en las cárcavas de las parcelas de laboreo convencional se observó hasta un 6% de Juncus buffonius en 1997 y 1998, especie indicadora de humedad de suelos arenosos.
En todas las parcelas en las que se sembró trébol subterráneo, crecieron y semillaron de forma óptima, tanto los más precoces como el más tardíos, alcanzando recubrimientos elevados y creando en el suelo una potente trama protectora contra la acción erosiva de las tormentas primaverales. La regeneración natural en el otoño por autorresiembra es la característica esencial de los tréboles subterráneos. Una porción notable de semillas duras (dormancia fisiológica o dormancia cuticular) facilita la regeneración después de un accidente fisiológico ( frío o sequía por ejemplo), llegando a tener en otoño coberturas de un 50% de media en las parcelas con este tratamiento (Hernández et al., 2000).
Estos datos nos parecen muy satisfactorios para el control de la erosión del suelo, dado que en la mayor parte del año, nunca ha llegado a haber un 50% de suelo desnudo y en el otoño del tercer año de este ensayo, solamente un 17% para las parcelas con siembra de trébol subterráneo y de un 12% para las cubiertas de malas hierbas, destacándose por tanto, el beneficio de la flora autóctona.
Fertilidad del suelo: Al inicio del experimento se hizo un muestreo aleatorio de toda la superficie de la viña de 40 años de edad y de la parcela adyacente, que se había dedicado durante los últimos 40 años a cultivos herbáceos, obteniéndose los valores que se indican en la tabla 6, donde se puede apreciar como el suelo que se ha dedicado al cultivo de la vid es mucho más pobre que el que se ha dedicado a la producción herbácea. La razón de tales diferencias esta que mientras los cultivos herbáceos restituyen a través de los residuos de cosecha ( rastrojos) la materia orgánica mineralizada, en el caso de la viña esos residuos (sarmientos) son generalmente quemados. El enterrado del sarmiento tiene como principal función hacer aumentar el contenido de materia orgánica en el suelo, no del nitrógeno. Este último se debe a la fijación del mismo por las leguminosas (Barralis et al.,1983), favoreciendo el compostaje en superficie de los restos triturados.
Tabla 7 .- Fertilidad del suelo en función del uso que se ha dado en los últimos 40 años.
Uso del suelo | pH | Materia Orgánica % | Nitrógeno % | Fósforo ppm | Potasio ppm |
Cultivo herbáceo | 6,75 | 1,64 | 0,086 | 72 | 450 |
Viña | 6,50 | 0,61 | 0,039 | 19 | 130 |
Los resultados obtenidos, más destacados, de los análisis químicos de los suelos en los diferentes tratamientos entre el 1º y 3º año se muestran en la tabla 7. La materia orgánica aumenta en los tratamientos de cubiertas vegetales. En las parcelas donde se incorpora los sarmientos se observo el primer año un aumento de este parámetro pero disminuyo al tercer año y en el No labrado, que partía con los niveles más bajos, al ser el tratamiento que menor aportación de residuos orgánicos tiene, ya que ni la flora arvense autóctona se dejaba crecer, la disminución del efecto de los herbicidas y la presencia de flora resistente ha permitido un pequeño aumento de la materia orgánica. Queremos resaltar que los valores de potasio en el suelo con cubierta de tréboles subterráneos, son los mayores conseguidos con relación a los demás tratamientos. Este elemento es un nutriente fundamental para la vid, especialmente en la síntesis y transporte de hidratos de carbono, incrementando el contenido de azúcar en uva, lo que repercute directamente sobre la calidad del vino.
Tabla 7. Evolución de la fertilidad química del suelo en los diferentes tratamientos
Tratamientos | Materia orgánica % | Fósforo ppm | Potasio ppm | |||
1997 | 1999 | 1997 | 1999 | 1997 | 1999 | |
Laboreo | 0,59+0,10 | 0,55± 0,05 | 26,7± 4,7 | 18,3± 2,4 | 131,7± 10,3 | 108,3± 15,5 |
Lab. + sarmientos | 0,65+0,12 | 0,53± 0,03 | 28,3± 6,2 | 18,3± 2,4 | 150,0± 28,3 | 110,0± 8,2 |
No laboreo | 0,33+0,10 | 0,43± 0,04 | 28,4± 2,0 | 30,0± 3,0 | 145,9± 16,9 | 120,0+15,4 |
Cubierta Mh | 0,53+0,08 | 0,61± 0,00 | 26,7± 4,7 | 13,3± 4,7 | 130,0± 21,6 | 106,7± 9,4 |
Cubierta trébol | 0,55+0,29 | 0,69± 0,08 | 31,7± 2,4 | 11,7± 2,4 | 171,7± 40,9 | 123,3± 28,7 |
Conclusiones
Las cubiertas vegetales en viña de zonas semiáridas, son un buen método para el control de la erosión, aumentan los niveles de materia orgánica, infiltran más agua, genera biodiversidad pero han producido un 30 % menos de uva, en la media de los tres años.
Las cubiertas de vegetación arvense autóctona, pueden mantenerse hasta el momento de la brotación de la viña, sin perjuicios para la producción.
La mayor presencia de leguminosas en la evolución de las cubiertas vegetales de vegetación autóctona (malas hierbas), pueden hacer innecesario la introducción de especies mejorantes.
Agradecimientos: A la Comunidad Castilla-La Mancha por la financiación del Proyecto "Estudio de estrategias de manejo de cubiertas estables en olivar y viñedo" y al personal laboral de la finca experimental "La Higueruela" que sin su entusiasmo no hubiera sido posible este trabajo.
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