Invasión a Irak
Capital: Bagdad
Gobierno: República Parlamentaria Federal.
Población: 25.331.985 (est. julio 2001)
Desde los años noventa, Irak formaba parte de los denominados estados gamberros. Durante 12 años, el régimen de Saddam violó 16 resoluciones de Naciones Unidas en torno al desarme. Sin embargo, durante esos años Irak fue contenido y en ocasiones castigado por transgredir las disposiciones de la ONU, por ejemplo, a través de bombardeos aéreos ante la violación iraquí de la zona de exclusión aérea.
Cuando las nuevas amenazas a la seguridad se redefinieron: terrorismo internacional y armas de destrucción masiva, Irak volvió a estar en el centro de los debates de la Casa Blanca. Al conformar el “eje del mal” junto a Irán, Libia y Corea del Norte, Irak pasó a representar una amenaza a la seguridad estadounidense.
La decisión estadounidense de atacar Irak y derrocar al régimen de Saddam Hussein tiene una larga data. La violación de las resoluciones del Consejo de Seguridad posteriores a la primera Guerra del Golfo, la certeza norteamericana de que Irak fabricaba armas nucleares y posteriormente, las sospechas de lazos entre la red terrorista Al Qaeda y Saddam sentaron algunas de las bases sobre las que la administración Bush declarara su intención de ejercer un ataque preventivo.
El peligro que los rogue states y el terrorismo internacional significan para la seguridad norteamericana aceleró las prioridades del gobierno norteamericano respecto a Irak. Incluso antes de que terminara la guerra en Afganistán, Irak se había convertido en el nuevo objetivo de la política exterior de Estados Unidos. Confirmadas estas suposiciones en el documento que ya hemos analizado, la cuestión parecía ser sobre la forma en que el ataque a Bagdad se realizaría: bajo el mandato multilateral de Naciones Unidas o bajo la nueva doctrina de seguridad norteamericana.
En Septiembre de 2002, en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Bush expuso su preocupación sobre Irak. Remarcó que su país se enfrentaba al desafío de grupos criminales y regímenes ilegales que, junto al terrorismo, amenazaban la seguridad común. Agregó que los peligros provenían de un régimen y solicitó la colaboración del Consejo de Seguridad para trabajar en las resoluciones necesarias para desarmar a Irak. Pero aclaró que Estados Unidos actuaría sólo si el Consejo no lo hacía[2]. Una semana después, antes de enviar una resolución al Congreso, advirtió que si el Consejo de Seguridad no trataba el problema de Irak, Estados Unidos lo haría[3] “le he dicho al pueblo americano que ocurrirá...Si las Naciones Unidas no actúan y si Saddam no se desarma, Estados Unidos liderará una coalición para desarmarlo”[4].
El giro definitivo en la cuestión Irak se produjo el 28 de Febrero, cuando el Secretario de Prensa de la Casa Blanca, anunció que el objetivo de Estados Unidos de Norteamérica no era simplemente el desarme de Irak sino que ahora incluía el cambio de régimen. El 5 de marzo de 2003, Francia y Rusia anunciaron que bloquearían cualquier resolución que autorizara el uso de la fuerza contra Hussein. El día siguiente, China declaró que adoptaría la misma posición. El Reino Unido reflotó una propuesta de compromiso, pero los cinco miembros permanentes del Consejo no se pusieron de acuerdo. De cara a una seria amenaza a la paz y la estabilidad internacional, el Consejo de Seguridad se paralizó.
El 20 de Marzo las fuerzas de la coalición, encabezadas por Estados Unidos, Gran Bretaña y España, iniciaron acciones militares contra el régimen de Saddam Hussein, violando las normas del derecho internacional que proscriben el uso de la fuerza (Art. 2, 4 de la Carta de Naciones Unidas). De esta manera, Bush cumplía lo que en enero había prometido ante el pueblo norteamericano: “Estados Unidos no depende de las decisiones de otros”. Esta frase coincide con lo sostenido por (Kennedy, P. 2003): “la impresión general que últimamente da Estados Unidos es que no nos importa lo que piensa el resto del mundo. Cuando necesitamos ayuda - para perseguir a terroristas, congelar activos financieros y habilitar bases aéreas a las tropas estadounidenses, jugamos con el resto del equipo; cuando no nos gustan los planes internacionales, nos damos media vuelta”.
Con o sin aprobación de Naciones Unidas, Estados Unidos de Norteamérica atacaría Irak. Fundamentalmente por dos razones: Estados Unidos se arrogó el poder de atacar primero (strike first) de acuerdo a su Estrategia de Seguridad Nacional. Su rol de única superpotencia mundial le permitió adoptar una política de aún por sobre el Consejo de Seguridad que es el encargado de reglamentar el derecho de recurrir al uso de la fuerza armada. Irak era para Estados Unidos uno de los objetivos en la lucha contra el terrorismo internacional y la proliferación de armas de destrucción masiva. En segundo lugar, porque Estados Unidos, en su condición hegemónica, busca consolidar su poder y evitar que su supremacía sea disputada por otros Estados. Como sostiene (Russell, 2003; p.7): “lo que estamos discutiendo es esencialmente el rol de Estados Unidos de Norteamérica en el mundo y distintas formas de ejercicio de poder”. Después de todo, la política se define como la lucha por el poder y por los recursos para aumentar ese poder. La presencia de Estados Unidos en Medio Oriente es esencial para preservar el actual statu quo y los intereses norteamericanos en la zona. Así lo indicaba (Brzezinski, 1998; p. 40) hace unos años, “Eurasia es el tablero en el que la lucha por la primacía sigue jugándose”. Este es el objetivo estratégico de Estados Unidos de Norteamérica.
Pero también es cierto que el Consejo de Seguridad se estancó. Desde la aprobación de la Resolución 1441[5], las discusiones al interior del Consejo giraron en torno a una posible autorización del uso de la fuerza si el régimen iraqui no aceptaba las verificaciones. Pero el régimen las aceptó. Entonces, se debatió durante cuanto tiempo se realizarían las inspecciones. Estados Unidos de Norteamérica amenazaba con que el tiempo se terminaba, mientras Alemania, Francia y Rusia solicitaban darle más tiempo al régimen de Hussein. La segunda resolución presentada por Gran Bretaña proponía el establecimiento de patrones de cumplimiento de la Res. 1441, la fijación de un plazo hasta mediados de abril para que Irak cumpliera con lo establecido y la presunción de que una falta de cumplimiento constituiría una violación material que habilitaría el uso de la fuerza. Sin embargo, Estados Unidos de Norteamérica ofreció un ultimátum hasta mediados de marzo. Francia, por su parte, se mostró inflexible con la nueva resolución, y amenazó abiertamente con utilizar su poder de veto. La lucha de poder entre los miembros permanentes del Consejo hizo fracasar la vía multilateral. Por eso, el Consejo de Seguridad fue una de las grandes víctimas de la guerra: su incapacidad para evitar la guerra le restó legitimidad y credibilidad.
El Consejo actuó rápido y logró unanimidad en las resoluciones aprobadas poco después de los atentados. Las imágenes de los aviones estrellándose contra las Torres Gemelas y el Pentágono, las torres derribándose y una nación entera enlutada por la peor tragedia de su historia, mostraban al mundo una nuevo tipo de amenaza que atentaba contra la paz y la seguridad.
Es por eso que la Estrategia de Seguridad Nacional, constituye una política de estado de tipo unilateral, destinada a mantener el statu quo, y se sustenta en los ataques preventivos para lograrlo. Ante la imposibilidad de encontrar consenso en el Consejo de Seguridad para atacar a Irak, Estados Unidos decidió atacar solo.
Durante la guerra, Estados Unidos de Norteamérica desplegó su poderío militar de una manera abrumadora y derrocó al régimen de Saddam Hussein. La posguerra demostró que la libertad y la democracia tardarían mucho tiempo en llegar a Irak. La ola de violencia desatada y el alto porcentaje de soldados caídos incrementaron más la falta de credibilidad en torno a Bush y a sus colaboradores.
El debate entonces en torno a la prevalencia de una vía unilateral o multilateral todavía no se ha resuelto. Es claro que las acciones militares de Estados Unidos violaron el derecho internacional y que el Consejo de Seguridad no tuvo la fortaleza o voluntad para detener a Estados Unidos de Norteamérica. Hoy, la balanza parece inclinarse hacia la vía multilateral. Por eso, Estados Unidos de Norteamérica necesitará de virtud política para cambiar el curso de la historia. Debemos reconocer que Estados Unidos es y seguirá siendo durante los próximos años o décadas la única superpotencia mundial. Esto, empero, no le impide confiar en los mecanismos multilaterales que él mismo contribuyó a crear. Este multilateralismo no deseado pero necesario puede ser la herramienta que legitime el poder de Estados Unidos de Norteamérica. Ya lo ha hecho en otras ocasiones y las consecuencias han sido totalmente distintas a las que hoy enfrenta en Irak.
Tras el inicio de la Invasión de Irak de 2003, las naciones de Europa se vieron divididas en cuanto a la forma de encarar el terrorismo. Tras el ataque lanzado por Estados Unidos contra Afganistán (amparado por las resoluciones de la ONU) e Irak, los países europeos reaccionaron de forma diversa, tanto en el seno de la UE como internamente, ante el enfoque que había dado Estados Unidos de Norteamérica a la lucha contra el terrorismo.
Por un lado, algunos países europeos, encabezados por Alemania y Francia, se opusieron al nuevo concepto de "guerra preventiva" y rechazaron participar en el ataque a Irak. Otros países europeos, encabezados por Italia, España y Polonia, respaldaron la iniciativa de Estados Unidos de Norteamérica y enviaron efectivos militares. Sin embargo, debido al cuestionable objetivo de la operación, a cambios políticos internos y a las numerosas críticas desde diversos sectores sociales, España ha aproximado sus posturas a las tesis del eje franco-alemán, mientras que Polonia e Italia han dado un perfil más discreto a su posición.
El nuevo Gobierno es el primero en ser elegido por vía democrática en medio siglo, y el primero en estar dominado por la mayoría chií. También es la primera vez que los kurdos ocupan aproximádamente el 25% de los cargos más importantes.
Para aproximarse a la comprensión del mundo iraki, desde un enfoque religioso, los chiítas son mayoría, son el 60% de una población de 26 millones, completada por sunnitas -a los que pertenecía Saddam Hussein- y kurdos, musulmanes también pero no árabes.
Si los religiosos chiítas rearman su actual coalición tras las elecciones de marzo de 2010, (marcadas por alta violencia), seguirán afinando lazos con Irán. Mientras los religiosos chiítas tengan influencia, la geopolítica norteamericana tendrá motivos para preocuparse.
El auge de lo étnico y lo religioso en la política lo convirtieron en un país de minorías. Como en Líbano, su estabilidad política es frágil. Irak se convirtió en una fuente de inestabilidad en Oriente Medio y va a seguir así por mucho tiempo.
Asesores norteamericanos esperaban que Irak reconociera a Israel y le exportara petróleo, pero eso no va a ocurrir. Esperaban que los chiítas se secularizaran y contuvieran a Irán. Tampoco sucederá. Más aún, la fortaleza de los chiítas en Bagdad anima a los chiítas en kuwatíes y saudíes, e introduce inestabilidad en el Golfo.
Desde un punto de vista geopolítico, esta historia fue un gran error de Estados Unidos de Norteamérica. Ayudó a Irán, no a Israel. La invasión y ocupación convirtió a Irak en un Líbano.
Hay una imagen creada en Occidente que identifica a Irán con la inestabilidad y cree que la busca en sí misma, ya sea en Irak o en Líbano. Y lo cierto es que a Irán no le conviene la inestabilidad en Irak porque no quiere tener bases estadounidenses en su frontera y sabe que la inestabilidad en Irak podría favorecer este desenlace.
Económicamente hablando, siete años después del comienzo de la invasión los ganadores son las empresas que surgieron como hongos, a partir del siglo XXI, de soldados profesionales; es decir de los nuevos mercenarios. Son la empresa Blackwater, la empresa Triple Canopy; las empresas que han hecho de la guerra un negocio privado, que han liberado al ejército de muchas de sus funciones y son en estos momentos esenciales para la seguridad de las empresas extranjeras que operan en Irak así como para los propios altos cargos del Estado iraquí.
Lo que está claro es que los ataques terroristas en 2001, han proporcionado una nueva oportunidad de carácter cualitativo para que EEUU, actuando en nombre de las compañías petrolíferas, atrinchere sus tropas en las repúblicas centroasiáticas de la ex-Unión Soviética, así como en la región transcaucásica, donde se encuentran las segundas reservas petrolíferas en importancia del planeta. El camino ha quedado abierto para que comiencen a acelerarse los proyectos de construcción de oleoductos y gaseoductos a través de Afganistán y Pakistán hacia Karachi: es la ruta mejor y más barata para transportar el combustible hacia el mercado. Afganistán cuenta también con considerables recursos de gas y petróleo, al igual que Pakistán.
Hay quien dice que Washington se ve motivado por la necesidad de garantizar que el petróleo siga llegando a los consumidores norteamericanos, lo cual explicaría su interés en Asia Central, el Próximo Oriente, y otras regiones del globo. En realidad, Norteamérica depende en gran medida de sus fuentes de energía doméstica y de Venezuela, principal fuente de importaciones petrolíferas de Estados Unidos de Norteamérica. El 15% del petróleo importado procede de África. De lo que trata todo esto es de cómo los beneficios de las grandes corporaciones pueden verse aumentados enormemente vendiendo energía a quienes carecen de ella (el Sur y el Sureste asiático) y de vencer a China y a Rusia en la carrera por hacerse con el control de las reservas de gas y petróleo de Asia Central y la cuenca del Mar Caspio. Las recientemente descubiertas reservas de petróleo de Kazajistán podrían ser fácilmente canalizadas a través de Rusia. Dejar a un lado las vías rusas y de paso obstaculizar las operaciones petrolíferas rusas (que dependen en gran medida de sus clientes europeos), proporcionaría aún más beneficios a las corporaciones occidentales. Ganarían un acceso mayor al mercado europeo. Construir un oleoducto en Afganistán significaría también abrir una ruta aún más directa hacia el Golfo Pérsico a través de Irán, al tiempo que se frustraría la creciente cooperación entre Rusia e Irán. Es el "Gran Juego" del petróleo.
Para realizar una comparación entre ambas invasiones se puede establecer que: Afganistán en el 2001, fue por la cabeza de Bin Laden, por el gaseoducto que pasará por allí, o quizás también por el opio que las farmacéuticas multinacionales usan para elaborar sus medicinas. La segunda invasión de Irak en 2003, fue por el petróleo y para estabilizar el Oriente Medio (Middle East) quitándole el puesto a Saddam Hussein.
Irán está enriqueciendo uranio que podría llevarle a ser potencia nuclear en Oriente Medio y eso a Israel no le molaría nada. Allí es donde Obama está entre la espada y la pared. Sabido es que Israel tiene poder de decisión en USA a través de los lobbys o grupos de presión, por lo tanto la presidencia Obama necesitaría la ayuda de la comunidad internacional para solucionar este grave marron.
Entre ambas invasiones, se presentan cinco grandes diferencias que hacen mucho más difícil aplicar una estrategia contrainsurgente en Afganistán:
1.- Los talibanes no son Al Qaeda. La clave en la estabilización de Irak conseguida por EEUU fue la separación de las diferentes facciones que formaban la insurgencia, y muy especialmente Al Qaeda, de sus elementos nacionalistas. Aquello fue posible porque Al Qaeda era visto como un cuerpo ajeno a la sociedad iraquí que se excedió en su voluntad hegemónica. De hecho, bajo el régimen de Sadam, la organización de Bin Laden no existía en Irak. En cambio, los talibanes forman parte del tejido social afgano, por lo que será imposible extirparlos de la sociedad afgana.
2.- Afganistán, un país sin tradición estatal. Irak poseía bajo Sadam un Estado central fuerte, y se puede argumentar que su tradición de un gobierno central se remonta a la civilización babilónica. En cambio, en Afganistán, incluso en las épocas de estabilidad, el gobierno central ha sido muy débil, capaz de controlar los alrededores de Kabul y poco más. En las provincias, las tribus eran quienes aportaban orden, y no existe una clase funcionarial, como si sucede en Irak. Así pues, la tarea de construir un Estado legítimo, clave en todo esfuerzo contrainsurgente, es mucho más difícil en Afganistán que en el país árabe.
Los pashtunes suponen el 40% de la población afgana. El resto del país nunca aceptaría pacíficamente un control total de la vida política por ese grupo. No hay más que ver dónde se producen los combates entre EEUU y sus aliados de la OTAN: siempre en zonas pashtunes o, al menos, mixtas. En los 90, sólo la ayuda militar pakistaní y saudí (y la complicidad de EEUU) permitió a los talibán tener cierto control sobre Afganistán, aunque con numerosos focos de resistencia en las áreas no pashtunes
3.- Fraude electoral. Aunque las diversas elecciones iraquíes no hayan sido un modelo de democracia liberal, el nivel de fraude ha sido mucho menor que en Afganistán, o al menos ésa es la percepción de la población, que es lo que realmente cuenta. El gobierno iraquí tiene una mayor legitimidad que el afgano, lo que ha permitido que se haya ganado la lealtad de buena parte de la población en detrimento de las milicias. Por desgracia, no parece que lo mismo vaya a suceder pronto con el gobierno de Karzai.
4.- El santuario pakistaní. Es cierto que los países vecinos de Irak, Siria y sobre todo Irán, han ayudado a la insurgencia, proporcionándole armas, o al menos haciendo la vista gorda respecto a su entrada en territorio iraquí. Sin embargo, no se puede decir que los insurgentes dispusieran de un santuario allí en el que replegarse y recuperarse ante el acoso estadounidense, antes de planear nuevas ofensivas. Pues bien, esto es lo que sucede en Pakistán, y no parece que Islamabad pueda -o quiera- neutralizarlo ocupando las zonas tribales pastunes.
5.- Territorio rugoso. El territorio montañoso de Afganistán es ideal para llevar a cabo una guerra de guerrillas, mucho menos propicia en un territorio desértico como el iraquí.
El recién anunciado plan para Afganistán del presidente Barack Obama se parece más a la estrategia de salida de George W. Bush que a la de Lyndon Johnson en Vietnam. O al menos está diseñada según la mitología de Washington de que Irak fue convertido de un pantano en un éxito salvador por la voluntad indomable y una “escalada” de tropas de último momento. Pero Afganistán no se parece mucho a Irak, y el consenso de Washington sobre su supuesto éxito allí es equivocado en aspectos claves.
Con respecto a las dos invasiones, las narraciones de los veteranos de Irak y Afganistán ponen de manifiesto el gran estrés al que están sometidos los soldados en una “guerra de guerrillas”, en la que el enemigo está escondido entre la población civil, y puede golpear en cualquier momento.
Así pues, no es de extrañar que la tasa de suicidios en el ejército estadounidense esté batiendo récords. En lo que va de año, se han producido ya 117 casos de suicidio, lo que ya supera la cifra del año anterior, de 103.
Sin embargo, la cantidad de soldados con problemas mentales es mucho mayor. El síndrome más común es el llamado PTSD (“Post-traumatic Stress Disorder”), que consiste en el sufrimiento de una ansiedad aguda, pesadillas, y depresión como resultado de una experiencia traumática.
Desde 2003, unos 34.000 soldados han sido diagnosticados con esta enfermedad. Ahora bien, se teme que la cifra real sea muy superior, pues durante años, la cultura de la organización ha disuadido a los soldados de reconocer este tipo de enfermedad al estigmatizarlo como un signo de debilidad.
A menudo, estos problemas psicológicos tienen consecuencias profundas en las relaciones de los veteranos con su entorno social, como su pareja o su familia, tras su retorno del frente. De hecho, las peleas y actos violentos protagonizados por veteranos, algunos desembocando en asesinatos, han aumentado sensiblemente los últimos años. Lo concreto es que, Al presente hay 115 mil soldados que siguen en Irak, a los 120 mil de Afganistán y a los más de 30 mil heridos y 4 mil que no lograron volver a sus hogares.
En Irak, Las tropas estadounidenses se retirarían definitivamente en 2012.
[1] Fuente. http://www.elpais.com/comunes/2003/guerrairak/escenario.html
[2] Véanse las declaraciones del Presidente Bush ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Septiembre de 2002, en http://www.whitehouse.gov/news/releases/2002/09/20020912-1.html [consulta: 05-10-03]
[3] http://www.whitehouse.gov/news/releases/2002/09/20020919-1.html, [consulta: 05-10-03]
[4] http://www.whitehouse.gov/news/releases/2002/10/iraq/20021025.html, [consulta: 05-10-03]
[5] ONU. S/RES/1441. La situación entre el Iraq y Kuwait. 8 de noviembre de 2002.