Contexto

El 11 de Septiembre de 2001, la principal superpotencia del mundo fue víctima de ataques terroristas perpetrados contra el World Trade Center y el Pentágono, íconos del poder económico y militar mundial. La vulnerabilidad a la que se vio sometido Estados Unidos de Norteamérica demostró que no alcanza con poseer un enorme arsenal de armas nucleares, ni mucho menos sostener sofisticados sistemas de defensa. El soñado escudo antimisiles de Bush se tornó obsoleto para frenar un ataque que no necesitó de armas de destrucción masivas para tener efectos devastadores. Este hecho constituyó el detonante para una modificación del eje en torno al cual se articulan las relaciones de fuerza en el ámbito internacional. Luego de los ataques, el presidente Bush declaró que Estados Unidos de Norteamérica estaba en guerra, no sólo contra el terrorismo sino también con los Estados que brindaran protección a los terroristas. La lucha entre el bien y el mal anunciada por el presidente norteamericano pareció recrear un ambiente similar al de la Guerra Fría, donde se enfrentan valores que cada parte defiende como trascendentales. El primer mensaje de Bush luego de los atentados en el Congreso fue claro: o se está con Occidente o se está contra Occidente. No había lugar para terceras posiciones. En su lucha contra el terrorismo Estados Unidos de Norteamérica utilizaría todos los medios necesarios para enfrentar esta nueva amenaza a su seguridad nacional. Osama Bin Laden y la red Al Qaeda fueron señalados como los autores de los atentados y el régimen talibán fue acusado de ser el protector de la red terrorista[1].

El 12 de Septiembre de 2001, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adoptó la Resolución 1368[2] en la que condenó inequívocamente los ataques terroristas, y reconocía que los mismos constituían una amenaza a la paz y la seguridad internacional. Además, dicho organismo reafirmó el derecho inmanente a la defensa propia, individual o colectiva, conforme al Art. 51 de la Carta de Naciones Unidas; y expresó su disposición a tomar las medidas necesarias para responder a esos ataques y combatir el terrorismo. Por su parte, la Asamblea General a través de la Resolución 56[3], condenó enérgicamente los ataques (sin referirse expresamente a los mismos como ataques y sin mencionar el derecho a la legítima defensa propia), e instó a los Estados a intensificar la cooperación internacional para erradicar los actos de terrorismo. La Organización del Tratado del Atlántico Norte expresó que si se determinaba que los ataques a Estados Unidos provenían del extranjero, se consideraría que los mismos constituían un ataque contra todos los miembros de la organización, según el Art. 5 del Tratado de Washington[4]. La Organización de Estados Americanos (OEA) aprobó el 21 de septiembre de 2001 una resolución mediante la cual declaró: “Estos ataques terroristas contra los Estados Unidos de América son ataques contra todos los Estados americanos y, de conformidad con todas las disposiciones pertinentes del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y el principio de solidaridad continental, todos los Estados Partes del Tratado de Río deberán brindar asistencia recíproca efectiva para enfrentar tales ataques y la amenaza de ataques similares contra cualquier Estado americano, y para mantener la paz y la seguridad del Continente”[5].

El 28 de Septiembre, a partir de un borrador presentado por Estados Unidos de Norteamérica, el Consejo de Seguridad, actuando bajo el Capítulo VII de la Carta, adoptó por unanimidad la Resolución 1373 en la que -entre otras medidas- exhortó a los Estados a negar el financiamiento, apoyo y refugio a los terroristas, a intensificar y agilizar el intercambio de información operacional entre los Estados miembros, y estableció un Comité del Consejo de Seguridad para monitorear la implementación de estas medidas.[6]

Ninguna de estas resoluciones autorizaba expresamente el uso de la fuerza. Sin embargo, reconocían el derecho inherente de legítima defensa así como también la necesidad de combatir, por todos los medios, las amenazas a la paz y seguridad internacional causadas por actos terroristas.

Pocas semanas después de los ataques, en un mensaje ante el Congreso, Bush le demandó al régimen talibán la entrega de los líderes de Al Qaeda que estuvieran en su territorio y el cierre de los campos de entrenamiento terrorista. Estas demandas no estarían sujetas a negociación o discusión. Ante la negativa del régimen talibán de cumplir con esas demandas, e invocando el Art. 51 de la Carta de Naciones Unidas, Estados Unidos de Norteamérica inició acciones militares en Afganistán el 7 de Octubre de 2001. La operación “Enduring Freedom” contó con el apoyo de más de treinta Estados, y tuvo como principales objetivos: el desmantelamiento de las bases terroristas de los talibanes y de la red Al Qaeda, la caída del régimen talibán y la instalación de un gobierno de transición, luego legitimado por los acuerdos de Bonn y por el Consejo de Seguridad a través de la Resolución 1386.

El unilateralismo estadounidense aplicado no constituye una novedad para los analistas de las relaciones internacionales. Al respecto, (Cárdenas, 2003) sostuvo que, pese a conformar una suerte de imperio “benevolente”, con principios, los Estados Unidos de Norteamérica nunca renunciaron al uso unilateral de la fuerza. El siglo XX presenció muchos episodios que así lo confirman, como los de México, Honduras, Nicaragua, Dominicana, Guatemala, Haití, Grenada, o Panamá. Además de las experiencias, bastante distintas, de las guerras de Corea y Vietnam.

Desde que se configuró el nuevo esquema de poder mundial a principios de los noventa, Estados Unidos de Norteamérica se convirtió en la única potencia con capacidad militar y económica suficientemente autónoma como para incidir (directa o indirectamente) en los asuntos globales. Sin embargo, fue a partir del 11 de Septiembre que el hiperunilateralismo se hizo más evidente que nunca. La estrategia de Seguridad Nacional anunciada por el presidente George W. Bush en Septiembre de 2002 expresa claramente el interés norteamericano por extender su poder a nivel global, a través de una política unilateral justificada por “ataques preventivos”.

El 11 de septiembre de 2001, las torres gemelas y el Pentágono, epicentros financieros y militares de Estados Unidos de Norteamérica respectivamente, fueron derribados por aviones secuestrados por terroristas de Al Qaeda, bajo el liderazgo de Osama Bin Laden. El mayor impacto de estos ataques fue a nivel simbólico pues no solo pusieron en entredicho la inquebrantable seguridad y supremacía norteamericana, sino que también alertaron a Europa sobre los actos terroristas que sobrevendrían a los países de la Unión Europea, por su cercanía política y militar con los Estados Unidos de Norteamérica. Así, las inevitables consecuencias de las dinámicas de globalización y un evidente nuevo contexto de seguridad, caracterizado por la percepción de amenazas globales como el terrorismo, el desbordamiento nacional de conflictos civiles, las redes globales de crimen organizado, etc, fomentó un amplio consenso al interior de la Unión Europea para reformular su Política Exterior y concretar de una vez por todas una estrategia común, que definiera el alcance de la acción exterior europea en el mundo.

El unilateralismo norteamericano quedaría finalmente plasmado en la Estrategia de Seguridad Nacional de Septiembre de 2002. En dicho documento, Estados Unidos de Norteamérica afirma disfrutar de una fuerza militar sin precedentes, como así también de una gran influencia económica y política. Por eso, “Estados Unidos de Norteamérica busca impulsar las condiciones que permitan que las naciones puedan elegir por sí mismas las recompensas y los retos de la libertad política y económica. Porque en un mundo a salvo de peligros, la gente estará en condiciones de mejorar sus propias vidas. De allí que Estados Unidos de Norteamérica defenderá la paz al luchar contra los terroristas y los tiranos. Preservará la paz al crear buenas relaciones entre las grandes potencias. Extenderá la paz al fomentar sociedades libres y abiertas en cada continente”[7].

De este modo, la doctrina está dirigida contra los llamados rogue states, los cuales constituyen una amenaza a la seguridad norteamericana. La administración Bush afirmaba que las conexiones de estos estados con grupos terroristas y con la posesión de armas nucleares, los obligaba a tomar medidas anticipadas para defender a Estados Unidos, aún cuando no exista la certeza del tiempo y lugar de ataque.

La administración Bush tuvo tres desafíos: cómo responder a los responsables de los ataques, cómo reducir la vulnerabilidad ante potenciales ataques y cómo comprometerse con el mundo para bajar el número de  futuros atacantes. Y la base de toda esta respuesta está en el Estado.

La corta historia de este siglo XXI, está marcada en todo el mundo por los ataques terroristas de 2001 en Estados Unidos. Europa no se ha librado de las consecuencias de este hecho con el ataque en Madrid 11 de marzo de 2004 y en Londres el El 7 de julio de 2005.

El 11 de septiembre de 2001 no sólo demostró la vulnerabilidad de los Estados Unidos de Norteamérica sino el fracaso de la combinación entre unilateralismo y aislacionismo, bases del programa del presidente Bush (hijo).

El impulso tecnológico que sustenta la globalización económico-financiera y que da una decisiva ventaja militar a Estados Unidos de Norteamérica, crea el germen de una "sociedad global" con una opinión pública activa y organizaciones no gubernamentales importantes.

Hoy la guerra es otra. Más allá de la tecnología, existe el terror. Esta nueva guerra opera por redes. Precisa de alta tecnología para destruir y matar pero además, convoca a iluminados y creyentes que se disponen a morir contra el terror, que parece ser el enemigo real de la paz y la democracia, ¿de qué ventaja goza el "unilateralismo global" de los estadounidenses?.



[1] Solmirano, Carina. Unilateralismo vs. multilateralismo: Las lecciones de Irak

 Fuente. http://www.f-e-i.org.ar/ennee/vi/Tema 1/Carina Solmirano.doc

[2] SC Res. 1368 (Sept. 12, 2001) en www.un.org/docs [consulta: 10-07-2003]

[3] GA Res. 56/1 (Sept. 18, 2001) en www.un.org/docs [consulta: 10-07-2003]

[4] Press Release N° 124, Statement by the North Atlantic Council (Sept. 12, 2001), en

   www.nato.int/docu/basictxt/treaty.htm#Art05 [consulta: 10-07-2003]

[5] RC.24/RES.1/01 (Sept. 21, 2001) en www.oas.org [consulta: 10-07-2003]

[6] SC Res. 1373 (Sept. 28, 2001) en www.un.org [consulta: 10-07-2003]

[7] Véase “The National Security Strategy of the United States of América”, September 2002, www.whitehouse.gov [consulta: 27-07-2003]