Nelson, Jorge y Alberto Torres. Entrevista a tres voces

Eran las cinco de la tarde. La lluvia caía copiosamente y la negrura del cielo no demostraría ninguna benevolencia en las siguientes horas. En esta inhóspita tarde de junio nos encontramos en el Club Neptuno con parte de la familia Torres, con tres hermanos, hijos de Jaime Torres un ibicenco fallecido en el año 2000 pero con una riqueza de vivencias que sus hijos supieron conservar y transmitir en el tiempo.

La luz de los relámpagos sobre la bahía donde se ubica el puerto de Montevideo, mostraba el lugar donde Jaime pasó casi toda su vida junto con su hermano Francisco y desde donde supo construir una vida llena de alegrías.

Muchas veces mi padre nos hablaba de Ibiza –comienza diciéndonos Nelson– pero siempre esperaba que nosotros sacáramos el tema. Quizás sabiendo que era su vida la que salía a relucir en cada relato. Así supimos que vino al Uruguay de muy joven, con apenas 16 años, pero que casi enseguida se fue adaptando a esta tierra. En España había realizado los estudios primarios y paralelamente fue aprendiendo el oficio de tipógrafo. Cuando cumplió los 16 años ya lo dominaba correctamente lo que hizo que tuviera un futuro. En Ibiza vivían en una finca en el campo. Nuestros abuelos eran agricultores y, si bien se pasaba muy mal por aquellos tiempos, nunca pasaron hambre. Tenían aves, conejos, cerdos y plantaban. Se realizaba la famosa matanza de invierno para sacar productos para todo el año. Allí se juntaban las familias y amigos para realizar esta tarea que era como un rito. Pero mi abuelo falleció cuando mi padre era bastante joven y por lo tanto mi abuela se quedó sola. No quedó más remedio que trabajar duramente para salir adelante con sus hijos. Se pudo haber ido a la ciudad pero prefirió quedarse en la feixa. Era una ibicenca pura de estas que nosotros vemos en las fotos, vestida de negro, analfabeta pero luchadora y aguerrida.

Según contaba mi padre –acota Alberto– se manejaba con el valor de las monedas según su altura llevando una administración simple pero muy efectiva.

Así pasó la infancia de mi padre –continúa Nelson– donde comer no era problema porque cuando tenían hambre tomaban lo que la naturaleza les daba generosamente como, por ejemplo, los higos. Nos contaba que había como cuatro tipos de higueras, árbol que no necesita de mucha agua y que tiene muchos frutos. Fue un niño como todos porque le gustaba jugar al trompo, al fútbol, a las canicas....

Pero un día decidió emigrar con 16 años –irrumpe en la conversación Jorge– era un joven a quien la aventura lo llevó a desprenderse de su familia y de su tierra. Sin tener ningún contacto en Uruguay, ni familia, toma un barco en tercera clase con las peripecias propias de un viaje de esta naturaleza y casi treinta días en el mar. Hasta se enfermó durante la travesía. Viajó como diría mi tío Francisco "coooomo animales" estirando la "o" hasta el infinito. Sin embargo, apenas llegado a Montevideo con gran alegría consigue enseguida un empleo en la industria gráfica. Al poco tiempo se demostró que era muy bueno como tipógrafo o linotipista, puesto en el que supo desenvolverse con mucha pericia y soltura Su juventud nunca fue un impedimento, al contrario, incluso al poco tiempo logró múltiples reconocimientos laborales. Armaba las páginas, con destaque, del diario del Senado de la República y de la revista de la Asociación Rural. Durante muchos años trabajó en la imprenta El Comercio y luego en otra, llamada Imprenta Jackson, cuyo dueño era de apellido Fernández. Por aquellos tiempos vivía en la calle Solís, entre Piedras y 25 de Agosto, en plena Ciudad Vieja, en una pieza de una casa grande cuya dueña alquilaba las habitaciones con espacios compartidos como el baño y la cocina.

Entre los lugares que más le impactaron a su llegada se encontrarían el Parque Rodó, un oasis verde cerca de la costa con juegos para niños y adolescentes, el Palacio Legislativo un edificio en medio de una circunvalación lugar donde se encuentran los senadores y diputados del país.

En poco tiempo –agrega Nelson– se integró de tal manera al Uruguay que sentó raíces firmes haciéndose a las costumbres y al sentimiento uruguayo, incluso en un tema tan sentido como el fútbol. En España se había difundido que Uruguay había ganado en fútbol las olimpíadas del año 1924. Cuando mi padre llega a Montevideo vive diferentes éxitos internacionales posteriores al del año ‘24, Uruguay vuelve a salir campeón olímpico en 1928 y dos años después, en 1930, gana el primer campeonato mundial de fútbol, que generará en él un entusiasmo que no lo abandonará en toda su vida. Esta pasión fue uno de los elementos que más nos ha quedado a los hijos porque lo transmitió con fuerza a pesar que no todos compartíamos su preferencia por el Club Peñarol. Nos contaba que en esas canchas de piso malo, con tierra y piedras, se forjaban los campeones. Con las gradas también de tierra para los espectadores al lado de la cancha. Cada relato era una vivencia de los movimientos de los jugadores dentro del campo de juego, de la fuerza y de la garra, de como eran los sentimientos dentro de la cancha. Hasta llegó a jugar en el cuadro de fútbol de la imprenta donde trabajaba.

Como es natural al poco tiempo conocerá a quién será su mujer .

A mi madre, que era hija de gallegos de Lugo, la verá por primera vez en un evento social –expresa Nelson jugando con un álbum de fotos que tiene entre sus manos– pero un día se le fue a Buenos Aires porque allí estaba una prima suya, Rosita González, que era como hermana. Desconsolado por no poder verla, sin avisar a nadie, cruzará el Río de Plata para encontrarse con ella. Después de un noviazgo corto se casará en el año 1938, no sin haber antes ofrecido a mis abuelos todas las garantías de un caballero sobre sus intenciones de futuro.

La primera casa que habitarán como matrimonio –continúa con el relato Jorge– será en la misma Ciudad Vieja, en la calle Guaraní 1539, también compartida por otros inquilinos en el baño, cocina y estar o living. Era común en la época vivir de esta manera cuando recién se casaban. No podían por esos momentos vivir solos dado que dependían de un solo sueldo que era el de mi padre. Poco a poco irán incorporándose a la familia los hijos.. el primero será Jaime, ya fallecido, que emigró a la Argentina a partir del año 1968 por razones de trabajo casado con una argentina, luego Nelson, con dos hijos, Virginia, trabajando en Barcelona y Javier, en Montevideo; Héctor, yo y el más chico Alberto. Al que tendríamos que agregar a mi tío Francisco Torres Roig llamado también cariñosamente Pancho o Papo que vivió prácticamente toda su vida con nosotros ante una mala experiencia matrimonial.

Por aquellos tiempos –expresa Nelson– mi padre se vincula con el Club Neptuno a través de una estrecha relación de carácter social que nos irá formando. Casi se podría decir que constituíamos una gran familia. Nos relacionamos con gente que iba al Club pero que no era del barrio o del entorno portuario, que nos permitió elevar nuestro nivel cultural y nuestra formación. El primer gran aprendizaje para manejarnos solos lo realizamos allí, desde armar nuestra mochila hasta como atarnos los zapatos. Cuando mis padres se casaron, al poco tiempo, pensando en los futuros hijos planificaron, según su propio relato, cómo sería el trato con nosotros. Decidieron que los tendríamos que tratar de usted. Pero al poco tiempo en el contacto con el Club y los amigos que allí se generaron esta idea perdió vigencia, de tal manera que nunca los tratamos con la distancia que en algún momento habían pensado.

Lla vida de la familia Torres transcurría entre el trabajo, el club y los amigos que poco a poco fueron llenando la casa.

En la tarde, cuando Jaime llegaba de la imprenta pasaba religiosamente por el Club Neptuno se daba un capbussó –chapuzón– en la bahía desde una chata ( barco flotante con plataforma grande) anclada en el lugar, para luego ir a su casa.

En casa –continúa Nelson– lo esperábamos peinados y limpios. Si alguna vez esto no fue así, él no se enojaba pero nos reprendía con "no he dicho que...", aquello bastaba para que al día siguiente estuviéramos arreglados. Nos gustaba muchísimo una costumbre que tenía que era tirarse al suelo a jugar a las canicas con nosotros, con un estilo que llamaríamos ibicenco con el cual nos ganaba casi siempre, le pegaba así....(tanto Nelson como Jorge reproducen sobre la mesa la forma de pegarle a la bolita como 50 años antes su padre Jaime lo hacía). Pero antes, como un rito, se lavaba en el baño las manos entintadas de la imprenta. Aún lo podemos ver en un típico gesto pasando una mano sobre otra, una y otra vez, por espacio de casi 10 minutos.

Durante el día mi madre lidiaba con nosotros, cuatro varones insoportables que nos peleábamos siempre. Pero con ella vivimos también momentos de plenitud. En casa había un patio en el cual armábamos unos partidos de fútbol espectaculares. Pues en aquel lugar y en aquel juego se incorporaba mi madre que alguna vez, como lo supimos hacer nosotros, rompió de un pelotazo algún vidrio de la puerta cancel. Ese era el espíritu de mi madre.

Todo transcurría en plena armonía cuando en el año 1962 falleció la madre.

En ese momento tan difícil para la familia tuvimos que organizarnos de otra manera. En casa éramos seis hombres –lentamente va agregando Jorge– a los que había que atender dado mi padre junto a dos de mis hermanos trabajaban y los demás éramos pequeños aún. Así aparece en casa una figura que será muy importante, Francisca Bonet, una señora ibicenca que cubrirá un espacio de atención en la casa. Ella también contribuyó con sus relatos y cuentos a alimentar la imaginación sobre Ibiza y su gente. Es más, cocinaba muy bien de tal forma que en casa siempre existió lo que podríamos denominar una cocina ibicenca. Mi madre, más allá que era gallega, se adaptó de tal manera que consiguió recetas de Ibiza que nos cocinaba en forma permanente. Así entre mi tío y Francisca fuimos alimentándonos física e intelectualmente de costumbres baleares. Esta señora contaba con cierta vergüenza y pudor que ella nunca había visto un negro en España, hasta que el primero que vio fue en un barco que venía a cargar sal y se asustó tanto que a partir de ese momento nunca más fue a las salinas sola. Cuando menos uno lo pensaba salían recuerdos aislados de aquella ibicenca que nos inculcaba sin querer un amor a la tierra de mi padre. De cómo comían higos hasta reventar, de cómo una vez casi se caen al agua con su familia porque el caballo que tiraba el carro retrocedió hasta llegar al borde del acantilado, de cómo se bañaban en las playas y otros recuerdos íntimos.

Francisca cocinaba muy bien sobre todo paellas, arroz con pollo, pescados y un postre llamado flaó hecho con harina, matalahuva, queso tierno, azúcar, huevos, hierbabuena, anís, agua y aceite de oliva.

Algunos días los comensales a la mesa llegaban a ser 10 o 12 entre la familia y los amigos, es que a la mayoría les quedaba muy bien ir a comer a casa por la cercanía del trabajo en la Ciudad Vieja.

Una experiencia fascinante –expresó Alberto– fue el regreso de mi padre por primera vez a quien tuve el gusto de acompañar. Cuando volvió a Montevideo no entraba en el asiento del avión de lo gordo que estaba, luego de comer todo lo que había soñado por 49 años. Se sentaba a comer y no se levantaba. Estuvimos en la puerta de lo que había sido la casa de mis abuelos donde en la actualidad hay una fonda.

Él siempre tuvo un vínculo muy estrecho con amigos que había dejado en Ibiza. A tal punto que aún hoy en día vive uno de ellos, de nombre Juanito Calbet, con el que mantuvo un vínculo epistolar por espacio de más de 50 años. Es inimaginable lo que fue el encuentro con este hombre que ansiosamente esperaba ver a quién fielmente le había enviado correspondencia y algunos dibujos en los primeros tiempos de emigrante en Uruguay.

También fue muy lindo ver su entusiasmo por recordar lugares y costumbres de su pasado. Entre ellos la playa "de las mujeres" a la que iba de chico, sobre todo una roca de la cual se tiraba al agua. En una acto casi ritual volvió a tirarse de la misma manera de aquella roca para darse un capbussó. Costumbre que no perdió en el tiempo dado que la reprodujo todos los días desde la chata (barco del que hablé antes) que estaba en la bahía de Montevideo. Así fuimos lentamente recorriendo lugares que la memoria dictaba. El mercado, el recinto amurallado, el puerto, el paseo marítimo, para luego salir a Santa Eulalia des Riu, Santa Gertrudis donde visitamos a la familia entre ellos a muchos primos. Es emocionante ver el recibimiento, todos le regalaban algo que constituyó un problema a la hora de volver porque no había lugar para tantas cosas. Estuvimos en las salinas, viendo todo el proceso que se realiza en las piletas, con la acción del sol y el resultado. Las bandas que trasladan la sal a los barcos a granel.

Finalmente fuimos a otro tópico de los relatos de mi padre, Formentera. Que si bien no estaba muy poblada, ni antes ni ahora, nos mostró los encantos de un lugar apacible. Allí me llevó al lugar donde sacaban los higos de una dulzura y sabor incomparables y también conocí la feixa de mis abuelos por donde en la actualidad pasa una carretera partiéndolo al medio. Y además conocí el faro donde uno de mis tíos vivía cuando mi padre era chico. Allí, contaba mi padre, mi tío le preguntaba cada vez que iban qué querían comer. A la solicitud expresada salía a buscar por la isla. Ya sea conejos, pescado, aves con los cuales les cocinaba verdaderos manjares. En esos tiempos casi nadie vivía en ese lugar por lo tanto aquello se transformaba en una verdadera aventura con una faro que era un personaje misterioso salido de una novela.

Es interesante conocer los relatos realizados por Jaime Torres en su primer viaje de regreso a su tierra después de 49 años. Un diario escrito (en un cuaderno comprado en la librería y papelería Bonet de Ibiza y Formentera), de su puño y letra describe pormenorizadamente cada día vivido por espacio de cinco meses. Su llegada a Ibiza, el día 18 de junio de 1973, es relatada de la siguiente manera:

"Como no podía ser de otra manera, cuando se vieron las montañas de Ibiza, experimenté una emoción si no tremenda, casi me hace llorar; pero me había hecho el propósito de mantenerme sereno y así cumplí."

"Ahora bien, sucede que en Madrid no encontré ninguna dirección donde enviar un telegrama o unas líneas o un teléfono donde comunicarme con algún familiar, anunciando mi llegada. Pero, por casualidad, pasamos paseando por una oficina de Telecomunicaciones, entramos y pedimos una guía. Al no haber avisado, mis familiares no sabían si llegaba el lunes 18 o el martes 19. Después me dijeron que de tarde pensaban ir al Aeropuerto de todos modos. De manera que cuando llegué no había nadie en él. Por lo tanto, como hay unas cabinas telefónicas, traté de comunicarme con Juanito Calbet, sucede que él no estaba y me atendió la viuda de Juanito Tur ( hijo de D. Vicente Sulayas) y me anuncia que Juanito Calbet había ido a un entierro. Se trataba de la tía Mariquita Ferragut, que vivía en un tiempo, mismo a la vuelta de la casa donde vivía Juanito."

"Vicentita (la viuda de Juanito Tur) me dijo que no me preocupara que ella misma subiría a la Peña y avisaría a algún familiar. Así lo hizo, fue a la casa de Margarita y por suerte estaba Antonieta mi ahijada. Parece que no la dejaron terminar de hablar cuando Antonieta vino a avisarle a Antonia, mi hermana y juntas con Juanito (el hijo de Margarita) llegaron al Aeropuerto. Después de las emociones pertinentes y cuando regresábamos a la ciudad, nos cruzó Daifa. Le llamamos la atención y todos vinimos para la casa de Antonia. Ya enseguida vinieron las otras hermanas: Margarita, Catalina, Pepita, sobrinos, sobrinas (la casa a pesar de ser un apartamento grande) se lleno de gente..."

"Día martes 19 de Junio. Me levanté a las 9, después del baño de rigor, Daifa me acompañó a la casa de Paco Verdera, hijo de Nito, que es el director del "Diario de Ibiza". Después de manifestarle mis saludos y los de mi (hermano Francisco) Papo, entramos en conversación general y me parecía que tomaba apuntes. Claro, al día siguiente apareció la crónica en el diario. Por este solo hecho casi toda Ibiza se enteró de mi llegada a Ibiza. Todo cuanto ibicenco o ibicenca me saludaba, decía que había leído el reportaje... al dar la vuelta de la página 2, me encuentro que toda esa página estaba dedicada a mi persona..."

Al poco tiempo una rutina preparada, había determinado que Jaime en su avidez por aprovechar cada minuto de su estadía en Ibiza cumpliera casi un rito. De mañana levantarse e irse a la costa a pegarse un capbussó en Sé renet en el mar. Luego establecer diferentes itinerarios de viaje por la isla desde San Antonio hasta Santa Gertrudis pasando por San Agustín o San Rafael. Visitando diferentes Calas como las de Conte, Carbó, Tarima, Mulí donde en alguna oportunidad llegó a almorzar un menú que estaba compuesto por una entrada con ensalada rusa, fiambres, sardina, alcauciles, de plato principal un buen trozo de pescado mero ( anfós) con papas fritas para terminar en un postre con helado, café y cognac.

Los amigos ocuparon en ese tiempo un lugar primordial.

"Sábado 23 de junio. Juanito Calbet y yo fuimos a comer a un restaurante "Sellers" de un hijo des Cumá el que tenía (hoy la tiene un hijo) la peluquería del muelle. Comimos muy bien, después anduvimos paseando por estas calles de Ibiza que tantos recuerdo gratos me han traído."

También supo compartir estos momentos de encuentros y emociones con sus hijos que estaban en Montevideo. No pasó prácticamente un solo día sin que antes de salir o la noche escribiera unas líneas contando sus vivencias. A lo largo de estos meses irán cartas o postales para Nelson, Jorge, Beto, Silvia, Vicente, Yolanda, Raquel, Norma, Graciela, Carmen, Papo, Carina y hasta a sus amigos en Club Neptuno entre otros.

Siguiendo cronológicamente hay algunos días que serán especiales para Jaime:

"Viernes 29 de junio (día de San Pedro): Como todos los días y por quedarme cerca ya que voy caminando, fui a S’erenet. Muy lindo hay algunas piedras que molestan, pero uno se acostumbra. Al medio día en el coche de Daifa fuimos él, Antonia, Juanito Calbet y yo hacer el recorrido más hermoso y más emocionante de todos los que haya hecho desde que llegué a Ibiza. Rumbo a Santa Eulalia, San Carlos, Urbanización Cala Lleña. Almorzamos (del) dentro del bosque de Cala Lleña, algo maravilloso, cortado al medio para hacer carretera, viéndose desde el restaurante donde comimos, el mar que queda a más de 60 metros abajo. Como digo la playa de Cala Lleña es una ensenada parecida pero más cerrada al puerto del Buceo (Montevideo). Eso sí todo rodeado de montañas quedando al descubierto solamente lo que podíamos llamar "el puerto". Hay en ese playa muchos extranjeros, hay ibicencos que van a la ciudad, salen a respirar aires puros: mar y bosque. Y hay gente de los alrededores que también van a disfrutar de las delicias del lugar. De regreso pasamos por Cala Pade, Sergamassa, Es Caná, Playa Cala Nova, donde hay un hotel que tiene una piscina hermosísima y alrededor mesas para que la gente tome sus refrescos. Además unas canchas de golf en miniatura y por último Punta Arabí, allí hay un barco que embarrancó en una especie de cueva. Está partido en dos, ese lugar es tan bello que uno no sabe como describirlo. Hay que hacerlo con gestos."

"Domingo 15 de julio: Hoy es otro día que pasará a la historia de un viaje feliz. A las 9 y media de la mañana vamos Juanito Calbet y yo hacia la casa de Catalina Prats (hija de Catalina). En el auto de su esposo vamos el matrimonio y Juanito Calbet, en otro auto del novio de Nieves, hija de Catalina y Juanito Negret acompañados por una chica llamada pepita, amiga de nieves, marchamos rumbo a Port de Se Cala de San Vicente (Portinatx). Llegamos a las 12 a la playa y enseguida encargan el almuerzo para las 2 y media de la tarde, de manera que nos queda tiempo para tomar el sol y hacer muchos capbussones desde las piedras maravillosas que hay allí, Pero antes de eso y en el coche, acompañando a Juan esposo de Catalineta, subimos al monte de Se Cala que tiene una altura sobre el nivel del mar de aproximadamente 200 metros. Es una vista preciosa, donde se domina un panorama excepcional. En Portinatx hay dos calas y por lo tanto dos playas, son preciosas y como digo el lugar es muy pintoresco. Después de nadar un buen rato fuimos a almorzar al hotel principal. Nos acomodamos en la terraza y desde allí dominábamos todo el lugar. El almuerzo, como de costumbre, es a base de pescado. ¡Qué pescado! Mero (anfós), crancas, langostinos, etc.etc. (nos sigo más con los etcéteras porque no me van a creer). ¡Qué rico! Buen vino y buen postre. En estos lugares se come "a lo señor". Hicimos una sobremesa larga que dio lugar a que a las 6 y media de la tarde nos pudiéramos bañar de nuevo. De allí fuimos a otro lugar también muy pintoresco denominado Port de San Miguel, hay dos hoteles enclavados en la montaña que es la casa más preciosa que haya visto en mi vida. A continuación nos encaminamos hacia otra parte que, estando allí cerca del puerto de San Miguel, es otra de las mil maravillas que hay en Ibiza: la llaman Urbanización "Na Xamena" ¡Qué cosa bárbara! En lo alto de otro pico han construido un hotel precioso; Allí hay un lugar para estacionar gran cantidad de coches, casi al lado del hotel, pero un poquito más abajo, hay una, mejor dicho dos piletas. La construcción de dicho hotel desde afuera (el frente y el fondo) es de un estilo bien típico de las casas de campo; pero adentro hay un lujo que es de película. Y ya que hablamos de película para mí hay muchos lugares que he visto desde que estoy aquí que creo que los tengo vistos en alguna película alemana o francesa. Aquí casi todas estas casas es obra de alemanes, pero hay también colonias de holandeses, franceses, en fin es una ensalada de extranjeros y forasteros mismo de España. De todos modos, todos dicen que a toda esta gente se debe el progreso de la Isla ¡Hay que ver para creer! ¡Qué día el de hoy! Si parece que hubiera tenido 48 horas. No conformes con todo el paseo que hicimos y ya de regreso a Vila, hicimos escala en Santa Gertrudis, cuando nos vieron Francisquita y su esposo Antonio del tío Vicente, acompañados por sus hijas y esposos más Margarita (la otra hija de Catalina que también vive allí con su esposo y sus tres hijos) nos hicieron pasar al comedor; sobrasada, butifarras, queso, aceitunas, coca payesa, buen vino . etc. Fue el epílogo de otro día histórico ya que alrededor de la hora 22 emprendimos el regreso a la ciudad. Me quedaba por decir que Juanito Calbet, que un invitado en todos los lugares que he visitado, está cambiadísimo ¡Se sabe de cuentos, que bueno! Y los cuenta con una gracia que hay que reírse continuamente, estando al lado de él."

"Miércoles 25 de julio (Santiago Apóstol, Patrón de España): Ya se sabe que Santiago y Jaime aquí en España es la misma cosa. Se acostumbra hacer a los Jaimes ( Santiagos hay muy pocos) un pequeño obsequio (digan a papo lo que se usaba en nuestros tiempos: cuando le daban "molts ans y bons, uno regalaba un puro) Ahora ya no, es a uno que le hacen un regalito y por cierto me tocó a mí estando en Ibiza ser uno más de los favorecidos. El primero que se hizo presente, a las 9 de la mañana fue el gran amigo Juanito Calbet, que por estar en la farmacia de guardia no nos pudo acompañar a la casa de Santiago, mi sobrino. Después recibí de mis hermanas y sobrinos otros obsequios como ser pijama, calzoncillos, camisetas, perfumes. Pepito y los hijos 1.000 pesetas para comprarme pantalones de baño, Consuelo la hija de Juanito Calbet un juego de postales (cada postal cuesta tres pesetas o más). En fin, toda la familia me expresó de una manera u otra sus salutaciones. Hoy fui a Sérenet a las 9 y a las 10 había regresado, tenía que hacer varias cosas antes de emprender la marcha para la casa de Santiago... A las 3 comimos una riquísima paella, seguida de un sofrito payés (carne de pollo, de cordero, sobrasada, butifarra, papitas chicas, es como si quedara todo estofado, pero más rico). De postre: sandía, melón, torta de confitería, enseimada mallorquina, traída por Pepe de Mallorca, buen vino "(feliz Año Laude)" whisky, cognac varios etc.etc.etc. Una cosa bárbara Eso sí hacía mucho calor. Por lo tanto, cuando vinimos a Vila me di una buena ducha, me vestí un poco (siempre sport), fui a la casa de pepita, a lo de Catalina, donde al ratito de llegar yo también lo hicieron la hija Margarita (de Catalina y Juanito Negret) con el esposo y sus tres hijos. Ellos me trajeron una botella de Frigola. Charlamos hasta las 12 (00.00 hora) y de allí a descansar.

Un día de encuentro con la familia."

"Domingo 5 de agosto.( Día de Santa María de las Nieves.Patrona de Ibiza): Por ser domingo me levanto a las 8... bien, hoy estoy invitado a comer a la casa a las 11 y después de conversar un rato con toda la familia vamos a refrescarnos con un regio baño de mar. Catalineta el marido( Juan Rimbau) y yo. Lo hacemos esta vez en una playita que todavía no conocía "Playa des durus", mismo a la entrada de la escollera que conduce al faro del Botafogo; nunca la había visto ni siquiera soñaba que existía, pero como de Ibiza se puede esperar cualquier cosa, creo que si uno excava un poco en cualquier lugar de la isla ya tenemos playa para hacer capbusones. Después del baño regresamos a la casa y después de la ducha, un almuerzo en base a cordero a la parrilla con papas fritas, una buena ensalada y ese postre buenísimo que se llama "graxionera" (un budín que en vez de pan se hace con otros implementos) llevaré la receta para que Francisca pueda lucirse, ella lo sabe hacer, sandía (de la buena) melón (del bueno) en fin, otro almuerzo "livianito". No he aumentado de peso no verán un gordinflón. Después de dormir una siestita en un sillón en la terraza que da al frente del Club Náutico, muy fresquita por cierto, y además con vista del puerto y Talamanca, voy con Juan (esposo de Catalineta) a San Antonio a saludar a María, la hija de Margarita, que es el día del santo. Allí me encuentro con la familia en un número de casi 20 claro que la asamblea fue parcial. Si estamos toda la familia hay que hacerla en la Plaza de Toros ¡Qué familia! Margarita (la de Pego) con el marido y un hijo, Antonieta (mi ahijada) Pepita (la hija de Margarita) con el esposo y una hija, Santiago y sus señora, Daifa, Rocas, Margarita y Yo. Se conversa de muchas cosas pero la principal que venga Francisco mi hermano (voz unánime). A la hora 24 a descansar."

Otro de los viajes, muy destacado, dentro de la isla fue el día:

"Domingo 26 de agosto: Hora 8 Desayuno y escribo una carilla a Héctor. A las 10 y media vamos a un paseo con Juanito Calbet, el hijo y su esposa, en el coche del hijo de Juanito (Fiat 600). Primero vamos a un monte que hay en las Salinas, donde en la Guerra Civil había unas baterías, hoy aún hay algún edificio medio en ruinas y los pozos donde estuvieron las baterías. De allí vamos a una parte de San José que hay una cueva que le llaman "Cueva Santa" (en el libro que mandé a Montevideo habla de todo esto). Luego marchamos siempre por la carretera San José a San Antonio. Allí almorzamos, pero antes de almorzar vamos primero a una playa llamada " Es Port des Torrent" otra playa que no conocía y que por cierto me encantó... nos largamos en el auto de Juanito a Santa Eulalia, lugar que aún no conocía de noche. A las 11 emprendemos el regreso a la ciudad y a descansar."

"Sábado 15 de septiembre. Quizás hoy haya sido el día de más alegría que haya tenido desde mi llegada a Ibiza; por lo movido y por las emociones vividas con mis familiares. De mañana, a las 10 vino a la casa de Antonia, donde yo resido, un paisano que está radicado en la Argentina hace alrededor de 40 años. Creo que dijo llamarse de Can Gabriel de Santa Gertrudis; como el tiempo que hablamos fue de media hora y quedamos encontrarnos el próximo jueves, trataré de averiguar de quien se trata. Pero me dijo que era familiar de Vicente de Santa Gertrudis, el que tenía fonda y ahora trabaja en la calle Ejido. A las 12 marchamos Pepita, Juanita Calbet y yo a la casa de Catalineta Prats, en un ómnibus grande contratado especialmente por ellos, además de gran cantidad de coches marchamos para San José, a la Iglesia. Allí a las 13 horas iba a contraer enlace el hijo de Catalineta y Juan Rimbaus. La sorpresa mayor fue cuando iba a empezar la ceremonia y Juan me invitó, junto a otro señor, a subir al altar pues tenía que ser testigo de la boda, honor que no tuve más remedio que aceptar a pesar de no confesar ideas religiosas. Era de ver la Iglesia llena y yo junto al otro testigo parados a un costado del Altar hasta que terminó la ceremonia, que duró más o menos una hora. Después de esto fuimos para San Antonio, donde en un lugar de lo más lujoso del pueblo, se servio un regio almuerzo. Había más de 200 personas invitadas y todo trascurrió en medio de un gran alegría. A las 18 horas marchamos junto con Catalina, Juanito Negret, Pepita, Juanito Calbet, las sobrinas María y Margarita y las hijas de María Margarita y MariJuana, a la casa de María, ella como se sabe vive en San Antonio. A la hora 21 vinimos Juanito Calbet y yo en ómnibus. Los demás lo hicieron en autos particulares."

Pero quizás se podrían resumir muchas de estas impresiones en lo manifestado el día

"Jueves 18 de Octubre: Hoy hace 4 meses que llegué a Ibiza; todavía me parece mentira. A veces creo despertar de uno de los sueños que acostumbraba tener en Montevideo. Hoy cuando veo que es una realidad, lo disfruto aún más. El día de hoy ha sido bastante otoñal, está haciendo como en Montevideo en los cambios de estación, lloviznas y viento. De 23 que hubo anteayer, haya llegado hoy a 16 grados. A las 11 fui por el Muelle, llegué hasta la entrada del Muro, por la calle de la Virgen y a la peña, siempre hay recuerdos agradables para uno..."

Un trueno nos hace volver a la realidad montevideana.

El silencio es roto por Jorge quién destaca:

Mi padre nunca se olvidó de su gente en Ibiza. Enviaba giros de dinero siempre que pudo. Mi hermano Nelson que trabajaba en un banco mandaba los giros que ayudaban mucho, sobre a mi abuela que era la administradora de dichos dineros. Hasta entrados los años ‘60 mi padre envió plata a través del Banco República, que era el regulador, sin necesidad de apelar a envíos en negro. La moneda uruguaya era muy fuerte respecto a la peseta por eso todo lo que llegaba, aunque fuera poco, tenía mucho valor.

En cierto momento mi padre y mi tío llegaron a estar económicamente muy bien dado que comentaban que podían comprarse un traje por año. El referente de esa compra era signo del status que habían logrado.

El legado de Ibiza ha llegado a nuestros días –comenta Alberto– porque los nietos, algunos sin saber lo que entonan, cantan canciones que mi padre les enseñó. A tal punto que algunas veces en casa los amigos de mis hijos y los primos cantaban (en vida de mi padre) canciones baleares sin saber ibicenco. Entre las canciones que recordamos, nosotros también por supuesto, está aquella que comienza diciendo "ton pare no te nas, ta madre es una chata...", o aquella que expresa "le donería una pasturete."

Si bien Jaime Torres fue un hombre adaptado a la vida del Uruguay nunca perdió su gusto por lo español, incluso en géneros musicales como la zarzuela o programas televisivos como "La España de Hoy" que no se lo perdía por nada del mundo generando verdaderas batallas campales con los nietos por el control de la televisión a esa hora.

Un día, con 90 años, decidió realizar una fiesta con toda la familia con un dinero que había recibido por la venta de una feixa, porción de tierra que le correspondía compartida con los familiares de los hermanos en Ibiza. Esta fue la despedida. Al poco tiempo en plena lucidez falleció...

Aquella Ibiza de los años ‘20 que dejó Jaime para buscar nuevos horizontes seguramente ya no existe. La locura, el vértigo, la vida al instante son los signos de una Ibiza hecha para y por el turismo. Pero su luz, los paisajes, el mar, la roca de la que se tiraba Jaime al Mediterráneo permanecerán, como los recuerdos, a través del tiempo.